PROHIBIDO TIRAR CAÑOS

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Fútbol: ¿pelota parada?
P ROHIBIDO TIRAR CAÑOS
N
Diego Manuel
o sé cuándo empezó esta historia
pero ha de tener un comienzo. Tal
vez coincida con el surgimiento de
“el fútbol serio”, el que no se permite
ni siquiera un esbozo de sonrisa ni
un segundo de placer dentro del
campo de juego, porque todo ha sido
planificado, cuasi científicamente
pensado, estructurado y previsto.
O quizás tenga que ver con esa
otra concepción “laboralista” que
califica al fútbol como una ocupación más, al estilo de cualquier oficinista, ingeniero, abogado, panadero
o chapista. La cuestión es que hoy,
el camino que media entre el potrero y la primera división se encuentra
poblado de sueños muertos.
El sueño de todo pibe fue siempre
llegar a la primera división, forjado
en forma directamente proporcional
a los caños que se tiraban en el
potrero, a las paredes construidas
con ese nueve que te la devolvía
redondita. Había que lucirse porque
siempre existía la posibilidad de que
alguien estuviera viendo el partido
y al final te dijera: “Pibe, ¿querés
venir a probarte a Atlanta”?
Con eso, más de la mitad del
orgullo estaba satisfecho. Después
vendría la prueba y esa era otra historia. Una historia que, para el examinado, no era más que la continuación del potrero: tirar caños y sombreros para que, en definitiva, te
dijeran que pasaras en la semana
por el Club para arreglar tu ficha.
Porque sin dudas, era tu reaseguro.
¿De qué otro modo se puede ingresar a las divisiones inferiores de un
club de fútbol si no es precisamente
jugando bien al fútbol?
Esto, casi una verdad de perogrullo, con el tiempo no lo sería tanto.
La aparición en escena de los predicadores del despliegue físico, de la
extinción de los “wines”, de la preeminencia del atleta por sobre el
jugador, de la planificación in extremis hasta de los factores extra futbolísticos, hizo que los caños y los
sombreros se convirtieran en elementos de lujo a los cuales no es
necesario apelar, de manera similar
a quien gana quinientos mangos de
sueldo y, por lo tanto, no necesita ni
siquiera pensar en un viaje a
Europa; una absurda quimera.
Y así, hoy en el fútbol los caños y
los sombreros parecen resultar totalmente ajenos a la destreza que el
juego requiere y que distingue a los
grandes jugadores. ¿Para qué vas a
tirar un caño si tal vez no pase y
generás una contra? Encima, se te
enojan los contrarios. Porque, quienes juegan también han incorporado
la premisa: no se puede exceder el
límite de los moldes impuestos por
los grandes “pensadores” del fútbol
que, en muchos casos, la única vez
que vieron una pelota fue detrás de
los vidrios de un local de deportes.
Pero hablan y predican con una
erudición que da envidia. Y hacen del
Diego Manuel
Por Daniel Galasso
fútbol la industria de la mentira. Si
Dante Panzeri lo definió como “dinámica de lo impensado”, estos acumuladores de palabras podrían definirlo
como “estática de lo pensado”.
Lo demás lo hace el mercado: la
venta de camisetas, el merchandising, la innumerable cantidad de
papel que se consume en publicaciones deportivas, la absurda necesidad
de escribir hasta de la marca de botines que usa el diez de General
Lamadrid, del sponsor que luce en
su camiseta Desamparados de San
Juan.
Mientras tanto, nuevas camadas
de técnicos egresan imbuidas de los
nuevos conceptos sagrados e intocables. Miedosos, si se quiere. Extraño
¿no? Seguramente, cuando de pibes
se fueron a probar, también soñaron
que llegarían a primera tirando
caños. En el trayecto del potrero a la
primera no hay más que sueños
muertos.
La tela de la araña - UTN - 15
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