Alimentando a la boa

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Alimentando a la boa
Raúl siempre fue un poco facho. Quizás por eso sus mascotas empezaron siendo insectos, luego arañas. Decidido, llegó a la tarántula. Pasó por varias culebras, alguna serpiente. De allí, extrañamente, pasó a los hámsteres, bicho de trolo si lo hay: primero
una parejita, luego y consecuencia de ésta, muchas familias de hámsteres. Parecía raro
que Raúl hubiera pasado a criar estas simpáticas ratitas más propias de una niña que
de un macho como él… Todo tenía una explicación. Los hámsteres no eran más que el
futuro alimento de la boa. Sí, Raúl se compró una boa, su sueño se hizo realidad. Cambió todas sus mascotas – excepto los hámsteres que no eran mascotas sino alimento
balanceado para víboras- por su querida boa. La boa le pareció un poco afeminada. La
llamó “Marica”. Marica al principio vivió en una habitación encerrada… La alimentaba
con los pobres hámsteres. Los entregaba a Marica para que pudiera saciar su hambre y
su instinto de caza. Raúl disfrutaba casi hasta el orgasmo observando como Marica
atacaba, mataba y devoraba los hámsteres indefensos. Raúl se fue encariñando cada
día más con su boa… Cuando volvía del trabajo, la sacaba de su jaula y la dejaba estar
con él mientras miraba la tele y hasta que se iba a dormir, cuando la guardaba. A la
mañana al irse, la saludaba. Con el tiempo, se fue encariñando más con su boa Marica.
“Acá están tus ratoncito2, mi amor”, solía decirle antes de soltarlo en su jaula y disfrutar viendo como la serpiente peleaba con él hasta devorarlo. Un día, después de pasar
la tarde con Marica, viendo como ella jugaba enredándose en su pierna y trapeando
como para saludarlo, decidió llevarla a dormir con el. Marica era una gran compañera
para Raúl. Pasaron la noche juntos. Raúl, sintió que había encontrado casi una amiga,
la saludaba al llegar y al irse, la boa suelta lo acompañaba mientras él estaba haciendo
cosas en la casa, lo miraba mientras cenaba, y dormía con él. Raúl le solía hablar como
no la hablaba a nadie: “Buen día, cómo está, mi bonita” la saludaba al levantase, “¡Qué
inteligente, mi Marica!” cuando cazaba un hámster y agregaba “¿Está rico, mi bebé?,
¡a saborearlo, Marica!” mientras comenzaba a degustarlo, “¿Viste las cosas que pasan
en el mundo ,bebé?” mientras miraba la tele acomodada en el sillón a su lado y él le
palmeaba el cuerpo y ella lo miraba, “Hasta mañana preciosa” cuando le daba un besito en la trompa y ella lo saludaba sacando la lengua antes de apagar la luz y dormirse a
su lado en la cama. Cada día estaban más vinculados: él llegaba y, en cuanto la sacaba
de la jaula, la boa lo seguía adonde fuera en la casa: al sillón, al patio, a la cocina, al
baño mientras leía en el inodoro o se bañaba, se quedaba quieta a su lado mirándolo y
dormía con él en la cama, a veces como buscando el calor se su cuerpo. Sólo estaba en
su jaula cuando Raúl se iba. Pero un día Raúl se comenzó a preocupar: Marica perdió el
apetito; él le daba un ratoncito y Marica lo ignoraba. Raúl no entendía, le gritaba
“¡Comelo, Marica!, ¿no ves que ese ratón puto se ríe de vos?” mientras el hámster se
adueñaba de la jaula ignorado por Marica… Era increíble: Raúl terminaba alimentando
a un hámster en la jaula de Marica y Marica, sin apetito… Raúl estaba triste, en el trabajo lo veían preocupado, “No me pasa nada, será que dormí mal anoche”, les contes-
taba cuando le preguntaban, llegaba a la tarde y veía la jaula con Marica descansando
y el ratoncito a su lado. Evidentemente algo le pasaba a Marica… A la noche antes de
dormirse juntos le decía: “¿Qué pasa, mi bebé?, ¿por qué no comés nada, preciosa?” y
Marica lo miraba. A Raúl le parecía ver cierta tristeza en esa mirada de Marica… Finalmente viendo que no había caso, que Marica estaba completamente inapetente, decidió llamar al veterinario:
-Che, negro, la boa no me come nada hace días…
-Y decime, Raúl, ¿vos qué le das?
-No. Le doy los ratones vivos como me enseñaste, y no hay duda que los ratones son
vivos: se cagan de risa paseando por la jaula y ella no parece tener hambre…
-A ver, decime si notaste algún comportamiento raro…
-No, al contrario, después está re bien, es re compañera, me sigue a todos lados, ¿y
sabés qué? ¡Hasta dormimos juntos!
-Ah, ¡mirá vos!, perdió el apetito, pero después siempre está al lado tuyo…
-Sí, es macanuda, una amiga…
-Raúl, la boa no tiene nada…
-¿Entonces me quedo tranquilo?
-No sé si quedarte tranquilo... Lo que pasa es que la boa está así compañera y no tiene
hambre… Porque está haciendo espacio para poder comerte.
Pablo Seiner, 2012
Pablo Seiner – Alimentando a la boa © Todos los derechos reservados
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