Poder de Policía - Gordillo

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Derecho Administrativo II –
Sede: Norte - Boulogne
“Poder de Policía” por Agustín Gordillo y por Juan Carlos Cassagne.
Schilder Hail, Andrea
La expresión Poder de Policía no es univoca, sino que difiere según el autor que analicemos.
Gordillo sostiene que no debe confundirse el poder de policía con un órgano del Estado, como no
debe confundírselo con los servicios públicos que presta. Afirmar que es “el conjunto de los
servicios públicos,” es incongruente con decir luego que una especie de la policía, sea “policía del
servicio público,” pues habría allí un servicio público del servicio público. Servicio público es en
todo caso una actividad monopólica de un concesionario o licenciatario particular o privado que
ejerce un privilegio otorgado por el Estado; poder de policía una facultad o atribución del Estado,
que entre otras cosas se supone que limita y controla ese poder monopólico que ha concedido.
Con relación a la expresión “poder de policía”, Gordillo señala, que “el aditamento de
´Poder´ es inexacto: el poder estatal es uno solo”. “Poder de policía” debería ser el modo de
denominar a la actividad llamada policía aunque no sea este el uso habitual que se le da al
termino.
Para este autor no existe hoy en día una “noción” autónoma y suficiente de “poder de policía;” no
existe porque esa función se ha distribuido ampliamente dentro de toda una actividad estatal.
Plantea entonces la necesidad de eliminar el término “Poder de Policía”. Dice que la noción de
este concepto, debe partir de las garantías individuales, atento los principios consagrados en
nuestra Constitución Nacional, entonces, la idea de este “Poder de Policía” debe explicarse a partir
de los Derechos de las personas, pero no desde la limitación a estos derechos.
Gordillo ha propuesto la necesidad de eliminar la noción de “policía” -sobre todo si se la emplea
para explicar, a partir de ella, la justificación de la actividad estatal- pues entiende, como adelante,
que sería inadecuado exponer el sistema jurídico partiendo de las limitaciones a los derechos de
los individuos.
Con ello no se afirma que el Estado o la administración carezcan de facultades para limitar los
derechos individuales en pro del bien común, en realidad lo que se tiende a demostrar es que es
errado fundar una limitación a un derecho individual tan sólo en el concepto de “Poder de Policía”,
CASSAGNE, Juan Carlos
El poder de policía es aquella actividad de limitación, extinción, etc., de derechos privados que se
manifiesta a través del poder de legislación mediante leyes y reglamentos que limitan el
ejercicio y el contenido de los derechos individuales para hacerlos compatibles con los derechos
de otros o con los fines de interés público que persigue la comunidad. En este último supuesto
se habla de "Poder de Policía", aun cuando, por lo común, esta denominación se reserva, entre
nosotros, a cierto tipo de actividad reglamentaria de los derechos individuales que realiza el
Congreso. Para este autor el “Poder de Policia” es una facultad legislativa.
El límite realmente fundamental al ejercicio de la potestad del Estado que reglamenta o
restringe los derechos de las personas es el relativo a la finalidad que orienta la actuación
estatal, que no es otro que la prosecución del bien común o interés público que instrumenta
el ordenamiento objetivo.
La actividad del Estado que impone limitaciones (en sentido lato) a los derechos individuales
precisa encuadrarse en una serie de principios y reglas de derecho que condicionan su obrar.
La jurisprudencia de la Corte Suprema ha sostenido reiteradamente en todos sus ronunciamientos
que no existen derechos absolutos. Así en el caso: "Ercolano v. Lantieri de Renshaw" la Corte sentó
su doctrina en los siguientes términos: "...Ni el derecho de usar y disponer de la propiedad ni
ningún otro derecho reconocido por la Constitución, reviste el carácter de absoluto. Un derecho
ilimitado sería una concepción antisocial. La reglamentación o limitación de los derechos
individuales es una necesidad derivada de la convivencia social.
El límite realmente fundamental al ejercicio de la potestad del Estado que reglamenta o
restringe los derechos de las personas es el relativo a la finalidad que orienta la actuación
estatal, que no es otro que la prosecución del bien común temporal o interés público que
instrumenta el ordenamiento objetivo.
Su justificación racional reposa en el principio de la subsidiariedad o suplencia. Según este
principio, toda persona física o jurídica ha de tener libertad y aptitud para desarrollarse
dentro de la órbita de sus fines, correspondiendo al Estado intervenir sólo en caso de que
las respectivas tareas se desempeñen en forma defectuosa o resulten insuficientes para la
comunidad.
Cuando la injerencia estatal está justificada el correspondiente sacrificio impuesto al Derecho
Privado por la prevalencia del bien común temporal sobre el bien privado se sustenta en las
exigencias de la justicia general o legal, que determina los deberes y obligaciones de los
individuos —como partes del todo social— respecto de la comunidad a la que pertenecen. Su
fundamento es la solidaridad social..
Por supuesto que habrá limitaciones a los Derechos individuales (de acuerdo a los arts. 14 y 28 de
la CN y lo dicho por la CSJN en el fallo Ercolano), el Estado no podrá restringir derechos
arbitrariamente, pero esta función estatal debe partir desde el derecho que se ejerce y en su caso,
señalar hasta dónde se lo puede ejercer. Reglamentar su derecho es limitarlo, es hacerlo
compatible con el derecho de los demás.
El Estado deberá observar ciertos límites relativos, así la jurisprudencia ha sustentado que la
razonabilidad derivada de la preceptiva Constitucional constituye el límite principal para el
ejercicio del llamado "Poder de Policía".
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