townhouse hearst nyc - Rodolfo Vera Calderón

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Austin es nieto
del todopoderoso
magnate de los
medios de comunicación William
Randolph Hearst,
y su mujer, desciende de una de
las dinastías agroganaderas más antiguas de Uruguay
Nos presentan a
su hijo Jack, el último descendiente
de una de las dinastías más famosas de Estados
Unidos
Derecha, Austin y Gabriela
Hearst con su hijo, Jack, de
seis meses, en su nuevo «town
house» neoyorquino, donde
nos han recibido. La terraza
(junto a estas líneas) está repleta de objetos para disfrutar
de los días cálidos, tales como
un «jacuzzi» y una parrilla. No
falta la aromática lavanda, que
aporta un toque campestre.
Gabi es una mujer que se crió
en la estancia de su familia en
Paysandú (Uruguay) y le gusta
la naturalidad de las cosas. Derecha (abajo), Austin cuando
era bebé en brazos de su madre, Austine McDonnell Hearst.
El parecido entre el pequeño
Jack y su padre es sorprendente. Fue tomada en el año 1958.
Junto a esa foto, detalle de un
cepillo para abrigos con las iniciales que perteneció al célebre William Randolph Hearst y
que su nieto Austin guarda
como un auténtico tesoro
AUSTIN Y
GABRIELA HEARST
ENTRAMOS EN EL NUEVO Y
FORMIDABLE «TOWN HOUSE» DE
U N O D E L O S M AT R I M O N I O S
MÁS REPRESENTATIVOS DE LA
ARISTOCRACIA DE MANHATTAN
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La casa, de 1870, tiene seis pisos y se encuentra en el corazón del Meatpacking
District, el barrio que, a principios de los ochenta, era uno de los más peligrosos de la
Gran Manzana y, hoy, es una de las zonas residenciales más caras del mundo
Una de las muchas reformas que Austin y Gabi (a la izquierda,
de nuevo con su bebé) acometieron en la casa fue reemplazar
las chimeneas de mármol negro por dinteles blanco «made in
England». El salón principal (sobre estas líneas) está decorado
con sillones «art déco» que pertenecieron a la familia de Austin. El cuadro sobre la chimenea es de Marc Chagall
E
N el recién inaugurado restaurante del Museo Whitney neoyorquino, el sol del mediodía se refleja sobre los inmensos ventanales. Ahí —en el
corazón del Meatpacking District y entre las paredes de una
obra maestra de la arquitectura, diseñada por el célebre
Renzo Piano— se reúnen con
frecuencia los representantes
más emblemáticos de la «upper
class» de Manhattan. Y no podía ser de otra forma: el barrio
que, a principios de la década
de los ochenta, era uno de los
más peligrosos de la Gran Manzana es hoy una de las zonas
residenciales más caras del
mundo y, obviamente, un lugar
para ver y ser visto. A los costados de sus empedradas calles,
repletas de galpones, están hoy
establecidas «boutiques» de las
marcas más sofisticadas del planeta, restaurantes de moda y
hoteles de gran lujo.
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UN ESPÍRITU BOHEMIO
Y RELAJADO
Por eso, a nadie sorprendió
que Austin y Gabriela Hearst,
una de las parejas más representativas de la «aristocracia»
neoyorquina, eligieran este ba-
rrio para mudarse casi un año
después de su boda, celebrada
en noviembre de 2011 y recordada, hasta hoy, como una de
las más importantes de los últimos tiempos. Dueños de un espíritu bohemio y relajado, el
nieto del todopoderoso magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst
y su mujer, descendiente de
una de las dinastías agroganaderas más antiguas de Uruguay
y fundadora de la marca «boholuxe» Candela, se enamoraron,
a finales de 2012, de un «town
house» de seis pisos, de 1870,
desde el primer momento en
que lo visitaron. La joya arquitectónica se encuentra precisamente a pocas cuadras del
Whitney, la pinacoteca de arte
americano más importante del
mundo. Obviamente, no dudaron en comprarlo y acondicionarlo a su gusto. Se mudaron,
finalmente, en febrero del año
pasado.
SU SELLO, DISTENDIDO
Y SOFISTICADO
Y aunque la propiedad había
sido ya restaurada por su anterior dueño, Gabi —como la lla(SIGUE)
• La boda de Austin y
Gabriela, celebrada en
noviembre de 2011, todavía
hoy es recordada como una
de las más importantes de
los últimos tiempos.
• Los Hearst siguen siendo
una de las familias más
poderosas del mundo
periodístico y su fortuna, un
referente del poderío de la
escena política y empresarial
de Norteamérica.
• A día de hoy, están
presentes en 15 diarios y
36 semanarios, en cerca de
trescientas revistas en todo
el mundo, como «Harper’s
Bazaar», «Cosmopolitan»,
«Esquire», «Marie Claire» y
«Elle»; en 31 canales
televisivos que llegan a un
20 por 100 de la población
de Estados Unidos, y
también tienen
participaciones en la
televisión por cable.
• La empresa cuenta con
20.000 empleados y en 2014
tuvo ingresos de más de diez
mil millones de dólares.
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«Desde antes de casarnos —explica Gabriela mientras nos enseña el comedor—, Austin y yo teníamos
la intención de comprar una casa para vivir juntos.
Teníamos muy claro que necesitábamos un hogar en
el que pudieran convivir todos nuestros hijos a la
vez». La carbonilla que está sobre la chimenea es de
Fernando Botero. Al lado, detalle de una de las vajillas de porcelana que Austin heredó de sus padres y
que fue fabricada especialmente con un monograma
en oro en el que sobresale la «H» de Hearst. La madre de Austin conoció a William Randolph Hearst en
1946, cuando se convirtió en la reportera estrella de
«The Washington Times-Herald», donde escribía una
de las columnas de sociedad más leídas en Estados
Unidos. Se casaron en 1948, un año después de que
«Bootsie», como ella era conocida por sus íntimos,
se hubiese divorciado de Igor Cassini, diseñador de
cabecera de Jackie Kennedy
Gabriela es diseñadora de moda y está considerada una «it girl»: «Estoy muy agradecida a la vida por haberme dado la alegría de ser madre de mi tercer hijo y ver cumplido
el sueño de ver el nacimiento de mi segunda marca»
man sus íntimos— decidió imprimirle
su sello distendido y sofisticado. Y para
eso convocó a Daniel Romuáldez, el
decorador de origen filipino en el que
también han confiado la «socialite»
Renee Rockefeller y la aclamada diseñadora Tory Burch. «Quería un espacio en el que tanto mis hijas, las mellizas Mia y Olivia, como los hijos adolescentes de Austin, Andie y Sam, se
sintieran cómodos. De hecho, todo
fue diseñado pensando en los chicos y
en que cada uno tuviera su propio espacio», cuenta mientras termina de
maquillarse frente al gran espejo de su
guardarropa. «Después llegó Jack y
tuve que acondicionar y decorar un
cuarto para que se convirtiera en “nur-
sery”», agrega mientras, a lo lejos, se
escucha a Mia tocando la guitarra,
uno de sus pasatiempos favoritos.
A pesar de que su vida cambió por
completo desde que se convirtió en la
mujer del heredero de una de las familias más ricas de Estados Unidos,
2015 fue un año muy especial para
Gabi: la maternidad y el lanzamiento
de su nueva marca —a la que bautizó,
simplemente, como Gabriela
Hearst— hicieron que sus días transcurrieran entre biberones y bocetos
de sastrería. «Siempre fui una mamá
trabajadora, pero debo confesar que
criar a un solo bebé es mucho más fácil que ocuparse de mellizas —cuenta—. Haber lanzado mi segunda mar-
ca era un gran sueño que tenía pendiente y, muchas veces, fue difícil
combinar el embarazo con el trabajo.
Pero no puedo quejarme, porque tengo la bendición de tener un marido
como Austin, que siempre me ha
brindado su amor y su apoyo y me
ayuda mucho con Jack. Al igual que
yo, está superenamorado de él», asegura la dueña de la casa en voz baja
para que Jack no se despierte de la
siesta que está tomando en la biblioteca, custodiado por varias de las primeras ediciones de libros de Mark Twain,
que fue amigo personal de su tatarabuela, la filántropa y sufragista
Phoebe Apperson Hearst.
Acompañada de su marido y sus
mellizas, Gabriela recibe a ¡HOLA! en
su nuevo hogar neoyorquino para
presentarnos a Jack, su bebé de seis
meses, y hablarnos de su nuevo proyecto como diseñadora. «Este año ha
sido uno de los más felices de mi vida
y estoy muy agradecida con la vida por
haberme dado la alegría de una tercera maternidad y el sueño de ver el nacimiento de mi segunda marca»,
cuenta.
UN NUEVO HOGAR
—¿Por qué eligieron un barrio
como el Meatpacking?
—Desde antes de casarnos, Austin y
yo teníamos la intención de comprar
(SIGUE)
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una casa para vivir juntos. Y aunque la nuestra es una familia ensamblada, teníamos muy claro que necesitábamos un hogar para sellarla y en que el pudieran convivir
todos nuestros hijos a la vez. Siempre me gustó el
Meatpacking porque, junto con West Village, es una de
las zonas con más vida y empuje de Manhattan.
—¿Cómo definirías tu estilo en decoración? ¿En qué
aspectos se ve reflejada tu personalidad?
—Para empezar, y como buena uruguaya, siempre
debe haber madera, uno de los materiales más cálidos
que existen. Además, es un elemento que siempre aporta
un toque rústico único, lo cual me encanta. Adoro también mezclar piezas antiguas con muebles modernos,
algo que se puede ver perfectamente en esta casa, ya que
combiné piezas escandinavas con muebles «art déco» y
adorné las paredes con obras de arte de artistas sudamericanos y objetos significativos de nuestras historias familiares. Cuando decoro un espacio, mi prioridad es que
siempre haya objetos que reflejen algo de mi vida. Me da
tranquilidad estar rodeada de cosas lindas y simples. Soy
una fanática de la sencillez y creo que esta casa es un reflejo de ello, porque considero que el hogar es como un
templo donde debe sembrarse y cosecharse amor. Tiene
que tener una energía especial para que uno pueda recargar fuerzas después de un día de trabajo.
—¿En qué aspectos Austin contribuyó en el proceso
de remodelación?
—Todas las decisiones siempre las tomamos juntos,
porque es muy importante que los dos nos sintamos
cómodos y felices. Como a todo hombre, a Austin le
gusta la funcionalidad sobre todas las cosas, algo en lo
que somos muy parecidos.
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LA LLEGADA DE JACK
—El pequeño Jack llegó a tu vida en un momento
maravilloso. ¿Estabas buscando tener otro hijo o fue una
sorpresa?
—Este niño fue muy deseado desde el primer minuto
que me convertí en la mujer de Austin. Es un ser maravilloso que nos ha llenado de paz y amor. ¡Estamos locos
con él!
(SIGUE)
«He combinado piezas escandinavas con muebles “art déco” y decoré las paredes con obras de arte de artistas sudamericanos y objetos significativos
de nuestras historias familiares»
Gabriela posando en la biblioteca, donde guardan
varias de las primeras ediciones de libros de
Mark Twain, que fue amigo personal de la filántropa y sufragista Phoebe Apperson Hearst, tatarabuela de Austin. Izquierda, Gaby con sus tres
hijos: Jack y las mellizas Mia y Olivia. «Jack es
supertranquilo, aunque siempre nos sigue con su
mirada intensa y nos sorprende con sus risas. Es
como un pequeño Buda que con su serenidad
nos llena de tranquilidad»
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«Quería un espacio en el que tanto mis mellizas como los hijos adolescentes de Austin
se sintieran cómodos. De hecho, todo fue diseñado pensando en los chicos y en que
cada uno tuviera su propio lugar»
Dormitorio del matrimonio. El cuarto de Mia y de Olivia, las mellizas de
siete años (abajo), es el sueño de cualquier niña pequeña: camas con baldaquinos color rosa pálido, una enorme casa de muñecas, un sofá Chesterfield en miniatura tapizado en algodón palo de rosa y una mullida alfombra beis. Página de al lado, arriba, Gaby y sus hijas ríen divertidas mirándose al espejo del cuarto de baño principal. En la otra foto, el zapatero de
nuestra anfitriona, con más de cincuenta pares de zapatos y de botas
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—Con Candela encontraste tu talento como diseñadora y como empresaria, ¿qué te ha hecho descubrir Gabriela Hearst en tu aspecto creativo y personal?
—Con Gabriela Hearst aprendí a seguir mi propia
intuición y a no desviarme del mensaje que quiero
transmitir. También me di cuenta de que, aunque la
visión es enteramente mía, no podría haber logrado
esto sin la colaboración y el trabajo creativo de mi
equipo, que es fantástico y del que estoy muy orgullosa. Me llevó años descubrirlo y formarlo. ¡Todas somos mujeres, menos el jefe de producción! Por lo
tanto, es un equipo sumamente inteligente, dedicado, talentoso y apasionado. Estoy convencida de que
no hay otro diseñador en el mundo que tenga una
finca en la que se produce lana especialmente para
sus suéteres.
—¿Tu fórmula para el éxito?
—Pasión, dedicación, generosidad y mucho esfuerzo. Nada se hace sin trabajo. Por eso es importante siempre intentar luchar por lo que uno más ama.
De hecho, recuerdo que, en mi primer día al frente
de Gabriela Hearst, me enteré de que estaba embarazada. Trabajé hasta el día antes del nacimiento de
Jack y tuve que regresar cuatro semanas después.
Creo que nunca me desconecté del todo, pero, como
Jack y mi trabajo son dos sueños hechos realidad,
cada vez que me siento cansada, me recuerdo a mí
misma lo afortunada que soy. Tengo una familia hermosa y un trabajo que amo. ¿Qué más puedo pedir?
Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN
Fotos: PABLO CORRADI
Peluquería: TOMOMI SANO
Maquillaje: ASAMI MATSUDA
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