La Fiesta del Amor y de la Vida

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FIESTA DEL 31 DE MAYO DE 1999: “¿QUE ESTÁN CELEBRANDO AQUÍ...?”
— Ante la proximidad de los festejos, vale la pena tener claro lo que celebramos. Cualquier
descuido o ignorancia en el tema puede significarle más de algún contratiempo.
Reporteros de televisión se acercan a Monseñor Errázuriz, que acaba de estacionar su auto en
la calle Martín de Elvira. Estamos en la comuna de La Florida, en la capital chilena. El
Arzobispo de Santiago se baja rápido de su Volkswagen. Está atrasado. Hace 10 minutos
debió comenzar la eucaristía final del jubileo del 31 de mayo. Los periodistas lo acorralan
como presa de caza. Quieren algún comentario del prelado sobre las primarias realizadas ayer.
Él se disculpa: “después converso con ustedes”, les dice alejándose, mientras saluda a un
schoenstatteano que le hace señas. Una periodista ansiosa por obtener alguna información,
intrigada también por la cantidad de personas que se ven en el lugar, se acerca al sujeto que
saludó a Monseñor. “¿Disculpe, qué pasa que hay tanta gente aquí?”. “¡Es el jubileo del 31 de
mayo, señorita!”, responde el interrogado, un joven de unos veinticinco años. Ha puesto cara
de sorpresa e indignación. “¡Cómo no va a saber lo que celebramos!” está pasando por su
cabeza, pero no se anima a decírselo a la mujer. “¿Y qué están celebrando?”, le pregunta
nuevamente la profesional, mientras un camarógrafo lo empieza a filmar.
Hasta aquí la historia. Continúela usted. Imagínese la escena. Bellavista, 31 de mayo de 1999,
la periodista, el camarógrafo y usted como aquel schoenstatteano que debe responder por
televisión, sin repetir ni equivocarse, a esta sencilla pregunta: “¿qué celebran?”. Aparte de
ponerse nervioso, ¿qué contestaría para que cualquier persona, incluidos los no
schoenstatteanos, entendiera lo que Schoenstatt celebra el 31 de mayo?
Algo de su Historia
Históricamente el 31 de mayo es el día en que el P. José Kentenich, fundador de Schoenstatt,
deja sobre el altar del Santuario de Bellavista, en Chile, una parte del escrito que envía a los
obispos alemanes como respuesta a la Visitación Canónica, de la que fue objeto el
Movimiento.
Podemos definir una Visitación Canónica como un trámite de revisión que realiza la Santa
Sede, una “visita” que hace a alguna Congregación, Orden religiosa o nuevo grupo de Iglesia,
con el fin de darle o no su aprobación eclesial. El Movimiento Apostólico de Schoenstatt , que
pertenece a la diócesis de Tréveris, fue “visitado” por su obispo auxiliar, Monseñor Bernardo
Stein, y por el enviado de la Santa Sede, el P. Sebastián Tromp, de los Jesuítas.
Al informe de la visitación de Monseñor Stein, que se llevó a cabo entre el 19 y el 28 de
febrero de 1949, el
P. Kentenich responde muy críticamente, denunciando una manera de
ser y de actuar de la Iglesia sin atención a los vínculos personales. Una Iglesia sin arraigo en
los corazones de los hombres. Una Iglesia, en definitiva, sin afectos, sin la fuerza del amor.
Esta respuesta del P. José Kentenich al obispo Stein, es lo que se conoce como “Carta del 31
de Mayo” o “Epistola Perlonga”, que de carta no tiene nada, porque es un texto de más de 300
páginas, escrito por partes en Argentina, Brasil y Chile, mientras el fundador recorría
Sudamérica dando a conocer su Obra. Para Schoenstatt posee un valor especial, porque en la
carta encontramos a un Kentenich convencido de la importancia de los vínculos personales
auténticos y plenos, como fuerza vital para el hombre nuevo y la comunidad nueva.
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La Fiesta del Amor y de la Vida
A menudo se escucha decir: “el 31 de mayo es la cruzada del amar, vivir y pensar orgánicos”.
¿Qué significa esta especie de lema de batalla?.
Significa que el 31 de mayo es la propuesta del amor, de los vínculos. Se trata de un amor
afectivo, vivencial, existencial, y por lo mismo, efectivo. Como se afirmaba en otro artículo,
existen muchos valores que duermen en el alma humana y que sin las relaciones
interpersonales no despertarían nunca. Fruto de su experiencia personal, el P. Kentenich
entendió que sin el fundamento de los vínculos naturales sanos (paternal, filial,
fraternal,conyugal...), todo esfuerzo de amor puro y normal a Dios muere en el intento. No
hay que olvidar que al padre fundador le tocó vivir una Iglesia pre conciliar, extrana a este
tipo de discurso y que por tradición desvalorizaba la idea del afecto, del amor como camino o
acceso a Dios. Hoy, en cambio, pareciera ser que el amor está de moda. La corrientes del
“New Age”, por ejemplo, nos propone expresar más nuestros sentimientos, escuchar más la
voz del corazón y dejarnos guiar por sus intuiciones. “Donde el corazón te lleve”. Hablar del
afecto como fuerza educativa no era precisamente “pan de todos los días” hace medio siglo.
La cruzada del amar orgánico significa regalar amor y saber recibirlo. Un amor orgánico, es
decir, auténtico y coherente. Un amor honesto que se explica en el servicio desinteresado y
que se plenifica como elemento central de toda pedagogía. Educar es amar. Esto vale en la
relación padre-hijo, la relación educador-educando y en el propio proceso de autoeducación:
forjación del carácter, de la personalidad, de la autoaceptación, etc.
Dios es Amor, porque Dios es Vida. Donde hay amor hay vida y donde está la vida, allí está
el amor. Porque no sólo de pan vive el hombre, en el jubileo del 31 de mayo celebramos al
Amor. ¡Es la gran fiesta del Amor!
La cruzada del vivir orgánico significa que el 31 de mayo es la propuesta de la coherencia de
vida. Nos presenta un Dios de la Alianza y de la Historia, que quiere participar en todas las
esferas del acontecer del hombre: el trabajo, el estudio, la familia, la diversión, el noviazgo y
el matrimonio, la amistad, el deporte, la naturaleza...Por coherencia de vida entendemos llevar
a Dios a todas partes, no temer invitarlo a todas estas esferas de nuestro diario vivir. Dejarlo
entrar sin sentir vergüenza, sin miedo y así dar testimonio. En otras palabras: que todo lo que
existe y se agita en mí confluya y termine en Dios.
El P. Kentenich era un maestro de la vida. Sabía observarla y descubrir a Dios en ella. Al
motivar una devoción especial a María, está observando la vida. Sabe que Ella despierta vida,
que está muy presente en la oración del pueblo, por más que la Teología de su época (y de
alguna manera también en la de hoy) le diga que lo verdaderamente importante es Cristo, que
Él es el centro y que no hay que “endiosar” a la Virgen. Si bien concuerda en estos
planteamientos, José Kentenich se da cuenta que una Iglesia así no sabe trabajar con la vida y
se aleja de ella. El padre se detiene en lo que natural y espontáneamente surge como agua de
manantial en el mundo, para desde el mundo hacer surgir vida auténtica y en plenitud.
Una Iglesia que sepa trabajar con la vida, con el Dios presente en ella y en la vida de los
hombres. Y un Dios que se inclina en Jesús para regalarnos Vida en abundancia. ¡Es lo que
celebramos en este jubileo del 31 de mayo, la fiesta de la Vida.!
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La cruzada del pensar orgánico es la propuesta del pensar que gira en torno al amor y a la
vida. Un nuevo pensar donde la razón no los sobrepasa, sino que se levanta sobre ellos como
sus pilares, y donde se le permite al amor expresarse y a la vida desarrollarse. Esto deriva en
rechazar un racionalismo que signifique la aplicación de principios y fórmulas válidos para
toda persona, en todo tiempo y lugar, repitiendo normas sin considerar el espíritu que las
animó y les dio origen. Es la búsqueda de la unidad entre el pensar, el decir y el hacer. Es el
pensar orgánico y coherente, que a nivel sicológico se detiene en lo que está depositado en el
alma, en lo que ella dice, produce y forma. Es el pensar opuesto al “pensamiento
mecanicista” , al pensamiento separatista, propio del hombre masificado, sin identidad.
Si se pudiera decir que el pensamiento es objeto de celebración, digamos que el jubileo del
31 de mayo es la fiesta del pensar orgánico.
Fecha y Lugar
Regresando a los datos históricos, la fecha que festejamos tiene en sí un valor propio. Y el
lugar también. No fue por simple casualidad que el fundador de Schoenstatt escogiera la
noche de aquel 31 de mayo de 1949, para depositar en el altar del recién bendecido Santuario
de Bellavista (20 de mayo del ’49) una página simbólica del extenso escrito que aún no
concluía para esa fecha. Era la misión de su vida que se la ofrecía a la Mater en su Santuario,
sabiendo los riesgos a que se exponía de no ser entendido por el obispo Stein.
¿Por qué no fueron casualidad ni la fecha ni el Santuario de Bellavista?
Mayo es el mes de María en Alemania. El padre quería ofrecerle a la Mater todo su trabajo en
el contexto de esa celebración mariana. Otro antecedente histórico es lo que sucedió el 31 de
mayo de 1939. Un grupo de Hermanas de María rodearon el Santuario Original con el
P.Kentenich adentro, formando una cadena humana con la que querían simbolizar que ellas
protegerían a Schoenstatt de la persecución nazi y de la guerra. Los hijos de Schoenstatt se
entregaban por Schoenstatt. El acto impactó mucho al padre por su contenido simbólico y
siempre hizo referencia a él.
En otro 31 de mayo, esta vez el de 1914, domingo de Pentecostés, el fundador dio la charla
“María y el Espíritu Santo”. Habló de permanecer unidos en el Cenáculo para ser hombres
nuevos con la Mater y ser enviados al mundo. Cuando llega a Chile 35 anos después, advierte
que la corriente de vida que motivaba a las Hermanas en ese país era justamente el Espíritu
Santo y el ideal de Cenáculo, de Pentecostés: Bellavista como Santuario Cenáculo. La misión
de Schoenstatt expresada en la Epístola y ofrecida en Bellavista simbolizaba una misión para
la Iglesia. “Id y encended el mundo”. El fuego del Espíritu Santo estaba quemando esa noche
de otono del ’49, como lo había hecho también en 1914 y en el ’39.
Su personalidad fascinante y carismática; su experiencia de vida; su pasión por llevar a cabo
su misión de proclamar un nuevo amar, vivir y pensar y su “Epístola Perlonga” como símbolo
de este “ser kentenicheano” que no es comprendido en la mentalidad de la Iglesia de su época,
hacen que el 31 de mayo de 1949 el padre José Kentenich compre su boleto al exilio.
Después de casi tres anos de visitación, de intercambio de cartas, de conversaciones con
obispos y de una serie de hechos tangenciales que fueron enriqueciendo esta historia, el padre
fundador es destituido de su cargo de Director General de las Hermanas de María, alejado de
su Obra y exiliado a Milwaukee, Estados Unidos, donde transcurrirán 14 largos anos. Por la
reconsideración de su caso se levantará la sanción impuesta al sacerdote. En diciembre de
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1965 el papa Paulo VI recibirá en audiencia al sacerdote alemán, autorizándolo a regresar a
Schoenstatt y poder dedicar así los últimos anos de su vida a su gran obra.
Sobre Afecto y Efecto
Con todo lo expuesto tal vez estemos en condiciones de dar alguna respuesta a la pregunta de
la periodista que nos ocupó al principio. Dos sugerencias. La primera: “celebramos la fiesta
de la vida y del amor; la fiesta de los vínculos personales; la fiesta del Dios de la Alianza
y de la Historia”. La segunda: “celebramos la fiesta de la esperanza de un mundo distinto
y mejor, donde el hombre en alianza con Dios, es protagonista del cambio”. ¿Quedaría
satisfecha la periodista? Tal vez sí, tal vez no. Porque en verdad, más que responder, se trata
de vivir, de encarnar, de convencer por el ejemplo. Vivir el 31 de mayo, repitiendo lo dicho,
es recorrer el camino de los vínculos personales auténticos y plenos, naturales y
sobrenaturales. Sin ellos, el hombre es un ser incompleto, un sujeto que se pierde en la
colectividad, en la masa; un ser humano exponente del pensar separatista como fenómeno
cultural, que conduce a un tipo de sociedad despersonalizada, desgarrada interiormente,
deshumanizada, imposibilitada de captar algo de lo divino. Schoenstatt busca justamente lo
contrario. Quiere forjar un hombre de una sola pieza, completo, íntegro, nuevo. Y entra de
inmediato “en el área chica”, en el terreno de los afectos. Por eso el 31 de mayo se detiene en
este campo. Porque el afecto tiene mucho que ver con el efecto, con la plasmación de una
nueva personalidad. Afecto y efecto; vínculo y vida.
¿Cuáles son esos “efectos” del afecto?
La vinculación personal es camino para abrirse al otro. El entregarse, el darse y dejarse guiar
por el otro, como por ejemplo los esposos, implica renunciar a sí mismo y ser libre para
aceptar al tu. Lo contrario es el hombre autónomo, que no se deja complementar; el
individualista esclavo de sí mismo. La verdadera libertad interior se alcanza vinculadamente.
La renuncia hace libre, pleno, feliz, como el amor del matrimonio. Entonces, el vínculo
también es camino para la libertad.
También lo es para la obendiencia. Obedecer por amor. Ver en la autoridad un transparente de
Dios y un mensaje de su amor, que se asume y obedece en el marco de la fe práctica en la
Divina Providencia. Esto no sólo vale para las comunidades de vida religiosa, sino también
opera en el ámbito laboral, por más difícil que nos resulte su aplicación.
La vinculación personal es camino para la filialidad. Me siento hijo de Dios, porque “a Dios
le gusta estar conmigo”, como padre con sus hijos. “A DIOS LE GUSTA ESTAR CONMIGO.
SOY OCUPACIÓN PREDILECTA DE DIOS”. Es una afirmación que podría provocar una
verdadera revolución si la asumiéramos tal cual. Dios nos ama infinitamente, con un amor
inmenso y misericordioso. Por eso la alianza que sellamos con María es una alianza de amor:
no es cualquier pacto. En esa Alianza de Amor y en María se manifiestan el amor que Dios
nos tiene, QUE DIOS ME TIENE.
Si cada uno ama con el amor que el Padre Dios nos tiene, estamos ejerciendo paternidadmaternidad. Las relaciones personales debieran expresar una cercanía del alma, una cercanía
de vida y de intercambio de esa vida, como lo hace un padre o una madre. El amor que Dios
nos tiene como Padre, es servicio desprendido y desinteresado al otro. Dios ama a través de
cada uno de nosotros. Si amamos como transparentes de ese Dios que es Padre, si amamos
como sus representantes, el vínculo no será esclavizante hacia nuestras personas. Siempre
dará “el salto” en filialidad hacia Dios.
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Lo anterior nos introduce al tema de la santidad. El P. Kentenich nos dice en la Epístola que
“todos los santos comenzaron a aspirar a la cumbre de la perfección, recién cuando se
consideraron ocupación predilecta de Dios e hicieron de Dios su ocupación predilecta”.
Esta cita nos revela el secreto de los santos: en el amor está la santidad. Hacer lo ordinario
extraordinariamente. No pensar en conquistar la luna para Dios cuando algo tan simple como
llegar puntualmente al trabajo, a clases en la universidad o a alguna reunión de grupo, es el
primer paso que podríamos dar como amor y respeto al prójimo, por ejemplo. Es la santidad
de la vida diaria, la que no tiene ni mística ni hace grandes milagros, pero la más concreta y
“con cable a tierra”. Santidad que es seguir el “mandamiento nuevo” que nos dio el Senor:
“ámense los unos a los otros como Yo los he amado”. El vínculo personal es entonces,
camino para la santidad, una realidad anhelable y conquistable tal cual somos: no hace falta
más. Predilectos de Dios, con nuestras fallas y pecados, pero predilectos al fin.¡Eso es lo que
importa!.
En definitiva, el efecto mayor del vínculo es que llega a ser fuente de vida y de una vida
estable, duradera, que se expande y llega al mismo Dios.
“¡Un poquito de amor no sirve!”
El sacerdote suizo Paul Vautier, de la Comunidad de los Padres de Schoesntatt, agrega un
adjetivo calificativo a la palabra “vínculo”. Además de ser “personales”, se trata de vínculos
“radicales”. Es a lo que nos referíamos cuando calificamos las relaciones interpersonales de
auténticas, plenas, honestas y/o sinceras. “¡Un poquito de amor no sirve. Tiene que ser total,
radical!” dice Vautier entusiasmado, como queriendo afirmar que lo más propio del mensaje
de Schoenstatt es esta radicalidad del amor. Y continúa. “No sólo un poco de caridad:
¡vínculo personal!. No la relación sin pasión, sino afectiva, del corazón. No sólo relaciones
pasajeras, sino vínculos estables, permanentes y que se prolongan en la eternidad. Relaciones
que permiten ver en el otro lo divino” Ese otro, que es el tu, el trabajo, las cosas, se convierten
en puerta de entrada a Dios.
“En esta radicalidad —continúa Vautier— nos encontramos con lo que no fue entendido del
padre, lo que más molestó de él.. La familia de Schoenstatt sobrevivió la persecusión nazi,
porque sus miembros estaban unidos como familia solidaria, entre sí y con el fundador. Los
obispos de Alemania y Roma miraban bajo sospecha la firmeza de estos vínculos, de manera
especial en las Hermanas de María. Simplemente no entendieron”.
Para el P. Paul la temática que tratamos es sumamente actual. “Vivimos en la edad de las
grandes masas que conducen al anonimato. La vida de las personas está desvalorizada.
Solamente en una red de relaciones personales el hombre puede guardar y mejorar su
identidad social”, sostiene. Afirma también que “vivimos en una época de posibilidades
técnicas impresionantes y tenemos que aprender a vincularnos a las cosas, a los productos de
esa técnica lo mejor posible. Tenemos que aprender a utilizarlos bien. Y aprender a ser fiel y a
tener tiempo en esta cultura del deshecho que hemos creado; vivimos una época de ajetreo y
una sociedad que gasta y tira todo y a todos”, concluye.
Si volvemos ahora nuevamente a nuestro ejemplo imaginario de la entrevista, es cierto que
para dar una respuesta completa habría que detenerse en muchos otros aspectos históricos
coyunturales, en el informe del obispo Stein, en la mente profética del P. Kentenich, en su
personalidad carismática y a veces controvertida...En fin, para eso necesitamos más tiempo y
más estudio. Por el momento respondamos con lo que hemos estado repitiendo. En el jubileo
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del próximo ano celebramos la fiesta del amor y de la vida, con minúscula y con
mayúscula, porque celebramos el amor humano y el divino, al hombre y a Dios. Celebramos
también a José Kentenich, un hombre extraordinario que supo entregarnos, no sin dolor y
sacrificio, un camino de santidad en el amor. Celebramos su valentía de hablar y no callar, lo
que nos compromete como sus hijos y nos transforma ahora en continuadores de su obra, en
sus colaboradores, protagonistas de su programa. Una fiesta que se convierte entonces en
desafío.
Este jubileo de los 50 anos del 31 de mayo de 1949 es una invitación a seguir al padre de la
Familia de Schoenstatt más concientemente, más heróicamente. También una invitación a dar
un salto en nuestra comprensión de Schoenstatt: de una primera impresión, muy vital y natural
y muy necesaria también, a otra más elaborada y reflexionada personalmente, para dar un
testimonio de vida que permita sostener que lo que nos propone el P. Kentenich es posible, es
realizable y que da resultado.
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