Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado. Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo. Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén. De la calma a la locura. “Habíamos creído que Dios era ternura. Ahora descubríamos que Dios era vértigo. Habíamos creído que Dios era soberanía. Ahora se nos hacía ver que Dios era ebriedad. Habíamos creído que Dios era la última calma. Y alguien vino a contarnos que Dios era locura”. Esto refleja la gran transformación que el Espíritu produjo sobre los Apóstoles el día de Pentecostés. Pero no deberíamos leerlo en pasado. Pentecostés se repite en cualquier momento de la historia. Siempre que nos dejamos invadir por el viento de Dios. El relato de la aparición de Jesús a los discípulos en el evangelio de Juan subraya la identidad del crucificado y resucitado, destaca la donación del Espíritu del Resucitado a los apóstoles y resalta que el medio adecuado para comunicar la fe en el Resucitado es el testimonio y la palabra. La victoria sobre la muerte y sobre el mal es el comienzo de la nueva creación. Jesús, Señor de la muerte y la vida, sigue dando su aliento de vida, soplando su fuerza de amor e infundiendo su Espíritu divino a la humanidad entera. Juan, al indicar la donación del Espíritu sin el artículo determinado, destaca la comunicación del Espíritu por parte de Jesús como un nuevo aliento, un nuevo impulso, un nuevo brío: “Reciban Espíritu santo”. En paralelismo con la primera creación (Gn 2, 4-25) donde se cuenta que el hombre recibió el aliento de Dios y se convirtió en ser vivo, en la nueva creación el ser humano recibe el aliento de Jesús crucificado y resucitado y se convierte en un ser nuevo. Este es un cambio cualitativo en el hombre y es un fenómeno del Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Este Espíritu se hace presente en la historia de modo singular como palabra generadora de vida nueva. La palabra es soplo, aliento, aire y espíritu articulado, cuya potencia es vital. Pero Jesús lo sigue haciendo desde dentro de la historia, en medio del sufrimiento y de la injusticia de la vida humana, a través de la palabra y del testimonio de los creyentes. Con el Espíritu los discípulos y nosotros recibimos los dones pascuales de la paz, la alegría y el perdón. El Espíritu que viene sobre nosotros, como vino sobre los primeros creyentes, irrumpe en el mundo y lo podemos sentir como viento fuerte, como ruido impetuoso, como fuego abrasador, que nos saca de la inercia anodina de la pasividad, del indiferentismo, de la abulia colectiva, del miedo paralizante, de la desidia y de la resignación ante nuestra situación personal, comunitaria, congregacional, eclesial. Ante la impotencia que parece provocar en nosotros el mal en sus múltiples manifestaciones, el del narcotráfico y la drogadicción que aniquila a tantos jóvenes, el de la corrupción y la difamación que destruye la dignidad y la credibilidad de las personas e instituciones, el del interés meramente económico absolutizado por las minorías pudientes del planeta, el de la violencia estructural tanto del sistema social como de la inseguridad ciudadana, el de la carencia de trabajo para tantas personas, los propios pecados personales, estructurales de nuestra congregación y de la Iglesia es posible esperar al Espíritu de la vida que viene también hoy a comunicar sus dones y ponerlos a nuestro alcance y al alcance de todos. ¿Qué espero del Espíritu Santo? Déjate iluminar por Él. Ven Espíritu liberador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo. Ven Espíritu renovador de Dios. La humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de tus hijos e hijas disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un corazón enfermo. Ven Espíritu consolador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia. Ven Espíritu bueno de Dios. Muchos de tus hijos e hijas no conocen tu amor ni tu misericordia. Se alejan de Ti porque te tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar contigo. Tu nombre se va borrando en las conciencias. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti. Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos. Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus hijos e hijas no sabemos cuidar la vida. No acertamos a progresar sin destruir, no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de tu mundo un lugar cada vez más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Infunde en nosotros tu aliento creador. Haznos caminar hacia una vida más sana. No nos dejes solos. Ven Espíritu Santo en este tiempo de Capítulo y ábrenos los ojos para descubrir los medios que tu divina providencia emplea para conducir a todos los hombres a la verdad. Que tu Presencia nos ilumine gradualmente y nos haga pasar de las sombras de la mediocridad y de la resignación a la luz de la vida eterna. Fortalece en nuestro corazón la certeza de que Tú nunca nos abandonas en la ignorancia y la debilidad y que solo nos pides que nos dejemos ayudar y educar por Ti. Ven Espíritu e ilumínanos para seguir dócimente tus llamadas. (JMLM Respuesta a las principales objeciones de los ateos (notas del Curso) 53 – 54 Ar. Ven Espíritu Santo sobre cada una de nuestras almas y derrama sobre nosotros tus luces, tu paz y todas las riquezas de tu gracia. Haz que dejemos todo para caminar juntos con y como Jesús. (JMLM M. 70 – 71) Ven Espíritu Santo, descansa sobre nosotros y haz que acojamos todo lo que tu amor nos regala haciendo brotar en nuestros corazones el arrepentimiento y el agradecimiento. (JMLM). Haznos agradecidos y arrepentidos. Ven Espíritu Santo y sigue llamándonos para que nos entreguemos totalmente a Dios como religiosos de forma que vivamos los votos de castidad, de pobreza y de obediencia, cultivemos la vida de comunión fraterna y de apostolado al servicio del pueblo de Dios, especialmente de la juventud con una predilección por los pobres, mediante la instrucción y la educación cristianas. Haznos fieles a nuestra vocación. (De RV C 1) Ven Espíritu Santo para que mantengamos intacta la fuerza de nuestro primer amor, renovemos el don gozoso de nosotros mismos, y nos abras el corazón a una fe que nos haga ver, con la mirada de Cristo, el mundo, las personas y los acontecimientos. (RVD 8) Renueva nuestro primer amor para amar más y a todos. Ven Espíritu Santo, testimonia tu libertad y reaviva en nosotros los dones y carismas regalos tuyos de forma que infundan dinamismo de vida a nuestra comunidad local, a nuestra comunidad congregacional y a nuestra familia religiosa y a los niños y jóvenes a los que Tú nos envías. (RVD 68). Infunde en nosotros dinamismos de vida. Ven Espíritu Santo pues solo con tu presencia seremos totalmente de Dios siendo lo que debemos y queremos ser: verdaderos menesianos. Tu Presencia nos hará saborear los consuelos, la paz y toda la alegría del mundo (JMLM). Ven y danos tu paz y tu alegría. Ven Espíritu Santo, infunde en nuestros corazones la esperanza y la caridad para que podamos vivir en la fe nuestra misión apostólica “de ir y hacer discípulos de todas las naciones… enseñándoles a guardar todo lo que Jesús nos ha mandado”: (RVD 104). Ven y haznos discípulos misioneros tuyos para siempre.