CANTO DE OTOÑO [B] ——— Bien: ya lo sé: la Muerte está sentada

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CANTO DE OTOÑO [B]
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Bien: ya lo sé: la Muerte está sentada
A mis umbrales: cautelosa viene—
Porque con más pujanza no alce el brazo
En mi defensa—cuando lejos viven
Padres e hijo. Al retornar enjuto,
Torvo, callado, del trabajo necio
Con que a los míos nutro, véola en calma
del invierno amparo,—
Cada tarde aguardándome a mi puerta,
calma, pálido la miro
¡En mi hijo pienso, y de sus secos brazos
Cada tarde me aparto!
Mas la muerte boa
La muerte que con su hálito oscurece
aliento como ella anubla,
El juicio de sus víctimas, y turba
y les
Los desmayados ojos, y las rinde
Lentas sin jugo, almas sin voz, en tierra!
¡Oh, duelos con la sombra! Oh pobladores
Ocultos del espacio! oh colosales
Gigantes, que a los vivos espantados
Mueven, dirigen, postran, precipitan!
Oh, tribunal terrible, donde esperan
Impalpables y lúgubres los jueces
A que, al volver de la batalla, rindan,
Como un árbol sus frutos, los humanos
Cuentas del alto generoso empleo
De las fuerzas magníficas que en vida
El rebosante pecho les hincharon!
Viles! el que es traidor a sus deberes
Muere como un traidor, del golpe propio
De su arma aleve el pecho atravesado.
Ved que no acaba el drama de la vida
En esta parte oscura;— ved que luego,
Tras la losa de mármol, o la blanda
Cortina de humo y césped, se reanuda
El drama portentoso; —ved, oh viles,
Que los buenos, los tristes, los burlados,
Serán en la otra parte burladores!
Viva bien el que quiera ahorrar la odiosa
Vida de penitencia, que en castigo
A mal vivir esta áspera de prueba
Con que a mi casa
En tierna
Constrictor, q. con su
presa,
ciego
Los grandes jueces de la sombra imponen!
Yo no! yo no! Los lóbregos espacios
Rasgué desde mi infancia con los tristes
Penetradores ojos: el misterio—
En un hora feliz de sueño acaso
De los jueces— así,— y amé la vida
Porque del doloroso mal me salva
De volverla a vivir. —Alegremente
El peso eché del infortunio al hombro;—
Que sé que el que en fricción y huelga vive.en huelga y regocijo vive
Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
Penas de la virtud, —irá confuso
Cual soldado cobarde que en herrumbre
Dejó las nobles armas,— y los jueces
No en su dosel le ampararán, no en brazos
Lo encumbrarán,— mas lo echarán altivos
A revolverse y batallar de nuevo
En la fogosa sofocante arena!—
Oh! qué mortal que se asomó a la vida
Vivir de nuevo quiere?...
De manera
Que bien puede la avara muerte ansiosa
Esperarme a mi umbral con cada turbia
Húmeda tarde del otoño, y puede
Irme tejiendo con helados copos
Mi manto funeral, porque con ellos
Al primer mes del duro invierno muera.
No lidié mal; no abandoné a la herrumbre
Las armas del amor; no de otra púrpura
Vestí que de mi sangre,—¡y a estos reyes
Que de su sangre visten, es seguro
Que no cierra su puerta el alto reino!
¡Listo estoy, madre muerte: abre los brazos;
Dame sueño mortal, y al juez me lleva!
¡Hijo! qué imagen miro? ¡qué llorosa
Visión rompe la sombra, y blandamente
Como con luz de estrella la ilumina?
¡Hijo! ¿qué me demandan tus abiertos
Brazos? ¿qué me señalas tu desnudo
Pecho? ¿por qué me muestras tus
Pies, aún no heridos, y las puras manos
Vuelves a mí, tristísimo gimiendo?
Cesa! calla! reposa! vive! El padre
No ha de morir, hasta que a la ardua lucha
Rico de todas armas, lance al hijo!
Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
Porque el que
De los abrazos de la muerte oscura
Y de su manto funeral me libren!—
[Ms. en CEM]
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