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LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES, UNA PEQUEÑA
CONTINUIDAD DE LA POLÍTICA ECONÓMICA EN EL PERÚ
AMENAZA
A
LA
La amenaza de que un candidato antisistema pudiera descarrilar al Perú de su trayectoria
económica actual, una restricción de largo plazo a la calificación crediticia de Perú, ha
disminuido significativamente en la contienda presidencial de este año, lo cual podría tener un
impacto fundamental en las calificaciones de Perú. Las altas tasas de crecimiento y mejoras
notables en los indicadores sociales han contribuido a generar un fuerte apoyo para el modelo
económico actual entre los votantes peruanos, y, más importante aún, entre todos los principales
candidatos presidenciales, entre ellos el ex candidato radical Ollanta Humala. En nuestra
opinión, incluso en el improbable caso de que Humala sea elegido presidente, endurezca su
discurso y el desafío al actual marco de política macroeconómica, habría poco margen para
hacer fuertes ajustes de política frente a las fuertes instituciones, mercado, y las restricciones de
los votantes.
Los electores peruanos irán a las urnas para elegir un nuevo presidente el 10 de abril, y dado que
es probable que ningún candidato obtenga más del 50% de los votos, el 5 de junio habría una
segunda vuelta. La carrera está muy abierta, dada la alta proliferación de candidatos, la disputa
por lograr más de 30% de apoyo y el todavía alto número de votantes indecisos. El ex presidente
Alejandro Toledo es el favorito, con poco menos del 25% de intención de voto y un apoyo muy
fuerte en las encuestas simuladas de segunda vuelta, pero el margen de diferencia entre los
principales candidatos se ha ido reduciendo de forma constante durante las últimas semanas y el
electorado tradicionalmente ha sido muy volátil. ¿Por qué es importante la elección?
El riesgo político y la volatilidad electoral han sido durante mucho tiempo una restricción del
crédito...
El riesgo de eventos políticos y la volatilidad electoral han sido durante mucho tiempo una
restricción de créditos fundamentales en el Perú. Tradicionalmente, los candidatos antisistema y
populistas han sido competitivos en las elecciones presidenciales de Perú, amenazando con
provocar cambios fundamentales al modelo económico que podrían socavar el legado del fuerte
crecimiento económico y la gestión ortodoxa de la política macroeconómica de los últimos
veinte años. Este riesgo se hizo particularmente evidente en las elecciones presidenciales de
2006, cuando el nacionalista de izquierda Ollanta Humala salió primero en la primera vuelta
presidencial y perdió por un estrecho margen de 5% en la segunda vuelta, haciendo que el sol se
deprecie y los spreads del riesgo se amplíen en el período previo a la votación.
Ha habido dos principales factores detrás de esta falta de conexión entre el contexto político del
Perú y los logros económicos. En primer lugar, mientras que el Perú ha mostrado altas tasas de
crecimiento desde 1990 hasta el 2005, en particular entre 1991 y 1995 y 2000 y 2005, la
actividad económica fuerte ha fallado en gotear (chorrear) a la mayoría de la población. La tasa
nacional de pobreza se mantuvo obstinadamente alta hasta 2006, a poco menos del 50%,
mientras que seis de las 23 provincias del Perú tuvieron las tasas de pobreza superiores al 70%.
En segundo lugar, el sistema multipartidista fragmentado de Perú ha exacerbado la insatisfacción
popular al servir como un pobre vehículo de mediación entre el gobierno y el pueblo. Los
partidos políticos del Perú se encuentran entre los más débiles en América Latina, giran en torno
a personalidades y tienen raíces débiles en la sociedad, impulsando la mayoría de los ciudadanos
a buscar a los nuevos movimientos políticos o "outsider" que los puede representar mejor.
... pero esta elección parece ser diferente en muchos aspectos
Sin embargo, la contienda presidencial de este año se ha caracterizado únicamente por un fuerte
consenso entre todos los candidatos presidenciales para apoyar el actual marco de política
macroeconómica. Los cinco principales candidatos, que incluyen al ex presidente Alejandro
Toledo, a la diputada de centroderecha Keiko Fujimori, el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda, al
ex primer ministro y ministro de Economía, Pedro Pablo Kuczynski, e incluso al ex candidato
radical Ollanta Humala, siempre han hablado de la necesidad de preservar los principios
fundamentales del marco de políticas macroeconómicas actuales, que incluya una política fiscal
responsable, un banco central independiente y la promoción de la inversión privada.
Los temas de discusión que ocuparon un lugar destacado en el debate electoral de 2006, como
una mayor intervención estatal, una revisión general del Tratado de Libre Comercio con EE.UU.
y la promoción de una estructura laboral más rígida con los costes de despido más altos, apenas
se han registrado en el debate de hoy y más bien han sido sustituido por nuevos temas que
reflejan mejor las prioridades de los votantes, tales como la necesidad de promover una mejor
educación, lucha contra la delincuencia y la corrupción, y la mejora de la competitividad del
país. Como resultado, en las plataformas de los candidatos son más notables las similitudes de lo
que son sus diferencias.
El bajo grado de polarización entre los candidatos es, en sí mismo, un reflejo del fuerte apoyo de
los votantes a la continuidad de la política económica en la contienda electoral de este año.
Aunque la saliente administración de Alan García sigue siendo impopular con índices de
aprobación por debajo del 30%, esto no parece haberse traducido en un rechazo del modelo
económico actual. De acuerdo con las lecturas más reciente de la encuesta de Ipsos-Apoyo, más
de dos tercios de los peruanos sienten que se han beneficiado del auge económico de los últimos
años y que tengan como resultado un mayor interés personal en mantener el impulso actual,
mientras que menos del 30% de los encuestados exigen algún tipo de cambio radical. Esto no es
una sorpresa, dado que la economía peruana ha crecido a una tasa promedio del 7.2%% en los
últimos cinco años y parece haber tenido un impacto social más generalizado que antes.
A nivel nacional las tasas de pobreza han disminuido de manera espectacular del 48.7% en el
2005 al 34.8% en el 2009, gracias a los efectos del chorreo producto de las altas tasas de
crecimiento y, en menor medida, a la redistribución de políticas y programas de transferencias
condicionadas del Gobierno. El número de provincias con tasas de pobreza superiores al 70% ha
bajado de seis a dos desde el 2005 hasta el 2009, mientras que el número de provincias con tasas
de pobreza por debajo del 30% ha aumentado desde tres hasta ocho en el mismo período. El
ingreso promedio mensual por hogar aumentó un 42% entre el 2005 y el 2009 a nivel nacional y
en un 60% de los hogares en el quintil de ingresos más bajos de la población. Geográficamente,
mientras que los hogares de Lima vieron un aumento de su ingreso mensual promedio de 35%,
los hogares en las provincias de la selva y sierra registraron aumentos del 67% y 49%
respectivamente.
El Perú mantendrá el curso independientemente del resultado electoral
Es poco probable que Perú se desvíe de la ruta económica actual, no importa quién gane la
elección presidencial. Todos los candidatos apoyan la continuidad de política económica, con
candidatos como Humala, que en el pasado dio una nota disonante e hizo campaña para romper
con la actual combinación de políticas económicas, moviéndose más hacia el centro. Dicho esto,
Humala sigue planteando algunas dudas entre los inversores. Hay preguntas pendientes sobre
cómo va a conciliar las promesas de elevar de manera significativa el gasto social con su
promesa de mantener un déficit fiscal manejable, mientras que su presión para una mayor
regulación del gobierno sobre sectores estratégicos como los puertos ha suscitado algunos
temores latentes sobre una mayor participación estatal.
Más importante, quizás, incluso en el improbable caso de que Humala sea elegido presidente,
endurezca su discurso y decida desafiar al actual marco de política macroeconómica, habría poco
margen para hacer fuertes ajustes en la política frente a la fortaleza institucional, y las
restricciones del mercado y de los votantes. El próximo presidente se enfrentará a un Congreso
muy fragmentado y atomizado que hará que sea difícil conseguir una masa crítica de apoyo para
modificar o desmontar el gasto y los límites de déficit o la independencia constitucionalmente
protegida del banco central.
Además, las restricciones del mercado y de los votantes jugarían un papel igualmente importante
limitando la capacidad del gobierno para avanzar hacia un modelo de política heterodoxa, sin
comprometer la inversión y el alto crecimiento económico, condiciones que los electores están
esperando.
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