AL ESPÍRITU SANTO “Espíritu Santo”. José Pedro Manglano. Edic. Creo Espíritu, lléname, poséeme, dame tu luz y fuerza para vivir en toda su grandeza mi condición de cristiano: que, movido y transformado por ti, sea otro Cristo hoy, aquí y ahora. Que, como los primeros cristianos, sepa pegar fuego, quemar, dar sabor, arrastrar a los demás hacia ti, llevar por el mundo tu amor y tu paz; o mejor, que todo eso lo hagas tú en mí y conmigo. Que sea solidario, sincero, alegre, trabajador, leal, libre, generoso; y que, cuando haga falta, sepa enfrentarme con las cosas del mundo que no te agradan, sin miedo a parecer un loco a los ojos de los demás. Quiero estar absolutamente contagiado de tu locura. María, llena de gracia, buena esposa del Espíritu Santo, haz que este decenario me convierta; ayúdame a quita los obstáculos para que el Espíritu me divinice. Amén. Gracias, Espíritu, porque sin darme cuenta y sin saberlo, eres tú quien me mueve continuamente. Ahora entiendo por qué dice la Escritura que nadie puede ni siquiera decir “Señor, Señor” sin la ayuda del Espíritu. Gracias por todas las veces que me has ayudado y empujado a rezar o a hacer las cosas bien. ¡Empújame más fuerte y más veces! Y a partir de ahora, cuando rece, procuraré ver a Dios Padre delante de mi, a Dios Hijo a mi lado y a ti, Espíritu Santo, dentro de mi empujándome. Espíritu de fortaleza, poséeme totalmente. Gracias de nuevo. Espíritu Santo, quiero vivir en ti. Gracias por concederme la posibilidad de tener una vida divina, de participar de la vida de Cristo. Quiero nacer de nuevo, y que la vida sobrenatural sea cada vez mayor en m. Para eso trataré de frecuentar más los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión; y cuidaré la oración y la mortificación. Ya me doy más cuenta de que tu puedes concederme tus cosas en la medida en que vivo en ti. Gracias. Santa María, llena de gracia, ruega por nosotros. Santo Espíritu, que me dé cuenta de esta gran verdad. Ya no iré por la vida solo; ni me asustará nada, porque tú eres Dios, que todo lo puedes, y tú te encargarás de ir haciendo realidad lo que me pides. Me haré a la idea de que la vida es como un partido de tenis, de dobles: la pareja somos tú y yo, y tú llegas a todas a las que yo no llego. Gracias. Y eso sí: te pido con todas mis fuerzas que me ayudes para vivir siempre en gracia, cada día con más presencia de tu Persona en mí: quiero ser un goloso de tu gracia. Santa María, llena de gracia, Esposa del Espíritu de Dios, que le deje obrar en mí como tú le dejaste: que siempre le diga “Sí”. Ven, Espíritu Santo, a mí. Poco a poco procuraré ir achicando el agua de mi amor propio para estar cada vez más lleno de ti. Está claro: o tú o yo; y quiero que vivas tú en mí. Madre mía, tú estabas llena de gracia: así quiero vivir yo, con tu ayuda. Santo Espíritu, gracias por tus clases particulares. Quiero ser un verdadero santo, pero no me planteo más que hacer lo que hoy me enseñes: tú eres mi profesor. Quiero llevar las lecciones al día, y tú me irás llevando. Como sabes, no voy muy bien de oído del alma: por eso, por favor, grítame tus lecciones y dame tu fuerza para hacer siempre lo que me enseñes. Aparta de mí el agobio o la sensación de no poder: que cada día te diga sí a las lecciones que me des, que cada día haga mis deberes, que lleve las lecciones al día. Gracias. Espíritu Santo, que sepa pelear contigo aunque no te vea cerca en los momentos duros o difíciles, aunque me sienta solo, como colgado y sin apoyo. No permitas que jamás me separe de ti. Dame la fuerza de saber esperar y serte fiel en las temporadas malas. Me cuesta decírtelo, pero lo hago: quiero y amo esas pruebas, porque sé que son el camino, la forma que tú tienes de darme lo mejor, y de llevarme a ti. Que en los momentos de oscuridad y de especial dureza, estés dentro de mí haciéndome ver que son momentos buenos para mi conversión y nacimiento a la nueva vida que me quieres dar. Gracias. Espíritu Santo, ayúdame a juzgar las cosas que me ocurren, no de la forma natural de cualquier hombre, sino como las juzgas tú. Que nunca proteste: que vea que eso es un tesoro y que lo lleve con una sonrisa y agradeciéndotelo por dentro. Y por favor, Espíritu divino, dame tus dones: el don de ciencia, consejo, inteligencia, sabiduría, piedad, fortaleza y temor. Aunque no los merezca, los necesito para servirte y adorarte como mereces, para vivir contagiando a quienes tengo al lado, para amar el mundo y la vida como tú los amas. Gracias. Espíritu Santo dame todos tus frutos, y en concreto el de la alegría. Pero que se me meta en la cabeza que no la encontraré buscándola directamente con mis medios, sino que será un fruto que tú me darás si pongo mi cabeza y mi corazón en ti, y en los demás por ti; si mi vida la vivo contigo. Gracias. Santa María, Causa de nuestra verdadera alegría, ruega por nosotros. Espíritu de amor, creador y santificador de las almas, cuya primera obra es transformarnos hasta asemejarnos a Jesús, ayúdame a parecerme a Jesús, a pensar como Jesús, a hablar como Jesús, a amar como Jesús, a sufrir como Jesús, a actuar en todo como Jesús. Espíritu Santo, quiero hacerme dócil a tu enseñanza y vivir fiel a los ás pequeños toques de tus inspiraciones divinas. Sé mi luz y mi fuerza. Tú que hablas en el silencio del alma, dame el espíritu de recogimiento. Tú que desciendes a las almas humildes, dame espíritu de humildad, enséñame a vivir de tu amor y enséñame a repartir amor a mi alrededor.