Mujeres jóvenes, blancas y de pelo lacio, por orden de Sam

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La Plata, jueves 8 de abril de 2004
HISTORIAS DEL CRIMEN: DAVID BERKOWITZ
POR ORDEN DE SATAN
Mujeres jóvenes, blancas y de
pelo lacio, por orden de Sam
El demonio
reencarnado
en el perro
Entre julio de 1976 y julio de 1977, una seguidilla de horribles crímenes sacudió a la sociedad de Nueva York.
Seis mujeres jóvenes fueron asesinadas con disparos en el cráneo y otras siete personas fueron heridas
David Berkowitz nació el 1º de junio
de 1953, fue un hijo no deseado de
Betty Broder, quien lo abandonó, y fue
adoptado por Nat y Pearl Berkowitz.
Era un niño tímido y con baja autoestima que trataba de proyectar una apariencia autosuficiente, mintiendo y
causando problemas. Su comportamiento alternaba momentos de extrema timidez, complejo de inferioridad y
fuertes depresiones con arrebatos de
ira y violencia desmesurada. Su madre
adoptiva murió en 1967 cuando él tenía 14 años: fue lo peor que le pudo
pasar. Al no tener suerte con las mujeres, fue alimentando su odio contra
ellas. Además el recuerdo de su verdadera madre y lo que hizo con él, confirmaba este odio. La mente de Berkowitz no pudo asimilar tanta soledad y
en su adolescencia comenzaron sus
problemas.
Queriendo mejorar su autoestima y
al mismo tiempo vengarse de una sociedad en la que no terminaba de encajar, se compró un revólver. A los veintitrés años comenzó una serie de crímenes. Sus asesinatos sembraron el
terror en Nueva York entre 1976 y
1977: Berkowitz asesinó a seis personas y consiguió herir a otras siete.
El joven Berkowitz asesinaba sin razones, disparaba su revólver calibre
44 indistintamente a cualquier persona que se cruzaba en su camino, sin
importarle raza, sexo o edad. A medida que pasaba el tiempo fue ganando
una estremecedora seguridad en sí
mismo que lo transformó en un personaje frío y sin escrúpulos, a la vez
que negligente a la hora de llevar a cabo sus crímenes. El 29 de julio de
1976, en el Bronx, N.Y., Donna Lauria
de 18 años y su amiga Jody Valenti de
19, conversaban en el automóvil de
Jody, enfrente de la casa de Donna.
Era cerca de la una cuando un hombre se acercó y sin pronunciar palabra, disparó cinco veces. Las dos chicas murieron en el acto.
“Vivía en un mundo
imaginario, no podía
hacer nada contra
los demonios que
controlaban mi mente”
El 23 de octubre de 1976, Carl Denaro de 20 años, estaba en una fiesta con
su amiga Rosemary Keenan, a las 2.30,
él se ofreció para llevarla a su casa. Se
estacionaron frente a la casa de Rosemary y comenzaron a conversar; de repente, un hombre se acercó y disparó
cinco veces, pero solamente hirió a
Carl en la cabeza; Rosemary manejó
buscando ayuda. Aunque Carl no murió sufrió lesiones irreversibles.
Pasado un poco más de un mes de
Sorprendía a sus
víctimas en el auto
La carrera criminal duró sólo
un año. De julio de 1976 a julio
de 1977. Seis mujeres jóvenes
fueron asesinadas de tiros en
el cráneo y otras siete personas
heridas sin motivos aparentes.
Elegía a mujeres blancas, de
pelo largo y liso, y atacaba
de paso a quienes lo
acompañaran, generalmente
sus parejas.
Los crímenes como
un ritual satánico
Berkowitz reconoció ser
miembro de una oscura
agrupación: “La Iglesia del
Proceso”. De ahí habrían sido
motivados sus asesinatossacrificios y eso confirmaba en
parte la sospecha de los policías,
de que en los crímenes rituales
había trabajado más de una
persona a la vez, aunque se
determinara que actuó solo.
Condenado a
cadena perpetua
Durante un juicio los
psiquiatras lo diagnostican
como esquizofrénico paranoide
de personalidad antisocial.
Berkowitz fue condenado a
cadena perpetua, con una
pena de 365 años en una
cárcel de máxima seguridad.
Una vez en la cárcel, reconoció
haber formado parte de un
culto satánico.
que ocurriera el último ataque, el 26 de
noviembre de 1976, Donna Lamassi de
16 años, y su amiga Joanne Lomino de
18 años, regresaban de noche del cine.
Caminaban a la casa de Joanne, cuando
se dieron cuenta de que un hombre las
seguía, así que apuraron el paso. El
hombre les preguntó: “Saben en dónde
está...”, pero antes de terminar la pregunta les disparó; las dos chicas resultaron heridas. Donna se salvó de milagro. Joanne quedó parapléjica. Durante
dos meses, la crónica policial descansó.
Hasta el 30 de enero de 1977, cuando
Christine Freuna y su novio John Diel,
regresaban de una galería en Queens a
las 0.30. No se dieron cuenta de que un
hombre los estaba observando y se
acercaba al automóvil. El desconocido
disparó dos veces, y los dos disparos
dieron en la cabeza de Christine.
La investigación del detective Joe
Coffey descubrió que este asesinato
coincidía con los de Donna Lauria, el
ataque de Donna Lamassi y Joanne Lomino, ahora se daban cuenta de que tenían frente a ellos a un psicópata con
un revólver calibre 44; cabe mencionar
que es un arma poco usual. Otro pro-
blema era que no se podía encontrar relación entre las víctimas.
El 8 de marzo de 1977, una joven llamada Virginia Voskerichian, regresaba
de la escuela de la noche, cuando un
hombre se le acercó y sacó un revólver
calibre 44 y le apuntó a la cara. Virginia
se cubrió con sus libros, pero una sola
David Berkowitz se
presentaba diciendo:
“Soy un monstruo,
soy el Hijo de Sam,
adoro cazar”
bala bastó para matarla. Un hombre
presenció todo, pero cuando el asesino
pasó frente a él, sólo le dijo, “buenas
noches”.
Como los investigadores temían; el
17 de abril de 1977 el asesino volvió a
atacar; Valentina Surani y su novio Alexander Esau, se besaban en su automovil. Eran alrededor de las 3 y un hombre se les acercó y les disparó 2 veces a
cada uno. Los dos murieron, las evidencias decían que se trataba del mis-
mo asesino, pero esta vez, el asesino
había dejado una carta en la que se autonombraba “El Hijo de Sam”. La carta
estaba dirigida al capitán Joseph Borrelli, quien era uno de los principales integrantes de la operación Omega, que
estaba tras el asesino del revólver calibre 44. No contento con ello, envió
una carta al periódico New York Daily
News que se encargaba de su caso, y en
ella les agradecía su atención y les prometía que tendrían más de qué hablar.
El 31 de julio de 1977, una joven llamada Stacy Moskowitz y su novio
Bobby Violante, regresaban de ver una
película, y se detuvieron en el auto cerca de un parque. Bobby convenció a
Stacy de que se bajaran a caminar, pero
ella no parecía muy convencida, así
que regresaron. En ese momento un
hombre se les acercó y les disparó;
Bobby recibió dos disparos en la cara y
Stacy uno en la cabeza. Horas después,
Stacy murió, Bobby perdió el ojo izquierdo y sólo lograron salvarle el 20%
de visiblidad en el derecho. Ese fue el
último ataque de “Son of Sam” ya que
un testigo logró identificarlo cuando
huía del escenario del crimen.
David confesó sus crímenes
El 10 de agosto de 1977 la
policía tuvo las pruebas
suficientes para detener a
David Berkowitz.
Ante la policía confesó todos sus
crímenes, pero trató de alegar
locura afirmando escuchar la
voz de un demonio de 6.000
años reencarnado en “Sam”, el
perro de su vecino, que le daba
órdenes de matar. Los
psiquiatras lo diagnostican como
esquizofrénico paranoide de personalidad antisocial. Berkowitz
fue condenado a cadena perpetua, con una pena de 365 años
en una cárcel de máxima
seguridad. Una vez en la cárcel,
reconoció haber formado parte
de un culto satánico relacionado
con Charles Manson, “me fascinaban los temas relacionados
con la brujería y el ocultismo. En
1975 conocí a unos tipos que
parecían simpáticos. Me uní al
grupo, y empecé asistiendo a los
rituales. Al principio no era más
que un simple participante, pero
muy pronto me convertí en un
adorador del Diablo. Mi cuerpo y
mente le pertenecían, yo me
estaba convirtiendo en una
máquina de matar”.
El dato
Los crímenes que
el cine revivió
Hoy el recuerdo traumático del
Hijo de Sam sigue generando
rentables negocios que van
desde producciones cinematográficas sobre el caso
(como Summer of Sam, la
película que fue dirigida por
Spike Lee en donde hace una
apología del actual David
Berkowitz) hasta algunos
predicadores inescrupulosos
que han hecho todo un circo
del supuesto arrepentimiento
de Berkowitz y su conversión al
cristianismo protestante en la
cárcel. Lugar en el que deberá
permanecer de por vida por
una condena a perpetua, pena
bastante benigna si
consideramos que la sociedad
norteamericana ha llevado al
patíbulo a asesinos mucho
menos sádicos y múltiples que
el Hijo de Sam.
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