A la confederación hidrográfica (esa “misteriosa dama”)

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Sociedad Albacetense de Ornitología
A la confederación hidrográfica (esa “misteriosa dama”)
Autor Domingo Blanco Sidera
Wednesday, 20 de June de 2007
A la
confederación hidrográfica (esa “misteriosa dama”)
En
febrero del año pasado la Sociedad Albacetense de Ornitología (S.A.O.)
remitió un escrito al presidente de la confederación hidrográfica del Júcar en
el que se manifestaba la preocupación de esta asociación por las labores de
eliminación del matorral que formaba parte del bosque de ribera en el conocido
paraje de Quitapellejos, término municipal de Fuensanta. Dichos trabajos habían
acabado con la que probablemente fuese la porción más grande de bosque ripario
bien estructurado (con todos sus estratos de vegetación) que quedaba en el
Júcar a su paso por la provincia de Albacete, ya que la ribera está limitada,
en su mayor parte, a una pobre hilera de chopos, o ni siquiera eso.
Evidentemente la rica fauna que utilizaba ese matorral también desapareció.
Hay que
entender que un bosque no es ni una plantación de árboles ni muchos árboles
juntos, sino una comunidad compleja en la que el sotobosque es una parte tan
importante como puedan serlo los propios árboles. Estas formaciones vegetales
(los bosques de ribera) están protegidas por normas nacionales y autonómicas,
así como por la directiva europea de hábitats, por lo que su alteración es,
cuando menos, ilegal. Esta actuación también fue comunicada a la delegación
provincial de medio ambiente que en otras ocasiones ha tramitado denuncias
contra particulares por hechos parecidos, pero que no es capaz de controlar los
desmanes de la todopoderosa confederación hidrográfica, ese ente arcaico y
misterioso que sólo aparece para cobrar algún canon (que nunca revierte en
beneficio del agua, su razón de ser) o emprenderla con los pobres ecosistemas
ribereños.
El
caso es que desde aquel escrito hemos podido observar una acelerada carrera por
acabar con este ecosistema a lo largo de todo el recorrido del maltratado río
Júcar (¿o quizá ya debemos llamarlo canal del Júcar?) en nuestra provincia.
Desgraciadamente mi recorrido termina donde empezó, pero peor. De nuevo en
Quitapellejos hemos podido comprobar como el poco matorral que quedó entonces
ha sido arrasado, al tiempo que se apeaban numerosos árboles (muertos o no) que
yacen amontonados en una visión funesta. Para ello la maquinaria ha debido ser
más grande (o su conductor ha perdido muchos puntos), a juzgar por las grandes
heridas producidas por los roces contra los árboles que quedan en pie. También
la hierba ha sucumbido al peso de las máquinas, dejando un suelo polvoriento
que, privado de toda su protección vegetal, correrá con las lluvias a colmatar
el cauce y reducir su capacidad. Triste es que hayamos encontrado esto el mismo
día que se celebraba el día mundial contra la desertificación.
Este paraje es
muy frecuentado tradicionalmente por gentes de diferentes poblaciones cercanas
y, a pesar de las basuras acumuladas en muchas ocasiones, había sabido resistir
a los embates de todo tipo de visitantes. Pero no ha podido con esa misteriosa
dama que es la confederación.
Por
favor “señora confederación”: no pedimos que nos conteste (ya que no lo ha
hecho) a aquel escrito en el que le preguntábamos ¿por qué? Solamente
pedimos que no se enfade, o que se desahogue de otra manera: aléjese del río,
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déjelo vivir.
Domingo Blanco Sidera
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