“Teología de la Liberación en el siglo XXI”

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“Teología de la Liberación en el siglo XXI”
Antonieta Potente (Cochabamba)
1. Paso: Premisas
Confieso mi dificultad en pensar este tema; se trata de una dificultad que, por un lado nace del
mismo título y por otro se trata de algo muy personal, cronológico, simplemente mío. Cuando la
Teología de la Liberación se estaba gestando yo tenía recién 4 años. Es decir en el arco de
tiempo que usualmente se define como periodo de gestación del quehacer teológico de América
Latina, tiempo que va desde 1962 a 1968, corresponde al tiempo de mi ñinez. Entienden
entonces, por qué me cuesta entrar en el tema. Me pregunto entonces, por qué pidieron a mí
esta reflexión.
Sin embargo, para obviar esta dificultad intento re-armonizar mis inquietudes con unas palabras
de Pablo Picasso:
Casi siempre se me toma como un indagador. Sin embargo, yo no busco, yo encuentro… El
artista recoge emociones que llegan desde diferentes partes: desde el cielo, desde la tierra,
desde un pedazo de papel, de una forma que pasa, de una telaraña… A pesar de unos cuantos
pintores que abren nuevos horizontes, los jóvenes contemporáneos no saben que camino
emprender. En vez de recoger nuestras búsquedas para reaccionar con claridad en contra de
nosotros, se esfuerzan para resucitar el pasado. Sin embargo, el mundo está abierto delante de
nosotros, cada cosa hay que hacerla nuevamente y no sólo re-hacerla. ¿Por qué quedar
desesperadamente aferrados a lo que ya mantuvo su propias promesas? (Pablo Picasso. Scritti.
Milano 1998).
¿Por qué estas palabras de Pablo Picasso? Porque estos pensamientos escritos, no pueden ser
parecidos a los de quien ha gestado este parto de la Teología de la Liberación, ni de quien ha
presenciado su gestación; más bien se trata de las reflexiones de quien ha hallado este tipo de
quehacer teológico a lo largo de sus búsquedas personales. Yo no hablo como testigo de una
parte de historia, sino como quien, como el artista, recoge emociones que llegan de diferentes
partes, conciente, además, que , el mundo está abierto delante de nosotros . Y si, de mi parte,
hay un testimonio, es simplemente para recordar y atestiguar que la Teología de la Liberación ya
mantuvo sus promesas. Una de estas promesas realizada, es que hoy y siempre, hay nuevos
rumbos para recorrer y también nuevos lenguajes, así como nuevos espacios.
Sin embargo, hoy en día el problema no es la Teología de la Liberación, sino, más bien
nosotros(as) que intentamos liberarnos con millones y millones de seres humanos y con nuestro
entorno, hecho de plantas, aguas, animales, piedras, cerros, aire… y, también, con la teología.
Con estas premisas, entonces, tendríamos buenas motivaciones para dejarnos desafiar y
camibar el título de nuestra reflexión.
A mi parecer, este título, tiene un riesgo muy grande que es lo de inmortalizar la Teología de la
Liberación. Este titulo corre el riesgo de bloquear algo que había nacido como metodología, es
decir un camino que se hace al andar…
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Pero, al mismo tiempo entiendo que este título podría ayudarnos a hacer una autocrítica de
nuestro quehacer teológico contemporáneo y, en este sentido, me imagino que se me dio este
tema para eso, es decir, para hacer una autocrítica de nosotros mismo.
2. Paso: ¿Por qué una autocrítica?
El contexto desde donde estamos reflexionando es un contexto sumamente complejo. El tema
principal que queda como eje transversal de nuestro encuentro, es decir, los movimientos
sociales, se refiere a una coyuntura terriblemente actual, diríamos, para utilizar una imagen
bíblica es como una zarza ardiendo que mientras arde no se consuma. Es un proceso todavía en
acto, es zarza ardiendo, quema, no es sólo ceniza, sino fuego.
Esta zarza ardiendo es la realidad actual, en nuestro caso una parte de esta realidad; estamos
entonces pensando alrededor de una realidad recién nacida, los movimientos sociales, aunque
aparecida desde un arqué de reivindicaciones muy antiguo, el arqué de un mundo que quiere ser
reconocido mayor de edad… como lo llamaría Dietrich Bonhoeffer. Una realidad que se está
haciendo, que se presenta como algo nuevo. Y, sin embargo, esta realidad se la pone al lado de
este otro elemento que, también como término significante, tiene un gusto a muy antiguo y,
sobretodo, a muy afianzado en el tiempo, algo que nadie pone en discusión, por lo menos en su
denominación. Y aunque el quehacer teológico nació de las entrañas de los pueblos, de sus
geografías, tierras, cerros, planicies, lagos, volcanes, desiertos... con el tiempo, este término, ha
abandonado estas historias vivenciales y en constante evolución y revolución.
Lo que era el quehacer de una vida, cosmovisión o visión del cosmos... visión más amplia de las
cosas; acercamiento a la vida para comprenderla; inquietud buscando el origen, los
nacimientos...el por qué, el dónde o hacia qué...Lo que era acercamiento a lo visible hacia lo
invisible... Lo que era itinerario hacia el misterio, pero también posibilidad que tenemos o no de
vivir un día más, u oportunidad de inventar nuevas estructuras sociales y religiosas más justas,
posibilidad de tener una vida digna: garantizar la vida para los hijos, encontrar un trabajo
duradero, tener los medios para curar una enfermedad, vivir armónicamente con nuestros
recursos naturales y nuestros cuerpos… porque – como canta el profeta Isaías- nadie hará daño,
nadie hará mal… (Is. 11,9). Esto y algo más, ha sido desplazado de a poco de los círculos
teológicos.
Así que, hoy en día, la plabra teología, tiene un sonido muy distante y evoca un mundo bien
limitado, perfectamente lógico, atravezado por ideas claras y distintas, de las que se conoce el
principio y el fin. Y aunque tengamos nuevos sujetos o protagonistas del quehacer teológico,
parece no ser suficiente para cuestionarnos e interpelarnos. En realidad, los nuevos
protagonistas, como, por ejemplo, los pueblos de diferentes culturas, los géneros y otras infinitud
de sujetos, deben tomar este término así como está, así como se lo proponemos, añadiéndose a
lo que llamamos teología, como simples adjetivos, sin poder aportar algo más profundo a lo que
es el alma del quahcer teológico. Así que pensamos y hablamos de Teología Aymara, Quechua,
Andina, Afro, Asiática, Feminista, de Género...pero siempre y sólo con referencia a algo ya
preestablecido, frente a lo cual, los nuevos sujetos, tienen que acomodarse, en algunos casos,
interpretar, pero sin cuestionar los rasgos esenciales de lo que el término teología significa.
Es decir, la teología como hecho, un hecho bien consolidado, confirmado y esto no sólo por parte
de una iglesia, como por ejemplo la católica, que ama las sistematizaciones doctrinales, sino
también por parte de otras iglesias. El quehacer teológico es un quehacer bien consolidado,
frente, por ejemplo, a los movimientos sociales, o frente a una cultura, o a las entramadas y
complejas historias de determinados sujetos.
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Entonces nos damos cuenta que tratar eso es un desafío, es entrar en un terreno lleno de
paradojas y pide una re-visitación de nosotros mismos y, también del tiempo que estamos
viviendo, una revisitación, no sólo desde las coordenadas sociológicas clásicas, sino desde
nuevas coordinadas que a demás de abarcar los rasgos compresivos y complejos de una
sociedad o de un grupo humano, abarcan también los rasgos más existenciales de los
individuos.
En realidad lo que nos ofreció la Teología de la Liberación fue introducirnos en la historia; nos
abrió los ojos sobre las coordenadas sociológicas históricas y ahí aprendimos, pero no hizo,
porque en aquel entonces no era todavía tan emergente, porque no tenía que hacerlo o no supo
hacerlo, no nos especificó los sujetos históricos. Esto lo hicimos después, lo hicimos madurando
a lo largo del camino.
Relacionar por ejemplo la Teología de la Liberación de los años 60, 70 con la problemática
intercultural, a mi modo de ver, es impropio, porque la Teología de la Liberación nos identificó
todos detrás de la categoría sociológica-real de los pobres y de la pobreza. Mientras, con el
transcurrir del tiempo, empezamos, todos y todas, a llamarnos con nuestros propios nombres.
Aprendimos a definir la historia desde problemáticas existenciales reales. No nos reconocíamos
sólo como pobres, sino como mujeres y varones, como Afros, o Andinos, Mestizos y
Criollos...Fue ahí que recuperamos antiguos sujetos e inéditas problemáticas existenciales, tanto
que no toda Teología de la Liberación es feminista, ni toda Teología de la Liberación es Aymara,
Quechua, Mapuche, ni de género, o intercultural…
La Teología de la Liberación identificó las coordenadas sociológicas de la injusticia social,
detectó y definió el pecado social pero no dijo, como hoy sabemos decir, que el pecado social
tiene una trama complicada que no se articula sólo por la aplicación de falsas ideologías, de
sistemas y estructuras injustos. No dijo que el pecado social tenía rasgos de género, y que le
pecado social que viven las mujeres tiene otro tinte. No dijo que la exclusión de quien lleva
consigo los rasgos ancestrales originarios de su propio entorno, puede tener otro tinte de la
exclusión de quien con sus rasgos mestizos, vive en la ciudad.
Pasaron muchos años antes que esos detalles existenciales, tejidos por fibras interiores, vinieran
reconocidos tan elocuentes y dignos de entrar en el universo del lenguaje teológico y hacerlo
entonces el lenguaje de un multiverso existencial.
Hoy presenciamos lo que, en una ciencia como la Física, se llamaría la posibilidad de haber
percibidos los cuantos (mínima cantidad posible), la posibilidad de leer la materia desde dentro y
entonces leer cada realidad en otro modo. Pero sí, cuidado, esta no es una perspectiva holística,
es decir, la perspectiva del todo sin detalles, sino que, desde la Teología de la Liberación, hemos
asumido una conciencia mayor, pero no total, porque seguimos mirando y buscando, y
buscamos y observamos tanto que hoy estamos conscientes que la realidad, la vida, se
desenvuelven en caminos hologramáticos, es decir, donde el todo está engramado, incluido en
la parte que está incluida en el todo (E. Morin).
Hoy como nunca, la Teología. podría volverse el esfuerzo de hombres y mujeres que no quieren
perder ningún detalle de la realidad real, sin perder la propia autonomía, pero también, sin perder
la comunicación entre las partes…
Me pregunto si hoy el quehacer teológico no sea esto: es decir provocar caminos de
comunicación en este mundo hologramático. Me pregunto si antiguos adagios como
reconciliación, conversión, justicia, paz no son hoy esfuerzos reales de quienes buscan a Dios, la
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vida, y el derecho a vivir la vida y a vivir con el sentido más profundo de la vida, pasando por
esta recomposición dialógica, interactiva de las partes.
Hoy en día no se trata simplemente de tomar la defensa de las partes más débiles, sino de tejer
relaciones entre las diferentes partes.
Hoy en día observamos los detalles de la vida, para aprender a tejer la vida misma en otro modo,
porque hemos percibido el dolor de una clase social o de un grupo humano pero no el dolor de
las y los que hacen parte de estas clases o de esos grupos humanos.
3. Paso: Cada uno(a) haga una Autobiografía de sus inquietudes: una introspección
teológica
Teología, un entretejido complicado de significados y una inquieta hermenéutica a los largos de
las épocas. Un término no tan antiguo como pensamos (antes del siglo XII, en el occidente
cristiano, el término no se utilizaba), pero sí una palabra que se conjuga a partir de las
inquietudes más escondidas de las experiencias humanas. Inquietudes alrededor de un arqué
originante y originario, pero también en torno a los destinos de la historia. Búsquedas de la
razón, o de la sensibilidad experiencial de individuos y comunidades. Obediencias desde lo
humano más humanos y, al mismo tiempo, asombros contemplativos en el transcurso del
tiempo, por percibir huellas consideradas divinas y recoger chispas de múltiples revelaciones.
Tenue juego entre fe y razón, intento, para ubicar este quehacer en el universo de los saberes
humanos, como esbozaba Aristóteles: … tres serán las filosofías teóricas: las matemáticas, las
físicas y la teología (no deja de ser obvio, desde luego, que lo divino se da en esta naturaleza, si
es que se da en alguna parte) Aristóteles. Metafísica I.6, c. 1, 1026ª. Madrid 1994. P. 269).
Para algunos filosofía primera; para otros captación del origen o justificación de la existencia de
Dios (teodicea), o únicamente filosofía de la religión. De todos modos, más discurso que diálogo,
que nace alrededor de la existencia de Dios, difícil itinerario ritmado por múltiples analogías,
pasando a través del cosmos y de combinadas epifanías existenciales en la vida de los pueblos.
En todos casos, una verdadera construcción o sistematización, moldeada por paradojas, para
permitir a la inteligencia una aproximación crítica a lo que, en realidad, el ser humano acepta
sólo por fe.
Camino sapiencial, entonces, no sólo posibilidad discursiva, sino también conocimiento
experimental como por instinto. Sympatheia, experiencia graciosa acompañada y sostenida
desde dentro, por una secreta complicidad humano-divina, pero, también camino del
conocimiento, metodología, tekhné, saber poiético o productivo, por oposición tanto al saber
teórico o contemplativo -que no modifica su objeto-, como por oposición al saber práctico -que
articula las acciones humanas (en la ética y la política) con el fin de conseguir la perfección o la
felicidad (Diccionario de filosofía Herder. Barcelona 1996).
Desde luego es evidente: el lazo entre la teología y la historia es muy profundo; la teología nace
con la historia y la historia se refleja también en el océano de la teología.
Sin embargo, mis reflexiones, no quieren quedarse entorno a una cintigrafía detallada de la
teología. Lo que me interesa, son más bien los sujetos de este entramado místico-existencial que
llamamos teología. No tanto lo que está dándose en la teología, sino lo que se está dando dentro
de nosotros(as) que dedicamos la vida a este complejo arte hermenéutico de la existencia. En
otras palabras: lo que acontece en los y las principales autores del quehacer teológico, cuando,
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como Jonás, venimos tirados del barco a la mar y pasamos tres días y tres noches en el vientre
de la mamífera más grande de la tierra: una ballena, espacio y plancton cósmico existencial.
Es esto lo que quisiera narrar, así como el misterioso autor del libro de Jonás narra la mitológica
vida de un profeta, haciendo un minucioso scan de su historia interior.
Ciertamente lo que decimos de nosotros(as) involucrados en el difícil arte teológico, desatará un
eco en lo que son los intersticios del contenido teológico actual: sus intereses, sus temas, sus
imágenes de Dios y las correspondientes propuestas éticas.
Puede ser que se trate de una nueva y ulterior revisitación de la teología, pero, esta vez, en otro
modo.
En efecto, casi siempre repensamos la teología buscando nuevos temas. Casi siempre la
teología se ha presentado como algo contextualizado y sus intentos fueron dar respuestas al
contexto. Hoy en día sentimos este mismo desafío, pero queremos juntar las inquietudes de la
historia con las inquietudes de nosotros.
Casi siempre pensamos en abstracto, como si buscáramos elementos para alimentar la teología;
se buscan desde dónde y sujetos inéditos, como para justificar la existencia de una disciplina, así
como se buscan méritos y castigos para justificar la ascesis de la vida.
Así que, si existe el quehacer teológico, desde esta perspectiva, es porque existe Dios, pero no
sólo, sino porque existe la historia en toda su complejidad, vulnerabilidad e insuficiencia.
Sin embargo llega un momento en que el viaje teológico se vuelve más introspectivo y, este
tiempo es nuestro tiempo.
Se trata de una Kénosis de nosotros(as) mismos y una “kénosis del discurso teológico”, algo que
contempla nuevas metodologías. Metodologías mendicantes, muy similares a la quaestio de la
edad media, porque lo existencial, muchas veces, impone un silencio, como lo de Isaac o de
Abraham después de lo absurdo que le tocó vivir en la cumbre, en el cerro, y el silencio es una
condición necesaria para seguir buscando en las mismas búsquedas y en las mismas
inquietudes de la historia humana.
Esto nos hace admitir que hay un principio de incertidumbre dentro de la misma reflexión y de
la misma metodología teológica, así como lo hay dentro de la realidad hist´roica, dentro de este
deslizarse de movimientos que llamamos “sociales”.
Entonces se trata de una aproximación apofática a Dios y a la realidad, corriendo el riesgo de
sentirnos acusados de tener o promover un pensamiento débil (Vattimo) y también gestos
débiles e insuficientes.
Sin embrago es precisamente este reconocimiento de la incertitumbre, esta experiencia, este
humus revelativo, informativo y existencial que devuelve a nuestro quehacer teológico la
autenticidad y la autoridad sapiencial y profética de lo humano más humano y de lo divino más
divino. Es la fragilidad del bien que desvela las potencialidades de la historia ecoantropológica.
Así que hoy en día la teología, no puede ser simplemente un discurso sobre Dios y sobre la
realidad en búsqueda de su destino soteriológico o escatológico; no es suficiente hacer un
discurso sobre la complejidad del tiempo que nos toca vivir, o asumir nuevas ideas, para hacer
más posmoderno nuestro quehacer teológico.
El nudo de la teología, hoy en día somos los y las que dedicamos la vida a esta incesante
búsqueda de sentido. El nudo de la teología, hoy en día, es la apropiación del quehacer
teológico, por parte de una elite jerárquicamente constituida como filtro de todas experiencias
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religiosa. El nudo de la teología es haber separado el misterio de las fibras más secretas de un
humano desnudo; de sus introspectivos sueños existenciales, de sus vulnerabilidades
económico-sociales: …qué vestiremos, que comeremos…en nombre de la ascesis de un
pensamiento teológico puro. En fin, el nudo de la teología somos nosotros(as) los teólogos, las
teólogas y la institución que nos ampara de posibles errores. De esta forma el quehacer
teológico se vuelve una ciencia abstracta por un lado y puramente moralista por otro. Un
mensaje dogmático formulado para que una vez más el individuo y la comunidad busquen su
escaton, como meta que los espera, sin entrar en el complejo dolor de la historia.
Ciertamente el desde donde de nuestro quehacer teológico es complejo, sin embargo percibo
que en la complejidad de la realidad, los gestos, los pensamientos y las palabras se tornan
candentes, abrasadoras; las palabras queman. Es algo similar a otra narración existencial y
experiencial del profeta Isaías: Is 6,5-6. Yo exclamé: “Ay de mí, estoy perdido, porque soy un
hombre de labios impuros, y que vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al
rey, el Señor de los ejércitos”. Entonces voló hacia mí uno de los serafines. Tenía un carbón
encendido que había tomado del altar con unas tenazas. Tocó con él mi boca…
Los labios impuros reflejan la insuficiencia de todos lenguajes y también de todos gestos. Sin
embargo, percibo que hoy en día, estamos enfermos(as) de suficiencia; en el pensamiento, en la
póiesis, en lo político, lo cultural, lo social, lo religioso. Todo lo presentamos como
suficientemente cumplido, sellado. Nos pensamos adecuadamente correctos y, nuestros gestos,
suficientemente completos. Basta hacer una experiencia interesante que se la quiere perpetuar
por siglo.
Desde luego que me parece importante reiniciar de la insuficiencia, una verdadera autocrítica de
nosotros mismos y de nuestras palabras. Retomo a propósito, el arte poético de Octavio Paz en
su ensayo que tiene como título El mono gramático.
Rodeado, preso entre las líneas, los lazos y trazos de las líneas. El ojo perdido en la profusión de
sendas que se cruzan en todos sentidos entre árboles y follajes…Frases que son líneas que son
manchas de humedad que son sombras proyectadas por el fuego…que son demostración de luz
y sombras a propósito de una realidad…frases que escribo en este papel y que conforme las leo
desaparecen: no son las sensaciones, las percepciones, las imaginaciones…no son lo que veo
ni lo que vi, son el reverso de lo visto y de la vista –pero no son lo invisible: son el residuo no
dicho, no son el otro lado de la realidad sino el otro lado del lenguaje, lo que tenemos en la punta
de la lengua…
Invitación a un camino desde dentro, para reformular algo que tenemos en la punta de la lengua
y que podría también desvanecer en cuanto dicho, porque otros hablen y digan. Arte
caleidoscópicos para no perder sutiles reflejos de la vida; reverso de lo visto y de la vista…
4 Paso: Imprecisos Planteamientos o Tanteos
Después de todo eso, ¿dónde quedan los movimientos sociales, dónde queda la sociedad en
general, sus partos, sus fatigas, sus crisis? ¿Dónde quedan las culturas ancestrales y las
posmodernas? ¿Las mujeres, los géneros, dónde quedan los recursos naturales, nuestro
derecho a comer, a vestirnos, nuestro derecho a amar y discernir los amores, dónde queda todo
eso?
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Teología, una palabra en torno, a lo invisible, en torno a la percepción de algo, alguien; palabra
alrededor de un deseo, alrededor de una experiencia de dolor de gozo… ¿No será que una vez
más nuestra reflexión, o mí refleció, es egocéntrica?
¿Qué sentido podría tener hoy escuchar hablar de física cuántica para quienes todavía se siente
utilizado por alguien ,manipulado, usado para llevar adelante no su proyecto sino siempre los
proyectos de otros en nuevos modelos de populismo político y religioso?
¿Qué sentido tiene hablar de diálogo interdisciplinar para quien siente que nunca se le pidió
hablar, no sólo dialogar, sino que también se le impidió hablar consigo mismo? ¿Qué sentido
tiene todo eso para quien todavía no tiene ni tiempo para dormir bien, porque tiene que buscar
trabajo y no encuentra o porque encontró trabajo y ahora lo está perdiendo así como lo pierden
sus empleados, sus asistentes…?
Estas inquietudes quedan y quedarán hasta cuando nosotros no preguntaremos a todo el
mundo, lo que grita el salmista: …dónde está tu Dios (Sl 42): cual es tu física cuántica, que
leyes tiene el cosmos para ti y para tu cultura, Aymara , Quechua, Tobas, Mapuche, Afro… Qué
es la matemática para ti y para tú cultura…? ¿Cuantos números necesita tu cultura para contar?
Miles, infinitos, como pasa en la cultura occidental que tiene su manía de grandeza… o sólo 3, o
puede ser uno… como para algunas culturas del oriente Boliviano. ¿Cuándo comienza el siglo
para tu cultura, cuál es el calendario de tu pueblo? Para ti Aymara, Quechua, ¿estamos en el
siglo XXI o antes, o después?
¿Qué Dios es lo que te mantiene despierto y vivo, via, a pesar de todo lo que pasó a tu esposo, a
tus hijos…? ¿Qué es lo que te hace ser intelectual a pesar que te prohibieron hablar y escribir
por siglos? ¿Qué es lo que te mantiene amante de la justicia a pesar de vivir en un sistema
injusto?
¿Dónde está tu Dios? Esta pregunta teológica, que coincide con ¿dónde está tu hermano, y
también dónde estás tú?
Esta pregunta teológica que nos pide metodologías de tejidos y no de fragmentada análisis
moralistas, que divide todo entre bueno y malo, justo e injusto.
Un día estudiando leí que, lo que para nosotros se ha definido siempre como bien y mal, en una
bella clarividencia del mundo semítico bíblico, se traducía como incompleto y completo.
Puede ser que nuestro quehacer teológico tenga que salir de estos dramáticos dualismos
moralistas que separa todo con seguridad entre malo y bueno y, sin embargo, trabajar más con
lo incompleto y la incertidumbre que toca a toda cultura, que toca a toda raza, que toca a todo
pueblo, a toda criatura …
Con la Teología de la Liberación, la elocuencia de los contextos históricos se transformó en
hipótesis de trabajo y en hipótesis de Dios. Los sujetos históricos, sobretodo aquellos que hasta
aquel entonces no se tenían en cuenta como protagonistas de la sociedad o destinatarios de sus
planes, se volvieron la conditio sine qua non de nuestro quehacer teológico. Nos volvimos muy
prontos en percibir los malestares históricos, en señalar las inquietudes de la realidad real y de
sus protagonistas.
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Ayudados por las ciencias sociales, pasamos da una teología acostumbrada a buscar
destinatario de sus anuncios soteriológicos a una teología ciertamente más cómplice con la
situaciones históricas y sus sujetos.
Hoy esta praxis nos ha enseñado como caminar en la historia, sin embargo a veces se percibe
que quedamos todavía maestros, padres o madres en medio de una mayoría que no distingue
entre su mano derecha e izquierda –como dice el libro profético- pero no por su maldad, como
pensaba Jonás en el relato bíblico, sino porque la vulnerabilidad de la vida, las situaciones
económicas y sociales se reflejan en las fibras más secretas de su historia personal: su
afectividad, su psique, su equilibrio psíquico y muchísimas veces físicos. Así que la mayoría de
la gente, no tiene tiempo para hacer teología o sociología o espiritualidad, y menos para pensar
en cómo cambiar esta disciplinas. La mayoría no hace distinciones entre lo vivido y lo pensado,
sino que con la mano derecha y con la izquierda tiene que trabajar para sobrevivir y no tiene
tiempo para distinguir, aunque sepa muy bien, por su mismo instinto, que el peso de la
cotidianeidad real, provoca fractura en su existencia más íntima y perciba también que las
inquietudes de su sobrevivencia cotidiana, son las mismas que hacen surgir aquellas preguntas
más existenciales y al mismo tiempo metafísicas.
Nos gustaría recordar que el entramado entre los grandes problemas y la vida cotidiana es
profundo y al mismo tiempo sutil. Hablar de economía, de derechos humanos, justicia y paz,
trabajo y desempleo, etc., significa hablar también del sueño y del mundo interior, espacio
poiético de los seres humanos.
El tema espiritual-teológico o religioso, entonces, se presenta como parte de un entramado
recóndito, como nuestro tejido nervioso. Lo teológico en la vida real, no es tan abstracto, ni
marginal; lo que sí es marginal hoy en día, es lo doctrinal, porque parece que el mundo no tenga
tiempo para asimilar doctrinas.
Estos esbozos o estos pensamientos en voz alta, se insertan, entonces, en la crisis del quehacer
teológico contemporáneo; en su dificultad para entrar en diálogo con las problemáticas reales y
con el universo existencial y simbólico del mundo postmoderno. Sin embargo no es sólo eso que
hace inquieta mi búsqueda.
Desde luego que me gustaría dejar que el presente nos interpele con sinceridad y osadía, pero
también interpelar nosotros mismos y nuestro quehacer teológicos. Movernos entre críticas y
autocríticas y, como escribe Raimon Panikkar, ofrecer un horizonte más ancho capaz de
promover una comprensión más profunda tanto de la teología de la liberación como de la
liberación de la teología (y de la filosofía). (Raimon Panikkar. El silencio de Budah.).
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