La vida hay que disfrutarla

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La vida hay que disfrutarla
Aprende a Orar / Reflexiones para el cristiano de hoy
Por: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com
Disfruto caminar descalzo en la playa. Disfruto una cabaña con chimenea en la montaña. Disfruto el aroma de un buen café. Disfruto la
mirada de un niño al recibir su primera comunión. Disfruto la gozada de Jesús al entrar en el corazón de ese niño.
Disfruto contemplar las estrellas. Disfruto la satisfacción de un padre en la graduación de su hijo más pequeño. Disfruto los aplausos en
el funeral de un sacerdote fervoroso. Disfruto un buen filete asado a las brasas. Disfruto las lágrimas de un anciano cuando por fin recibe
visita en el asilo. Disfruto ver que las heridas más hondas de la vida llegan a ser fecundas. Disfruto cuando todos los semáforos me
tocan en verde. Disfruto beber la Sangre de Cristo cada mañana. Disfruto terminar la jornada cansado y satisfecho, y tantas cosas
más.... Y yo creo que Dios disfruta vernos disfrutar la vida.
Me gusta conversar con Alois, el jardinero de nuestra casa en Roma. Un día le pregunté si disfrutaba lo que hacía. Me respondió que al
inicio Dios dijo al hombre que trabajara y comiera. Y yo le dije: “Y que rezara”. Alois me aclaró que no, que Dios no le pidió a Adán que
rezara. Le pregunté: “¿Entonces qué hacía Adán cuando salía a caminar con Dios por el jardín del Edén en la brisa de la tarde?
¿Trabajar o rezar?” Respondió: “Ninguna de las dos, se la pasaban bien juntos, era como un pasatiempo…”
Estoy de acuerdo con Alois: hay que pasarlo bien junto a Dios. El buen cristiano disfruta los dones de Dios en la creación, le alaba y le
pregunta sorprendido: “¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?” (Sal 8, 5). Y orgulloso de su Padre reconoce: "Bueno es el Señor
para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras" (Sal 145,9) "Y vio Dios que era bueno... muy bueno" (Gn 1,4.10.12.18.21.31)
Disfrutar no es ceder a las tentaciones de pecado abusando de la bondad y la confianza de nuestro Creador. El pecado rompe la
armonía y lo echa todo a perder. Pecar es fallar al amor.
En cambio, tocar el instrumento que más te apasiona en la sinfonía de la historia, y tocarlo con todo el corazón, te realiza y te hace feliz.
Y tocarlo en la presencia de Dios es una forma de oración.
Creo que disfrutar las cosas buenas y bellas de la vida (aunque sean difíciles), acordarse de Dios en esos momentos y decirle:
“¡Gracias!”, es una oración que arranca de Dios una sonrisa
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