ZENOBIO SALDIVIA M. Lirios de septiembre Poemas Santiago, Chile 1990 AGRADECIMIENTOS Desde que estos poemas fueron escritos, muchos amigos me han ayudado con su estímulo cordial y sincero. Entre estos, es un grato deber recordar los nombres de: Carlos Silva C., Carlos Ruiz Zaldívar, Myrta Murúa, Zlato Fadic, Margarita Morales y José Ibaceta. Y no puedo concluir sin expresar mi reconocimiento a mi esposa, Edith, por su apoyo y comprensión. A los universitarios de 1973, generación del porvenir. PRÓLOGO Los universitarios de 1973 eran una generación joven, pujante, llena de ilusiones, de los más variados ideales. De pronto en este país se desató el golpe artero en contra de un pueblo indefenso y esa juventud, alguna con emblemas políticos y otra, acaso la más, con emblemas nobles de humanismo que alentaba el riego del jardín del amor, de la comprensión, de la paz, el entendimiento. Todo de repente quedó fracturado y el autor de este manojo de poemas de trasfondo social fue partícipe de esa hora, como lo fuimos todos quienes hemos sobrevivido hasta ahora la colapso, alentando, a pesar del desencuentro, los más altos valores de la cultura, del arte, del incontenible afán de crear. Zenobio Saldivia Maldonado era uno de esos soñadores del año 1973 que, junto a sus compañeros, querían y soñaban con la construcción de un mundo mejor. Pero el mundo, a partir de ese instante, no ha sido mejor porque vivimos las zozobras de los estados de sitio, de los toques de queda, de los detenidos desaparecidos, los mismos que ahora hablan por la boca de la tierra. Saldivia Maldonado era uno de ellos y vio con su alma rota cómo se dispersaba el sueño, cómo se expandían hacia otras latitudes sus compañeros y a muchos de ellos no los volvió ni los volverá a ver nunca más. Fuerte vivencia para un poeta que, ante tan dura realidad, sintió el golpe incontenible de la reflexión creadora. Algo había que decir de todo aquello que rompió el ciclo de su historia, de nuestra historia. Diez poemas bastan para que Saldivia Maldonado entregue su mensaje. No son versos punitivos, sino más bien de la esperada reconciliación. En el primer canto, titulado “Asalto”, el poeta dice: “… Mil ojos tenía / la noche amarga…; / la vida dormía / en el corazón rítmico de los latinos, / péndulos de tiempo en suspenso, / aire tibio bajado del trópico/ montaba las nubes, / huida desenfrenada de grillos / por el Gran Santiago somnoliento.”. Y ya en la estacada de expresar una suerte de rebeldía, agrega: “ … Mil ojos tenía… / verdes máquinas cierran el paso, / verdes figuras alborean el día / con negros juguetes, / negros cirios que alumbran con cristales rojos…”. Se da, por circunstancia, el sentido del verde que preconiza la muerte, como en el poeta granadino Federico García Lorca: “Verdes vientos / verdes ramas / el barco sobre la mar / y el caballo en la montaña”. Estos “Lirios de septiembre” apuntan el espanto, y surge así la interrogante de Saldivia Maldonado: ¿Dónde están los lirios de septiembre? / Claveles rojos brotaron del líder. / Las masas se retiran y la verde brecha d uniformes se perfila. / Es Santiago, es Chile en el humo de septiembre.”. Y luego, lo que pude ser y se truncó para siempre: “Te brotará de cada rincón / de tu vida; / como un árbol solitario, / como un ave perdida, / como un espantapájaros: / ¡mi nombre!”. Poemas de vida en los que, junto con la sangre derramada, corre el agua purificada de la paz, del amor. Es que el joven poeta viene de un crisol de humanismo sin límites y desde ese crisol echa una mirada retrospectiva al nudo ciego que tuvo su garganta veinteañera cuando acaeció aquello, eso de salmuera y soldadesca dura que nada tiene que ver con la sublimidad de los lirios. Estamos pues ante la presencia de un nuevo poeta que ingresa a las arenas del lirismo sin más escudos que la autenticidad y el amor y la verdad cierta que debe acompañar al hombre en si tránsito cotidiano. CARLOS RUIZ ZALDÍVAR Premio Regional de Literatura V Región “Joaquín Edwards Bello”. En el año 1973 muchos jóvenes universitarios soñábamos con la construcción de un mundo mejor, donde primaran los valores humanos por sobre los valores utilitarios y mercantilistas. Lo anterior se vio estimulado por la preocupación acerca de la dinámica social existente en aquella época. En los aciagos días de septiembre, cada uno de nosotros siguió caminos diferentes para enfrentar o asumir esta realidad. Algunos optaron por la introversión y la reflexión, otros por la rebeldía, otros por la aceptación definitiva del nuevo estado de cosas, y otros por la crítica valiente. El autor de estos versos optó por la primera de estas vías y luego por la espera de un momento adecuado para darlos a conocer. Hélos aquí. ZENOBIO SALDIVIA M. ASALTO …Mil ojos tenía la noche amarga…; la vida dormía en el corazón rítmico de los latinos, péndulos de tiempo en suspenso, aire tibio bajado del trópico montaba las nubes, huida desenfrenada de grillos por el Gran Santiago somnoliento. …Mil ojos tenía… verdes máquinas cierran el paso, verdes figuras alborean el día con negros juguetes, negros cirios que alumbran con cristales rojos… Luego… los pájaros con alas negras y corazones cibernéticos, hacen nacer la muerte con sus vientres metálicos. … Mil ojos tenía… la delación campeó ese día y muchos días, trotando en el teléfono; y yo y ella y todos, con ojos de miedo, ¡con ojos de septiembre! LIRIOS DE SEPTIEMBRE ¿Dónde están los lirios de septiembre? Claveles rojos brotaron del líder. Las masas se retiran y la verde brecha de uniformes se perfila. Es Santiago, es Chile en el humo de septiembre. Canto de alegría de algunos. Silencio de muchos, fiero silencio con ceños duros, silencio con manos callosas, silencio con olor a cobre y azufre. Angustias y zozobras con forma de overol de fábrica. Miedo del conscripto aquel. Miedo a ser tragado por el monstruo de los mil techos, de las mil calles, de los mil brazos y de una larga lengua sucia llamada Mapocho. Neruda ese día no sale a ver las calles, porque él ya había visto las calles de España. Muchos se van; los inteligentes, los cobardes, los prometeos. Y en esta espada de cordillera y mar solo estamos nosotros: los jóvenes somnolientos, los de la savia esperanza, ¡los lirios morados de septiembre! MI NOMBRE Te brotará de cada rincón de tu vida; como un árbol solitario, como un ave perdida, como un espantapájaros: ¡mi nombre! Lo encontrarás en algunos de tus cuadernos, lo pronunciarán tus labios en un sueño solitario; y cuando recuerdes tu juventud sentirás su paso en cada letra de… ¡mi nombre! TRIÁNGULO Vengo de otros cielos en busca de tus labios, para formar triángulos: escalenos, isósceles, equiláteros… ¡humanos! Para los problemas de comunicación, ¡ángulo alfa! para todo tu cariño guardado, ¡ángulo beta! para el engañador o engañado, ¡ángulo gama! Corres hacia la lluvia, hacia trenes que no llegan, –lado a– gimes en mis brazos a cuarenta y cinco grados –lado b– Amas los lunes, esperas los sábados –lado c– Cielos… labios… ángulos… corres… gimes… amas… ¡BUENOS DÍAS, SEÑORITAS! Setenta ojos como mínimo, treinta y tantas futuras madres, amantes, diplomáticas y científicas. Adolescentes con forma de casi mujer, aspiraciones e ideas de muchas entre la mezquindad y el egoísmo de pocas. Actuales sonrisas del misterio por venir y del no llorar aún; se cuelgan de cabellos cortos y largos. Inteligencia con ojos negros, con ojos verdes, con ojos castaños, con muchos ojos. Inteligencia que llega al que cree saber, al que tiene que aprender. ¡Buenos días, señoritas! Y todo esto llamado educación, comienza una hora más, un día más, un año más. REPARTICIÓN Dos rubíes para mí, una perla para ti, dijo una señora perfumada de alhelí. Señora: –la perla no la quiero yo– son flores lo que añoro, rosas y lirios para mí, pan y trigo para mis hermanos. –¡Extraña niña– dijo la señora perfumada de alhelí; desdeña las preciosas piedras, quiere las rudas espigas y clama… por todos… ¿Quiénes son tus hermanos? ¡Los latinoamericanos! EL VERDE NIÑO Cantando desde las algas abisales, salió un día a jugar el verde-niño a un continente nuevo. En los pinos brincó, en las colinas rió y en los sauces lloró. Tenía mil brazos de centeno verde y mil pies de trigo verde; un gran ombligo verde de verduras y legumbres. ¡Aún no conocía el carmesí! Un día, con sus ojos de esmeralda vio a los hombres de esta América: –para él eran duendecillos inquietos– quiso jugar con ellos. Pero las criaturas diminutas se peleaban entre sí; en la cordillera, en las sierras, en los valles; al gigante verde-niño le atravesaron su vientre de palmeras tropicales. Entonces, el gigante niño extendió sus brazos de centeno verde, cada uno con un pájaro verde, y voló alejándose de los hombres. ¡Ahora sí conocía el carmesí! SÉ DE MUCHAS COSAS Sé de muchas cosas… de las que me has contado, de las que no me has hablado, de las que ni yo mismo te podría jamás hablar. ¿Sonríes? Es mejor así; sonrisa, risa y alegría traen más felicidad que palabras vacías, que palabras de héroes, que palabra divina. Hagamos hoy una fogata con nuestras palabras, quema las tuyas como yo quemo las mías; una a una, día a día. ¡Ahora sí, desnudos! Sólo con nuestras miradas, nuestras manos, nuestros cuerpos, tratemos de conversar. DE AMÉRICA A MACHADO Lejos ya de ti, Machado; con el peso cultural de quinientos años, aquí en esta América… como es ahora América: verdeando-verdeando; hilvano la hispanidad palabra a palabra, caminante Machado ¡amo tus versos! Aquí en esta América hija de Iberia, hija de tus hermanos hijos, siento que no está el camino sino las estelas, y las pompas… muchas pompas. Poeta Antonio, ¡Machado caminante! Muchos no se han ido y están contigo en el silencio verde, en la espera-angustia de la nada ideológica, en este estar aquí consigo mismo: “haciendo camino al andar”. ¡AMÉRICA, HABLA! He creído encontrar tu verbo en el lenguaje del silencio y en los aromos de noviembre; he añorado tu voz de truenos desde mi alta morada, cuando era inca. Busco ahora tu signo en el eco de las montañas de Aconcagua; ¡A seis mil metros! ¡A seis mil besos! ¡A seis mil ojos! Con este cuerpo de casi un ángel-hombre, con este enorme tórax que de resistir milenios se llenó de pantanos verdes; peregrino hoy por tu palabra y la siento aún en mi sangre, con vibraciones araucanas. Fui creciendo bajo tu seno de palmeras, fui el espantapájaros al viento, fui el que te vio nacer de dos océanos cuando cesó el diluvio. Fui el que construyó el primer bote invisible para navegar en tus ríos de cobre. ¡Mas no oí tu acento! Vi hace siglos la mezcla de razas, de lo pálido con lo moreno. Ahí, en ese puente carmesí de trescientos años; conocí más a los hombres y me quedé con ellos, para romper tu virginidad de silencio para pronunciarte como ellos: ¡América! Desde entonces perforo tus venas de estaño. Desde entonces bailo en tu cintura panameña. Desde entonces cortamos el trigo… ¡Clamo y gimo desde entonces! Gimo cuando yo y mis hermanos, al conocer la pluma de nuevo, nos convertimos en policromías de analfabetos, de hambrientos, de cesantes. Y mis brazos otrora de robles se estiran con sus manos cóncavas hacia el cielo… pero más gimo… ¡Cuando tú no hablas, América! Y me dejas morir mil veces en los cien mi lares de tu gigantesco y moreno vientre; con mis nombres olvidados, con mis nombres actuales, con mis nombres anónimos: “miseria” y “soldado”. Peregrino, clamo y gimo ¡por ti, América! ¿Por qué no escuchaste a Pancho Villa? ¿Por qué no amaste a Cuba en el cincuenta y ocho? ¿Por qué el letargo de estaño sobre Ernesto? ¡Habla, América! Rompe tus pétreos labios marchitos, olvida el sueño verde de tus siglos; para que no te humillen más los sofistas modernos, para que no te deslumbren más los poseedores del gusano de plata, para sacudir tus lunares de silencio ideológico. Llama a los aztecas, a los dorados incas, a los araucanos de ayer; a los de morenos rostros, a los negros ojos, hoy. Así… para defenderte… siempre… hasta la victoria… ¡América, habla! La impresión de este poemario, se realizó en los Talleres de Arancibia Hnos., Stgo., Chile, 1990; con un tiraje de 400 ejemplares. 1ra Edición. El autor, Zenobio Saldivia Maldonado, es Profesor de Estado en Filosofía (Universidad de Chile), Supervisor de Enseñanza Media (Mineduc y C.P.E.I.P.) y Magíster en Filosofía de las Ciencias (Universidad de Santiago). Ha publicado diversos artículos relativos a su especialidad, siendo esta la primera vez que incursiona en la poesía. Ha ejercido la docencia en al enseñanza media y superior; con respecto a esta última, ha ejercido en la Facultad de Humanidades, Universidad de Chile, Valparaíso; y en el Departamento de Estudios Humanísticos, U.T.F. Santa María, Valparaíso. Actualmente se desempeña como docente e investigador en el Departamento de Humanidades del Instituto Profesional de Santiago, Stgo., Chile.