Cigüeña jabirú (Jabiru mycteria)

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Cigüeña jabirú (Jabiru mycteria)
N omb res comu n es: Jabiru (Inglés)
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Foto: (c) David Schenfeld (busy), algunos derechos reservados (CC BY-NC-ND)
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Descripción de CONABIO
Biología1,2
Hi stori a d e vi d a
Típicamente silenciosos, más emiten gruñidos bajos y silbidos. También se comunican con el
cascabeleo del pico. Solitarios o en parejas, ocasionalmente, se encuentran en grupos (Frederick et al.
1997). En cautiverio es el ave más longeva es de 36 años de edad (Elliott 1992). Anidan en parejas
esparcidas, a veces en colonias algo sueltas. Es posible que las parejas se mantengan en estaciones
subsecuentes por lo que no son frecuentes los cortejos (Kahl 1971, 1973). La reproducción puede
depender de los niveles del agua y variar en tiempo año con año, algunas aves se saltan años para
anidar. El nido lo ponen en plataformas de ramas, por lo general alto en los árboles. La puesta es de 2 a
4 huevos y ambos sexos incuban y cuidan a los pollos (Hancock et al. 1992).Pollos altricios que pierden
el plumaje juvenil pocas semanas después de dejar el nido.
Forrajean en marismas de agua dulce, lagos, estanques y, a menudo, en áreas boscosas lejos del agua.
Generalmente forrajean solos, caminan lentamente y dan estocan por sorpresa a sus presas,
especialmente las anguilas. Aveces uno o dos jabirús cazan a la orilla de grupos de espátulas rosadas
(Ajaia ajaja) o de cigüeñas americanas (Mycteria americana) (Stiles y Skutch 1989).
An teced en tes d el estad o d e l a esp eci e o d e l as p ob l aci on es p ri n ci p al es
Las poblaciones mesoamericanas nunca han sido abundantes y la población más norteña en el Delta
del Usumacinta se encuentra declinando debido a la destrucción del hábitat asociado al desarrollo. La
cacería también merma las poblaciones. En inventarios recientes se han documentado unos pocos de
nidos en la mayoría de las áreas de la región y la población se estima en unos 150-250 individuos. El
número máximo contabilizado ha sido de 83 adultos y 6 jóvenes contados en mayo de 1978 a lo largo de
la costa del Golfo de México. En Venezuela también se considera una especie rara y únicamente son
abundantes en la región del Chaco-Pantanal de Argentina-Paraguay y Brasil (Knoder et al. 1980 en
Hancock et al. 1992, Elliott 1992).
Descripción1,2
Es el ave voladora más grande de América con 122-140 cm. Patas largas y pico masivo, de 30 a 33 cm.
Pesa entre 6 y 8 kg y su envergadura alar es de entre 2.3-2.6 m, siendo los machos más grandes. Patas
semipalmeadas, alas largas y anchas para planear y cola corta. Plumaje predominantemente color
blanco, cabeza y cuello desnudos. Iris café en ambos sexos. Pico y patas negras, al igual que la piel de
cabeza y cuello. Ancha banda roja en la base del cuello y un poco de plumas blancas tipo plumón en la
nuca. La variabilidad del color del cuello inferior (rosa subido a escarlata brillante) probablemente
tenga que ver con cambios en vascularización debida a excitación o exhibición. Saco aéreo inflable en
el cuello que casi siempre está lleno de aire (Kahl 1973). Los individuos se pueden distinguir por la
variación en la unión de la parte negra y roja del cuello (Hancock et al. 1992). Los polluelos están
cubiertos de un plumón blanco grisáceo, excepto por los lores y la piel orbital desnuda, con algunos
tintes amarillentos más gruesos en la cabeza y la parte superior y más escasos en la de abajo y los
lados y tienen pico recto en lugar de recurvado (Hancock et al. 1992).Los juveniles pierden el plumón
oscuro de cabeza y cuello en pocas semanas; partes superiores gris pálido cuyas plumas tienen un
margen café grisáceo plateado; remeras blancuzcas. En el primer plumaje básico la cabeza y el cuello
son desnudos como en el adulto pero el rojo es opaco, el plumaje es blanco con algo de café en la base
del cuello bajo la piel desnuda, con algunas plumas cafés esparcidas en las partes superiores. El
segundo plumaje básico se parece más al adulto pero puede retener unas pocas cobertoras cafés en la
parte superior del ala (Elliott 1992, Howell y Webb 1995).
Esta especie no emite vocalizaciones, excepto por un aplauso de sus mandíbulas cuando son
perturbados, especialmente cerca del nido (Stiles y Skutch 1989). También tienen un sonido como
tosido que usa ocasionalmente en las reverencias que hacen durante los desplantes sexuales y
copulaciones (Hancock et al. 1992).
Distribución1,2
Actu al
MEXICO / OAXACA
MEXICO / TABASCO
MEXICO / YUCATAN
Hi stóri ca
MEXICO / QUINTANA ROO
Laguna Chacanbacab.
MEXICO / VERACRUZ
Cosamaloapan, Veracruz (Friedmann et al., 1950).
Hi stóri ca-actu al
MEXICO
Distribución histórica: En el sur de México se encuentran entre julio y octubre. Es ocasional en Veracruz
(Cosamaloapan). También se encuentra esporádicamente en grandes ríos y lagos de Chiapas (Álvarez
del Toro, 1971). Su área más significativa en México son los Pantanos de Centla en el Delta del
Usumacinta en Tabasco y la Laguna de Términos en Campeche.
Cosamaloapan, Veracruz (Friedmann et al., 1950) Puerto Arista, Chiapas (Álvarez del Toro, 1971) Laguna
Chacanbacab, Quintana Roo, 12-17 mayo 1949 (Paynter, 1955).
Distribución actual: En México anidan localmente en la vertiente Atlántica entre diciembre y mayo (este
de Tabasco y sur de la Península de Yucatán) pasan de julio a noviembre en el drenaje del Usumacinta
y son raros e irregulares visitantes (entre diciembre y marzo) en la costa del Pacífico del E de Oaxaca y
Chiapas al sur (Howell & Webb, 1995).
ND
Se reportan como residentes localmente en Mesoamérica, desde Tabasco, Chiapas, Campeche y
Quintana Roo hacia Centroamérica (excepto Guatemala) hasta Panamá y en Sudamérica (AOU, 1998).
Sin embargo, Correa & Luthin, 1988 sugirieron que los jabirús de Centroamérica realizan movimientos
estacionales entre México, Belice y Guatemala. Las diferentes concentraciones encontradas en el
Usumacinta (Ogden et al., 1988; Correa & Luthin, 1988) y Costa Rica (Villarreal, 1996) sugieren que hay
influjos estacionales en varias partes de Centroamérica.
Ocasionalmente, se han encontrado jabirús inmaduros en Texas y Oklahoma que posiblemente se
dispersan después de la época reproductiva junto a las cigüeñas americanas (Mycteria americana), las
cuales probablemente migran desde Mesoamérica (Arnold, 1978).
Los registros en Centroamérica son muy escasos, en Guatemala fueron mencionados como raros (Land,
1970) pero se duda de su anidación en este país (Thurber et al., 1987). En Belice hay un registro de
anidación (Russell, 1964), pero recientemente se sabe que llegan en noviembre y se quedan hasta junio
o julio, yéndose con las primeras lluvias (Luthin, 1984 en Hancock et al., 1992; Belize Zoo s/f). En El
Salvador hay un registro (Dickey & van Rossem, 1938), pero no se han vuelvo a registrar (Thurber et al.,
1987).
En Honduras se habían visto ocasionalmente pero no se conocía que anidaban allí (Monroe, 1968). Lo
mismo en Nicaragua (Howell, 1972). Sin embargo, recientemente se encontró que los jabirús sí anidan
en números sustanciales en Honduras (La Mosquitia) y Nicaragua (costa Miskita) (Frederick et al., 1997.
En Costa Rica se tienen también registros de anidación en pequeños números (Slud, 1964).
En 1933 (22 de mayo) en una laguna de la Hacienda California 6 mi Ocos, en la costa pacífica de
Guatemala, una pareja en medio de grupos de cigüeñas americanas (Deignan, 1933). Huamuchal,
Guatemala (Salvin & Godman en Deignan, 1933). En Santuario de Vida Silvestre "The Crooked Tree", 33
mi N Belice, Belice (Belize Zoo s/f).
MEXICO / CHIAPAS
Hábitat1,2
Pastizales inundados temporalmente en tierras bajas, marismas de agua dulce, lagos, estanques de
agua dulce (AOU 1998), arrozales y arboledas pantanosas (Howell y Webb 1995).
M acrocl i ma
Zona Tropical de los 0 a los 700 msnm (AOU 1998).
Ti p o d e amb i en te
Habita grandes marismas de agua dulce, sabanas, cultivos inundados y esteros. En Venezuela frecuenta
los arrozales particularmente fuera de la época de reproducción (Elliott 1992).
Uso d e h áb i tat
Son aves de campo abierto pero prefieren áreas arboladas cercanas para pernoctar y reproducirse
(Hancock et al. 1992). No se tiene información precisa de sus necesidades durante su ciclo anual en las
poblaciones de Mesoamérica.
Estrategia trófica1,2
En la época seca pueden comer en grupos de 11 a 50 individuos quizás, incluso arreando peces en
forma concertada hacia lo más somero. Durante la época de lluvias tienden a ser más solitarios (Elliott
1992). Su dieta incluye pescado, anfibios, tortugas de agua dulce (Podocnemis sp.), serpientes,
pequeños mamíferos, aves (Howell y Webb 1995) e insectos (Elliott 1992). Al parecer también comen
crías de caimanes (Gorzula 1985). En los Llanos de Venezuela y en Costa Rica comen anguilas de agua
dulce, peces y cangrejos. La longitud y curvatura del pico del jabirú puede indicar que se especializa en
desenterrar anguilas del fondo lodoso. Se observó una vez un jabirú comiendo excremento de vaca, la
razón de esta conducta no se conoce (Thomas 1985).
1,2
Biología de poblaciones1,2
Tamañ o p ob l aci on al
Por lo general se le ha reportado como rara y local en el sur de México y Centroamérica, y más común
en Sudamérica (Paynter 1955). Knoder et al. (1980) reportaron 95 jabirús en el delta del Usumacinta en
mayo de 1978 y Correa y Luthin (1988) vieron 22 jabirús en octubre de 1986 con una densidad de 0.06
/km2, pero anteriormente habían encontrado sólo 9 en promedio en el mismo año, lo que muestra que
es díficil encontrarlos todos al mismo tiempo.
El conteo más alto de jabirús en Belice es de 24 (Belize Zoo s/f). En Honduras, costa del Caribe, también
se reconocen como raros, habiéndose visto máximo 8 en un día desde una avioneta (1950 a 1961 en
Puerto Arturo cerca de Tela), entre diciembre y enero (Monroe 1968). Frederick et al. (1997) en unos
conteos recientes en áreas no exploradas de Honduras y Nicaragua, detectaron 24 y74 jabirús (13 y 47
dentro de los transectos) respectivamente en cada país y densidades de 0.05 y 0.16/km2.
También es cada vez más raro en la Cuenca Tempisque de Costa Rica que es la única área de
reproducción en ese país (Stiles y Skutch 1989). En resumen, Hancock et al. (1992) estimaron en no más
de 250 individuos la población completa de jabirús de Mesoamérica. Se necesitan conteos coordinados
en toda la región para tener una mejor estimación de la población y estudios con aves marcadas.
Comportamiento1,2
Caminan muy lentamente en el suelo o en el agua somera. Las zancadas son largas (0.8 - 1.2 m).
Cuando persiguen presas activas en el agua o cuando están en exhibición con su pareja, esta marcha
cambia ocasionalmente a una carrera rápida suelta con las alas extendidas y aleteos lentos. Las aves
vuelan después de dos o tres brincos en la carrera. También se echan al vuelo desde los nidos o los
árboles con un brinco adelante y arriba. Ya en el aire aletean muy despacio, dan aleteos y luego
planean. Se remontan comúnmente en las corrientes de aire termales, subiendo varios cientos de
metros y luego alejándose hacia las áreas de alimentación. Vuelan con el cuello extendido y la piel del
saco del cuello colgando (Kahl 1973).
Su vuelo es pesado y lento, debido a un pequeño acento en el impulso del aleteo hacia arriba se ve
como si los empujaran, a diferencia de las cigüeñas. Su cabeza y cuello son muy pesados por lo que se
cuelgan en el frente y las patas también cuelgan, así que el ave volando se ve de lado como doblada. El
cuello más corto y la piel de la base que cuelga como una bolsa lo distinguen de las cigüeñas, también
se puede apreciar su mayor tamaño cuando vuelan juntos. El vuelo del jabirú visto desde abajo se ve
como un perfil de alas de dos curvas (Slud 1964).
Forrejean caminando lentamente y probando verticalmente en el agua y en la vegetación sumergida de
los humedales someros. Abren el pico unos 5-7 cm en la punta y lo levantan unos 20 cm sobre el agua
entre cada probada. Los vertebrados acuáticos predominan en su dieta. Cuando contactan una presa
cierran bien el pico de un chasquido, levantan la cabeza y lo tragan con una sacudida de la cabeza.
Forrajean solos o en parejas sueltas la hembra y el macho separados unos 30-100 m entre sí, y a veces
comen en grupos sueltos. Beben agua poniendo el pico en el agua y subiéndolo y bajándolo como
cuchareando varias veces. Lo hacen por su sed pero también para llevar agua a los polluelos o huevos
(Kahl 1973).
También forrejean caminando lentamente en el agua somera lodosa con la punta del pico abierta y
tentando el agua. Cuando atrapan un pez lo llevan cruzado en el pico a la playa donde lo pinchan de 520 veces antes de tragarlo. Los jabirús cazan las anguilas enterradas encajando su pico en el lodo, otras
veces corren 4-5 pasos y atrapan algo con sus picos, o caminan a la caza lentamente en parejas.
Parecen encontrar la mitad de sus presas por medios táctiles y la otra mitad visuales o combinados
(Thomas 1985).
El aleteo-carrera es un desplante social espectacular que se ve lejos del nido en las áreas de
alimentación y que puede funcionar en el mantenimiento de la pareja. En él el macho (generalmente)
de repente se para, se va corriendo con las alas abiertas y aleteando, da vuelta y pega la carrera hacia
su pareja y se para por un momento con las alas abiertas (Kahl 1973). Después que se forma la pareja
los desplantes son los típicos de las cigüeñas, es decir, mueven su pico de arriba a abajo de frente con
el cuerpo erecto, las alas cerradas, el cuello hacia arriba y el pico casi horizontal, las aves entonces
golpetean los picos fuerte y rápidamente (8-10 /seg) mientras blanden lentamente sus cabezas y cuellos
de lado a lado (Hancock et al. 1992).
En confinación se ha observado que la hembra es la que inicia la formación de la pareja metiéndose al
territorio del macho rápido, con su cabeza agachada tosiendo y aplaudiendo el pico, luego inicia unos
desplantes de saludo y el macho responde (Shannon 1987 en Hancock et al. 1992). Son desconfiadas
(Stiles y Skutch 1989). En cautiverio, los machos son muy agresivos con sus coespecíficos y con otras
aves, e incluso con los humanos (Shannon 1987 en Hancock et al. 1992).
Ámb i to h ogareñ o
Especialmente durante la época reproductiva exhiben territorialidad intra e interespecífica cerca del
nido y en las áreas de alimentación de al menos 100 m (Hancock et al. 1992). Fuera de la época
reproductiva se tienden a congregar, posiblemente con otras ciconiiformes. Durante la reproducción se
esparcen más (Elliott 1992). No se cuenta con información más amplia de su ámbito hogareño.
Reproducción1,2
La estación reproductiva varía mucho geográficamente y parece estar ligada a los patrones estacionales
de lluvias. En el sureste de México y Belice ponen huevos entre diciembre y enero (Hancock et al. 1992).
En Costa Rica anidan en la estación seca cuando el nivel del agua es bajo (Stiles y Skutch 1989). Sin
embargo, en Venezuela la anidación empieza hasta que el área está inundada, a mediados de agosto, y
termina al principio de la estación seca.
Las parejas anidan solas, no en colonias, pero sus nidos a veces están a menos de 100 m de las colonias
de otras Ciconiiformes. En la costa de México los nidos los ponen en los árboles de mangle (Rhizophora
mangle), los lugares típicos son un mangle alto adyacente al estero y al humedal abierto, ya que, como
el árbol está alto le permite al ave una mayor visibilidad para cuidar el territorio (Hancock et al. 1992). El
nido es una plataforma enorme de ramas que a menudo usan año tras año, lejos del suelo en las
sabanas o arboledas. La pareja construye el nido por las mañanas con ramas de 1.5-2 m y 5 cm de
grosor. Si no lo cuidan, otras garzas o cigüeñas se roban las ramas, conducta que también se da entre
ellos. El centro del nido se cubre con pasto. Los nidos pueden ser de 1.5-2 m de diámetro y 0.5-1 m de
ancho. Copulan dentro del nido. Ponen 2, 3 y hasta 5 huevos de color blanco opaco y cáscara áspera. Su
periodo de incubación es de 10-11 semanas. Las parejas vuelan agresivamente para alejar a los
coespecíficos que se acercan al área del nido (Thomas 1981).
En un estudio de una población de Los Llanos, Venezuela, se encontraron 22 nidos y se siguieron en dos
estaciones reproductivas. El promedio fue de 3.4 huevos/nidada. Los polluelos dejaron el nido a la edad
de 12-13 semanas pero todavía fueron dependientes de sus padres por un periodo de hasta dos meses.
El éxito reproductivo en los dos años fue de 47%, la productividad fue de 0.94 y 1.00 polluelos/nido
activo en los dos años. Sólo 20% de los huevos produjeron crías y la mayoría de los nidos (75%) fallaron
en la incubación. Los principales problemas de los fracasos de los nidos fueron abandono, depredación
por caracaras (Caracara plancus, o problemas intrínsecos del huevo (González 1996).
En el mismo estudio se observó que la mayoría de los nidos (78%) estaban en pequeñas islas boscosas
de 0.2 a 2.0 ha, de los demás el 9.4% en bosques de galería, 9.4 % en árboles solitarios y el restante
3.1% en bosques de más de 560 ha. Todos los nidos de los jabirús son solitarios y la pareja defiende un
territorio de 300 a 500 m alrededor del nido espantando a otros jabirús o aves vadeadoras que se
acercaban al área. Según el estudio, la distancia media a un nido coespecífico fue de 1.9 km. Tres nidos
estuvieron en medio de colonias mixtas. Los nidos estaban construidos en la parte alta de una de diez
especies de árboles de hoja ancha. Todos los nidos estaban a menos de 500 m de un gran humedal
temporal o permanente. El tiempo que tardaron en construir el nido dependió de su estado previo, lo
más que les tomó en una ocasión fueron siete semanas. Ambos sexos colaboraron en la construcción o
reparación, aunque principalmente el macho trajo las ramas. Los huevos eran ovales a subelípticos, de
color blanco aunque se ensuciaban, y con un peso promedio de 110 g (González 1996).
Estado de conservación1,2
N OM -059-SEM AR N AT-2001
P en peligro de extinción
N OM -059-SEM AR N AT-2010
P en peligro de extinción
CITES
Apéndice I
UICN
LC Preocupación menor
Conservación1,2
Las aves acuáticas son excelentes indicadores ambientales en programas de monitoreo a largo plazo
por su alto nivel en la cadena trófica. La tarea de conservar el ambiente y las aves que viven en él
solamente se puede realizar si se conocen las necesidades de las especies individuales. Se necesita
desesperadamente la protección y manejo de los humedales que son esenciales para las aves acuáticas
(Hancock et al. 1992).
Los Pantanos de Centla, en el delta del río Usumacinta y Grijalva, en el estado de Tabasco, son los
humedales de mayor importancia en Centro y Norteamérica por muchas razones, además de la
presencia de jabirús, vegetación acuática, otras especies amenazadas como cocodrilos, manatíes,
colonias de aves acuáticas, y por ser el área de invernación de patos. Las aves acuáticas son las formas
más conspícuas de vida silvestre en estos humedales (Correa 1992).
En Belize, la Sociedad Audubon local administra desde 1984 seis áreas protegidas importantes para el
jabirú, dentro del Crooked Tree Wildlife Sanctuary, reconocida por la Convención Ramsar (IUCN 1999).
Sin embargo, para los jabirús, se requieren datos poblacionales de tamaño y fluctuaciones, estructura
de edades y sexo, así como su dinámica poblacional, para así poder evaluar el estado de conservación,
patrones de movimiento en la región, sitios de parada migratoria, sitios de reproducción, descanso y
forrajeo para así poder diseñar un programa de manejo para la especie (Correa 1992). Otras medidas
de manejo que pueden surgir de la investigación son la protección de los sitios de los nidos,
construcción de humedales artificiales con el agua controlada para satisfacer las necesidades del ave,
re-surtir el estanque con peces adecuados y monitoreo de las poblaciones como se ha hecho con la
cigüeña americana en los Estados Unidos debido a su declinación (Elliott 1992).
Amenazas1,2
Las aves acuáticas grandes son particularmente sujetas, ya sea intencionalmente o no, a un continuo
ataque por la especie humana. Se cazan, se comen, se les molesta, su hábitat se altera y sus lugares de
anidación se destruyen. Por otro lado se aprecian ya sea por su tamaño, apariencia fíusica, o por el
lugar que ocupan en la cultura e historia de los pueblos. Es así que las cigüeñas han sufrido la
destrucción de su hábitat y perturbación humana en todos sus rangos (Luthin 1987 en Hancock et al.
1992). Además, tradicionalmente, los humedales alrededor del mundo han sido considerados como
sitios de desecho los cuales tenían que ser drenados o rellenados para convertirlos en campos
agrícolas, ganaderos o para asentamientos. También se han perdido debido a la deforestación,
eutroficación, contaminación, construcción de presas, desvío de agua y otras formas de intervención en
los sistemas hidro-ecológicos (Correa 1992).
Entre los impactos naturales contamos los allegados al cambio climático, huracanes, inundaciones y
brotes de enfermedades de la vida silvestre. Los impactos no naturales son los efectos directos o
indirectos del hombre. Entre los directos se encuentran el pisoteo, sobrepesca, tráfico de botes y retiro
de árboles. Los indirectos incluyen las actividades en tierra firme como la deforestación, denudación de
la cobertura del suelo y el uso indiscriminado de agroquímicos que influyen en la degradación del
ambiente.
La explotación petrolera puede volverse una amenaza para las especies de humedales por la
probabilidad de derrames en combinación con condiciones climáticas, que lleven los contaminantes
hacia los humedales (Correa 1992). Por ejemplo, en Campeche al sur de la Laguna de Términos, los
manglares están siendo clareados para hacer acuacultura y en un proyecto piloto 50,000 ha fueron
aradas y convertidas en campos de arroz (Correa 1992). Al parecer en esta área, que corresponde al Río
Palizada, es donde se han hecho el 90% de los registros con 24 avistamientos y tres nidos (Correa 1987
en López-Ornat 2000).
Por lo tanto, el hábitat disponible y su calidad para los jabirús ha disminuido y posiblemente esté
afectando a la población mesoamericana que de por sí, siempre ha sido rara. La consanguinidad puede
ser otro factor de riesgo por el reducido tamaño poblacional y por los problemas de fertilidad como los
que han sido observados en la población de los Llanos de Venezuela. Finalmente, el contacto con el
ganado en el humedal puede favorecer la transmisión de parásitos.
Si tu aci ón actu al d el h áb i tat con resp ecto a l as n ecesi d ad es d e l a esp eci e
Aunque ha habido una tendencia hacia la protección de los humedales costeros, esto no se ha reflejado
en los manglares, ya que sus especies se siguen explotando sin control y las actividades humanas
siguen deteriorando la calidad del hábitat. Por lo tanto, la deforestación del manglar en México durante
los últimos 20 años fue de aproximadamente el 65 %. En México, además, la presencia de petróleo en
las lagunas afecta la base fotosintética y la respiración de los procesos de translocación, la germinación
de las semillas y la floración del mangle, por lo que su regeneración y la existencia misma del
ecosistema del manglar se ven comprometidas (Herrera y Ceballos 1999).
De acuerdo con CONABIO (1998), la vegetación acuática y subacuática se encuentra legalmente
protegida en México en un 35% pero en la práctica la situación no ha mejorado. Las Áreas de
Importancia para las Aves (AICAs) donde se registran jabirues en México cuentan con estatus de
protección y son la Reserva de la Biósfera Pantanos de Centla, Tabasco, el Área de Protección de Flora y
Fauna Laguna de Términos, Campeche, y la Reserva de la Biosfera de Sian Ka'an, Quintana Roo
(Arizmendi y Márquez 2000).
R efu gi os
Es probable que todas las áreas vitales para la población mesoamericana (México-Belice) se encuentren
incluidas en las Áreas Naturales Protegidas de Tabasco, Campeche y Quintana Roo, así como sus
contrapartes de Belice. Sin embargo, la degradación de los hábitats debe remediarse para que la
población tenga posibilidades de aumentar o se mantenga estable. Se requiere también de un intenso
programa de educación ambiental para evitar la cacería ocasional de cualquier individuo. Sólo así estas
áreas funcionarán como refugios de la especie en nuestro país.
1,2
Relevancia de la especie1,2
R el evan ci a d e l a esp eci e
Muchos miembros de la familia Ciconiidae están en peligro de extinción. Estas aves compiten con los
humanos por espacio y recursos. La expansión de la población humana ha comprimido en muy pocos
años el espacio dejado a las aves acuáticas y apenas estamos entendiendo la devastación que ha
ocurrido (Hancock et al. 1992). Además, el jabirú constituye un género monotípico.
Siendo aves tan grandes y populares son ideales para usarlas como especies bandera como se hizo en
Belice, donde aparecen en posters y hasta en monedas (Elliott 1992), así como en Costa Rica. Es una de
las aves voladoras más grande del hemisferio occidental y quizás la más alta (Slud 1964). También
podrían ser usados como indicadores ambientales.
Referencias
1. Escalante-Piego. P. 2009. Ficha técnica de Jabiru mycteria. Fichas sobre las especies de aves
incluidas en Proyecto de Norma Oficial Mexicana PROY-NOM-059-ECOL-2000. Parte 1. Instituto de
Biología, UNAM. Bases de datos SNIB-CONABIO. Proyecto No. W007. México, D.F.
2. © CONABIO, algunos derechos reservados
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