DIEZ MITOS DEL DEBATE EDUCACIONAL Basado en el Libro “Qué entiendo por Educación Integrada” Mito Nro.1: “NADA ES GRATIS” Estudiar y trabajar son actividades similares, en cuanto ambas demandan el esfuerzo de quienes la practican y que de ambas, la sociedad en su conjunto obtiene beneficios. Pero mientras la segunda no sólo es gratuita, sino remunerada, estudiar, además de dedicación, requiere un gran esfuerzo económico y endeudarse o convertirse durante varios años en una carga para la familia Mito Nro. 2: “LOS ALUMNOS SON LA MATERIA PRIMA Y LOS EGRESADOS, EL PRODUCTO DEL SISTEMA EDUCATIVO” Así debería ser, pero en la práctica, los alumnos no son materia prima ni producto, sino quienes financian al sistema, es decir, sus clientes. Lo anterior significa que se está cargando sólo en ellos, el costo de preparar el recambio generacional, esto es, un bien del cual, la sociedad en su conjunto, no puede prescindir sin arriesgar su propia subsistencia. Como en la cultura de libre mercado, “el cliente tiene la razón”, el hecho de que lo sea el alumno, afecta al nivel de exigencia, la autoridad del maestro sobre los alumnos, e –indirecta pero ostensiblemente- la calidad. Además, opera en un enclave social muy limitado, que no trasciende adecuadamente el entorno casa de estudio/alumno ni incentiva la colaboración con las empresas o instituciones en que ejercerá una vez que egrese. Mito Nro. 3: “ESTÁ BIEN QUE LA EDUCACIÓN SEA GRATUITA PARA LOS DE ESCASOS RECURSOS PERO NO TIENE POR QUÉ SERLO PARA AQUÉLLOS QUE SÍ PUEDEN PAGARLA” Para reducir la desigualdad entre los estratos sociales, sólo es efectivo generar instancias igualitarias. Las medidas de compensación, esto es, las que para paliar las diferencias crean nuevas desigualdades en sentido inverso -como cobrar menos a los más pobres por un mismo servicio-, generalmente legitiman a las primeras y conducen a la segregación. En la educación básica y media, la coexistencia de colegios gratuitos y pagados, legitima las diferencias en calidad y equipamiento e instituye, de facto, un mecanismo de segregación hacia los menos pudientes. En ese sentido, el Servicio Militar, independiente de sus defectos, es un laboratorio de igualdad e integración: además de preparar a los conscriptos en un oficio, remunera a quienes lo rinden, propiciando un ambiente de camaradería entre personas de estrato y nivel cultural muy diferente. Sería impensable que alguno -cualquiera sea su estrato social- tuviera que pagar por hacerlo, y lo mismo si lo pagaran sólo aquellos que provienen de estratos altos, o que el sueldo lo recibieran sólo los de estratos más bajos. Mito Nro. 4: “SI LA COMIDA -UNA NECESIDAD MÁS BÁSICA QUE LA EDUCACIÓN- NO ES GRATIS, ENTONCES NO HAY RAZÓN PARA QUE ESTA LO SEA” Sí la hay. Cuando un panadero le vende su producto a un cliente no está recibiendo de éste nada excepto dinero y, en cambio, cuando la sociedad educa a un individuo, establece con él una asociación, de la cual recibirá a mediano plazo, una compensación por su esfuerzo educativo. Mito Nro. 5: “EL MECANISMO DE ACREDITACIÓN ASEGURA EL NIVEL DE CALIDAD DE LA EDUCACIÓN” El modelo actual no incentiva la calidad ni la eficacia, ya que los riesgos de un fracaso o de una formación deficiente, los corren quienes –anticipadamente- pagan por ella, esto es, los alumnos, o el estado y, en muy menor medida, la casa de estudio. Dado que los pagos del arancel son anteriores al proceso mismo y a cualquier evaluación de su resultado, la rentabilidad de colegios y universidades sólo depende de cuántos alumnos logren matricular al comienzo de cada año o semestre, y no de la calidad de los egresados. Los controles de acreditación, además de limitar cualquier innovación en procedimientos educativos, no miden resultados, sino que califican procedimientos e infraestructura, suponiendo una relación causaefecto que no se puede validar fehacientemente. Mito Nro. 6: “UNA UNIVERSIDAD ES MEJOR O PEOR SEGÚN SEA LA CALIDAD DE SU CUERPO DOCENTE” En las universidades, los profesores que no están contratados a jornada -esto es, más de la mitad- conforman de hecho, una masa flotante a la cual –guiándose ahora por la lógica del mercado- echan mano cuando los requieren, constituyéndose así, una especie de gremio conocido como el de los “profesores-taxi”1. Estos hacen clases en varias casas de estudio, cobran mediante boletas de servicio, y el compromiso mutuo con cada una de ellas, más allá de lo estrictamente lectivo, no existe. Y ocurre lo mismo con los que tienen un contrato de plazo indefinido: si bien -por el tipo de éste- se consideran estadísticamente como de planta, son pagados según las horas de clase que les asignan y -en las restantes- enseñan en otros sitios, asimilándose, de facto, al grupo de los profesores-taxi. Probablemente sea este el único sistema posible, pero -en la práctica- los cuerpos docentes solo existen como argumento de publicidad. Los maestros no son parte de la casa de estudio, sino sus proveedores externos esenciales, independiente del tipo de remuneración que reciban. Mito Nro 7. “LA GRATUIDAD UNIVERSAL CONTRAVIENE EL PRINCIPIO DE LIBRE ELECCIÓN” 1 El apelativo proviene de la necesidad que tienen de usar ese medio de transporte a fin de cumplir horarios muy cercanos en lugares muy distantes. Yo era un profesor-moto. Libre elección es que cualquier ciudadano pueda elegir para sí mismo o sus hijos, la casa de estudios que quiera, siempre que haya vacantes y cumpla con los requisitos de desempeño que esta exige, y no que sólo unos pocos puedan hacerlo. Así, lo que existe en la actualidad, no es libre elección, pues las de pago son sólo para la pequeña minoría que tiene más recursos. Lo anterior significa que si bien pueden coexistir colegios y universidades que –aunque normados en las materias esenciales- tengan diferente orientación religiosa o a-religiosa, de género, con énfasis en los deportes o las artes, o con diversos criterios educativos, y hasta colegios y universidades buenos y menos buenos, no puede haber colegios y universidades para pobres y colegios y universidades para ricos Mito Nro. 8. “LA EDUCACIÓN NO PUEDE REGIRSE POR LAS LEYES DEL LIBRE MERCADO” La conclusión de que el lucro es el principal causante de los defectos e injusticias, es válida si por lucro se entiende “ganancia descontrolada”, pero -aún así- atribuir su causa al sistema de libre mercado, es como culpar a la democracia de los fraudes electorales. Si por lucro se entiende “rentabilidad razonable de la inversión”, independiente de si se está a favor o en contra del modelo económico, dicha rentabilidad es el motor de este y si a una actividad se la priva de ella, generalmente se detiene. Los empresarios con una cultura filantrópica tan arraigada, que entreguen, por propia iniciativa, su dinero sólo para favorecer a los demás, son una notable excepción. No podemos cambiar la naturaleza humana. Es necesario alinear las leyes y controles del Libre Mercado con el ideal de la igualdad de oportunidades. El libro propone una normativa para lograrlo. Mito Nro. 9: “LA GRATUIDAD UNIVERSAL DISPARATE DEBIDO A SU ALTÍSIMO COSTO” ES UN Si bien, actualmente, ambos métodos de financiamiento son imperfectos, el costo social es el mismo si la educación la pagan directamente sólo los alumnos que pueden hacerlo o si se distribuye a través de impuestos, según la capacidad económica de todos los entes sociales. Mito Nro. 10: “LA RAZÓN PRINCIPAL POR LA QUE LAS PERSONAS DE MENOS INGRESOS NO ASISTE A LA EDUCACIÓN SUPERIOR, NO ES ECONÓMICA” La opción de estudiar, tiene para las personas un importante costo de oportunidad, pues no sólo deben pagarla sino renunciar a los ingresos que obtendrían si se ocuparan en un empleo remunerado. Dicho costo, que es mucho más alto en los estratos bajos, hace que, independiente de sus talentos, estén obligadas a trabajar en lugar de estudiar, razón que sí es económica El modelo que se propone compensaría por igual a todos quienes elijan la opción de educarse. PARA CONCLUIR La causa fundamental de la desigualdad social y de oportunidades entre las personas, es la diferencia en el entorno en que nacen y se crían, incluyendo el nivel cultural de las familias, el acceso a servicios esenciales, el vecindario, la calidad de vida, la alimentación y otras causales. Dicho escenario no se puede cambiar sólo con educación, sino con ésta, más una política de largo plazo a través de medidas de acercamiento como la integración territorial, acceso a servicios, eliminación de guetos y mejora de los salarios, entre otras. Es más, dado que –debido a lo mismo- un alto porcentaje de los niños chilenos sufren un atraso en su desarrollo biológico e intelectual, centrar los esfuerzos sólo en lo educacional, sería inútil. Pero el modelo actual de la educación, no sólo no palia dicha desigualdad, sino que la acentúa dramáticamente. A saber: a). En la Educación superior, el estrés y los sacrificios que implica solventar su costo, son incomparablemente mayores en los estratos más bajos. b). El costo de oportunidad es mucho mayor en los estratos bajos, ya que en ellos, el alumno deja de ser un apoyo para su familia, y se transforma, por varios años, en una carga. c). Como ocurre en cualquier negocio lucrativo basado en la oferta y demanda, el sistema proporciona mejor enseñanza, atención y recursos, a sus mejores clientes, esto es, quienes pueden pagarla regularmente, y somete, en cambio, a los de bajos ingresos, a una permanente incertidumbre respecto a la continuidad. Existen, desde luego, argumentos en contra de la gratuidad universal, basados en la contingencia, pero -a favor de ella- el libro esgrime principios esenciales. Si en lugar de educación el tema fuese la abolición de la esclavitud, nuestra actual cultura no aceptaría el argumento en contrario de que ésta traería aparejada una crisis económica ni el de que los esclavos no tendrían dónde ir. Se buscaría la forma de paliar ambos efectos. Si el tema fuese la implantación del voto femenino, su argumentación sería que las mujeres son seres humanos y que la sociedad no puede prescindir de su opinión, aunque las estadísticas de la época indicaran que el 80% de ellas no tienen interés en la política, o que lo que hay que gastar en implementarlo sería mucho más rentable si se invirtiera -por ejemplo- en la industria del salitre. Alejandro Covacevich CI 4.814.387-3 [email protected]