autor : Adriana Bocchino Cartas... y más cartas: Cómo entretener a

Anuncio
autor : Adriana Bocchino
Cartas... y más cartas: Cómo entretener a la familia o el arte de querer a distancia
Querida familia: Tomo 1 Cartar europeas (1956-1962), de Manuel Puig, Buenos Aires, Entropía, 2005.
Las cartas europeas de Manuel Puig, cuidadosamente editadas por Graciela Golchluk el año pasado, remiten a un autor, un escritor de novelas que todavía no sabe –sobre todo él no
lo sabe-, que será un escritor de novelas. Lo que sí sabe es que está empeñado en meterse de lleno en el ámbito del cine y el espectáculo europeos.
Manuel empieza a viajar en barco hacia Europa el viernes 27 de julio de 1956, tan sólo con veintitrés años y decidido a ganarse el favor de maestros, directores,
productores, actores y actrices, a fin de llevar adelante un sueño: hacer películas. Películas como aquellas que lo mimaron desde chico en el cine España de su General Villegas
natal: primero, a los cuatro años, de la mano de su padre, Baldomero, para verLa novia de Frankestein y quitarse el miedo, y luego, casi a diario, de la mano de su madre, tanto sea
para ver películas de todo tipo como buscar libros en la Biblioteca Municipal que funcionaba en el mismo edificio, en el piso de arriba.
El viaje se realiza para seguir la carrera de dirección cinematográfica en el Centro Sperimentale di Cinematografía di Roma. Puig nunca llega a ser director de cine pero
las cartas que empieza a escribir desde el primer momento que pone un pie en el barco, la primera fechada a los tres días de haber zarpado, devuelven a la familia, a su madre, una
novela -una película, tal vez- como ellos deseaban sea vivida por Coco. Manuel Puig firma estas cartas familiares con la intimidad del sobrenombre, un perfecto desconocido para
quienes serán luego los lectores de sus novelas. Y si bien resultan familiares e íntimas también a los lectores de sus novelas futuras le ofrecen otra novela -la póstuma arriesgará su
prologuista: una novela de formación para dejar paso a una de iniciación, en la que el protagonista nos cuenta su viaje, sus diversas estadías, los paisajes que más lo conmocionan,
las personas que definen, por la positiva o la negativa, sus gustos, su estética, los amigos y las amigas, pero sobre todo, fundamentalmente, las películas, los espectáculos, la ópera,
la danza... Metidos en diagonal entre Coco y su familia, los lectores hacemos también el viaje. La escritura de las cartas tiene entre, tiene presente, siempre, a la familia, mamá,
papá, Carlitos, los tíos, los primos y las primas, los de acá y los de allá, los italianos por parte de madre, y los españoles por parte de padre. Puig, en viaje, se reconoce, se enmarca y
se desmarca, busca y se busca en las paradas de Montevideo y Santos, luego en Roma, en Parma, en Venecia, en Nápoles, en Capri, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid,
en Sevilla, en Valencia, en Mallorca, en Málaga, también en Grecia, Turquía y Suecia. Y de cada lugar Coco cuenta a su familia, nos cuenta, “sus impresiones”: cómo hablan, cómo
gesticulan, cómo y qué comen, cómo se visten o se bañan; contar cómo son las personas con las que se cruza parece una obsesión tal como la que despierta el cine. Cada lugar que
visita merece recorrer la cartelera, sea dónde sea, y cada película o espectáculo al que asiste merece un comentario. La familia, y nosotros, lectores de ojito, acceden, accedemos, al
pie de los estrenos, a los comentarios de un crítico de primera mano que no se deja llevar, ni siquiera, por sus propios amores: la adorada diva vista sin maquillaje puede bien ser
“horrible”, así como el famoso director con el que se deseaba filmar, un verdadero “aburrimiento”, esto dicho, las más de las veces, en el dialecto de la familia Delledonne, la rama
materna oriunda de Parma y de Piacenza. Se trata de una narración, un relato, que dice a la familia cuánto se la quiere en esa forma de tenerla siempre presente en cada carta casi
semanal. De alguna manera, Coco sigue hablando a través de sus cartas con sus padres y su hermano como si estuviera en el comedor –que no el living- de su casa, contándoles,
poco a poco, en los detalles que sabe los van a entretener, su viaje y las peripecias, nunca trágicas, tampoco dramáticas, de su viaje. A lo sumo, Coco pueda aburrirse con alguna
ciudad o con alguna persona, también con los espectáculos o los libros, pero, en general, aquellos incidentes que para un extranjero podrían resultar motivo de preocupación
extrema se resuelven como “un plato!”. No pierde ocasión, en cambio, para quejarse de la Argentina y sus funcionarios en las diversas embajadas, queja que se expandirá como una
mancha sobre todos los argentinos. La conversación se extiende en la sobremesa con el café y los dulces: las cartas permiten tener, entre-tener, tener esa conversación por escrito
entre las manos. Y esa conversación nos devuelve, además, otro Puig que el construido por la crítica basada en los reportajes realizados al mismo Puig o las lecturas especializadas
de sus novelas: aquí hay un Manuel, Coco más precisamente, que se dirige, casi con exclusividad en lo que a comentarios de cine o teatro se refiere, a una interlocutora
privilegiada, Male, su madre, a quien no necesita impresionar. Ellos, Coco y su madre –de quien no tenemos pero intuimos las respuestas- hablan de lo que a ellos les interesa, de
cosas cotidianas, entre las que las películas, los actores y las actrices, ocupan un lugar fundamental. Por aquí pasa la formación, el cine, y aquí se inicia el escritor de literatura, las
cartas.
Instalado -aunque esto suene a demasiado para Puig- Manuel comienza a dar clases particulares de inglés y francés, aprende alemán para poder ver las películas alemanas
sin doblaje –odia el doblaje-, consigue las primeras traducciones de guiones y subtitula algunas películas. Su manejo de diversos idiomas, y a la vez su fascinación por las diferentes
lenguas –es decir, la posibilidad de captar aquello que no se puede traducir- le permite no sólo ver las películas en su lengua original sino también relacionarse con infinidad de
personas y cruzar fronteras geográficas y, además, personales: no deja de tener una lengua materna -¿castellano o parmesano?- sino que adquiere otras, se obsesiona en adquirirlas,
como si lo fueran. Lo importante es poder oír en la otra lengua: sólo allí se entiende cómo piensa el otro y esto es fundamental para Puig a fin de encontrarse. En definitiva, en la
búsqueda de una profesión, un oficio, una lengua, una patria, Coco no elige ninguno por encima de otro, se queda con todo, y mientras prueba cada uno de los manjares los
comparte con la familia, y con nosotros. Se sentirá extranjero en todas partes y escribirá en diferentes idiomas para verse, para ver si puede verse. Los primeros guiones que él
considera terminados serán en inglés; ensayos previos, en la escuela del Centro Sperimentale, habían sido en italiano; una de sus novelas,Maldición eterna a quien lea estas páginas
, saldrá en inglés y en castellano, ySangre de amor correspondido será escrita primero en portugués y luego traducida por él mismo al castellano. ¿Cuál es su lengua? Posiblemente
la hibridez original sea la marca que puede seguirse desde las primeras cartas.
Comparto con Goldchluk cuando en el prólogo bien dice: “afuera del país pero no exiliado, de viaje por Europa pero no de paseo, extranjero en todas la lenguas,
Manuel Puig opera de manera inversa al escritor erudito que delimita un idioma preciso, inalienable, que cultiva un idioma al cual podrá volver siempre como una patria. Si
persigue una forma es aquella que lo llevará a las multitudes por el camino de la alineación”. Razón por la cual podría pensarse en Puig, desde este viaje, como nuestro primer
escritor posmoderno: despolitizado, en términos partidarios, cuando vuelva al país iniciados los ´60, ya convertido en Manuel Puig y su primera novela en ciernes bajo el brazo, la
Argentina y sus lectores, el campo intelectual, no podrán comprender su cosmopolitismo, su delirio por el cine, por los actores y las actrices, las diferentes escuelas
cinematográficas, ni tampoco muchas de sus críticas cinematográficas. Ni siquiera la gente de cine podrá entenderlo. Nunca lo convencerán las adaptaciones que se hagan de sus
libros ni de los guiones especialmente escritos por él para el cine. Siempre un paso más adelante del común, tal como se lo siente en el viaje, las cartas son muestra de la formación
e iniciación de Puig como escritor de literatura pero bien pueden conformarse como una novela de formación para ocasionales primeros lectores de la producción puigiana. Y, si
bien asistimos al paso a paso de la conversión, la carta del 27 de abril de 1962 nos acerca un plus difícil de soslayar para pensar la colección de la literatura argentina. Allí Coco nos
revela nada menos que el momento inaugural deLa traición de Rita Hayworth: “No quería contarlo pero no aguanto más: resulta que me vinieron unas ganas bárbaras de empezar el
argumento de Villegas y antes de empezar la corrección del anterior me largué. Bueno empecé a hacer una especie de bosquejos de los personajes antes de empezar el guión
propiamente dicho y me entusiasmé y seguí... y está creciendo día a día... y puede salir una especie de novela”. Con ello queda explicitada la nueva época: no sólo ha variado el
modelo del intelectual argentino que tenía la biblioteca por detrás como fundamento sino también el modo de producción. De aquí en más, la ecuación de influencias entre literatura
y cine se pone en un pie de igualdad e, incluso, el cine puede sobrepasar a la literatura, para hacer literatura, como sucede en el caso de Puig.
El total de las cartas conservadas por la familia es de cuatrocientas cuarenta y tres, de las cuales Golchluk hizo una selección en base al “primer mandamiento”, según
dice, de la literatura de Puig, “NO ABURRIRÁS”, sin por ello renunciar al objetivo de la edición que fue el de “mantener un umbral de legibilidad y no convertir el fluir epistolar
en un ejemplo de redacción escolar”. Se completa la edición con un glosario, muy útil, de los términos que recogen expresiones del dialecto propio de los Delladonne y un listado
con la ficha técnica de las películas nombradas en las cartas.
(Actualización abril - mayo - junio - julio 2006/BazarAmericano)
Descargar