LOS CINCO ELEMENTOS Y LAS EMOCIONES Según este diagrama, vemos la relación de los elementos entre sí. El AGUA produce o nutre a la Madera; la MADERA es la madre del Fuego; el FUEGO nutre a la Tierra; la TIERRA al Metal; y el METAL produce el Agua. Este es el ciclo de creación o de producción o “madre-hijo”. Para mantener el equilibrio en la naturaleza, existe un ciclo de destrucción o control, donde el Agua “apaga” al Fuego, el Fuego “funde” al Metal, el Metal “corta” la Madera, la Madera “agota” a la Tierra, y la Tierra impide el desborde o “contiene” al Agua. Así podemos entender también la relación entre los distintos órganos del cuerpo. En relación a las emociones, vemos como la confianza da un sentimiento natural de valentía, desarrollando la voluntad para crecer, todas estas características del elemento Agua, que está simbolizado por la semilla o un bebé, es el origen de la VIDA. La patología del Agua produce miedo e inseguridad, o sea, lo contrario. La confianza produce o nutre un estado natural de tolerancia (el Agua produce la Madera) y la tolerancia brinda un sentimiento natural de tranquilidad, lo cual ayuda al libre fluir de la energía del crecimiento, simbolizado por el brote de la semilla. La patología de la Madera produce ira e intolerancia. Así se desarrolla el espíritu de la Madera. Luego, la tolerancia nutre la creatividad del hombre y la alegría sana de vivir (la Madera produce Fuego) y la creatividad da un estado natural de alegría y concentración; lo contrario ocurre cuando se enferma el Fuego, en que aparecen el aburrimiento y la apatía. Así se forma el espíritu del Fuego. Como el Fuego produce la ceniza (la Tierra), la alegría y la creatividad producen buen humor y nos inclinan a la acción. Se dice que la acción brinda un estado natural de buen humor y bienestar. Lo patológico aquí sería dudar, preocuparse, el escepticismo. La acción produce plenitud y la plenitud brinda un estado de satisfacción, de liberación natural, de desapego. Cuando hay patología en el Metal, existe lo contrario, apego y depresión, ausencia de plenitud y liberación. Por último, así como el Metal produce o nutre al Agua, la plenitud y la satisfacción producen confianza en uno mismo y en la vida y recomienza el ciclo de producción. También siguiendo este ciclo, podemos ver cómo el miedo y la inseguridad nos producen ira e intolerancia hacia los demás, como si los demás tuviesen la culpa de nuestra falta de confianza. La intolerancia nos lleva muchas veces a quedarnos solos, al aburrimiento y la apatía y no se produce una alegría natural en nuestras vidas. La apatía nos hace dudar de todo, nos lleva al escepticismo, no nos impulsa a actuar. El escepticismo nos trae profundas depresiones y la duda nos apega, no nos deja producir un ámbito adecuado para la liberación y menos aún para la plenitud, para finalmente esta depresión y este apego producirnos más miedo, mayor inseguridad y, por ende, no nutrir la confianza, temer a todo o a lo más profundo y el ciclo de producción enfermo o de no producción se repite incansablemente. Según el ciclo de destrucción, arrancamos con la emoción negativa por excelencia: el miedo, este miedo a vivir del que hablamos y que está generado por la falta de confianza en la vida, destruye la alegría y caemos en la apatía. La apatía agravada por la rutina y el aburrimiento, destruye toda sensación de plenitud, apareciendo la depresión; lo saludable sería que la alegría del Fuego destruya la depresión del Metal. La depresión agravada por el apego de toda persona deprimida, destruirá la tranquilidad y la tolerancia. Lo saludable sería que la plenitud y la liberación del Metal destruyeran la ira y la agresividad de la Madera. La ira sustentada en la intolerancia impide o destruye las posibilidades de decidir o actuar, nos pone de mal humor (destruye el buen humor natural de la Tierra), cuando lo saludable sería que la tranquilidad y la tolerancia de la Madera destruyeran la duda y el escepticismo de la Tierra. Finalmente, la Tierra enferma (el escepticismo, el mal humor) incrementados por la duda, destruirán la confianza y la valentía. Lo saludable sería que la acción, actuando, moviéndonos, tomando decisiones, destruyéramos el miedo y la inseguridad. Podemos ver cómo la vida aparece y crece en el Agua, ahí comienzan los trastornos emocionales, con el miedo, el miedo al parto del bebé, quizás antes, en la concepción, la falta de confianza en la vida, pero en la naturaleza, en condiciones normales, el miedo produce adrenalina que se concentra en los músculos y nos impulsa a la acción, a correr, a actuar, a tomar decisiones, cualquiera que sea, sólo sabremos si fue correcta o no al final, pero esa acción habrá hecho volver seguramente a la normalidad, al equilibrio, el delicado juego de los cinco movimientos chinos.