EL SUEÑO

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EL SUEÑO
Era un día tan frío como el hielo de la Antártida, y
casualidad yo tenía que haber ido a la montaña a pasear pese a
que me habían dicho que iba a haber una tormenta durante unos
cuantos días, en esos precisos instantes estaba pensando que
era demasiado cabezota pero bueno a lo hecho pecho. Tras ir
durante unos minutos montaña abajo aquello parecía que no se
iba a acabar nunca,. D repente me resbalé y caí al suelo como
si de un saco de patatas me tratara, me di un golpe en la
cabeza y para colmo al rozarme con un árbol me hice una herida
en el brazo, como no, me tenía que pasar a mi. Me levanté y
pensé menos mal que no estoy en plena ciudad, de la vergüenza,
me hubiera puesto rojo como un tomate. Bajé varios metros más,
estaba empapado y cubierto de barro como si de un cerdo me
tratase entonces me di de cuenta de que había una especie de
chabola habitada, ya que había luz en el interior decidí ir
allí para que me dieran refugio, comida y si la persona que
vivía allí era amable me curara la herida que tenía en el
brazo.
Según me acercaba se podía distinguir un cartel era de un
restaurante, pero la verdad no es que se vieran muchos
clientes. Aun y todo decidí ir y mirar. Se percibía el olor a
comida quemada y se oían los lamentos de una mujer.
Cuando vi a la mujer me quedé alucinando, era bella como
ninguna, tenía el pelo castaño, le llegaba por los hombros y
los ojos azules como el mar. Se me quedó mirando como si de un
fantasma me tratase, su reacción me sorprendió bastante ya que
me dijo que me fuera, que quería estar sola. Pero reparó en mí
y se percató de que me encontraba herido. No era muy grave,
pero a ella le preocupó porque me invitó a sentarme y me dijo
que ella me iba a sanear la herida. Me trajo ropa limpia, una
toalla y un botiquín, me dijo que me secara y me cambiase de
ropa mientras ella iba a preparar un plato de comida.
Mientras me cambiaba de ropa percaté de que no me había
hecho ningún tipo de pregunta: ni cómo me llamaba, ni qué
hacía allí con ese temporal, ni nada. Regresó con el plato de
comida, que estaba completamente quemada y olía muy mal, pero
en aquellos instantes me daba igual con lo hambriento que
estaba. Cuando terminé de comer, que no quise ni preguntar lo
que era.
Me empezó a curar la herida del brazo y seguía sin hacerme
ningún tipo de pregunta así que decidí comenzar. Yo le
pregunté su nombre, “María” me contestó y así empezamos a
entablar una conversación. Estuvimos hablando durante más de
dos horas. En esos instantes me alegré por ser tan cabezota e
ir a la montaña pese a la tormenta, porque me había enamorado;
sí, fue amor a primera vista. Me cogió las manos y me dijo
"¿no te acuerdas de mí?" Me quedé impresionado, esa chica me
sonaba mucho, pero no sabía de qué, después de un largo rato
observándonos me di cuenta de que era una novia que tuve hace
unos 10 años. No me lo podía creer era ella la chica a la que
había dejado porque quería ser libre. Empezamos a recordar
todos los momento divertidos que habíamos pasado juntos.
Le pregunté que por qué lloraba y su respuesta me dejó
frío como la lluvia que caía. Lloraba por mí, después de diez
años no había conseguido olvidarme y por eso se había ido a
vivir a la montaña y montar un restaurante. Me sentí la
persona más cruel del mundo, la persona más odiosa y
detestable que se puede llegar a imaginar. Se levantó de la
silla y se fue hacia la cocina yo la seguí y cuando me estaba
acercando hacia la puerta empezó a sonar una canción. Me
encantaba cuando tenía 17 años, la escuchaba todos los días y
la bailaba junto con ella. Entré y la tomé por la cintura y
comenzamos a bailar, pero todo se quedó negro sin una gota de
luz.
Me desperté bajo la lluvia justo donde me había caído.
Sentía un fuerte dolor en la cabeza, de pronto vi el parking
donde estaba mi coche aparcado, bajé rápidamente y me senté en
él. Lo ocurrido en aquel bar había sido un sueño producido por
el golpe que me había dado en la cabeza.
Al día siguiente la llamé, como lo estabais esperando, pero
no es el final que yo me esperaba ni el que vosotros os
esperáis. Cuando la llamé y le pregunté que si podíamos quedar
para tomar algo, contestó que sí,
pero cuando la vi el
corazón me dio un vuelo, estaba con una niña de unos tres
años. Empezamos a hablar y me dijo que a los 23 años se había
casado, que se quedó embarazada, había tenido una niña llamada
Alba y que estaba contentísima. Después de unos minutos
hablando apareció un tipo por la puerta, bien vestido con
traje y corbata y la niña lo llamó “papá”. En ese momento casi
me desmayo inmediatamente me despedí con la excusa de que
tenía un compromiso importante y no podía faltar.
No volví a verla jamás, pero al igual que no volví a verla
a ella no volví a ser feliz en la vida; solo sabía que
seguramente estaba sufriendo yo lo que ella había sufrido por
mi culpa al haberla dejado sin ningún motivo.
Desde aquel día subía todos los días de mi vida a la
montaña en busca del restaurante de mis sueños, pero nunca lo
encontré y me volví loco.
Ainara Echeverría 2.D
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