IGLESIA CRISTIANA MEGA ZOE PASTORA EDITH CRUZ ESTUDIO BÍBLICO #606 - IGLESIA EN LAS CASAS SEMANA DEL 25 @ 31 DE AGOSTO DE 2009 Tema: “Me Santificaré Para Escuchar La Voz Del Señor Para Bien y Perfección De Mi Vida” Éxodo 19:16-25 Dios escoge a un pueblo. Cuánto más nosotros dejamos ver quien es Dios en nuestras vidas así sabrán que somos el pueblo de Dios. Por ende, somos una iglesia del Señor. Dios no habla por un sentimiento que tenga a favor de nadie sino que habla a su pueblo por una verdad. En Dios no existe el desánimo, nosotros sí hablamos de acuerdo al estado de ánimo que tengamos. El desánimo del hombre le lleva a hablar sin fe. Dios no se deprime ni se angustia porque Él no es mortal, Él es el Dios Omnipotente. Dios espera de nosotros que estemos en santidad para poder entender su voz y su mensaje. Es necesario que el pueblo esté en santidad, separado para Él porque le servimos a un Dios que es tres veces santo. Esa gran autoridad que Dios tiene la deja ver plasmada en su gran amor que nos ofrece y que es para bien de nuestras vidas. Cada día Dios ama esta casa, esta iglesia. Amemos la voz de Dios, santifiquémonos para que Él siempre esté dispuesto a hablarnos. Vayamos creciendo en altura espiritual en nuestras vidas, en santificación y búsqueda. La iglesia no es un peso, ni un fastidio, ni un castigo, sino el lugar donde Dios se manifiesta para bendecirnos. Dios siempre está dispuesto para hablar a nuestras vidas. Jeremías 10:24 En muchas ocasiones las personas dicen que Dios es amor y no juicio, pero es ambas cosas. Si el furor de Jehová se levanta contra la tierra se queda completamente aniquilada. Siempre hemos visto a un Dios que nos ha librado de todo, pero si algo debemos hacer es conocerle y temerle. A veces, cuando nos molestamos se nos va el temor a Dios. Lo mejor es bajar la cabeza delante de Dios porque muchas veces no sabemos cómo Él trabaja. El reino de los cielos es para los humildes. Debemos morir a nosotros para crecer en el temor de Dios y vivir en santidad. La tierra está sometida a mucho mal, pero de todo nos librará Dios. Cuando Dios habla para juicio o para bienestar, como quiera habrá promesas. Debemos ser un pueblo que vivamos en santificación para poder entender la voz de Dios. Cuando Dios habla es diferente a todos los demás. No habla un héroe, un artista ni un político, por eso debemos prepararnos como que es “El Yo Soy” el que hable. Dios no es creado, Él es “el Yo Soy”, el que era, el que es y el que será, desde la eternidad hasta la eternidad. Por eso, nuestra reacción debe ser santificarnos para escuchar su voz para bien y perfección de nosotros. El nombre de Dios está muy presente sobre los hombres de la tierra, pero solo aquel que se santifica siempre tendrá oídos para escucharle. Dios busca quien es capaz de santificarse para Él hablarle y tener comunión con él. Dios estaba en el huerto con Adán y hablaban como amigos. Lo que separa la voz de Dios del hombre es el pecado, la desobediencia. Dios escogió a Adán para hablarle directamente, por eso cuando pecó la vida de él nunca más fue igual. Ni los sacrificios ni las lágrimas volvieron a hacer que hubiera aquella comunión. Cuando Dios deja de hablar es horrible. Cuando su gloria deja de estar es como para morirse. Cuando no está la palabra de Dios se muere el pueblo. Somos la iglesia donde Dios siempre quiere hacerse presente, lo que pasa es que hoy día hay una nube de prosperidad que cubre las iglesias y cuando se va a escuchar la palabra de Dios ella rebota con toda esa nueva doctrina de esa nube doctrinal donde “todo está bien.” Si algo quiere Dios con nosotros es hablarnos, pero, ¿cuánto lo deseamos?, eso lo decidimos nosotros. Debemos tener la disposición de romper esas barreras que quieren impedir la voz de Dios. Dios no se pone viejo, Él no puede esperar por nosotros. Respondamos justo cuando Dios quiere hablarnos. Dios le decía a Moisés que instruyera al pueblo para Él hablarle. Era un pueblo que había estado destruido, en burla. Cuando Jehová desciende sobre nosotros nadie puede quitar su palabra, ella nos instruye, nos dirige. Dios habla, pero necesita que estemos dispuestos a escucharle. Si logran quitarnos lo que de Dios viene para nuestras vidas nos quedamos con las manos vacías. Bueno es colocarnos, ubicarnos en lo que Dios nos ha hablado. Dios quiere instruirnos que nos santifiquemos. Nosotros tenemos que sacudirnos el polvo de nuestros pies. No podemos quedarnos como si ensuciarnos los pies fuera algo natural. La casa del Señor debe limpiarse, santificarse para ser instruida por su Dios. La santificación es esa separación, es tener nuestros oídos limpios para entender. Cuando el corazón se ha llenado de alguna raíz de amargura y engaño es imposible oír la voz de Dios. Si hay algo que nosotros necesitamos para escuchar la voz de Dios es que limpiemos nuestras ropas. ¿Quién puede competir con Dios cuando Él habla? Cuando se nos habla, fijémonos que es Dios para bien de nuestras almas. Dios nos dice que nos santifiquemos. Cuando Jehová visita nuestras vidas ese fuego queda para siempre y no hay ninguna fuerza poder o pecado que nos pueda separar de Dios. Un día hemos de estar delante de Dios cara a cara. Pero, para que llegue ese día desde ahora nos tenemos que presentar delante de Él para que Él nos hable y nos instruya. A veces, nos preocupa lo que otros piensan, pero lo que nos debe preocupar es cuando nos presentemos delante del Dios vivo. Nosotros no somos pecadores, por eso nos tenemos que preparar para escuchar la voz de Dios y entonces estar a una dimensión distinta. No nos movemos como se nos antoja, sino como Dios planifica para nosotros para guiarnos, por eso nos tiene que hablar. El vivir en santidad implica que hemos de caminar conforme a la voz de Dios, de cómo Él quiere dirigirnos. Porque a santidad nos ha llamado Dios. Cuando hay resistencia a oír la voz de Dios es porque no hemos entrado a la santificación. Cuando somos separados por Dios y lo logramos entender es porque hemos decidido que ya en nosotros no habrá inmundicia ni nada torcido. No nos levantaremos en murmuración ni en queja porque eso nos saca del camino y Dios no nos puede hablar y si lo hace no lo podremos escuchar. El propósito de la enseñanza y la santificación es la pureza delante de la presencia de Dios. Su presencia se manifiesta cuando amamos la pureza. Nadie podía ir inmundo y estar así ante la presencia de Dios porque le sería de pena de muerte. La purificación es lo que nos acerca a Dios y nos hace entender la voz de Dios. Cuando sentimos la presencia de Dios todo nuestro ser se conmueve. El mundo quiere venir a turbar nuestra alma para separarnos de la presencia de Dios y convertirnos en engañadores. Se deja de sentir a Dios cuando no nos hemos santificado. Cuando nos resistimos en la iglesia, nuestra resistencia es a Dios que nos llamó. Para llegar a Dios debemos saber que nos estamos metiendo a lo profundo de Él, porque Dios estará presente y en todo podremos ver su poder y tendremos el temor que tal poder puede dejarnos sentir. Dios es quien está en la iglesia, por eso es la reverencia que merece. Tenemos que despertar nuestra conciencia para saber a qué nos enfrentamos. No vamos a la iglesia por curiosidad, sino porque el Dios vivo se hace presente en esta casa. Hay cosas que no nos toca ver, Dios puso límites a aquel pueblo para no subir al monte. Aquel pueblo sí pudo ver lo que Dios le mostraba. Sería culpa nuestra si enfrentamos el peligro por haber roto las barreras o límites que Dios nos ha fijado entremetiéndonos en lo que Dios no nos permite. Tengamos cuidado y sepamos hasta donde nos toca a nosotros llegar. Hay momentos de tomar decisiones y debemos escuchar claramente a Dios para ser sabios y prudentes. Amén.