EL "CASO PADILLA' Con una rapacidad conocida, nuestra prrrí.sn liberal u sus sercicins culturales —en Chile hay algunus e.scri tores de derecha - hicieron un alegre festín con el casa fiel poeta Heberla Padilla. Desde su barricada, les interesaba sólo tener pie para desprestigiar una vez más la cauxa de la revolución socialista en América Latina. El problema en realidad no ¡es concernía, de tal modo que gastaron algunas bromas fáciles a costa de Cuba. Pero si es un en tierra —y probablemente lo e.x "el caso" Padilla— agreguemos que la reacción no tiene aquí vela alguna que en ri'itói'r. pues ignora Indo un proceso histórico de liberación del subdesarrollo. la (irania, el bloqueo, la corrupción, ta invasión. Carece por tanto de significado lo que un redactor de derecha pueda decir sobre esta situación. Paradojalmcnte, quienes debían tomar la palabra para orientar y explicar, han callado. Hasta hoy —20 de mayo- la prensa calificada "V. P." ha guardado silencio. Sesenta días después de un hecho que significa una reoAtentación drástica de la política cubana ante la cultura, nuestros intelectuales de la izquierda, extrañamente vusilánimes. han preferido aguardar los acontecimientos, "pues aún no tienen Indos los antecedentes". La excuaa periodfc tica es pueril: para un semanario noticioso, por ejemplo, la detención y k¡ autocrítica de Padilla, el discurso histórico de FUlel el 1" de mago, la carta de los cien intelectuales publicada en Le Monde, ¡a posición de Sarlre. Cortázar. Varga:; Liosa, inclusive ¡a renuncia de éste a la revista CASA ÜE LAS AMERiCAS. más su calificación de "coíom zado" y oportunista por parle de la institución, son eventos que no rolen mención. No son noticia. Qué mal servicio a la revolución cubana, ignorarla. ¿Es acaso la conciencia culpable del intelectual de izquierda, siempre a la zaga del proceso revolucionario (asi pasó en Chile), siempre vacilante como conciencia de clase, siempre con paso de pisa huesos para evitar ser tildado de hacer el juego de la derecha? ¿Oportunismo agazapado, en espera de una posición máx aitimodada con alguna línea política oficiuK' Si los escritores no se ocupan de la política, los políticos se harán rápido cargo de los escritores. ¿A qué esperar en posición de avestruz? Me parece que justamente ahora, cuando la situación es fluida, el escritor debe jugar su carta en la discusión general. ¿A qué esperar instrucciones, mandatos, consignas? ¿Por qué abdica de su de recho a contribuir en la forja de esas instrucciones, mandatos, consignas, muy necesarias, por cierto? La discusión sobre "el caso Padilla" y sus consecuencias resulta verdaderamente fecunda sólo dentro de una opción de izquierda. Más explícitamente, sólo tienen plena autoridad moral para ventilar este asunto ¡os que han adherido a la revolución cubana. Sólo a ellos les duelen los problemas internos del socialismo en Cuba y ¡es duele cualquier situación que ponga en peligro el crecimiento de la revolución latinoamericana. Consultamos Jo opinión de varios escritores chilenos que jamás disimularon esta adhesión y que en su mayoría conocieron personalmente la nueva sociedad cubana. Una buena parte se excusó con las razones mencionadas arriba. Es posible y deseable que al tiempo de aparición de estas lineas hayan completado su documentación y dicho su palabra —en publicaciones de salida más rápida que ésta— sobre el fenómeno cultural cubano. El cual puede, en cualquier caso, llevarnos a una decisión saludable: la autocrítica rigurosa. Tras el arrebato verbal revolucionario, ¿no delata nuestra obra una intima, iwoiuntaria burguesía? Nuestra literatura abre, difunde y cierra su circuito en la burguesía. ¿Hasta qué extremos el escritor ha sido cómplice de la ideología dominante, acatando la dependencia sin altivez ni esfuerzo original? En la mira del socialismo, ¿resulta válido todavía m sisfir en "la tragedia" del escritor, descuidando la realidad de un país culturalmente mutilado? Sí la condición ha sido parasitaria y marginal dentro de la sociedad capitalista, ¿se trata ahora sólo de cambiar de muro y quedarse iiiedra? La situación en Cuba nos servirá para medir el tamaño de la esperanza chilena. Empecemos. Colofón de último momento Imposible detenerme ahora o examinar dos documentos recientes que han tenido desigual fortuna ante ui público que merece una información completa. Nuestra "gran" prensa no ha difundida la carta de Haydée Santamaría representando a CASA DE LAS AMERICAS— a Mario Vareas Lioso en la cual se detallan cargos que la Revolución hace al novelista peruano, quien es calificado como "la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso, confiado en que escribir bien no sólo hace perdonar actuar mal. sino permite enjuiciar a todo un proceso grandioso como la resolución cubana, que a pesar de errores húrtanos, es el más gigantesco esfuerzo hecho hasta el presente por instaurar en nuestras tierras un régimen de justicia". La carta de 50 intelectuales de izquierda publicada en LE MONDE el 20 de mayo, ha tenido una circulación inmensa. Esta circunstancia y el prestigio íníeleclual de los firmantes obligan a estas líneas escritas a vuelalecla. IM violencia del documento no admite matices: significa ruptura con el régimen cubano. Sus autores afirman derechamente que la autocrítica de Padilla es una confesión prefabricada a la -manera de los procesos de Moscú y Checos lovaquia ("La confestón"), lo que revela "un desprecio por la dignidad humana". La consecuencia —ruptura frontal— me parece disparatada y quizás por eso no fue firmada por espíritus tan lúcidos como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez u Octavio Paz. Una cosa es manifestar «n tibiezas la preocupación por lo que les parece un signo de sectarismo, y otra sumarse a la contrarrevolución. No se trata de negar la crítica, sino cuestionar el derecho a enjuiciar iodo un proceso desde afuera. Tengamos presente que Padilla fue úrtenidu no por ser escritor sino por sospechas de actividades contrarrevolucionarias, y en todos los países —Chile no es excepción— tenemos a gente detenida por sospechas de atentar contra la Seguridad del Estado. Además resulta necio —por decir lo menos— homologar estas "confesiones". En los casos de terror señalados —Moscú, Checoslovaquia— el Estado hablaba por ios acusados y éstos cumplieron condena. Sería insensato sos229 tener que lo revolución Cabana ha dictado esas euatm mil palabras lamentables (reiteradas en la UNEAC y ante France Press) y sentimentales, de sintaxis nada policial —como ha dicho Vargas Llosa— sino muy propia del poeta Padilla. Aquí no hay una autocrítica ideológica, sino una lastimera confesión de debilidades persona les. Supongo que éstas no eran de mucha monta (seguramente jue colaborador de la C. I. A. sin deliberación ni intención), pues el hombre quedó en libertad. Asimismo supongo que al igual que en 1068— Padilla ha quedado en libertad de decidir si se pliega creadoramente al proceso revolucionario o se mantiene aparte, como e.i el caso de buen numero de escritores cubanos de generaciones anteriores a 1959. É.I ha dicfio que en su celda empeló a cantar a le primavera... No cabe duda que estos 50 intelectuales —poniendo pie en esa curiosa xacralización de la literatura que la civilización burguesa concede como compensación del desdén que -manijiesta hacia la condición general del escritor— s<? yerguen a bastante distancia en conciencias criticas de la Revolución, autoasumiendo el carácter de poder paralelo al Gobierno Revolucionario. Este alarde de comprensible orgullo los llevó a anteponer -precipitadamente, me parece— su arrebato personal de gremio herido sobre la adhesión revolucionaria, causando un daño grave, que aún pueden rectificar, a los intereses dramáticos de nuestras "dolorosas repúblicas" (Marti). ?j de mayn de 1971 Antonio .Araría 230