I N T R O D U C La España marítima del siglo XIX, sas lecturas. Un siglo que comienza naval en Trafalgar y que culmina con timo en Cavite y Santiago de Cuba ciertamente, al optimismo. C I Ó N comporta divercon un desastre otro revés maríque no animan, Sin embargo, a lo largo de toda la centuria, se suceden hechos esperanzadores del resurgimiento del poder naval: la aparición de la Marina de vapor, la guerra de Marruecos donde el apoyo naval fue decisivo, y la campaña del Pacífico, que inmortalizó nombres como los de Méndez Núñez, Topete, Alvargonzález o Antequera, son factores evidentes y convincentes de la recuperación naval. Pero la trayectoria de la Armada durante el siglo XIX, no podía sustraerse de las convulsiones políticas, y así, la llamada revolución Gloriosa de 1868, no hubiese sido posible sin la actuación de la Armada con el brigadier Topete al frente de la misma. Más tarde, las guerras carlistas y la revolución cantonal le devolvieron unas señas de identidad que parecían perdidas. I N T R O D U C C I Ó N [ PERÍODO 4. LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX ] CAPÍTULO I. TRAFALGAR, 1. GODOY EL FIN DE UNA ÉPOCA. Y LA SITUACIÓN INTERNACIONAL La permanente hostilidad de la Marina inglesa contra el tráfico, el comercio, los intereses españoles en América y el fracaso de los distintos estados europeos para restituir la derrocada monarquía francesa, indujeron al ya todopoderoso ministro de Carlos IV, Manuel Godoy —nombrado primer secretario de Estado y del Despacho Universal el 15 de noviembre de 1792—, a buscar una aproximación con el gobierno revolucionario de París y firmar la Paz de Basilea, el 22 de julio de 1795, y un año después, el 18 de agosto el primer Tratado de San Ildefonso que fue interpretada por Inglaterra como una alianza franco-española contraria a sus intereses. La reacción inglesa no se hace esperar y surge nuevamente una guerra hispano-inglesa (6 octubre) que puede ser considerada, en su desarrollo, en 2 tiempos: a) El inicio de la guerra como resultado de la alianza hispano-francesa (1796-1801). b) El reinicio de las hostilidades al romperse la Paz de Amiens por la firma del llamado Tratado de subsidios (1803). En ambos ciclos, la guerra contra Inglaterra se desenvuelve dentro del mecanismo clásico del siglo XVIII. España necesita al ejército francés y Francia precisa de la Armada española. Pero es una simbiosis ficticia, porque Inglaterra obstruye el tráfico colonial y hostiliza las posesiones españolas en América y allí los franceses cuentan ya muy poco. De esta manera, el primer ciclo de esta guerra hispano-inglesa, en su aspecto naval, es inquietante para nuestros intereses económicos por el bloqueo que la escuadra británica impuso a Cádiz, aislándola de las colonias americanas, por lo que una escuadra española que al mando de Juan de Lángara recorría las costas italianas contribuyendo a los éxitos del ejército de Napoleón, fue enviada al Atlántico a las órdenes de José de Córdoba, un cambio tan urgente como desafortunado, y así el 14 de febrero de 1797, Córdoba que llevaba un número de navíos superiores al conjunto de la flota inglesa, combatió en el cabo San Vicente con la escuadra del almirante Jervis y fue derrotado, dejando 4 naves en poder del enemigo por lo que se le sometió a consejo de guerra que le privó del mando y honores. Tras la batalla, los ingleses tuvieron vía libre para seguir amenazando las costas andaluzas y, concretamente, bloquear Cádiz. Mazarredo fue enviado a aquel puerto, cuya defensa preparó rápida y eficazmente, sobre todo, con lanchas cañoneras. Atacado por Nelson lo rechazó brillantemente tras varios días de violentos combates. La inteligencia de Mazarredo y Gravina, con los que colaboraron también eficazmente los marinos Churruca, Escaño y Espinosa, así como la actuación del gobernador de la ciudad, conde de Cumbrehermosa, que combinó el rechazo con los disparos de las fortificaciones, hicieron factible el triunfo. Los ingleses se convencieron que era imposible apoderarse del puerto y de la escuadra y se retiraron. Nelson partió hacia las islas Canarias donde intentó un desembarco en Santa Cruz de Tenerife, fiel a la consigna de su gobierno de hacer el mayor daño posible. Los derrotó el gobernador Gutiérrez y Nelson perdió el brazo. Pero la alianza francesa se iba transformando progresivamente en una rigurosa dependencia y si en los primeros podía preverse de un mutuo provecho, cuando nuestra escuadra, a remolque de la francesa, sea deshecha en Trafalgar, ya le resultará a Godoy más difícil hacer valer la importancia de España. Siguiendo su costumbre, Francia se entendió por separado con Inglaterra, dejando en entredicho a Godoy a pesar de sus protestas. El directorio fue cada vez más exigente y los planes marítimos franceses, humillantes para España. El favorito quedó en la cuerda floja tras el final de la guerra. Sin embargo, Napoleón tratará de rehabilitarlo para atraerlo a su causa. Los ingleses, con la escuadra del almirante Keith, bloquean nuevamente Cádiz. La Paz de Amiens firmada el 27 de marzo de 1802, vino a descargar un poco la pesada hipoteca francesa y, por medio de ella, se recupera Menorca. Sin embargo, la tregua sería corta y una nueva ruptura se produce en mayo de 1803, negociando Gravina un nuevo tratado de ayuda militar y naval en el proyecto francés de la invasión de Inglaterra. Quiso Gravina que la concentración de fuerzas navales se realizara en las Antillas, para atraer a los ingleses y poder caer de improviso sobre el lugar que más interesase, pero quedaba subordinado al espíritu pusilánime e irresoluto de Villeneuve. Se combatió en Finisterre sin nada resolutorio, y la escuadra franco-española llegó a Cádiz donde permanecería hasta el aciago día de Trafalgar. 2. EFECTIVOS, MANDOS Y DOTACIONES En los comienzos del reinado de Carlos IV, la Armada fue reforzada con la entrega de 6 navíos —2 de ellos de 3 puentes— y 16 fragatas bajo la dirección del bailío Valdés, que seguía ocupando el Despacho de Marina e Indias hasta su destitución en 1796. Según reza el Estado General de la Armada de 1793, la lista oficial de buques indica que la fuerza naval de combate estaba compuesta por: 79 navíos, 54 fragatas, 8 corbetas, 10 jabeques, 13 urcas y 34 bergantines. Sumando a estas cifras las de otras unidades menores. El número total de buques era de 289 y los requerimientos de personal para cubrirlas al completo, eran del orden de [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA ARMADA ESPAÑOLA ] |159| 112.000 hombres, lo que en un censo como el de España era poco menos que imposible, aún recurriendo a las levas forzosas. De todas estas unidades, se mantenían armados en tiempo de paz: 5 navíos, 20 fragatas, 5 corbetas, 5 jabeques, 9 urcas y 22 bergantines. En su conjunto, y en teoría, el potencial naval de España era el adecuado para apoyar una política de equilibrio entre Francia e Inglaterra, las 2 grandes potencias rivales, y no para pretender explotar ventajas en solitario frente a cada una de ellas. En los últimos años del siglo, se agrava el problema de la escasez de personal sobre todo al producirse los últimos grandes aprestos navales. Hubo que acudir nuevamente al sistema de las levas de tan malas experiencias, y esperar hasta 1802, en que mantenido el empeño de lograr buenas dotaciones, se promulga otra Ordenanza relativa a la matrícula, en ella se rubrica su carácter militar, aunque ya estuviese proclamado, disponiéndose que la matrícula esté a la orden única del Cuerpo Militar de la Armada, (Cuerpo General hoy) del Generalísimo del Mar (Godoy) que como primer jefe de la Marina, lo es de los Tercios Navales y de todas las matrículas. Pierden, por tanto, su independencia de los intendentes de los departamentos, cosa que ya había intentado el marqués de la Victoria sin demasiado éxito. Batalla de Trafalgar. (Museo Naval. Madrid) El personal era también numeroso entre los cuadros de mando: 90 oficiales generales, 589 jefes y 1.318 oficiales y guardiasmarinas. Aparte citaremos también a los Tercios Navales ⎯artilleros, ingenieros, cuerpo de ministerio, de intendencia a meritorio⎯, médicos cirujanos, curas, auditores, maestranza y gente de mar matriculada, aproximadamente 85.000, cantidad si se quiere excesiva en cuanto a mandos, pero con funciones específicas a su cargo. No serán menores los problemas del reclutamiento de marinería, dentro de las constantes del resurgimiento de la Armada, ya que en plena recuperación de la Marina borbónica la crisis de las vocaciones marineras se acusaba en términos ciertos, por lo que el marqués de la Ensenada trató de encontrar remedio formalizando la Matrícula de Mar y dando amplias facilidades para la selección. Mayor alcance normativo tendrán las Ordenanzas de 1748, donde se especifican de modo más concreto reglas para la marinería, ya que además de las relativas a la Matricula del Mar, están las que han de regir a bordo y a la instrucción militar que deben recibir. Pero el reconocimiento expreso de su condición militar, a diferencia del soldado que la tenía per se, no se producirá hasta 1802, en el proemio de las Ordenanzas de Matrícula de dicho año. La marinería estaría dividida en 4 partes que saldrían a campaña por riguroso turno, y el control de la matrícula naval, lo tendrían los intendentes del Departamento. |160| [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA Las Ordenanzas de 1793, ponen de relieve el carácter militar y combatiente de la marinería pero con notable discriminación con respecto a los soldados Quizás en el ánimo del legislador estuviese presente el espíritu de las Reales Ordenanzas del Ejército, que en 1769, se hicieron extensivas a la Marina. Hay fuero militar para el conocimiento y corrección de las faltas graves y también se ocupan de las Ordenanzas del vestuario, sin ánimo de uniformidad aunque se apunte el estilo marinero. DE LA Las excelentes cualidades de esta Ordenanza no fueron, sin embargo, la panacea deseada para acabar con las dificultades de obtención de dotaciones en las campañas que siguieron, recurriéndose en alguna ocasión a embarcar soldados del ejército para el desempeño de las funciones de marineros, funciones que ejercían con acusadas deficiencias pero que compensaban con una buena manifestación de disciplina y que una vez instruidos daban excelentes resultados. 3. LA BATALLA DE TRAFALGAR Trafalgar es la derrota naval de Napoleón, aunque España se viera implicada en ella por la alianza con Francia. El 20 de agosto de 1805, entraba en Cádiz la escuadra combinada franco-española al mando del almirante Villeneuve dubitativo e irresoluto en sus acciones. Fustigado por Napoleón y ante la amenaza de su relevo ya nombrado, y contra el parecer de los almirantes españoles convocados en Consejo de Mandos, se hizo a la mar el 21 de octubre, al mando de: 33 navíos, 15 españoles y 18 franceses, dispuestos en línea de fila rumbo norte. En las cercanías del cabo Trafalgar fueron avistados los 27 navíos que componían la escuadra del almirante Nelson, navegando en fase de aproximación a favor del viento largo del Oeste, dispuestos en 2 líneas de fila, convergentes al centro de la extensa fila en las que iban los buques de la escuadra combinada. Avanza Nelson a todo trapo con las 2 columnas paralelas conforme al plan trazado; una mandada por él mismo y otra por su segundo Collingwood. Su idea era ARMADA ESPAÑOLA ] [ PERÍODO 4. LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX ] cortar la retaguardia española entre la popa del Santísima Trinidad que manda Hidalgo de Cisneros y la proa del Bucentaure insignia de Villeneuve. LOCUCIÓN: TRAFALGAR, EL FIN DE UNA ERA. Asturias al que siguen el Montañés, San Justo, San Leandro y 5 navíos franceses. Herido gravemente Gravina —que morirá pocos días más tarde en Cádiz—, habrá de maniobrar su mayor general Antonio de Escaño. Con la derrota de la escuadra franco-española en Trafalgar, los sueños de invasión de Inglaterra, largamente acariciados por Napoleón, quedaron desvanecidos para siempre, aunque el emperador quitase desdeñosamente importancia al combate. Para España, el severo castigo sufrido en el combate significaría un golpe casi definitivo para su potencial naval, irreparable por cuanto los acontecimientos políticos internos y exteriores que se sucedieron, no permitieron contener el cada vez más acusado deterioro de su Hacienda, ni mucho menos, pudieron reponerse las pérdidas sufridas. Trafalgar es la derrota naval de Napoleón, aunque España —aliada a la fuerza— deba compartirla. Francia que había desaparecido del mapa americano como imperio, consuma su hundimiento irreparable a manos de Nelson en aguas de Trafalgar. Un imperio moría y otro alumbraba, con defunción y nacimiento provenientes ambos del mar. España —la derrotada circunstancial—, de haber sido un país con mayor conciencia marítima no hubiese asumido su hundimiento como potencia, pues aún quedaban navíos y fragatas suficientes para intentar su resurgimiento. Pero con la derrota de Trafalgar, se perdía el poco espíritu y visión marinera de un país gobernado sin pulso ni afán renovador y que nada hizo por conseguir la falta de hombres, pertrechos o inquietudes que había producido el desastre, y que comportaba nada más y nada menos que el fin de una era. 4. EL La maniobra calificada por los expertos de habilísima no fue intuida por el almirante francés, pero si captada por Gravina, que pidió por el código de señales autorización para maniobrar con independencia sin que ésta le fuera concedida. De todas formas, el Victory con 120 cañones no pudo conseguir su propósito al estrecharse los 2 navíos aliados, pero continuando en el empeño redoblaron los esfuerzos, consiguiendo la mitad de la escuadra inglesa pasar junto a la popa del Bucentaure, atacando después el centro. Contra el navío Santísima Trinidad que manda Uriarte atacan 4 buques ingleses: Leviathan, África, Neptune y Conqueror, que causan numerosas bajas. A media tarde, ya hay 10 navíos entre franceses y españoles fuera de combate y capturados por la tenaza de Collingwood. Se consuma el desastre en las alborotadas aguas tarifeñas. Los navíos Monarca con Argumosa al mando, Argonauta de Antonio Pareja y Bahama que manda Alcalá Galiano, sucumben ante el enemigo y en el San Juan Nepomuceno muere gloriosamente su comandante Cosme Damián Churruca, arrancada una pierna por una bala de cañón y sin querer arriar la bandera mientras le quede un soplo de vida. También inmolarán sus vidas Alcalá Galiano sabio astrónomo e hidrógrafo y Francisco Alsedo, comandante del navío Montañés que pertenecía a la escuadra de observación. OCASO DE LA REAL ARMADA Si a la muerte del último Austria español, Carlos II, la Marina española había dejado prácticamente de existir, consumidos los barcos y agotados los hombres, el final de reinado de Carlos IV, no va a deparar mejores expectativas tras la derrota de Trafalgar, que fulminó toda la obra reconstructora de los primeros Borbones. Y así, las consecuencias de aquel desdichado combate fueron funestas para el poder naval español. Se perdió algo más que una batalla, al acabarse con ella, la influencia de nuestra Marina en los destinos políticos y militares de Europa. Afirmó el poderío de Inglaterra, asegurándole el dominio del mar, a pesar de contar España todavía con un buen número de buques de gran porte que hubiera servido de base a una buena reconstrucción del poder naval de haber estado éste asentado sobre sólidos cimientos. El abandono de la Marina por la falta absoluta de cuidados en las materias primas; el mal sistema educativo del personal; el desprecio a los arsenales, antaño impulsados por el genio creador de grandes ministros y el desafortunado nombramiento del príncipe de la Paz para regir los destinos del almirantazgo, del que poco sabía, fueron factores decisivos para un inevitable ocaso. Los errores, en la Historia, alcanzan siempre un alto y doloroso precio. Con las primeras sombras de la tarde, termina la batalla y en esa misma hora el almirante Horatio Nelson, herido también de muerte, exhala su último suspiro en medio de su mayor triunfo. Gravina puede dirigirse a Cádiz donde le siguen con dificultad con el Príncipe de [ CENTRO Batalla de Trafalgar. (William Turner. Museo Marítimo Nacional. Londres). DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA ARMADA ESPAÑOLA ] |161| Un año después de Trafalgar, la Real Armada disponía de 38 unidades de primera línea, la mitad de las que tenía entre 1793 y 1797. En 1808, se agregaron 5 navíos y otros 5 en el año siguiente, los de la escuadra francesa del almirante Rosily que permanecían en Cádiz después del combate de Trafalgar, tomados por las fuerzas sutiles de la Armada cuando |162| [ CENTRO DE AYUDAS A LA ENSEÑANZA DE LA dio comienzo la guerra de la independencia contra la invasión de las tropas napoleónicas. Pero a pesar de las incorporaciones, y por las causas ante expuestas, ⎯desidia, falta de mentalidad y deficiente conducción política⎯, la Marina española había dejado de existir como instrumento operativo útil a la política de la nación. ARMADA ESPAÑOLA ]