RAFAEL DE LEÓN De CUATRO SONETOS DE AMOR soneto nº 1 Decir «te quiero» con la voz velada y besar otros labios dulcemente, no es tener sed, es encontrar la fuente que nos brinda la boca enamorada. Un beso así no quiere decir nada, es ceniza de amor, no lava hirviente, que en amor hay que estar siempre presente, mañana, tarde, noche y madrugada. Que cariño es más potro que cordero, más espina que flor, sol, no lucero, perro en el corazón, candela viva... Lo nuestro no es así, a qué engañarnos, lo nuestro es navegar sin encontrarnos, a la deriva, amor, a la deriva. __________________ Rafael de León BIOGRAFÍA Rafael de León y Arias de Saavedra, nació un jueves 6 de febrero del bisiesto 1908 en Sevilla, la actual capital de la región de Andalucía (España), en la misma calle en donde casi 34 años antes nació el conocido poeta Manuel Machado. Era el primogénito de la pareja formada por José de León y Manjón y de María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, condes de Gómara. A los pocos días de su nacimiento fue bautizado en la iglesia de la Magdalena, y le fueron impuestos los nombres de Rafael María, José, Jerónimo, Doroteo, Alberto, Melchor. Entre los vástagos de familias de la nobleza y la alta burguesía, era muy corriente atiborrarles de una larga retahíla de nombres que llegaba hasta lo ridículo. El año 1916 ingresa Rafael de León en el internado del colegio jesuita "San Luis Gonzaga " del Puerto de Santa María (Cádiz), pueblo natal del conocido poeta Rafael Alberti, con el que, por ser casi coetáneos coinciden en dicho colegio: Años antes, había pasado por allí el alumno Juan Ramón Jiménez, otro insigne poeta andaluz. Años más tarde, estudiaría en otros colegios privados de órdenes religiosas en las localidades andaluzas del Palo de Málaga y de Utrera (Sevilla). En el año 1926 inicia en la universidad de Granada, los estudios de la carrera de Derecho. Allí llegó a conocer a otro insigne poeta: Federico García Lorca, con quien entabla una buena amistad. En el año 1931 con la caída de la monarquía, se instala en España la II República, y el joven Rafael no parece que la recibe con hostilidad, a pesar de su procedencia de linajes propicios a la monarquía. Lo que sí quedó claro y se trasluce a través de su obra poética, la distancia crítica con la que observa al mundillo de la nobleza. Se cuenta de él —aunque no está bien confirmado— que llegó a escribir un himno a la República. No se conoció que Rafael ejerciera trabajo alguno relacionado con sus estudios universitarios, pues se dedicó a vivir de las holgadas rentas paternas, gastando sus dineros en asistir a los cafés cantantes y teatros de variedades de Sevilla. En estos ambientes se sentía Rafael "como pez en el agua" y allí fue haciendo amistades, participando del ambiente liberal y permisivo que concedía el nuevo régimen republicano. En esos ambientes fue donde conoció y colaboró con el letrista Antonio García Padilla, alias "Kola", —padre de la conocidísima actriz y cantante Carmen Sevilla—, y de aquella relación surgieron algunas canciones conocidas. Como letrista, "Kola" no llegaba ni con mucho a la depurada calidad de Rafael; pero éste, aceptó de buen grado el ser colaboradores en la firma de canciones, ya que de esa manera se le facilitaba la entrada, por la puerta grande, en ese mundillo hostil para un aristócrata, de la creación artística en los cabarets y salas de moda. Situación muy paralela a la que años más tarde repetiría con el autor teatral Antonio Quintero; y con los letristas Xandro Valerio y José Antonio Ochaíta; los cuales co-firmaron muchas letras de canciones y algunas poesías con Rafael de León. No es el mismo caso de otro que firmó canciones con él; ya que se trata de Salvador Valverde, un poeta de calidad nacido en Buenos Aires en el 1895 y muerto en esa misma capital en el 1975. Por aquella época, estando cumpliendo el servicio militar en un regimiento de Sevilla, conoció a Concha Piquer cuando actuaba en el Teatro Lope de Vega. Esta conocida canzonetista de la canción andaluza/española, puso voz a muchas de sus mejores creaciones de letras para la canción. Al año siguiente, 1932, Rafael se traslada a Madrid bajo la influencia del gran músico sevillano Manuel Quiroga, que junto con el autor teatral Antonio Quintero, llegaría a formar el prolífico trío "Quintero, León y Quiroga" con el que tienen registradas más de cinco mil canciones. Al producirse la guerra civil española, Rafael de León se encontraba en Barcelona; allí es encarcelado, como tantos otros del mundo de la farándula, toreros, cantantes, etc. acusado de monárquico o derechista. Y allí en la cárcel, quizás para hacer valer su condición de neutral o tal vez de simpatizante de la causa republicana; quizás por estricto sentido de la verdad, declara tener una buena amistad con destacados poetas republicanos como León Felipe; Federico García Lorca y Antonio Machado. Llegan luego los años de posguerra en los que Rafael continúa contactando con el universo de las varietés, que alimentados por los típicos aires de aquella dictadura, de nacionalismo a ultranza y bloqueo internacional, se prestan a la creación de un género muy influenciado del tipismo andaluz y que dio en llamarse "folklore español". El régimen dictatorial acogió de mil amores este género que ensalzaba con arte y exageración todo lo español. Es de aquella época triste y gris para la mayoría de los españoles, cuando nuestro poeta-letrista empieza a colaborar con los guiones de una cinematografía ramplona e impregnada también de un excesivo realce del patriotismo que tanto gustaba a la España oficial. Es de aquella época también, que bajo la influencia del concepto "hispanidad " se abrieron las fronteras españolas a las músicas que venían de los países hermanos de América. Y así llegaron los boleros y los tangos, muy bien acompañados de los valses peruanos, los sones cubanos y las rancheras y corridos mexicanos, que engancharon con facilidad en los gustos musicales españoles por tratarse de una cultura común. Así también llegaron las músicas de la cultura anglo-americana. A partir de la década de los sesenta, cae la barrera del aislamiento cultural y muchos jóvenes anti-franquistas junto a la progresía izquierdista, en actitud militante comienzan a despreciar ostensiblemente casi toda la música española e hispanoamericana y con ella la copla y la canción andaluza que tan bien había representado el sello «Quintero, León & Quiroga». A partir de esa época, vienen unos años bajos para la obra de canciones y poesías de nuestro gran poeta Rafael de León, el cual un jueves madrileño frío y gris (9-12-82), muere nuestro insigne poeta en el más cruel olvido sin ni siquiera haberse llevado en vida la satisfacción de un merecido homenaje de cariño y agradecimiento a toda su importante y prolífica obra poética. * * * Rafael de León pertenece por derecho propio a la denominada "Generación del 27" de los poetas españoles, aunque un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina. De ningún poeta español de este siglo que acaba, han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones, pero incomprensiblemente sigue siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de posguerra. La obra poética de Rafael de León, queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y letras para canciones. En muchos casos unas y otras tienen un inconfundible parentesco por derivar, alimentarse o inspirarse las unas de las otras, o viceversa. En casi toda su obra, inspirada en ambientes muy típicos de Andalucía, queda reflejado el gracejo popular andaluz, indicado por las palabras en cursiva, para mejor entender que no pertenecen al correcto lenguaje español. Su primer libro de poesías «Pena y alegría del amor» aparece publicado en 1941. Un segundo libro titulado «Jardín de papel» aparece el año 1943. Del mismo año se relata que aparece editado en Chile un tercer libro titulado «Amor de cuando en cuando», pero al no tener certeza en España de su autenticidad, hay quien sospecha que se trata de una de tantas ediciones piratas que ha sufrido la obra de Rafael de León. De las colaboraciones del poeta a la hora de firmar su obras hemos de reseñar lo siguiente: • En colaboración con Antonio Quintero, las poesías «Profecía»; "Romance de la serrana loca" y miles de letras de canciones que haría inacabable esta biografía. • En colaboración con Antonio García Padilla "Kola", las letras de las canciones: "Coplas"; "Arturo"; "Cinelandia"; "Cine sonoro"; "La Rajadesa"; "La deseada"; "Manolo Reyes"; "Siempre Sevilla"; ... • En colaboración con el argentino Salvador Valverde, el conocidísimo cuplé "Bajo los puentes del Sena" escrito para ser estrenado por la cupletista Raquel Meyer; y las también conocidísimas "¡Ay, Maricruz!"; "María de la O"; "Triniá"; y la inolvidable "Ojos Verdes"; entre otras. • En colaboración con José Antonio Ochaíta, la letra de la conocida canción: "Eugenia de Montijo"; y algunas pocas más. • En colaboración con el poeta Xandro Valerio, las letras de las más conocidas canciones: "Tatuaje" y "La Parrala". Hacia el final de su dilatada carrera de letrista, escribió para los cantantes Nino Bravo, Raphael y Rocío Dúrcal; y una de sus letras ganó el primer premio del Festival de la Canción de Benidorm, el año 1961 bajo el título de "Enamorada"; en el año 1960 había escrito la letra de la canción "Luna de Benidorm" que quedó en tercer lugar. Casi todas sus letras fueron musicadas por el prolífico compositor Manuel Quiroga, pero otras letras fueron musicadas por Juan Solano; Augusto Algueró y Manuel Alejandro. Para el conocido cantautor francés Charles Aznavour realiza la traducción al español de la letra de la famosísima canción "La bohème" ("La bohemia"). De Rafael bien pudiera decirse, sin temor a exagerar, que gran parte de su vida fue un bohemio de lujo, si acaso ese contradictorio concepto, tuviera cabida. El estilo de estrofa poética más abundantemente empleado es el del romance octosílabo; pero en algunas otras se pueden encontrar estrofas de seguidilla, soleá, copla, romancillo, redondilla, y más raramente el soneto y la lira. Aunque tiene algunas poesías con versos alejandrinos y rima blanca (sin rima), su obra es en general una rima de alta sonoridad ya que incluso en muchos de sus romances introduce la rima consonante. Siempre, y en toda su obra, este poeta cuida con gran pulcritud de la perfección de la medida y la rima en todos sus versos, aunque lo consigue muchas veces a base de colocar palabras del popular gracejo andaluz. Junto a algunas de sus poesías más recitadas y conocidas por todos, hemos rescatado de algún cajón olvidado y tal vez algo cubiertas de polvo, otras poesías de parecida belleza que incomprensiblemente no han tenido tanto eco. También se exponen algunas letras de canciones en la que Rafael de León participó como prolífico y genial letrista. Vean, a continuación, una selecta escogida de sus mejores y más populares poesías y de las letras de canciones que escribió bajo la firma del trío «Quintero, León & Quiroga»: TÍTULOS DE LETRAS DE CANCIONES TÍTULOS DE POESÍAS Ahora me toca a mí Así te quiero Auto de fe Balada de la plaza del museo Baladilla de los tres puñales Centinela de amor Cuatro sonetos de amor Duda Encuentro Glosa a la soleá Lluvia Luto Mazazo ¿Me da usté candela? Miedo Muerto de amor Necesito de ti Novio Para toda la vida... Pena y alegría del amor Profecía Pulso de amor Romance de "La Lirio" Romance de aquel hijo Romance de la viuda enamorada Romance de la voz en la sangre Romance de los 20 años Romance de los ojos verdes Romancillo de la plaza mayor Soltera Soneto Trigo limpio A la lima y al limón A tu vera Como una hermana Consejos Coplas de Luis Candelas Dime que me quieres Garlochí La niña de la estación Madrina GLOSA A LA SOLEÁ ¿Te acuerdas de aquella copla No me quieras tanto Rocío Romance de la "otra" Silencio cariño mío Te lo juro yo Te quiero Trece de mayo Un clavel que escuchamos aquel día sin saber quién la cantaba ni de qué rincón salía? Pero qué estilo, qué duende, qué sentimiento y qué voz; creo que se nos saltaron las lágrimas a los dos. "Toíto te lo consiento menos fartarle a mi mare que a una mare no se encuentra y a ti te encontré en la calle". No vayas a figurarte que esto va con intensión. Tú sabes que por ti tengo clavao en mi corasón el queré más puro y firme que ningún hombre sintiera por la que Dios uno y trino le entregó por compañera. Pero es bonita la copla y entra bien por soleares: "Toíto te lo consiento menos fartarle a mi mare..." Y me enterao casuarmente de que le fartaste ayé y nadie me lo ha contao, nadie, pero yo lo sé. Yo tengo entre dos amores mi corasón repartío si le encuentro a uno llorando es que el otro le ha ofendío; y mira, nunca me quejo de tus caprichos constantes. ¿Quiere un vestío? ¡catorse! ¿quiere un reló? ¡de brillantes! Ni me importa que la gente vaya de mí murmurando que si soy pa ti un muñeco, que si me has quitao er mando que en la diestra y la siniestra tienes un par de agujeros por donde se va a los baños el río de mis dineros... ¡Y a mí qué...? Con tal de que de mi lao tú nunca te desepares toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare. Porque esa mimbre de luto que no levanta la voz que no ha tenío siquiera contigo ni un sí ni un no; que anda como una pavesa, que no gime ni suspira, que se le llenan los ojos de gloria cuando nos mira; que me crió con su sangre; que me llevaba la mano para que me santiguara como todo fiel cristiano y en las candelas del hijo consumió su juventú cuando era cuarenta veses mucho más guapa que tú. Tienes que haserte a la cuenta que la has visto en los artare y jincarte de rodillas antes de hablarle a mi mare; porque el amó que te tengo se lo debes a su amó, que yo me casé contigo porque ella me lo mandó. Conque a ver si tu consiensia se aprende esta copla mía mu semejante a aquer cante que escuchamos aquer día sin sabé quién lo cantaba ni de qué rincón salía. "A la mare de mi arma la quiero desde la cuna; por Dios, no me la avasalles que mare no hay más que una y a ti te encontré en la calle". TRIGO LIMPIO María Manuela, ¿me escuchas? Yo de vestíos no entiendo, pero... ¿te gusta de veras ese que te estás poniendo? Tan fino, tan transparente, tan escaso y tan ceñío, que a lo mejor por la calle te vas a morir de frío. Te sienta que eres un cromo, pero cámbiate de ropa, si es un instante, lo justo mientras me tomo esta copa. Ponte el de cuello cerrao que te está de maravilla y que te llega dos cuartas por bajo de la rodilla. Cada vez que te lo pones te encuentro tan elegante que dentro de mí murmuran los duendecillos de un cante. "La rosa que me entregaron al pie del altar mayor lleva las sayas cumplías y nadie le ve el color". Pero antes de que te vistas coge un poco de agua clara y afuera los melinotes que te embadurnan la cara; ni más carmín, ni más cremas, ni más tintes en el pelo; no te aguanto más colores que los que te puso el cielo. Se acabó enseñar las piernas, y los brazos, y el escote, y el rostro no te lo pintes ni aunque te salga bigote; que te hizo Dios tan hermosa como una rosa temprana y se va a enfadar contigo por enmendarle la plana. Y a tu prima le devuelves la pulsera de brillante, son mucho lujo esas piedras pa la mujer de un tratante. Te quiero guapa y sencilla como yo te conocí, no tienes que engalanarte pa nadie más que pa mí. Ni más zapatos de Gilda, Ni más turbantes de raso; para presumir te sobra con cogerte de mi braso; y como un día te vea que enciendes un cigarrillo vas a echar, sentrañas mías, el humo por los tobillos. No quiero que me pregunten "Esa gachona, ¿quién es?, ¿una secretaria de esas que beben champán francés?" Ni tú eres mujer moderna ni quiero que lo aparentes que yo te prefiero antigua y oliendo a mujer decente. Que con el triguito limpio toito er mundo te compare, que por defuera y por dentro te parezcas a mi mare. ¿Te cambiaste ya el vestío? Pues andando p'al teatro, ya verás tú con qué envidia nos contemplan más de cuatro: "¡Vaya un marío con suerte y una mujer bien plantá, es una vara de nardos con la carita lavá!". Y al salir yo te prometo cantarte por alegrías, lo mismo que te cantaba cuando tú eras novia mía: "Mi novia es la más hermosa y no se pinta la cara la tiene como una rosa tan sólo con agua clara" El barco de mis amores no tiene más que una vela remendaita y graciosa igual que María Manuela Se conforma mi niña con un vestío y le basta y le sobra con un marío. De percal que se ponga, ¡viva el salero!, es mi María Manuela la reina del mundo entero. ¿ME DA USTÉ CANDELA? Perdone usté, caballero. ¿Quiere usté darme candela? Mil grasias... er farolero que ensiende esta callejuela parese que s'ha dormío... no es sitio muy de mi gusto... tan solo... tan escondío... como pa llevarse un susto. Claro que, pa dos valientes que sargan desafiaos, éste es un sitio imponente... y pa los enamoraos, cuando la luz se retira y viene ya anocheciendo y él va disiendo mentiras y ella se las va creyendo. ¡Qué casualidá, señores! a usté lo conozco yo. ¿Usté no se llama Flores y vive en Amor de Dió? ¿Dónde le he visto yo a usté? Tal vez en la barbería o en la Puerta de Jeré, o en una fotografía, sobre un marco mu bonito de peluche carmesí... y escrito: “a mi Rosarito, de su nene Pedro Luí”. Es una condisión rara que tienen los de mi quinta, que en contemplando una cara ya nunca se nos despinta. Si Sevilla es un pañuelo... ya ve usté qué grasia tiene... Yo, ar pronto, dije —¡un mochuelo! Y resurta que es... er nene. Con su buen sigarro puro, su tirilla armidoná y metiéndose en lo oscuro como un hombre de verdá. Y es que, por esta calleja, se corta pa Puerta Osario, pero allí no está la reja de esa muchacha, Rosario. Allí hay unos ojos verdes de bicho de mal agüero, que el que los mira, se pierde... ¡No vaya usté, compañero! Esa Marijuana Sánchez que le espera en el zaguán, tiene ya cuatro reenganches y sabe más que Briján. Con esto, yo no le quito que vaya usté donde quiera... tó pué sé que... Rosarito, cuando se entere, se muera. Pero, claro, usté es un nene grasioso y enamorao, con buen tipo y muchos bienes y novias por toos los laos. Rosario... una menudencia; bonitilla... y sin parné; pero tiene más desensia que toa su casta de usté. Y da la casolidá que, desde que ella ha nasío, cuando tiene que firmá firma con mis apellíos. Der coló de la senisa se le pone a usté er semblante y es que er corazón le avisa de lo que tiene delante. sí señó... un banderillero que estaba ayé en Venesuela y hoy es er duende primero de esta oscura callejuela. Y se tropieza a un tal Flores, tan siego y tan temerario, que le está mintiendo amores a esa muchacha... Rosario. Y er duende, con voz muy baja, se acerca y le dice ar tá: —“encárgate la mortaja si vuervo a verla llorá.” ¿Por qué te callas? ¿qué piensas? creí que eras más valiente. ¿O es que ya te da vergüenza burlarte de una inocente? A Dios der sielo le pío que te pongas en rasón, porque tengo desidío buscarme la perdisión. Porque ese nardo, ese lirio que a ti tanto te divierte, la quiero yo con delirio, con fatiguitas de muerte. Porque es la viva pintura de una santa que murió dejándome esa criatura pa que la criara yo. Y he sembrao er mundo entero de pares de banderillas para ponerle en enero los Reyes a mi chiquilla. ¡pa que ahora venga un tunante, le jure y ella lo crea! ¡y asín que s'acabe er cante: “buenas noches y ahí te queas”! Al que quiera intentar eso con la fló de mis entrañas, le pongo er pie en er pescuezo lo mismo que a una alimaña. Si se casa usté argún día y er sielo le da un chavá dirá: “¡qué rasón tenía er que me quiso matá!” que a eso na más he venío, ¿a qué andarse con pamplinas? en justicia yo he debío clavarlo a usté en una esquina. Pero, en fin, de usté depende. Lo conozco... y usté a mí. Y aquel que a mi niña ofende que se ponga a bien morí. ¿Se va usté pa Puerta Osario? ¡No se meta usté en belenes! ¡Yo me voy con mi Rosario! ¡Mi Rosario...! ¡Condiós, nene! ASÍ TE QUIERO A Conchita Piquer El día trece de julio yo me tropecé contigo. Las campanas de mi frente, amargas de bronce antiguo, dieron al viento tu nombre en repique de delirio. Mi corazón de madera muerto de flor y de nidos, floreció en un verde nuevo de naranjos y de gritos, y por mi sangre corrió un toro de escalofrío, que me dejó traspasado en la plaza del suspiro. ¡Ay trece, trece de julio, cuando me encontré contigo! ¡Ay, tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío que borraron diferencias de linaje y apellido! ¡Bendita sea la madre, la madre que te ha parido, porque sólo te parió para darme a mí un jacinto, y se quedó sin jardines porque yo tuviera el mío! ¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? ¡Pídemelo y al momento seré un clavel amarillo! ¿Quieres que vaya descalzo llamando por los postigos? ¡Dímelo y no habrá aldabón que no responda a mi brío! ¿Quieres que cuente la arena de los arroyos más finos? Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho, que es mi corazón cometa y está en tu mano el ovillo; que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonido. Nunca quise a nadie así; voy borracho de cariño, desnudo de conveniencias y abroquelado de ritmos como un Quijote de luna con armadura de lirios. Te quiero de madrugada, cuando la noche y el trigo hablan de amor a la sombra morena de los olivos; cuando se callan los niños y las mocitas esperan en los balcones dormidos; te quiero siempre: mañana, tarde, noche... ¡por los siglos, de los siglos! ¡Amén! Te querré constante y sumiso, y cuando ya me haya muerto antes que llegue tu olvido, por la savia de un ciprés subiré delgado y lírico, hecho solamente voz para decirte en un grito: ¡Te quiero! ¡Te quiero muerto igual que te quise vivo! PULSO DE AMOR Iba convaleciente de una herida de amor en el costado; iba casi inconsciente cuando te vi a mi lado y hasta el pulso por ti se me ha parado... Buscaba mi cintura un brazo que de noche la ciñera, ansiaba con locura, un labio que se uniera a mi boca cansada por la espera... Buscaba un hombro amigo en donde reposar la madrugada y un tibio olor a trigo, una mano apretada y el divino calor de una mirada. Estaba tan vacía, tan harta de soñar y tan sin sueño, tan lejana y tan fría, tan libre y tan sin dueño, que tan sólo morir era mi empeño... Por lo cual, asombrada, me quedé contemplando al mediodía tu figura delgada, tu süave armonía y tu casi perfecta geometría. Alegres nos miramos en la tarde morada de violetas y después caminamos por plazas recoletas salpicadas de rejas y macetas. Y de noche temblando, perdida entre la niebla de tu viento, me bebí suspirando la menta de tu aliento, en un beso apretado, dulce y lento... ¡Qué espesa la saliva!... ¡Qué lejano el rüido de la calle!... Y el labio como iba —mariposa en el valle de la espalda— ... buscando el fino talle... Se desbocó en mi frente el pulso como un perro malherido y paralelamente, te sentí, en un gemido, doblarte en mi garganta sin rüido. Y después... la almohada, pesarosa del rizo y la postura y la sábana helada, —mortaja de blancura— plisándose sin voz a mi cintura. MAZAZO Sonó la palabra "dinero" y todo lo echaste a rodar y en vez de decirte: "Te quiero", te dije: —¿Qué quieres cobrar?— Y me valoraste las rosas, poniéndole precio al jardín y fueron tomando las cosas un tono metálico y ruin. Y aunque esta verdad me traspasa, prefiero saber la verdad: que al mes, pago luz, pago casa y pago la felicidad. ROMANCE DE LA VIUDA ENAMORADA Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas; siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta de una sed mala y amarga de desengaño y arena. ¿Por qué te querré yo tanto? ¿Por qué viniste a mi senda? ¿Quién hizo brillar tus ojos en la noche de mi pena? ¿Qué lluvia de mal cariño quiso convertirme en yedra, que va creciendo y creciendo pegada a tu primavera? ¡Ay, qué montaña de amor tengo sobre mi cabeza! ¡Ay, qué río de suspiros pasa y pasa por mi lengua! Yo estaba en mis campos hondos, allí en Castilla la Vieja, durmiéndome entre molinos y coplas rubias de siega y era mi vida una noria monótona y polvorienta. Mis hijos venían del campo con sus camisas abiertas y en el pulso de sus hombros reclinaba mi cabeza. Así, un día y otro día, allí en Castilla la Vieja... Una tarde (por los nardos subía la primavera...) una tarde vi tu sombra que venía por la senda dentro de un traje de pana, tres vueltas de faja negra y una voz dura y redonda lo mismo que una pulsera. —Buenas tardes, ¿Hay trabajo? —Sí— te dije toda llena de un escalofrío lento que me sacudió las venas y que me quitó de encima diez años de vida muerta, bordando en mi enagua oscura una rosa dulce y tierna. —Está bien— fueron tus gracias, y, doblando la chaqueta, te sentastes a mi lado en el borde de la senda. Vive este amor de silencio y entre silencio se quema, en una angustia de horas y en un sigilo de puertas. El pueblo ya lo murmura en una copla que rueda todo el día por el campo y, de noche, en la taberna. Dicen que si soy vïuda, y sacan el muerto a cuestas; dicen que si por mis hijos me debía dar vergüenza... Dicen, tantas cosas, tantas que las paredes se llenan de vidrios y maldiciones y hasta a veces de blasfemias. Mi hijo el mayor (veinte años, dulce y moreno) con pena me habló esta mañana: —Madre, ese traje no te sienta, ni esas flores, ni ese pelo, ni ese pañuelo de hierbas... Yo no me atreví a mirarlo y me sentí muy pequeña, como si fuese mi madre la que hablándome estuviera. —Por nosotros, tú no debes vestirte de esa manera... ¡Ay, por vosotros! Os di todo el trigo de mi era; todavía de vosotros mi cintura tiene huellas ¡Sangre mía que anda y vive y a mí me va haciendo vieja! ¿Pero es que yo ya no tengo derecho a querer? ¿Qué ciega ley me prohíbe que al sol deje mis rosas abiertas? ¿Y que me mire al espejo y que me vista de fiesta y que en mi jardín antiguo florezca la primavera...? ¡Ay, qué montaña de amor tengo sobre la cabeza! ¡Ay, qué río de suspiros pasa y pasa por mi lengua! ¡Canten, hablen, cuenten, digan, pueblo, niños, hombres, viejas, que yo de tanto quererle no sé si estoy viva o muerta! ¡Quiero y quiero y quiero y quiero! Están en flor mis macetas; cien ruiseñores heridos cantan amor en mis venas y me duele la garganta y está mi voz hecha piedra de tanto decir: "¡Te quiero como a ninguno quisiera!" ROMANCE DE AQUEL HIJO Hubiera podido ser hermoso como un jacinto, con tus ojos y tu boca y tu piel color de trigo; pero con un corazón grande y loco como el mío. Hubiera podido ir, las tardes de los domingos, de mi mano y de la tuya, con su traje de marino, luciendo una ancla en el brazo y en la gorra un nombre antiguo. Hubiera salido a ti en lo dulce y en lo vivo, en lo abierto de la risa y en lo claro del instinto; y a mí, tal vez, que saliese en lo triste y en lo lírico y en esta torpe manera de verlo todo distinto. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido!.., tres caballos, dos espadas, un carro verde de pino, un tren con siete estaciones, un barco, un pájaro, un nido... y cien soldados de plomo, de plata y oro vestidos. ¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido!... ¿Te acuerdas, aquella tarde, bajo el verde de los pinos, que me dijiste: -Qué gloria cuando tengamos un hijo!... y temblaba tu cintura como un palomo cautivo, y nueve lunas de sombra brillaban en tu delirio. Yo te escuchaba lejano, entre mis versos, perdido; pero sentí por mi espalda subir un escalofrío, y repetí como un eco: ¡Cuando tengamos un hijo!... Tú, entre sueños, ya cantabas nanas de sierra y tomillo, e ibas lavando pañales por las orillas de un río. Yo, arquitecto de ilusiones, sostenía el equilibrio de una torre de esperanza con un balcón de suspiros. ¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria cuando tengamos un hijo!... En tu cómoda de cedro, nuestro ajuar se quedó frío, entre alhucema y manzana, entre romero y membrillo. ¡Qué pálidos los encajes! ¡Qué sin gracia los vestidos! ¡Qué sin olor los pañuelos y qué sin sangre el cariño! Tu velo blanco de novia —por tu olvido y por mi olvido— fue un camino de Santiago doloroso y amarillo. Tú te has casado con otro; yo con otra he hecho lo mismo... Juramentos y palabras están secos y marchitos en un antiguo almanaque sin sábados ni domingos: Ahora, bajas al paseo rodeada de tus hijos, dando el brazo a... la levita que se pone tu marido. Te llaman... ¡doña Manuela!; usas guantes y abanico, y tres papadas te cortan en la garganta el suspiro. Nos saludamos de lejos como dos desconocidos; tu marido baja y sube la chistera; yo me inclino, y tú sonríes sin gana de un modo triste y ridículo. Pero yo no me hago cargo de que hemos envejecido, porque te sigo queriendo igual o más que al principio, y te veo como entonces, con tu cintura de lirio, con un jazmín en los dientes y la color como el trigo, y aquella voz que decía: —¡Cuando tengamos un hijo! Y en esas tardes de lluvia, cuando mueves los bolillos y yo paso por la calle con mi pena y con mi libro, dices, con miedo, entre sombras, amparada en el visillo: —¡Ay, si yo con ese hombre hubiese tenido un hijo!... ROMANCE DE LOS 20 AÑOS Yo me acerqué hasta tu vera con miedo, ¿por qué negarlo? En las sienes me latían cincuenta y dos desengaños; gris de paisaje en los ojos, risas sin sol en los labios, y el corazón jadeante como un pájaro cansado. Yo me acerqué hasta tu vera con miedo, ¿por qué negarlo? Te reventaba en la boca un clavel de veinte años y en la mejilla un süave melocotón sonrosado. Cuando dijistes: "Te quiero" fue tu voz igual que un caño de agua fresca en una tarde calurosa de verano. Se me echó encima el cariño lo mismo que un toro bravo y quedé sobre la arena muerto de amor y sangrando por cuatro besos lentísimos que me brindaron tus labios. De la sien a la cintura, de la garganta al costado. ¡Qué boda sin requilorios sobre la hierba del campo! ¡Qué marcha nupcial cantaba el viento sobre los álamos! ¡Qué luna grande y redonda iluminó nuestro abrazo, y qué olor el de tu cuerpo a trigo recién cortado! El pueblo, a las dos semanas hizo lengua en los colmados, en las barandas del río, en la azotea, en los patios, en las mesas del casino y en los surcos del arado: "Un hombre que peina canas y que les dobla los años". Es cierto que peino canas pero en cambio, cuando abrazo soy lo mismo que un olivo, igual que un ciprés sonámbulo, Cristobalón de aguas puras que atraviesa el río a nado si ve en la orilla unos ojos o una boca hecha de nardos, para cortarle el suspiro con el calor de mis labios. Que me escupan en la frente, que me pregonen en bandos, que vayan diciendo y digan. Tú conmigo; yo a tu lado respirando de tu aliento, yendo al compás de tus pasos, refrescándome las sienes en la palma de tu mano. Centinela de tus sueños, hombro para tu descanso, Cirineo de tus penas y San Juan de tu calvario para quererte y tenerte en la noche de mis brazos. ¡¿Qué importa que haya cumplido cincuenta y pico de años?! ¿En qué código de amores, en qué partida de cargos, hay leyes que determinen la edad del enamorado? En cariños no hay fronteras, ni senderos, ni vallados, que el cariño es como un monte con un letrero en lo alto que dice sólo: "¡Te quiero!" y colorín colorado. ROMANCE DE LOS OJOS VERDES —¿De dónde vienes tan tarde? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? —Vengo de ver unos ojos verdes como el trigo verde. El sueño juega y se esconde en la plaza de mi frente; cabalgo por las ojeras de unos ojos en relieve. El cuarto se va llenando de mar, de barcos y peces, acuarium improvisado sobre el barniz de los muebles, mientras que la media luna de junio roja y solemne se suicida sobre el filo de la mañana que viene. —¿De dónde vienes cantando? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? —Vengo de ver unos ojos verdes como el limón verde. Por el río de la siesta pasa un pregón hecho nieve persianas atravesando: "¡Chumbos frescos, ¿quién los quiere?!" La sábana de la cama en silencio se defiende amortajando suspiros bajo la cal de sus pliegues contra dos cuerpos desnudos que su blancura oscurece; muslos de trigo en mis muslos brazos delgados y ardientes que como ríos morenos iluminados de fiebre se precipitan sin pulso por la llanura del vientre en una lucha romana de mirtos y de laureles. —¿Dónde naciste? —En Tarifa, ¿Y tú? —En Sevilla. Mis sienes están preñadas de olivos como tus ojos de verdes. El silencio apuñalado vuelve a sembrar las paredes y un sueño de torres altas y de relojes ausentes sobre la cama cansada echa su capa de nieve. —¿De dónde vienes borracho? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? —Vengo... vengo de la viña y el olivarito verde. —¿Qué mala hierba pisaste, quién te atravesó las sienes con ese mal fario...? ¡Dime! —Son las cosas de la suerte, unos la encuentran de espaldas, otros la encuentran de frente, y yo me encontré a sus ojos verdes como el trigo verde. —¿Quieres que te haga una taza de hierbabuena caliente? —Quiero su voz, luna y plata diciéndome que me quiere. —¿Quieres que te ate un pañuelo y te lo anude a la frente? —Quiero sus brazos de trigo y su cintura de aceite. —¿Quieres que cante una nana para ver si así te duermes? —Quiero sentirme en el cuello su aliento de flauta breve. —Entonces... mi corazón, dime, ¡por Dios! lo que quieres. —Quiero sus ojos. Sus ojos verdes como el trigo verde, como el limón y la albahaca, como el mar y los cipreses, como las almendras nuevas, el romero y los laureles... Si no me traes sus ojos, ¡dile que venga la muerte! ROMANCE DE "LA LIRIO" Por la arena de la playa va con un hombre "la Lirio". La tarde pone en sus ojos un barco de plata y vidrio, mientras que Cádiz se enciende a lo lejos como un cirio, en un altar encalado de torres en equilibrio. —No sé qué sería de mí si me dejaras, mocito—, suspira dulce y lejana y en un sollozo, "la Lirio". El hombre moreno y alto con voz de viento salino le dice mientras su talle aprieta como un jacinto: —Llevo tu nombre en el brazo tatuado desde niño y en el corazón un ancla de juramento perdido. Por la arena de la playa viene cantando un chiquillo: La Lirio, la Lirio tiene, tiene una pena la Liro y se le han puesto las sienes moraítas de martirio. Cádiz, de cal, a lo lejos, huele a guitarra y a vino. "La Bizcocha" es una vaca con sortijas en los dedos, voz de aguardiente de Rute y cintura de brasero. "La Bizcocha" lleva siempre en su labio amarillento una colilla colgada y una blasfemia en acecho. —¿No vino "la Lirio"? —No—, responde una voz en eco —¡Mardita sea...! La colilla cae de los labios al suelo, como un sucio equilibrista que cayera de un trapecio. Y por la taberna va un taco de carretero que se clava en la flamenca de un cartel de toros viejo. En una mesa, con sorna, canta un viejo marinero: Se dice si es por un hombre, se dice que si es por do; pero la verdá del cuento ¡Ay, Señó de los tormentos! la saben la Lirio y Dió. Sobre el mostrador, borracha, "La Bizcocha" está durmiendo un sueño de peluconas con "la Lirio" de por medio. —¿Estará el barco en la playa? —Estará al amanecer... —Pos descanse usía tranquilo, que allí se la llevaré. —¿Y si ella no quiere, vieja? —Poco sabe su mersé de las razones que tiene mi "menda" pa convensé... ¡Sincuenta moneas de oro! ¡Vaya rasones, y olé! Y una voz entre la sombra termina el romance aquel: Que fue con un bebediso de menta y ajonjolí; que fue una noche de luna, que fue una tarde de abrí. —¿Dónde está mi blanca novia, dónde está que no la veo? (Un barco en la madrugada se va perdiendo a lo lejos...) —¿Dónde está "la Lirio", dónde, que yo sin verla me muero? (Mocito, busca otra novia porque esa tiene ya dueño y va en un trono de espuma navegando mar adentro...) —Mira su nombre en mi brazo, sobre mis venas latiendo, y en mi pulso y en mi lengua y en la punta de mis dedos. (Para tapar ese nombre ponte un brazalete negro...) —¡Mira que la llevo aquí crucificada en mis centros! (Arráncate las entrañas y da tu dolor al viento...) ¡Mira que de no mirarla me estoy muriendo y muriendo! (Pues encomienda tu alma porque ese amor está muerto...) Amarga, de Puerta Tierra, viene la voz de un flamenco: A la mar maera, y a la Virgen, cirio, y pa duquitas, mare de mi arma, pa duquitas negras, las que tié la Lirio. Caminito de las Indias un barco se va perdiendo. "La Lirio" corta sus trenzas con tijeritas de acero, llenando el mar de suspiros y el aire de juramentos, mientras que, roto, en la playa —veleta de amores muertos—, clavando su desengaño en la Rosa de los Vientos, moreno de sal y luna, llora y llora un marinero. PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR A José González Marín Mira cómo se me pone la piel cuando te recuerdo... Por la garganta me sube un río de sangre fresco de la herida que atraviesa de parte a parte mi cuerpo. Tengo clavos en las manos y cuchillos en los dedos y en mi sien una corona hecha de alfileres negros. Mira cómo se me pone la piel ca vez que me acuerdo que soy un hombre casao ¡y sin embargo, te quiero! Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio, de ortigas y de chumberas, de cal, de arena, de viento, de madreselvas oscuras y de vidrios en acecho. Un muro para que nunca lo pueda saltar el pueblo que anda rondando la llave que guarda nuestro secreto. ¡Y yo bien sé que me quieres! ¡Y tú sabes que te quiero! y lo sabemos los dos y nadie puede saberlo. ¡Ay, pena, penita, pena de nuestro amor en silencio! ¡Ay, qué alegría, alegría, quererte como te quiero! Cuando por la noche a solas me quedo con tu recuerdo derribaría la pared que separa nuestro sueño, rompería con mis manos de tu cancela los hierros, con tal de verme a tu vera, tormento de mis tormentos, y te estaría besando hasta quitarte el aliento. Y luego, qué se me daba quedarme en tus brazos muerto. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Nuestro amor es agonía, luto, angustia, llanto, miedo, muerte, pena, sangre, vida, luna, rosa, sol y viento. Es morirse a cada paso y seguir viviendo luego con una espada de punta siempre pendiente del techo. Salgo de mi casa al campo sólo con tu pensamiento, por acariciar a solas la tela de aquel pañuelo que se te cayó un domingo cuando venías del pueblo y que no te he dicho nunca, mi vida, que yo lo tengo. Y lo estrujo entre mis manos lo mismo que un limón nuevo, y miro tus iniciales y las repito en silencio para que ni el campo sepa lo que yo te estoy queriendo. Ayer, en la Plaza Nueva, —vida, no vuelvas a hacerlo— te vi besar a mi niño, a mi niño, el más pequeño, y cómo lo besarías —¡ay, Virgen de los Remedios!— que fue la primera vez que a mí me distes un beso. Llegué corriendo a mi casa, alcé mi niño del suelo y sin que nadie me viera, como un ladrón en acecho, en su cara de amapola mordió mi boca tu beso. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Mira, pase lo que pase, aunque se hunda el firmamento, aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo, y aunque la tierra se abra y aun cuando lo sepa el pueblo y pongan nuestra bandera de amor a los cuatro vientos, sígueme queriendo así, tormento de mis tormentos. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! AHORA ME TOCA A MÍ Decorado de sala elegante. (Entra MANOLO. Es un hombre maduro, de aire tosco, pero bien vestido. Lleva sombrero cordobés. Le acompaña un CRIADO.) MANOLO: ¿Se puede pasá? ¿Qué hay, tropa? (Al criado) ¿Qué espera usté? ¿Mi sombrero? Mejor está en mi cabesa que corgao en er perchero. Y además son hijos míos los tres que tengo delante. ¿Qué hay tropilla? ¡Güena casa! Y un criao muy elegante que en vez de vuestro papuchi se cree que soy un permaso. (Dando el sombrero al criado) Vaya er sombrero. Y procura que no me den er cambiaso. (El Criado hace una ligera reverencia en dirección al primer término y se va por la puerta cerrando el cortinaje.) Su reverencia... me chifla que sos traten con respeto. ¡Tres señoritos! ¡Qué orgullo para un padre tan cateto! ¡Tené tres hijos varones que están viviendo en sus glorias porque yo m'alimentaba... de papas y sanahorias! Me alimentaba... hace tiempo; que hoy ya la cosa varía. No ví a dejá ni la cresta de un pollo de Andalusía. Que nos vorvemos tragones los viejos mal educaos, y eso nos quita finura pa tratá con abogaos como er que de parte vuestra vino a hablarme de intereses y le di ... que con er susto tiene cama pa dos meses. El hombre vino a desirme por encargo de mis hijos que ustedes no estáis conformes con que venda los cortijos. Que debo seguí en er campo lo que me resta de vía cuidando de las cosechas y de la ganadería; que no se seque el arjibe, que no s'avinagre er mosto; bébete er frío de enero y anda y súdalo en agosto. No duermas... cuenta las horas de la noche una por una... Tienes que viví pendiente de los cambios de la luna. Ayer te fartó una oveja, ¡vaya bendita de Dió!... ¿Voy a llamá a los civiles si de chico fui pastó? ¡Pastó de ganao montuno con las alpargatas rotas! ¡De Córdoba a Extremadura por tres puñaos de bellotas! Y en cambio, los tres cachorros de aquel pastó miserable van por tabaco a la esquina con sus tres descapotables. Que yo lo tendría a gala si al derrochá mis dineros se le añadiera er que ustedes ganaran como ingenieros, o bien como sirujanos, o de doctores en leyes... ¡O echándose a las costillas tóos los vagones der muelle! ¡Trabajando! ley der sielo que con ustedes no reza porque como hay todavía muchos toros en la dehesa y hay trigo pa veinte años y desbordan los lagares y a caballo hay por lo menos hora y media de olivares, que trabaje papaíto que hay que vé lo bien que está; y eso que l'ha dao ahora por bebé, por trasnochá, por í con cuatro amigotes de francachela a Sevilla y hasta parese que disen que ronda a una chavalilla, y antes de que se nos casen er día menos pensao aquí lo mejó que hasemos es mandarle un abogao que le diga las verdades aunque le sepan amargas; ar pródigo no es difísi por ley, echarle la garga. ¡¡Intentarlo!! Ya hemos visto que el abogao... renunció; yo no admito en este pleito más tribuná que er de Dió. Él sabe que yo he sufrío todas las humillaciones pa que ustedes no tuvieran que sé destripaterrones. Pa mí, ni café ni amigos, ni un sigarro, ni una copa... Pero mis niños... ¡tres duques en lo tocante a la ropa!... Y vengan manjares finos, vengan colegios de pago, vengan potros y escopetas, y vivan los Reyes Magos. Sursíos en mis carsones y en er buche telarañas... ¡Pero hay que vé cómo viven los hijos de mis entrañas! Y, claro, los pobresitos están tan acostumbraos que en vez de darme las gracias me mandan un abogao pa que no gaste er dinero que lo debo de guardá y er día que yo me muera se lo reparten y en pá. Lo siento, pichones míos, rosas de mayo y abrí... Ya habéis disfrutao lo suyo y ahora me toca a mí. ¡Vengan corrías de toros y buen vino y mejor cante pa regusto de un campero que ya ha trabajao bastante! Mira qué terno más fino, mira qué cigarros puros... En la puerta un artomóvi y aquí unos miles de duros pa gastarlos en claveles si me encuentro una serrana que suerte dos lagrimitas de compasión por mis canas. La compasión que me niegan los tres hijos de mi amó; si no estoy en mi derecho sentensia me mande Dió. ¡Casa! Mi sombrero. ¡Pronto, que me voy a divertí! Con er permiso de ustedes... ¡Ahora me toca a mí! (Mutis) PROFECÍA de Antonio Quintero y Rafael de León "Y me bendijo a mi mare; y me bendijo a mi mare. Diez séntimos le di a un pobre y me bendijo a mi mare. ¡Ay! qué limosna tan chiquita, qué recompensa tan grande. ¡Qué limosna tan chiquita, qué recompensa tan grande!" ¿A dónde vas tan deprisa sin desirme ni ¡con Dió!? Me puedes mirá de frente, que estoy enterao de tó. Me lo contaron ayer las lenguas de doble filo, que te casaste hase un mé y me quedé tan tranquilo. Otro cualquiera en mi caso, se hubiera echao a llorá, yo, crusándome de brazo dije que me daba igual. Y ná de pegarme un tiro ni liarme a mardisiones ni apedrear con suspiros los vidrios de tus barcones. ¿Que te has casao? ¡Buena suerte! Vive sien años contenta y a la hora de la muerte, Dios no te lo tenga en cuenta. Que si al pie de los artare mi nombre se te borró, por la gloria de mi mare que no te guardo rencor. Porque, sin sé tu marío, ni tu novio, ni tu amante, yo soy... quien más t'ha querío... ¡Con eso tengo bastante! *** —¿Qué tiene er niño, Malena? Anda como trastornao, tié la carilla de pena y el colorsillo quebrao. Y ya no juega a la tropa, ni tira piedras al río, ni se destrosa la ropa subiéndose a coger níos. ¿No te parese a ti extraño, no ves una cosa rara que un chaval de dose años lleve tan triste la cara? Mira que soy perro viejo y estás demasiao tranquila. —¿Quiere que te dé un consejo? Vigilia, mujé, ¡vigila! Y fueron dos sentinela los ojitos de mi mare. —Cuando sale de la escuela se va pa los olivare. —Y ¿qué busca allí? —Una niña, tendrá el mismo tiempo que él. José Migué, no le riñas, que está empesando a queré. Mi pare ensendió un pitillo, se enteró bien de tu nombre, te regaló unos sarsillos y a mí un pantalón de hombre. Yo no te dije "te adoro" pero amarré en tu barcón mi laso de seda y oro de primera comunión. Y tú, fina y orgullosa, me ofresiste en recompensa dos sintas color de rosa que engalanaban tus trensas. —Voy a misa con mis primos. —Bueno, te veré en la ermita. Y qué serios nos pusimos al darte el agua bendita. Mas luego en el campanario, cuando rompimos a hablar: —Dise mi tita Rosario que la sigüeña es sagrá, y el colorín, y la fuente, y las flores, y el rosío, y aquel torito valiente que está bebiendo en el río; y el bronse de esta campana, y el romero de los montes, y aquella línea lejana que la llaman... ¡horisonte! ¡Tó es sagrao: tierra y sielo porque así lo hiso Dió! ¿Qué te gusta más? —Tu pelo. ¡Qué bonito me salió! —Pues, ¿y tu boca, y tus brasos, y tus manos reonditas, y tus pies fingiendo el paso de las palomas suritas? Con la puresa de un copo de nieve te comparé; te revestí de piropos de la cabesa a los pié. A la vuerta te hise un ramo de pitiminí, precioso y a luego nos retratamos en las agüitas de un poso. Y hablando de estas pamplinas que se inventan las criaturas, llegamos hasta tu esquina cogíos por la sintura. Yo te pregunté: —¿En qué piensas? Tú dijiste: —En darte en beso. Y yo sentí una vergüensa que me caló hasta los huesos. De noche, muertos de luna, nos vimos por la ventana. —¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna, le estoy cantando la nana. "Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco". Y mientras que tú cantabas yo, inosente me pensé que nos casaba la luna como a marío y mujé. ¡Pamplinas! ¡Figurasiones que se inventan los chavales! Después la vida se impone: tanto tienes, tanto vales; por eso, yo al enterarme que llevas un mes casá, no he dicho que iba a matarme, sino que me daba iguá. Mas como es rico tu dueño, te vendo esta profesía: tú, por la noche, entre sueño soñarás que me querías, y recordarás la tarde que mi boca te besó y te llamarás "¡cobarde!" como te lo llamo yo. Y verás, sueña que sueña, que me morí siendo chico y se llevó la sigüeña mi corasón en su pico. Pensarás: "no es sierto ná, yo sé que lo estoy soñando"; pero allá en la madrugá te despertarás llorando, por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino el que más te ha querío. Con eso tengo bastante. Por lo demás, tó se orvía. Verás cómo Dios te manda un hijo como una estrella; avísame de seguía, me servirá de alegría cantarle la nana aquella: "Quítate de la esquina, chiquillo loco, que mi mare no quiere ni yo tampoco". Pensarás: "no es sierto ná, yo sé que lo estoy soñando". Pero allá en la madrugá te despertarás llorando por el que no es tu marío, ni tu novio, ni tu amante, sino el que más te ha querío. Con eso... ¡tengo bastante! ROMANCE DE LA VOZ EN LA SANGRE Fue hacia la tercera luna cuando lo sintió en los centros. Estaba sobre la hierba, tumbada de cara al cielo —viendo la tarde morirse sobre sus ojos abiertos— cuando notó en la cintura como un pájaro pequeño, que aleteó por lo oscuro de su vientre unos momentos, y luego vino a pararse sobre su talle, en silencio... Fue hacia la tercera luna cuando lo sintió en los centros... Un ¡ay! de gozo y asombro y otro de duda y recelo salieron de su garganta. Las palomas de su pecho se erizaron de blancura, y un temblor de alumbramiento sacudió de sur a norte todo el mapa de su cuerpo e hizo crujir entre sombras las ramas de su esqueleto... En un brinco de gacela se ha levantado del suelo y ha echado a andar lentamente por la vereda de cedros. Parece tallada en tierra la cara de Sacramento. —Iré a ver a la Jacinta lo mismo que otras lo hicieron... Ella conoce las plantas y sabrá darme el remedio... —¿No te da pena matarme antes de nacer...? ¡Qué miedo le dio al escuchar la voz que le salía al encuentro, envuelta en hilos de sangre cortando su propio aliento! —¿Quién eres que así me hablas...? —Ahora, nadie... casi un sueño; mañana, si tú me dejas, un hombre de cuerpo entero... —¿Y qué voy a hacer, mi niño? —Parirme como un almendro en la mitad de la cama con las entrañas ardiendo. —¿Pero y mi honra? —Tu honra la limpiaré con mis besos: las madres después del parto quedan igual que un espejo... —Pero me faltan seis meses, seis plenilunios completos frente a los ojos que miran y las bocas de veneno. —¿Y a ti qué te importa nadie? Ponte delante del pueblo y escúpele la belleza de llevar un hijo dentro. —¡Temo a las lenguas cobardes! —Y en cambio no te da miedo ir a buscar una planta de sombra —flor de silencio—, para derramar mi vida por el primer sumidero y que no quede del hijo ni una fecha ni un recuerdo... —¡Calla! —No puedo callarme. Una perra no haría eso: me lamería los ojos hasta que los fuera abriendo... Pondría mi piel süave lo mismo que el terciopelo y luego ya, sin saliva, con los dientes en acecho, se tumbaría a mi lado hecha un río dulce y tierno, para que yo la dejara hasta sin cal en los huesos. —¡Por Dios! —Por Él, yo te pido que no me dejes sin cielo. Corta sábanas de holanda; borda pañales de céfiro; aprende nanas azules y planta naranjos nuevos..., y cuando me hayas parido como a un torito pequeño, abre puertas y ventanas, que me contemplen durmiendo lo mismo que un patriarca en el valle de tus pechos... La voz se apagó en la sangre; la cara de Sacramento parece como de barro de oscura que se le ha puesto, y con sus manos sin pulso se toca el vientre moreno... ¡Ay qué monte de alegría! ¡Qué rosal al descubierto! ¡Qué luna bajo la falda! ¡Qué lirio de tallo inquieto! —¡Yo te juro, amor —mi niño—, por mis vivos y mis muertos, que te he de parir un día sonámbula de contento, aunque me escupan a una todas las lenguas del pueblo! SONETO Bebiéndome la dulce primavera me sorprendió la tarde junto al río y pude contemplar a mi albedrío el idilio del agua y la palmera. Me zambullí desnudo en la pecera buscando un corazón igual que el mío, y no encontré ni un faro ni un navío que me hiciera señales de bandera. La noche iba saltando por la orilla y puso en mi cabeza despeinada el filo verde-azul de su cuchilla. Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna, quiso el viento mandarle a mi jugada el blanco salvavidas de la luna. DUDA ¿Por qué tienes ojeras esta tarde? ¿Dónde estabas, amor, de madrugada, cuando busqué tu palidez cobarde en la nieve sin sol de la almohada? Tienes la línea de los labios fría, fría por algún beso mal pagado; beso que yo no sé quién te daría, pero que estoy seguro que te han dado. ¿Qué terciopelo negro te amorena el perfil de tus ojos de buen trigo? ¿Qué azul de vena o mapa te condena al látigo de miel de mi castigo? ¿Y por qué me causaste este pena si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo? CUATRO SONETOS DE AMOR I Decir "te quiero" con la voz velada y besar otros labios dulcemente, no es tener ser, es encontrar la fuente que nos brinda la boca enamorada. Un beso así no quiere decir nada, es ceniza de amor, no lava hirviente, que en amor hay que estar siempre presente, mañana, tarde, noche y madrugada. Que cariño es más potro que cordero, más espina que flor, sol, no lucero, perro en el corazón, candela viva... Lo nuestro no es así, a qué engañarnos, lo nuestro es navegar sin encontrarnos, a la deriva, amor, a la deriva. II Me avisaron a tiempo: ten cuidado, mira que miente más que parpadea, que no le va a tu modo su ralea, que es de lo peorcito del mercado. Que son muchas las bocas que ha besado y a lo mejor te arrastra en su marea y después no te arriendo la tarea de borrar el presente y el pasado. Pero yo me perdí por tus jardines dejando que ladraran los mastines, y ya bajo la zarpa de tus besos me colgué de tu boca con locura sin miedo de morir en la aventura, y me caló tu amor hasta los huesos. III Otro domingo más sin tu mirada, dejándome morir junto a la gente que pasa y que traspasa indiferente a mi canción de amor desesperada. Una yegua de celos colorada corre llena de furia por mi frente y galopa de oriente hasta occidente en busca de tu falsa coartada... Porque yo sé de más que en esta hora hay alguien que los labios te devora y comparte la cepas de tu vino. Mas, como de perderte tengo miedo, no ahondo en la maraña de tu enredo y comulgo con ruedas de molino. IV Peso poco en tu vida, casi nada, como un leve rumor, como una brisa, como un sorbo de fresca limonada bebido sin calor y a toda prisa. No adelanto el compás de tu pisada, ni distraigo la salve de tu misa, y en tu frente de nardo desvelado no llego ni a recuerdo ni a sonrisa. Y en cambio tú eres todo, mi locura, mi monte, mi canción, mi mar templado, el pulso de mi sangre, la llanura donde duermo sin sueño ni pecado, y el andamio en que apoyo con ternura este amor que nació ya fracasado. BALADILLA DE LOS TRES PUÑALES He comprado tres puñales para que me des la muerte... El primero, indiferencia, sonrisa que va y que viene y que se adentra en la carne como una rosa de nieve. El segundo, de traición; mi espalda ya lo presiente, dejando sin primavera un árbol de venas verdes. Y el último acero frío, por si valentía tienes y me dejas, cara a cara, amor, de cuerpo presente. He comprado tres puñales para que me des la muerte... AUTO DE FE Esta noche de agosto he quemado tus cartas... ¡Ocho años de vida apasionada! Mi corazón ardía en medio de las llamas, rodeado de fechas, ¡cenizas de mi alma! Los abrazos crujían, los besos se quejaban, y los dulces "¡te quiero!" de tinta y de esperanza, en una pirüeta de fuego, se rizaban. Como una serpentina, tu nombre se alargaba, y era un puente la firma sobre un río de brasas que, silenciosamente, sin voz, se desplomaba. Esta noche de agosto he quemado tus cartas... ¡Ocho años de vida apasionada! ENCUENTRO Me tropecé contigo en primavera, una tarde de sol delgada y fina, y fuiste en mi espalda enredadera y en mi cintura, lazo y serpentina. Me diste la blandura de tu cera y yo te di las sal de mi salina. Y navegamos juntos, sin bandera, por el mar de la rosa y de la espina. Y después, a morir, a ser dos ríos sin adelfas, oscuros y vacíos, para la boca torpe de la gente... Y por detrás, dos lunas, dos espadas, dos cinturas, dos bocas enlazadas y dos arcos de amor de un mismo puente. CENTINELA DE AMOR Te puse tras la tapia de mi frente para tenerte así mejor guardado y te velé, ¡ay, amor!, diariamente con bayoneta y casco de soldado. Te quise tanto, tanto, que la gente me señalaba igual que a un apestado; ¡pero qué feliz era sobre el puente de tu amor, oh, mi río desbordado! Un día me dijiste: —No te quiero... y mi tapia de vidrios y de acero a tu voz vino al suelo en un escombro. La saliva en mi boca se hizo nieve, y me morí como un jacinto breve apoyado en la rosa de tu hombro. NECESITO DE TI Necesito de ti, de tu presencia, de tu alegre locura enamorada. No soporto que agobie mi morada la penumbra sin labios de tu ausencia. Necesito de ti, de tu clemencia, de la furia de luz de tu mirada; esa roja y tremenda llamarada que me impones, amor, de penitencia. Necesito tus riendas de cordura y aunque a veces tu orgullo me tortura de mi puesto de amante no dimito. Necesito la miel de tu ternura, el metal de tu voz, tu calentura. Necesito de ti, te necesito. MUERTO DE AMOR No lo sabe mi brazo, ni mi pierna, ni el hilo de mi voz, ni mi cintura, ni lo sabe la luna que está interna en mi jardín de amor y calentura. Y yo estoy muerto, sí, como una tierna rosa, o una gacela en la llanura, como un agua redonda en la cisterna o un perro de amarilla dentadura. Y hoy que es Corpus, Señor, he paseado mi cadáver de amor iluminado, como un espantapájaros siniestro. La gente, sin asombro, me ha mirado y ninguno el sombrero se ha quitado para rezarme un triste Padrenuestro. LLUVIA a Conchita Herrera ¡Te quiero!, me dijiste, y la flor de tu mano puso un arpegio triste sobre el viejo piano. (En la ventana oscura la lluvia sonreía... Tamboril de dulzura. Gong de monotonía). —¿Me querrás tú lo mismo? Y en tu voz apagada hubo un dulce lirismo de magnolia tronchada. (La lluvia proseguía llorando en los cristales... Cortina de agonía. Guadaña de rosales). —¡Para toda la vida!, te dije sonriente. Y una estrella encendida te iluminó la frente. (La lluvia proseguía llamando en la ventana con una melodía antigua de pavana). Después, casi llorando, yo te dije: ¡Te quiero! Y me quedé mirando tus pupilas de acero. —¡Para toda la vida! dijiste sonriente, y una duda escondida me atravesó la frente. (En la ventana oscura la lluvia proseguía rimando su amargura con la amargura mía). (año 1930) NOVIO Novio, novio mío, siempre novio. Hace que somos los dos seis años unos del otro. Tu boca miel de la mía, tus ojos luz de mis ojos. Novio, novio mío, siempre novio. Por el jardín los dos juntos, bajo el laurel los dos solos, y en nuestro amor embebidos, pendientes uno del otro. Saben lo que me preguntas y saben qué te respondo. Saben que por más que sepan, saben de los dos bien poco. Nadie comprende lo nuestro, es algo maravilloso. Nadie nos pregunta nada porque ya lo saben todo. Novio, novio mío, siempre novio. Por la tarde los dos juntos por la noche los dos solos, por la mañana cogidos del brazo el uno del otro. No nos casaremos nunca, y siempre seremos novios. SOLTERA Mi prima Matilde es guapa y soltera. Patio de mosaicos, zaguán y cancela y en medio del patio una fuente muerta. Mi prima Matilde, cuando va a la feria se pone claveles y mantilla negra, y sobre los ojos... una pena... pena. Sevilla se ríe entre las macetas y dice burlona: ¡Soltera, soltera! Abanico negro que el rubor la vela; rosario que llora en sus manos quietas y un ("¡Señor, no quiero quedarme soltera!"). En misa de una de la Magdalena, las torres, el río, las calles, las rejas, dicen a su paso: "tan guapa y... ¡qué pena!". Un hombre, el primero, llamó a su cancela y al mes de noviazgo la calle desierta; un leve pañuelo dejado en la reja, pedazos de cartas de picuda letra llevaba y traía el viento en la acera diciendo con burla: ¡Soltera! ¡Soltera! Después... aquel primo que bailó con ella una vez, y luego murió allá en la guerra dejándola un luto de magnolias muertas. En el gran biombo de mi tía Regla pájaros y flores con burla comentan: "Señora, esta niña se queda soltera". Luego... el extranjero que vino a las fiestas con lentes de oro y rubias guedejas y un idioma dulce como de ciruela, que habló de casarse... y se fue a su tierra. Después vino un suave profesor de orquesta; más tarde, un delgado maestro de escuela; mas ninguno de ellos duró en su cancela. Cada año que pasa mi prima se queda compuesta y sin novio, ¡Cirio de Cuaresma! Sevilla murmura: "Soltera..., soltera". BALADA DE LA PLAZA DEL MUSEO I En la plaza del Museo, con tus ojos me encontré. (¡Ay, Sevilla de torres altas! ¡Ay, Sevilla, verde laurel!) Amor, tú no me miraste, que fui yo quien te miré, y vi dentro de tus ojos una rosa y un clavel. (¡Ay, Sevilla de copla y beso! ¡Ay, Sevilla de anochecer!) Ni una palabra me hablaste, ni una palabra te hablé, y fuimos juntos, muy juntos, por calles de sombra y miel. ¡Ay, Sevilla, magnolia y cielo ¡Ay, Sevilla, suspiro en pie. II He pasado doce años sin acordarme de ti. (¡Ay, Sevilla balcón y luna! ¡Ay, Sevilla y Guadalquivir!) Hoy, de nuevo, en el Museo, amor, con tus ojos di; pero ya no son los mismos que yo quise para mí. ¡Ay, Sevilla, veleta y tapia ¡Ay, Sevilla, canción de abril! Son más grandes y más negros más dulces por el sufrir, más tristes y más brillantes; pero no los que yo vi. (¡Ay, Sevilla de nardo y torre Ay, Sevilla y Guadalquivir!) PARA TODA LA VIDA... ¿Me quieres, amor, me quieres? ¡Sí, para toda la vida!... y era yo quien preguntaba, siempre soñando una espina, siempre rondando una duda, siempre imaginando heridas. "¿Me quieres, amor, me quieres?" ¡Sí, para toda la vida!... Tardes, madrugadas, noches, mañanas y mediodías; en el balcón, en la calle, en el sueño, en la vigilia, siempre, siempre preguntando, corazón, si me querías, y de pronto, no sé cómo, sin una razón precisa, mi voz amarga y cansada se fue quedando dormida, y cayó sobre mi alma una lluvia dulce y fina que se fue cristalizando en nieve delgada y fría. y ya no pregunté más, corazón, si me querías. Ahora, eres tú quien se queja, quien pregunta y quien suspira ¿Me quieres, amor, me quieres?, me dices con voz dolida... y yo, de la misma forma con que tú me respondías, escondiendo la verdad debajo de la mentira, te digo ausente y lejano: —¡Sí, para toda la vida!... ROMANCILLO DE LA PLAZA MAYOR La mendiga pedía en la plaza mayor, muy vestida de negro, con un llanto en la voz. Era una viejecita de cuento y de dolor; los niños la miraban sentadita en el sol y decían a coro: —Perdone usted, por Dios. Pasaban las muchachas entre risas y flor, entre lazos y sueños, entre novio y canción y decían al verla: —Perdone usted, por Dios. Pasaban los soldados con un son de tambor, muy vestidos de gala con espuelas y ros, y decían alegres: —Perdone usted, por Dios. Señoras de abanico, señores con reloj, pasaban y pasaban por la plaza mayor, diciendo entre remilgos: —Perdone usted, por Dios. Con un libro en la mano también pasaba yo, una tarde tras otra deshojando un amor, pero no le decía: —Perdone usted, por Dios. Le daba unas monedas pensando con temor: "Ay, si fuese mi madre —¡no lo quiera el Señor!quien pidiera en la plaza, sentadita en el sol, y todos le dijesen: —¡Perdone usted, por Dios!" LUTO Yo llevo luto por ti y no me visto de negro. Tengo el corazón colgado de paños de terciopelo, y una camelia de sombra se me deshoja en el cuello. Al reloj de nuestras citas se le cayó el minutero a las doce menos cuarto de una noche de Año Nuevo. ¿Qué brazo enlaza tu talle? ¿Qué labio busca tu beso? ¿En qué parque sin jazmines se deshoja tu secreto?... Yo llevo luto por ti y no me visto de negro. MIEDO Dentro de un miedo amarillo espero tu puñalada; ¡mátame con una espada si no puedes con cuchillo! Ya me he quitado el anillo y he firmado el testamento; ya me he vestido de viento con dos lunas al costado, y te espero amortajado, firme, seguro y contento, a que cortes este aliento que sólo de ti ha alentado. A LA LIMA Y AL LIMÓN León y Quiroga I La vecinita de enfrente no, no, no tiene los ojos grandes, ni tiene el talle de espiga, no, no, ni son su labios de sangre. Nadie se acerca a su reja... nadie llama en sus cristales... que sólo el viento de noche es quien le ronda la calle. Y los niños cantan a la rueda, rueda, esta triste copla que el viento le lleva. (ESTRIBILLO) A la lima y al limón, tú no tienes quien te quiera. A la lima y al limón te vas a quedar soltera. ¡Qué penita y que dolor! ¡Qué penita y que dolor! La vecinita de enfrente soltera se quedó, solterita se quedó. ¡A la lima y al limón! II La vecinita de enfrente, no, no, nunca pierde la esperanza. Y espera de noche y día, sí, sí, aquel amor que no pasa. Se han casado sus amigas, se han casado sus hermanas y ella compuesta y sin novio se ha quedado en la ventana. Y otros niños cantan a la rueda, rueda, el mismo estribillo que el viento se lleva. (AL ESTRIBILLO) III La vecinita de enfrente sí, sí, a los treinta se ha casado, con un señor de cincuenta, sí, sí, que dicen que es magistrado. Lo luce por los paseos, lo luce por los teatros y va siempre por la calle cogidita de su brazo. Y con ironía siempre tararea el viejo estribillo de la rueda, rueda. NUEVO ESTRIBILLO A la lima y al limón, que ya tengo quien me quiera. A la lima y al limón, que no me quedé soltera. Ya mi pena se acabó. Ya mi pena se acabó, que un hombre llamó a mi puerta y le di mi corazón, y conmigo se casó. ¡A la lima y al limón! A TU VERA (bolero flamenco) Rafael de León y Juan Solano A tu vera, a tu vera, siempre a la verita tuya hasta que por ti me muera. Que no mirase tus ojos, que no llamase a tu puerta, que no pisase de noche las piedras de tu calleja. A tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya hasta que por ti me muera. Mira que dicen y dicen, mira que la tarde aquella, mira que si fue y si .vino de su casa a la Alameda. y así mirando y mirando así empezó mi ceguera, así empezó mi ceguera. A tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya hasta que de amor muera. Que no bebiese en tu pozo, que no jurase en la reja, que no mirase contigo las lunas de primavera. A tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya hasta que por ti me muera. Ya pueden clavar puñales, ya pueden cruzar tijeras, ya pueden cubrir con sal los ladrillos de tu puerta. Ayer, hoy, mañana y siempre eternamente a tu vera, eternamente a tu vera. A tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya. COMO UNA HERMANA Quintero, León y Quiroga Si no te dije te quiero y no he rondao tus balcones, a qué me vienes ahora llorando por los rincones. Más de cuatro veces te he dicho, serrana, que yo solamente podría quererte igual que a una hermana. Te debe de dar alegría saber que te estoy queriendo como una hermanita mía. Carita de magdalena, medallita de marfil a mí me da mucha pena de que tú llores por mí, alégrate, dolorosa, y alégrate, con razón, que a mí me gustan tus rosas pero no las de pasión. ¿Por qué si nunca te hablé de amores ni casamiento le vas diciendo a la gente que falto a mi juramento? Nunca se han juntado tu boca y la mía, lo mismo que nunca te he dicho, serrana, que yo te quería. Yo no te he jurao en vano, tú y yo nos quisimos siempre lo mismo que dos hermanos. Carita de magdalena, ... (etc.) CONSEJOS (canción) Rafael de León y Muñoz Molleda I Consejos en amores nunca los sigas, nunca los sigas. Sobre todo si vienen de tus amigas, de tus amigas. ¡Ah, ah, ah, ah! Si estás casada y celas a tu marido, no tomes el consejo de otra mujer, porque seguramente esa que te ha advertido con lo que a ti te pasa tiene que ver. II Ten un novio seguro y un pretendiente, y un pretendiente, y pasarás la vida tan ricamente, tan ricamente. ¡Ah, ah, ah, ah! Que la mujer discreta que es entendida a dos hombres en suerte siempre tendrá. Si una vela se apaga otra queda encendida y así nunca soltera se quedará. III Cuando un hombre te diga: "yo soy soltero", "yo soy soltero", piensa que está casado y es forastero, y es forastero. ¡Ah, ah, ah, ah! Si dice que es viudo y habla de hijos de ninguna manera lo creerás; has de hacer con los hombres como en los acertijos: pensar mal casi siempre y acertarás. COPLAS DE LUIS CANDELAS Letra: Rafael de León Música: Manuel Quiroga (pasodoble) I Decidle al señor Alcaide, decidle al Corregidor, que yo por Luis Candelas me estoy muriendo de amor... Decidle que es un canalla, decidle que es un ladrón, y que he dejado que robe con gusto mi corazón. Que corra de boca en boca esta copla que yo canto como si estuviera loca: (estribillo) Debajo de la capa de Luis Candelas mi corazón amante vuela que vuela. Madrid te está buscando para perderte y yo te busco sólo para quererte. Que la calle en que vivo está desierta y de noche y de día mi puerta abierta. Que estoy en vela, que estoy en vela para ver si me roba, ¡ay!, Luis Candelas... II Anoche una diligencia, ayer el palacio real, mañana quizá las joyas de alguna casa ducal... Y siempre roba que roba, y yo por él siempre igual, queriéndolo un día mucho y al día siguiente más. Y no importa que la gente mi canción, que va en el viento, traiga y lleve maldiciente. (al estribillo) y FIN DIME QUE ME QUIERES Si tú me pidieras que fuera descalza, pidiendo limosna descalza yo iría. Si tú me pidieras que abriera mis venas un río de sangre me salpicaría. Si tú me pidieras que al fuego me echase, igual que madera me consumiría. Que yo soy tu esclava y tú el absoluto señor de mi cuerpo, mi sangre y mi vida. Y a cambio de eso, que bien poco es oye lo que quiero decirte a ti: Dime que me quieres, dímelo por Dios. Aunque no lo sientas, aunque sea mentira, pero dímelo. Dímelo bajito, te será más fácil decírmelo así. Y el te quiero tuyo será pa' mis penas, lo mismo que lluvia de mayo y abril. Ten misericordia de mi corazón. Dime que me quieres. Dime que me quieres, dímelo por Dios. Si no me mirasen tus ojos de almendra, el pulso en las sienes se me pararía. Si no me besasen tus labios de trigo, la flor de mi boca se deshojaría. Si no me abrazaran tus brazos morenos, pa siempre los míos, en cruz quedarían. Y si me dijeras que ya no me quieres no sé la locura que cometería. Y es que únicamente yo vivo por ti. Que me das la muerte o me haces vivir. Dime que me quieres, dímelo por Dios. Aunque no lo sientas, aunque sea mentira, pero dímelo. Dímelo bajito, te será más fácil decírmelo así. Y el te quiero tuyo será pa' mis penas, lo mismo que lluvia de mayo y abril. Ten misericordia de mi corazón. Dime que me quieres. Dime que me quieres, dímelo por Dios. GARLOCHÍ* Letra: Rafael de León Música: Juan Solano Vas contándole a la gente que te mueres tú por mí no te mueras de repente que me pones a morir. Vas largando a lo vecinos que si vine o si fui..., hay que ver lo torbellino que tú formas con la muí. Garlochí, la vía que me pidieras, garlochí, la vía que yo te diera, garlochí me robas mi garlochí, mi garlochi. Garlochí, por ti pierdo yo el sentío, garlochí, te quiero cariño mío, garlochi, ¡ay! garlo.. mi garlochí. Ven y espérame, ven junto a mí y te daré, mi garlochí: ¡pan tostaito migaito con café! ¡pan tostaito migaito con café! Tu cariño me encandila y ya dicen por ahí que queriendo se me alila pues te quiero sólo a ti. No me importa que lo cuentes porque dicen la verdad, si algún día te arrepientes ya remedio no tendrá. Garlochí...... * = corazón, en lenguaje gitano. ROCÍO Con sombrero negro y chaqueta corta en las brujas horas del anochecer por mi calle abajo pasaba un mocito de quien sin saberlo yo me enamoré. Un domingo claro que abril sonreía se paró en mi reja gallardo y juncal y me dijo alegre: “Con usted, mi vía, unas palabritas tengo yo que hablar”. Hablamos de muchas cosas que el viento se las llevó tan solamente una copla en mi alma se quedó: — estribillo — Rocío, ay mi Rocío, manojito de claveles, capullito florecío, de pensar en tus quereles voy a perder el sentío porque te quiero mi vía como nadie te ha querío. Rocío, ay mi Rocío. Se alejó el mocito de la vera mía; fue mentira todo lo que me juró y mis ojos lloran tras la celosía por aquel cariño que se marchitó. Ayer por la tarde hablando al oído con otra del brazo le he visto pasar me ha vuelto la cara, no se ha conmovido, pero estoy segura que me vio llorar. A pesar de su desprecio yo no le puedo olvidar; me acuerdo de aquella copla que un día le oí cantar: — estribillo — Rocío, ay mi Rocío, manojito de claveles, capullito florecío, de pensar en tus quereles voy a perder el sentío porque te quiero mi vía como nadie te ha querío. Rocío, ay mi Rocío. LA NIÑA DE LA ESTACIÓN Letra: Rafael de León Música: Quiroga (canción cómica) I Los suspiros son aire y van al aire las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando un amor se pira, ¿sabes tú dónde va? Bajaba todos los días de su casa a la estación con un libro entre las manos de Bécquer o Campoamor. Era delgada y morena, era de cintura fina, era más cursi que un guante la señorita Adelina. Y como ver pasar trenes era toda su pasión, en el pueblo la llamaban, la Niña de la Estación. ESTRIBILLO ¡Adiós, señor, buen viaje! ¡Adiós, que lo pase bien! ¡Recuerdos a la familia! ¡Al llegar escríbame! ¡Mándeme usté la sombrilla! ¡No olvide "La Ilustración"! ¡Y no olvide que me llaman la Niña de la Estación! II Volverán las oscuras golondrinas en mi balcón sus nidos a colgar, pero aquel ambulante de correos, aquel no volverá... Descarriló el tren expreso una mañana de abril y aquel descarrilamiento hizo a Adelina feliz. Ella vendóle la frente y lo cuidó como a un niño, y él, que era guapo y valiente, juróle eterno cariño. Y luego cuando a la noche volvió a partir en el tren, con voz de carne membrillo así le dijo al doncel... ESTRIBILLO Adiós, amor, buen viaje. Adiós, que lo pases bien. Recuerdos a tu familia. Al llegar escríbeme. No te olvides del retrato, mándame "La Ilustración" y no olvides que te espera la Niña de la Estación. III Mi carta que es feliz, pues va a buscaros, cuenta os dará de la memoria mía. Aquella mujer soy, que de esperaros, se quedó en la estación helada y fría. Pasaron meses y meses y aquel galán no volvió y Adelina se ha casado con el jefe de estación. Pero con tan mala suerte que a los dos días del hecho murió su pobre marido de dos anginas de pecho. Y la pobre medio loca creyéndose en la estación cuando ya se lo llevaban así al fiambre cantó: ESTRIBILLO Adiós, amor, buen viaje. Adiós, que lo pases bien. Recuerdos a la familia. Al llegar escríbeme. No te olvides del retrato, mándame "La Ilustración" y no tardes amor mío que hace frío en la estación. MADRINA Q-L & Q (pasodoble) Rondabas por mi dehesa y un día dijiste llegando a mi altura: —Su buen corazón, condesa, hará que muy pronto yo sea figura. Y ordené a mis mayorales conmovida por tu voz: —Apartarle dos erales que a este lo apadrino yo. Subistes a los carteles en un momento; el brillo de tus caireles son mi tormento. — estribillo — Madrina, por fuera jardín de rosas por dentro zarzal de espinas. Madrina, mi pena es de Dolorosa mas nadie me lo adivina. No saben de mi amargura pues tu locura sólo es el toro y a solas me bebo el llanto de tanto y tanto como te adoro. Madrina, madrina sin un lucero, madrina sin un "te quiero", la gente no se imagina que el hombre de mi corazón me llame sólo "madrina". Por culpa de una sonrisa que echaste a unos ojos que había en barrera un toro de mi divisa sembró de amapolas tu estampa torera. —Si se salva padre mío en silencio seguiré, yo en tus manos lo confío eres tú el del Gran Poder. De nuevo por las arenas viste de luces y yo mi caudal de pena lloro entre cruces. — estribillo — Madrina, por fuera jardín de rosas por dentro zarzal de espinas. Madrina, mi pena es de Dolorosa mas nadie me lo adivina. No saben de mi amargura pues tu locura sólo es el toro y a solas me bebo el llanto de tanto y tanto como te adoro. Madrina, madrina sin un lucero, madrina sin un te quiero, la gente no se imagina que el hombre de mi corazón me llame sólo "madrina". NO ME QUIERAS TANTO Letra: Rafael de León, Música: Manuel Quiroga (zambra—canción) I Yo tenía veinte años y él me doblaba la edá. En mis sienes había noches y en las suyas madrugás. Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cumplió; ná me fartaba con él. Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos, yo me dejaba queré. Amor me pedía como un pordiosero, y yo le clavaba, sin ver que sufría, cuchillos de acero. — estribillo — ¡No me quieras tanto ni llores por mí! No vale la pena que por mi cariño te pongas así. Yo no sé quererte lo mismo que tú, ni pasar la vida pendiente y esclava de esa esclavitú. ¡No te pongas triste, sécate ese llanto! Hay que estar alegre, mírame y aprende: ¡No me quieras tanto...! II Con los años y la vía ha cambiao mi queré y ahora busco de sus labios lo que entonces desprecié. Cegaíta de cariño yo le ruego que me ampare, que me tenga cariá. Se lo pido de rodillas por la gloria de su mare y no me sirve de ná. Como una mendiga estoy a su puerta y con mis palabras mi pena castiga dejándome muerta. — al estribillo — ¡No me quieras tanto ni llores por mí! No vale la pena que por mi cariño te pongas así. Yo no sé quererte lo mismo que tú, ni pasar la vida pendiente y esclava de esa esclavitú. ¡No te pongas triste, sécate ese llanto! Hay que estar alegre, mírame y aprende: ¡No me quieras tanto...! — estribillo final — De tó lo der mundo sería capaz, con tal que el cariño que tú me tuviste volviera a empezar. Por lo que más quieras sécame este llanto maldigo la hora en que yo te dije: "¡No me quieras tanto!" ROMANCE DE LA "OTRA" Letra: León, Quintero Música: Quiroga (Farruca) I ¿Por qué se viste de negro, —¡ay, de negro!—, si no se le ha muerto nadie? ¿Porqué está siempre encerrada, —¡ay, por qué!—. como la que está en la cárcel? ¿Por qué no tiene familia, ni perrito que le ladre, ni flores que la diviertan, ni risas que la acompañen? Del porqué de este porqué la gente quiere enterarse. Cuatro suspiros responden y no los entiende nadie. (bis) ESTRIBILLO Yo soy la otra, la otra, y a nada tengo derecho, porque no tengo un anillo con una fecha por dentro. No tengo ley que me ampare ni puerta donde llamar, y me alimento a escondías con tus besos y tu pan. Con tal que vivas tranquilo, ¡qué importa que yo me muera! Te quiero, siendo... ¡la otra!, como la que más te quiera. II ¿Por qué no fueron tus labios, —¡ay, tus labios! —, que fueron las malas lenguas, las que una noche vinieron, —¡ay, por qué!—, a leerme la sentensia? El nombre que te ofrecía ya no es tuyo, compañera; de azahares y velo blanco se viste la que lo lleva. Como fue tu voluntad mi boca no te dio queja, cumple con lo que has firmao, que yo no valgo la pena. (bis) ESTRIBILLO y fin SILENCIO CARIÑO MÍO Un torito de locura va corriendo por mis venas el torito de Miura de un querer que me envenena, yo no sé si darle muerte, Virgen morena del Maletillo o quedarme con mi suerte y que me claven siete cuchillos. Y sin juez ni tribunales a morir yo me sentencio con mis duquitas mortales en una cruz de silencio. Silencio cariño mío no te escapes de mi boca, escóndete en mi sentido aunque yo me vuelva loca. Silencio para el "te quiero" de mi boca cuando cante, silencio para el "me muero" por los ojos de mi amante. Entierra tu ventolera en el monte del olvido y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras ¡silencio cariño mío! Yo sé bien que tú me tienes en los ojos noche y día yo te llevo entre las sienes pa' los restos de la vida voy bordando en seda fina un pañuelito de mil colores con tu nombre en cada esquina como si fueran ramos de flores. Y por no causar un daño a morir yo me sentencio y a verte como un extraño desde mi cruz de silencio. Silencio cariño mío no te escapes de mi boca, escóndete en mi sentido aunque yo me vuelva loca. Silencio para el "te quiero" de mi boca cuando cante, silencio para el "me muero" por los ojos de mi amante. Entierra tu ventolera en el monte del olvido y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras ¡silencio cariño mío! Entierra tu ventolera en el monte del olvido y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras ¡silencio cariño mío! TE LO JURO YO (canción) (estribillo) Mira que te llevo dentro de mi corazón por la salusita de la mare mía te lo juro yo. Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú y que mis sacais si digo mentira se queden sin luz. Por ti yo sería capaz de matar; por ti contaría la arena del mar, y que si te miento me castigue Dios, eso con la mano sobre el evangelio te lo juro yo. Yo no me di cuenta de que te tenía hasta el mismo día en que te perdí y vi claramente lo que te quería cuando ya no había remedio pa mí. Llévame por calles de hiel y amargura, quiebra mi cintura y hasta pégame, y échame en los ojos un puñao de arena, mátame de pena, pero quiéreme. (estribillo — bis) Mira que te llevo dentro de mi corazón por la salusita de la mare mía te lo juro yo. Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú y que mis sacais si digo mentira se queden sin luz. Por ti yo sería capaz de matar; por ti contaría la arena del mar, y que si te miento me castigue Dios, eso con la mano sobre el evangelio te lo juro yo. (estribillo final) Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú y que mis sacáis si digo mentira se queden sin luz. TE QUIERO (canción) Es Carmelilla la cigarrera una mosita como no hay dos, es morenita y es trianera y tié en su cuerpo la gracia e Dios. Los señoritos van a Triana a ve cual de ellos la pué lograr, pero con oro nadie la gana porque es gitana de caliá; tan sólo un mosito que bien la camela cantando bajito le dice a Carmela: (estribillo) Te quiero, porque tienes los ojitos lo mismito que luceros, te quiero, que me sabes a canela y me hueles a romero. Carmela mía, qué guapa eres, la más bonita de las mujeres; tú te ríes de los hombres y desprecias el dinero y por eso yo te quiero. Igual que Carmen la cigarrera ya Carmelilla famosa es porque en las plazas de España entera se aplaude el arte de su Manuel. El chavalillo que la quería sus ambiciones ya consiguió y es el torero de más valía que en la Maestranza se consagró. Y anoche en Santa Ana los dos se han casao y así a su gitana Manuel le ha cantao: (estribillo) Te quiero, porque tienes los sacais lo mismito que luceros, te quiero, que me sabes a canela y me hueles a romero. Carmela mía, qué guapa eres, la más bonita de las mujeres; tú te ríes de los hombres y desprecias el dinero y por eso yo te quiero. TRECE DE MAYO (canción) Letra: Rafael de León Música: Juan Solano ¡Ay, trece, trece de mayo, cuando me encontré contigo! ¡Ay, tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo! Y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío que borraron diferencias de linaje y apellido. ¡Bendita sea la mare, la mare que te ha parío! Que solita se quedó para darme a mí un jacinto que alegraba sus jardines y era gloria para el mío. (estribillo) ¿Quieres que vaya descalza? Yo me iré por los caminos. ¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho, que es mi corazón, cometa, y en tu mano está el ovillo; que es mi sinrazón, campana, y tu voluntad, sonido. ¡Ay, trece, trece de mayo, cuando me encontré contigo! Por tu queré, vida mía, voy borracha de cariño. Yo te quiero con el alba y de noche junto al trigo. Al atardecer te quiero cuando se callan los niños, madrugada, tarde y noche, por los siglos de los siglos. ¡Ay, trece, trece de mayo, lleno de amor y de olvido! Por la sangre me corrió un toro de escalofrío que dejó mi alma clavada en la plaza del suspiro. UN CLAVEL Letra: Rafael de León Música: Juan Solano Nadie sabe, nadie sabe, aunque todos lo quieren saber ni la clave, ni la llave de mi cuándo, mi cómo y porqué. Me gusta ser libre lo mismo que el viento que mueve el olivo y riza la mar meterme en la sombra de mi pensamiento y luego de noche ponerme a cantar. Un clavel, un rojo, rojo clavel, un clavel a la orilla de mi boca cuidé yo como una loca poniendo mi vida en él, y el clavel, al verte cariño mío se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel, se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel; que está quemando, que está quemando mi piel. Negro pelo, negro pelo que trasmina a menta y limón; negro ojos, negro celos primo-hermano de mi corazón. Me importa tres pitos que diga la gente que voy y que vengo por el arenal, que tengo gastadas las losas del puente de tanto cruzarlo por la madrugá. Y el clavel, al verte cariño mío, se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel se ha puesto tan encendido que está quemando mi piel que está quemando que está quemando mi piel. ________________________________________________________________________________ Más letras de canciones, en la página http://www.los-poetas.com/j//rafael.htm Si buscas algo en concreto de Rafael de León, escríbeme a [email protected]