“Familias al servicio de la Familia” Cartilla N 356 Setiembre de 2015 La espiritualidad sostiene el amor “Si ustedes obedecen fielmente los mandamientos que hoy les impongo, amando al Señor, su Dios, y sirviéndolo de todo corazón y con toda el alma, yo enviaré lluvia en el momento oportuno y podrás recoger tu trigo, tu vino nuevo y tu aceite” (Deuteronomio 11,13-14) P. Ricardo Facci Quien quiera un amor con proyección, perseverante, debe saber que necesita de espiritualidad. El amor matrimonial no puede mantenerse sin espiritualidad, es como si se le cortara sus alas, no tiene vuelo. Consiste en elevar el amor a niveles superiores, diríamos, sobrenaturales. Se sabe perfectamente que lo físico tiende a envejecer, a pasar. En cambio, lo espiritual es totalmente diferente, ayuda a superar las limitaciones personales y suaviza el desgaste que genera la convivencia. Cuando se quiere envejecer juntos, se debe asumir la dimensión del aspecto espiritual del amor. Un amor que se lo quiera identificar con el placer se termina. Muy diferente es cuando se logra vivenciar la espiritualidad del amor, la cual debe ser enmarcada en tres aspectos: buscar el bien del otro, cuidar el compartir de la convivencia en una sexualidad rica en diálogos y gestos cotidianos, fusionar las almas en la amistad. En primer lugar, hay que subrayar la búsqueda del bien del otro, llamado también, amor de benevolencia, que tiene como piedra basal el desinterés, esto es, que se piensa más en el otro que en sí mismo. Es el amor humano en su estado más puro. Alegrarse del gozo del otro porque disfruta de la vida y del propio matrimonio. Constantemente se desea lo mejor para el otro. Es el amor que produce el olvido de sí mismo, para brindarse al compañero de toda la vida, con magnanimidad, amabilidad, nobleza. Este amor, contiene una gran capacidad de desprendimiento de sí mismo, para donarse plenamente. Cada uno le expresa al otro que se esmera por tratarle de lo mejor, como cuando eran novios, en el intento constante de ser un matrimonio armónico, feliz. En este sentido, el amor se transforma en un proyecto de dos, fundamentado en la generosidad. Así el verdadero amor se ennoblece. Esto implica que uno piensa y se ocupa del otro. Entonces, ser feliz pasa por la búsqueda constante de crear felicidad en el otro. Esto es un amor verdadero, compartido, capaz de generar el “nosotros”. Jamás en una vida de amor matrimonial el otro debe ser un simple objeto de placer, sino una motivación constante a brindar un amor de plena calidad. En segundo lugar, la convivencia en una sexualidad rica en diálogos y gestos cotidianos, hace que el amor incluya el deseo sexual y la atracción física. Una atracción meramente espiritual, psicológica, que no estaría acompañada por el aspecto físico sería incompleta, no conduciría a la creación de un “nosotros”. La inclinación sexual pertenece a la esencia misma del amor humano, del vínculo matrimonial. Tiene su máxima expresión en el acto sexual, pero cuando el amor es auténtico, incluye el aspecto espiritual y psicológico. No se queda en un simple goce físico, sino que va más allá, busca un amor excelente, verdadero, enriquecido, jamás queriendo instrumentalizar al otro, porque sería una relación egoísta y egocéntrica. Por eso, se debe asumir la fragilidad del amor, cuidando que las intenciones sean transparentes, para que la relación no termine en una experiencia dolorosa y desgraciada. Es fundamental la sinceridad, para que al mirarse a los ojos no descubran falsedades, a pesar de palabras bonitas, sino un encuentro en el nido matrimonial, tejido con la verdad. Lo tercero, es que sabemos muy bien que el amor de amistad incluye la sexualidad pero no la relación sexual, la concupiscencia. Pero, a nivel matrimonial se puede incluir la relación de amistad, porque la comunicación íntima contribuye a la superación de los “yo”, para disponerse a construir el “nosotros”. Toda amistad implica confidencia, sinceridad, familiaridad y complicidad, esto contribuye al intercambio de las riquezas espirituales, dejando una huella psicológica integradora de ambos cónyuges. Este intercambio, libera del riesgo de cosificarse, de tratarse mutuamente como objeto. Los “objetos” no pueden intercambiar lo espiritual del corazón, esto es posible sólo entre personas, y éstas son las únicas capaces de fusionarse en un profundo y trascendente “nosotros”. Dos seres humanos que pueden fusionarse en carne y espíritu. El amor de amistad contribuye coronando el desinterés del amor, para que logren, los esposos, un encuentro personal, íntimo, secreto, imbuido de privacidad y misterio. El amor integra todo el ser y lanza a la experiencia de vivir en la verdad de uno mismo y del “nosotros”, sin olvidar las propias limitaciones, pero cargados de sentido. El sentido lo da esa capacidad para reconocer y profundizar en las dimensiones que van más allá de los sentimientos, buscando la proyección, lo eterno, lo que no se termina. La vida matrimonial tiene sus idas y vueltas, pero hay un “algo” que se perpetúa por encima de los diferentes vaivenes. Es que el amor tiende hacia la trascendencia, clarísimo de entender cuando decimos que “Dios es amor”. Detrás de lo trascendente, que se teje con espiritualidad, se descubre a Dios. Por esto, a pesar de las imperfecciones humanas, de la finitud del corazón que ama, se tiende hacia lo perfecto e infinito. “Te quiero más allá del cielo”. Si uno analiza el corazón del ser humano, descubre que tiene una sed que busca autenticidad, y sabe que el “tener” no logra lo que el “ser” le va a dar. El amor no se realiza por el “tener”, sino por el “ser”, que está lanzado a la experiencia del amor desde el hambre de infinitud, de perfección. Lo pequeño de la cotidianeidad y el trato delicado entre los esposos, son el combustible que hace que arda fuertemente y con vigorosidad el amor matrimonial. Así, con las capacidades, dones y posibilidades, sin dejar de tener en cuenta los egoísmos y límites, se aviva el fuego del amor e ilumina las vidas de los cónyuges, y esto, se logra con la maravilla de una espiritualidad enraizada en lo cotidiano y comprometida con la visión de eternidad. Querer hacer del sexo y de los sentimientos una cosa banal, pasajera, circunstancial, sin responsabilidad por la vida del otro, es degradar cosas tan valiosas, sumándolas a las propuestas de este mundo de “se usa y se tira”. Cosificar al otro reduciendo el sexo a lo genital y al placer, es un síntoma de profunda inmadurez. La trascendencia del amor y su espiritualidad, permiten generar un manantial de agua fresca para la construcción de la felicidad matrimonial. El amor humano es posible, porque en él, se ama a Dios, sirviéndole en el cónyuge con todo el corazón y con toda el alma, recibiéndose una lluvia de felicidad que sacie la sed del corazón. Oración Señor Jesús, deseamos vivir un amor cargado de espiritualidad, como Tú nos enseñaste, realizando cada gesto de amor a la luz trascendente del Padre. Te pedimos que nos ayudes, como matrimonio, a que prime en nuestro corazón la búsqueda del bien del otro, manifestado en palabras y gestos, tejiendo en nuestros interiores una sólida y profunda amistad. Queremos que nuestro amor de esposos sea reflejo del amor a Dios, un noble y exigente objetivo. Contamos Contigo. Amén. Trabajo Alianza 1.- ¿Nuestro amor tiene bases sólidas en una espiritualidad trascendente? 2.- ¿Nuestros gestos de cariño e intimidad son reflejo de la comunión espiritual entre nosotros dos? ¿En qué necesitamos crecer? 3.- ¿Sentimos que somos amigos? La unión espiritual, el compartir nuestra sexualidad y la espiritualidad del amor, ¿son tres componentes presentes en nuestro amor matrimonial? Trabajo Bastón 1.- ¿Nuestra sociedad valoriza el amor como lo hemos presentado, o lo ha hecho desaparecer para quedarse con una materialización del mismo, como mero pasatiempo y cosificación del otro? 2.- ¿Cómo debería ser el testimonio de un matrimonio para contrarrestar los efectos nocivos del planteo de la sociedad? 3.- ¿Cómo ayudar a los jóvenes y novios para que puedan madurar en un amor sólido, con trascendencia y futuro cierto? IMPORTANTE: Como sabes el Centro Internacional de Virrey del Pino (Bs. As.) se está construyendo. Se necesita de tu ayuda, el Padre Ricardo tiene una propuesta para hacerte, llámale al (54) 2202 494026; 11 9 61337597; 11 9 1561236026; [email protected] ¡Tu generosidad es imprescindible! 2