Palabra perdurable El dinosaurio ya no estaba allí

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Siglo nuevo
NUESTRO MUNDO
Palabra perdurable
Saúl Rosales
H
ay un poema prehispánico náhuatl donde las voces de conspicuos poetas se entrecruzan en un diálogo de lamentos por la brevedad de la vida; se acongojan profundamente por la
finitud de la existencia personal y sufren
lo absurdo de vivir sin dejar de consolarse con la certeza de que son perdurables
sus palabras de poetas. Podríamos decir
que en nuestro tiempo las palabras de la
literatura.
El poema viene en el libro Poesía indígena, publicado por la UNAM. Fue traducido del náhuatl por Ángel María Garibay y él mismo lo tituló Concurso de
poetas en casa de Tecayehuatzin. La palabra “concurso” tiene el sentido de reunión, convergencia, encuentro, no de
competición. Así pues, en el poema dialogan quienes se dedicaban a la flor y el
canto (la poesía).
Cito estrofas en las que podemos escuchar y sentir la pasión del poeta náhuatl ante la vida y ante la muerte y también ante la palabra literaria:
¿Con que he de irme cual flores que fenecen? / ¿Nada será mi nombre alguna vez? /
¿Nada dejaré en pos de mí en la tierra? /
¡Al menos flores, al menos cantos! / ¿Cómo
hará mi corazón? ¡Ay, en vano hemos venido!, / ¡en vano hemos brotado sobre la
tierra!
Oh amigos, gocémonos: haya abrazos
aquí: / ahora andamos sobre la tierra-floriaquí
da: / nadie pondrá fin a los cantos floridos /
son perdurables en la morada del que da
vida.
Es la tierra región del brevísimo instante.
Los poetas prehispánicos no conocían la escritura pero tenían conciencia
de que la palabra poética sobrevive, de
que es inmune a la muerte y de que en
alguna medida lleva a sus autores más
allá del tiempo y hasta del espacio que
les tocó vivir. Repitamos los versos alusivos: nadie pondrá fin a los cantos floridos
/ son perdurables en la morada del que da
vida.
En esa medida, la literatura es una
tarea que por su esencia es trascendente.
Quien produce literatura, aun contra su
voluntad, dirige un signo estético al instante inmediato que es el espacio blanco
siguiente, y también al tiempo que no conocerá. Con la palabra que escribe, el literato lleva un trozo del presente que le
¶
Los escritores, digo,
que con el oficio
de la palabra, con
el hecho de escribir
y publicar, muestran
su confianza
en que vale la pena
despertar mañana
toca vivir al segundo inmediato y hasta el infinito futuro hipotético. Por eso debe auspiciarse la convergencia de creadores literarios que intercambien palabras, temas y problemas de su oficio, como en el Concurso de poetas en casa de Tecayehuatzin.
En este tiempo en que cunde el sinsentido de la vida humana desprestigiando el concepto de futuro, la preocupación por la palabra estética que fluye
de los escritores, es decir, la palabra no
domada, no burocratizada, no trivializada, sino independiente, insurgente,
insurrecta y luminosa, dotada de la luminosidad de la sorpresa, muestra que
un grupo humano valioso cree en ese
tiempo incierto pero probable que llamamos futuro.
Los escritores (vehículos de la conciencia de futuro; aunque lo son también,
paradójicamente, de la del sinsentido de
la vida humana como se ve en el pesimismo y el fatalismo de los existencialistas
que no se comprometen socialmente),
los escritores, digo, que con el oficio de la
palabra, con el hecho de escribir y publicar, muestran su confianza en que vale
la pena despertar mañana y enfrentar el
desafío de estar vivo, contribuyen a restablecer la confianza en el futuro.
No ignoramos que, contradictoriamente, antes han sido escritores quienes
han contribuido en inconmensurable
medida a divulgar el pesimismo del absurdo de vivir. En un sentido o en otro
los escritores son importantes para la
humanidad. La infaman o la enaltecen.
Si lo primero, provocan la literatura reivindicadora; si lo segundo, encontrarán
la empatía de los mejores.
Como los poetas prehispánicos, los
autores contemporáneos, al escribir y
publicar, aun contra sí mismos muestran la confianza en que nadie pondrá
fin a los cantos floridos, que son perdurables en la morada que es región del brevísimo instante.
Correo-e: [email protected]
El dinosaurio
ya no estaba allí
Angélica López Gándara
“
“C
uando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es la expresión
a la que han llamado el cuento más breve de la literatura. Son las siete palabras
del guatemalteco Augusto Monterroso.
La primera imagen que obtuve del cuenSn • 41
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