Cuatro hombres violan a una maestra en una aldea de Pakistán por

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Cuatro hombres violan a una maestra en una aldea de Pakistán por orden de jueces tribales
Cuatro hombres violan a una maestra en una aldea de Pakistán por
orden de jueces tribales
La condena se debe a que su hermano de 12 años tuvo relaciones con una mujer de mejor casta El Pais
Un tribunal popular de la región paquistaní de Punjab condenó el mes pasado a Mukhtar Mai, una maestra de 18 años, a
ser violada por cuatro hombres. Su crimen: se dice que uno de sus hermanos, de 12 años, ha mantenido relaciones con
una mujer de una casta superior. La condena se cumplió en la medianoche del pasado 22 de junio, en una casa de barro,
ambientada por los gritos y carcajadas de unas 500 personas reunidas en el exterior. "Les rogué y supliqué, pero eran
como animales", narra Mai. "Uno puso una pistola en mi cabeza mientras los otros me arrancaban la ropa".
La familia de Mukhtar Mai permaneció una semana paralizada por el miedo y la impotencia. Pertenecen a la tribu
Gujjar, y presentar una denuncia podría haber reavivado las represalias de la tribu Mastoi, mucho más influyente. El fin
de semana pasado, una delegación de abogados presentó una queja formal ante la policía de Meerwala, el pueblo
paquistaní donde ocurrieron los hechos.
La aparición del caso en la prensa local provocó que, anteayer, el Tribunal Supremo de Pakistán exigiera al jefe de la
policía local y a tres de sus oficiales que comparecieran en Lahore, la principal ciudad de Punjab, para que les expliquen
"qué actuaciones han llevado a cabo en este caso", informa Reuters. La comparecencia se producirá hoy mismo. Los
tribunales populares, o jirgas, no tienen ningún carácter oficial en Pakistán.
El padre de Mukhtar, el pequeño agricultor Ghulam Fareed, contaba ayer a un corresponsal del Times de Londres en
Meerwala que pudo oír perfectamente los gritos de su hija mientras estaba siendo violada por los cuatro ejecutores de la
sentencia, uno de los cuales era un miembro de la jirga que había dictado la sentencia. Fareed tuvo que tragarse su rabia,
rodeado como estaba por miembros armados de la tribu hostil. Todo lo que pudo hacer fue recoger a su hija desnuda,
una vez consumada la sentencia, y acompañarla a casa entre las miradas de la multitud silenciosa y culpable.
Meerwala está al sur de la provincia de Punjab, una zona inmersa en el atraso tribal y feudal, y no es un lugar seguro
para las mujeres. Mucha gente acude a las jirgas, y no a la policía, para resolver lo que ellos llaman asuntos de honor, y
por mucho que esos tribunales populares no tengan reconocimiento oficial, siguen funcionando en muchos lugares de
Pakistán apoyados interesadamente por los jefes tribales. La condena por la infidelidad femenina, real o imaginaria, es a
menudo la muerte. Según un informe citado por The Times, más de 300 mujeres son asesinadas cada año en Pakistán en
nombre del honor.
Práctica común
Mukhtar ni siquiera había incurrido en el crimen atroz de la infidelidad. Ha pagado con una violación múltiple por un
desliz, real o imaginario, cometido por su hermano de 12 años. Tampoco esto es ninguna novedad. Castigar a una mujer
por un acto cometido por un miembro masculino de su familia es una práctica muy común en algunas zonas del país.
El hermano de 12 años, Abdul Shakoor, tampoco ha salido ileso en este caso. Cuando trascendió su relación con Salma
Bibi, una mujer de 22 años de la tribu Mastoi, de casta superior, Abdul recibió una paliza brutal a cargo de la familia de
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su presunta amante. Pero la familia no se dio por satisfecha con ese castigo, y declaró luego ante el tribunal popular:
"Nuestro honor sólo puede ser reparado si hacemos caer en desgracia a una de las hermanas del chico". No se puede
decir que el tribunal no se mostrara receptivo a esa solicitud. A pesar de que Shakoor negó haber tenido relaciones con
Salma Bibi, la jirga ordenó a Fareed que ofreciera a una de sus hijas. Y le tocó a Mukhtar, la mayor de ellas.
"Me arrodillé ante ellos, lloré, les dije que yo había enseñado el Corán a los niños del pueblo y que no podían
castigarme por un crimen que no había cometido", declaraba ayer Mukhtar a la corresponsal de Le Monde. "Me
arrancaron la ropa y me violaron uno por uno". Mukhtar había accedido a acompañar a su padre hasta el lugar fijado
para ejecutar la sentencia, pero en todo momento había albergado la esperanza de que los hombres no llegaran a
consumarla.
Los cuatro violadores eran dos hermanos y un primo de Salma Bibi y uno de los miembros de la jirga. "He pensado en
suicidarme", dice Mukhtar, "pero ahora quiero verlos colgados".
El Gobierno militar de Pakistán ha ordenado medidas duras contra los policías que hayan contribuido a silenciar el
asunto. Los oficiales son muy reacios a actuar contra las jirgas y los jefes tribales. La Comisión de Derechos Humanos
de Pakistán, presidida por Afrasiab Khattak, está convencida de que estos delitos no podrían ocurrir sin la connivencia
de la policía
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