Gitanas de hoy Inmaculada de La Fuente, El País, 09/11/2003 María del Carmen Su madre vendió flores durante 40 años en el paseo de las Delicias (Madrid). Con frío, con viento, enferma, con hijos pequeños..., poco importaba: la calle y el cubo formaron parte de su paisaje diario. María del Carmen Hernández, de 33 años, trabaja por la mañana en un hotel sevillano y estudia por la tarde para azafata de congresos. Su marido, también gitano, valora su esfuerzo y la apoya. Sus padres, sostiene María del Carmen Hernández Pérez, fueron de los primeros gitanos que trajeron “la flor a Madrid por valija” desde Barcelona. Procedían de Cataluña y se trasladaron a Madrid al poco de que ella naciera. “Me crié en el Rastro madrileño”, recuerda. Allí puso también su padre muy pronto un negocio de antigüedades. Las gitanas jóvenes no encarnan sólo el relevo generacional, sino una mentalidad distinta. Aunque a menudo han sido sus madres las grandes impulsoras del cambio. Gracias a ellas, sus hijas han ido más allá del hogar y de la escuela primaria. “Mi madre, mi gran maestra», subraya Hernández, «no quería que sus hijos se dedicaran ya a la venta ambulante”. Con su apoyo, la joven se lanzó al mercado laboral. Como una chica cualquiera, pero sacudiendo estereotipos: mujer, joven, gitana, ¿puede haber más desafíos? “Mi madre siempre confió en mí. Si no hubiera tenido su complicidad, mi entrada en el mundo laboral hubiera sido más difícil”. “Ella, con su cubito de flores, nunca se sintió por debajo de mi padre. Aunque, por supuesto, asumió el papel tradicional”. Por ser la hija mayor y estar su madre delicada, María del Carmen salió pronto de la escuela para ayudar en casa y 'atender a tres hombres [su padre y dos hermanos] y a mi hermana pequeña', pero volvió a los estudios a los 30. Mayte Heredia Mayte Heredia, de 27 años y madre de un bebé de 16 meses, forma parte de la minoría de gitanas con título universitario. Licenciada en antropología -una especialidad con bastantes seguidores en el colectivo-, Heredia sigue estudiando. Acaba de terminar un master de investigación, aunque está aún con la tesina y no descarta realizar el doctorado. 'Madre, esposa, trabajadora, estudiante, mi vida es igual de complicada que la de cualquier mujer joven'. Estudiar y trabajar es algo que ella viene haciendo desde niña. “No partimos de ninguna situación de lujo. Mis padres empezaron en la venta ambulante.” Ni ella ni su hermana conocieron la xenofobia de niñas. “Íbamos a un colegio público con pocos niños gitanos, no era un gueto”. Pero sí notó actitudes discriminatorias en el instituto. “Es una edad complicada en la que afloran muchos estereotipos. A mí me molestó que, en una época en que iba mal en matemáticas, un profesor dijera a mi madre que no todo el mundo tenía que ir a la universidad, que había otras profesiones, como peluquera, etcétera, que estarían bien para mí. Lo dijo, naturalmente, por ser yo gitana, pero él no era nadie para decidir”. Heredia llegó a la Autónoma de Barcelona, como quería, apoyándose en becas y alternando los estudios con trabajos diversos: cajera en un supermercado, administrativa en el Banco de Sabadell, etcétera.