Las Crisis Disparan Soluciones∗ Por integrantes de la 2ª Cátedra de “Derecho Económico II” 1 a cargo de Carlos A. M. Ferrario Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina La experiencia indica que en los momentos de crisis, los sujetos más afectados por ellas, buscan y arbitran remedios para paliar los efectos que mas los perjudican. Es quizás, una respuesta refleja, resultado más del instinto de conservación que de la racionalidad. Las crisis económicas y financieras que naturalmente conducen a crisis sociales y afectan a todos los sujetos, económicos o no, que viven en el lugar en que las mismas se producen, no son una excepción. Por el contrario, aquellos que las sufren en mayor medida, lo trabajadores, han buscado y buscan atenuar, mediante medidas de hecho, lo que más los agravia como personas que no es nada más ni nada menos, que el empleo generador de dignidad, autoestima y recursos para atender las necesidades propias y familiares. La Argentina en los años 2001 y 2002 vivió una profunda crisis institucional, económica y financiera, que fue reconocida por el Estado Nacional y que motivó toda una legislación, llamada genéricamente de emergencia económica, tendiente a superarla. Esa crisis afectó fuertemente a las empresas, muchas de las cuales perdieron su capital, incrementaron fuertemente sus pasivos y tuvieron gran dificultad para colocar sus productos en razón de una gran caída del consumo. La circunstancia expuesta llevó a muchas empresas al estado de cesación de pagos y al concursamiento o quiebra, cuando no a que sus dueños las abandonaran. En un sinnúmero de casos el personal tomó de hecho a los establecimientos fabriles de tales empresas, iniciando un camino tendiente a la conservación de la explotación con la finalidad de conservar el empleo. Tales actitudes, susceptibles de ser reprochadas en momentos de normalidad, fueron toleradas, bajo ciertas condiciones, por los jueces comerciales (en lo casos de quiebras) y por los estados nacionales y provinciales. El personal, a los efectos de llevar a cabo tal explotación se constituyó en cooperativas de trabajo, materializándose, así –fundamentalmente– el denominado “Movimiento de Fábricas Recuperadas”, que es una Organización No Gubernamental (ONG) que trabajó en la recuperación de más de un centenar de fábricas tomadas por los trabajadores. Como suele ocurrir en los hechos económicos, producidos ellos viene después, la legislación que le da quicio legal a los mismos y legaliza la legítima tolerancia. Así las cosas y teniendo en cuenta diversos antecedentes legales que consideraron la continuación de la explotación de las actividades de la empresa fallida (Ley 18832 –año 1970–, Ley 19551 –año 1972– y Ley 24522 –año 1995–), se llega al año 2011 en el que se dictó la ley 26684, mediante la cual se introdujeron varias reformas que atienden a la ∗ Article appeared in INSOL World Q4 2012 Autores: Carlos A. M. Ferrario (Ex Juez, Profesor Titular a Cargo de Cátedra), Juez Jorge S. Sicoli, Juez Fernando Javier Perillo y Secretario Guillermo M. Pesaresi. 1 situación de los trabajadores, en especial en lo tocante a la continuación y a las cooperativas de trabajo. La ley 26684 que es la que con sus defectos, que no serán considerados aquí por exceder el merco de este trabajo, habilita la posibilidad de que los trabajadores, de manera prioritaria, exploten la empresa quebrada. La legislación citada instrumentó un régimen que permite que en caso de quiebra la empresa continúe operando administrada por el síndico y/o por el administrador que el juez competente designe, disponiendo un régimen de administración, de contratación, de despidos, de información. Siempre, claro está, teniendo en cuenta y a la vista la enajenación de tal empresa como unidad y en marcha. Así el régimen legal dispone que en los casos donde los trabajadores, organizados en cooperativa, se manifiestan en pos de continuar con la explotación de la empresa, deben ser tenidos en cuenta. Esta reforma legal vino a producir una cuña en el principio general de la quiebra, cuya finalidad estriba fundamentalmente en liquidar los activos y repartir proporcionalmente su producido. En efecto, no era su fin mantener la empresa, sino liquidarla lo más rápido posible, con la excepción de aquellos casos en los que a los efectos de mejorar su valor de venta se disponía su continuación. El espíritu de la ley 26684 al reformar el art. 190, consiste en priorizar la continuidad de la empresa en quiebra por parte de una cooperativa de trabajo constituida por ex trabajadores. De este modo se procura conciliar intereses en modo adecuado: a) de los trabajadores en conservar la fuente laboral, y b) de los acreedores en que se liquide el activo y así poder cobrar sus créditos (la venta de la empresa en marcha permite que se obtenga un mayor valor). Muchas de las soluciones receptadas por la ley han derivado de la experiencia judicial, que nunca se mantuvo ajena a los hechos de la realidad circundante y que supo encausar con los instrumentos legales existentes, una problemática que, si bien sobrevino a una crisis sistémica que parecía terminal, como fue la derivada de los hechos acaecidos en el año 2001, no fue la única. En efecto, a la crisis de los años 80, si bien no de la magnitud de la del 2001, con graves consecuencias para numerosas empresas, se dio respuesta judicial a los reclamos de los trabajadores –promoviendo los juzgados la organización de los mismos– para que continuaran la actividad de la empresas en quiebra, a veces con asistencia de los propios sindicatos. Así se pueden mencionar a “Artes Graficas Crufer” que tramitó en el juzgado nacional 6 del fuero comercial que a partir de una cooperativa organizada en el juzgado se mantuvo explotando la imprenta hasta su venta; o “Frigorífico Yaguané”, que a través de la cooperativa “Tra.fri.ya ltda.”, explotó la planta. A partir de la crisis del 2001, los jueces han demostrado una amplitud de criterio a la hora de permitir el desarrollo y pervivencia de las cooperativas, al frente de la continuación de la explotación de la empresa, valorizando los esfuerzos de los trabajadores en lograr el objetivo. Tanto así, que en el sonado precedente “Comercio y Justicia Editores S.A.”, se apreció justo y equitativo autorizar la venta directa de los bienes de la fallida a la cooperativa de trabajadores constituida por cerca del 70% de los ex empleados de la fallida que tomó a su cargo la puesta en marcha de la empresa. En el caso “Adzen S.A.C.I.F.”, se fijó un contrato de locación celebrado por la quiebra con la cooperativa conducente a mantener la explotación aunque no había podido demostrar el cumplimiento acabado de todas las obligaciones a su cargo, en razón de haber logrado poner la empresa en funcionamiento. En similar sentido en el caso “Enrique Sanz”. En el caso “Cerámica Cuyo SA” se conciliaron los institutos permitiéndose la locación del inmueble por parte de la cooperativa, hasta tanto se materialice el proceso de realización del bien. Se indicó que la locación de activos falenciales es una situación precaria y transitoria, atento que el norte siempre es la liquidación de los bienes, a fin de distribuir su producido entre los acreedores, respetando los privilegios concursales. Y en lo resuelto in re “Industrias Ganaderas Inga”, se ponderaron las siguientes circunstancias a los fines de dar a los trabajadores el predio de fallida en locación: a) la cooperativa se hallaba debidamente inscripta, y en gestión activa de lograr ayuda gubernamental (declaración de interés municipal, subsidios, fianzas; b) los ex trabajadores de la fallida (e integrantes de la cooperativa) demostraron esfuerzo e interés en la conservación de su fuente de trabajo y en la conclusión de la quiebra por avenimiento; c) la cooperativa obtuvo los seguros requeridos por el juzgado, acompañó presupuestos para los gastos necesarios y alegó el apoyo de algunos posibles clientes, d) fracasaron con anterioridad varias subastas por falta de postores, y e) median opiniones de especialistas a favor de la viabilidad del proyecto. Los precedentes jurisprudenciales permitieron llegar a la reforma introducida por la ley 26684, que pivotea sobre tres ejes: el primero se vincula con la participación de los trabajadores –acreedores o no– en el control del trámite de concurso preventivo y quiebra a través de su participación en el comité de control; el segundo, readecuando instrumentos que faciliten en la quiebra la continuación de las actividades por parte de los trabajadores agrupados en cooperativas y el tercero, generando un amplio espectro de posibilidades para que la cooperativa de trabajo pueda adquirir la empresa cuando fracase un concurso preventivo y se coloque al concursado en situación de salvataje, o derechamente en situación de quiebra. El primero de ellos, es decir la participación de representante de los trabajadores que ellos mismos eligen, para el control del trámite, no parece que vaya a correr mejor suerte que el control de los acreedores (sin trabajadores), previsto por la anterior legislación, ya que lo cierto es que de hecho rara vez funcionó, por desinterés de los propios acreedores. El segundo aspecto, es el referido a la participación de los trabajadores agrupados en cooperativa de trabajo que puedan solicitar la continuación de la explotación de la empresa. Hay aquí una novedad interesante, porque la posibilidad de continuar con la explotación de una empresa era, hasta la reforma de la ley un supuesto excepcional, viable cuando de la interrupción pudiera resultar con evidencia un daño grave al interés de los acreedores y a la conservación del patrimonio. Esta previsión estaba en línea con una liquidación inmediata y en un breve lapso. Por el contrario, ahora, la continuación de la explotación se impone, cuando de su interrupción pudiera emanar una grave disminución del valor de realización, se interrumpiera un ciclo productivo que pueda concluirse y en aquellos casos que se estime viable económicamente o en resguardo de la conservación de la fuente laboral de los trabajadores. Se agrega, además, que en toda quiebra que se haya dispuesto la continuidad de la explotación por parte de la cooperativa de trabajo conformada de acuerdo con la ley, el estado deberá brindarle asistencia técnica necesaria para seguir adelante con el giro de los negocios. Otra novedad que introduce es la declarada legitimación de las cooperativas de trabajo conformadas por las dos terceras partes del personal en actividad o de los acreedores laborales para pedir la continuidad, fundado ello en la necesidad de preservar la fuente de trabajo o frente la conveniencia de su enajenación en marcha. No debe olvidarse, que el embrión normativo de esta disposición se encuentra en el viejo art. 190 que ya preveía esta posibilidad pero limitadamente y que la jurisprudencia lo había admitido aun antes de 1995, es decir, bajo el régimen de la ley 19551. En esta breve reseña cabe destacar la posibilidad de que las cooperativas de trabajo adquieran la empresa, que puede darse tanto en el concurso preventivo fracasado por la vía del cramdown (salvataje no liquidativo), como en la quiebra. Tal vez, el aspecto más criticable de la reforma radique precisamente en que la cooperativa pueda adquirir la empresa bajo el régimen del salvataje, compensando los créditos, que por todo concepto y ya sean anteriores o posteriores al concurso pertenezca a los trabajadores con el precio que eventualmente se fije, no reparando que de esa manera se pueden vulnerar derechos constitucionales como la igualdad ante la ley y el de propiedad y afectando claramente la previsión del instituto en cuanto establece que la competencia de los participantes es sin ninguna preferencia. Cabe señalar que si bien la propia ley 24522 contiene diversos supuestos de continuación de la explotación de la empresa fallida, dicho mecanismo no obsta a la expropiación por parte del Estado de los activos de la misma con la finalidad de lograr la continuidad de la empresa. Entre sus objetivos conviven el lograr una utilidad pública con el satisfacer la necesidad de los usuarios de determinado servicio público. En ese contexto, el Estado puede ejercer su facultad expropiatoria sobre los sujetos fallidos y bienes que integran la masa concursal, y permitir la ocupación temporaria por parte de los trabajadores. Por caso, la ley 1253 de la Ciudad de Buenos Aires, que declaró de utilidad pública y sujeto a ocupación temporaria un inmueble de un fallido, para ser destinado por el plazo de dos años al desarrollo de actividades deportivas, recreativas y culturales abiertas a la comunidad por parte de una asociación civil, satisface el requisito de utilidad pública contenido en el art. 17 de la Constitución Nacional Argentinaa, en tanto la expropiación es un medio razonable para alcanzar el fin propuesto. Esta facultad del Estado, por supuesto que se ejercerá en la medida en que se cumplan las exigencias previstas por la norma constitucional antes citada, es decir que se dicte la ley pertinente y se fija una justa indemnización, la que, en su caso incrmentara el activo distribuible. De no cumplirse con estas dos exigencias la incostitucionalidad es evidente. Para concluir conviene acentuar que los hechos se suceden de tal manera que las legislaciones aparecen como insuficientes y es por ello que el estado de derecho debe contar con jueces dispuestos a juzgar con la realidad que imponen tales hechos, para que luego los legisladores, en caso de que tal realidad mantuviera actualidad, sobre la base de tales precedentes jurisprudenciales y su propia experiencia creen las normas de carácter general.