LA PANADERITA DE YANACANCHA Una vez, cuando tenía yo ocho años, llegamos a Yanacancha a media mañana. Había un gran silencio. El pueblo parecía vacío, pues toda la gente estaba en la plaza por ser día de feria. Los yanacanchinos caminaban lentamente entre los vendedores, mirando, hablando, preguntando, discutiendo. Iban de uno a otro vendedor o vendedora para preguntar y comparar precios y calidades de los productos antes de decidirse a comprar algo tras un largo regateo. Papá y mamá estuvieron mirando largo rato hasta que hallaron el queso que más les gustaba y comenzaron a discutir con la vendedora para lograr el menor precio. Yo los miraba y escuchaba con gran atención, para aprender a regatear. Pero, como siempre, a cada rato me distraía. ¡Y es que en las ferias hay tanto que ver! No sólo gran diversidad de cosas y comestibles, como ropa para mujeres y hombre, niños y niñas, zapatos, zapatillas, relojes, vajilla, ollas, adornos, cuadros, juguetes, linternas, herramientas, folletos, radios a pilas, conservas, cereales, menestras, dulces, galletas, frutas, verduras, hierbas medicinales y muchas cosas más. Un producto que siempre llamaba mi atención, no sé por qué, era la gran variedad de papas. Las había de pulpa amarilla, casi blanca y “de color”… papas de piel beige, parda, negra, achocolatada, y hasta con una mancha rojiza, a la que llamaban “peruanita” por recordar a nuestra bandera… papas grandes, enormes, medianas, pequeñas y chiquitas… papas redondeadas, alargadas, achatadas, retorcidas… papas lisas y otras con protuberancias por la hondura de sus “ojos”… Eran decenas de variedades, cada una con su nombre. En cada feria de la región había siempre algún producto que me impresionaba o llamaba preferentemente mi atención. Pero, esa vez, en Yanacancha, no fue un producto industrial, artesanal o agropecuario, sino una persona. De pronto la vi. Era una niña que vendía pan. Usaba mandil de una tela celeste con cuadritos de rayas azules, con grandes bolsillos. La panaderita estaba parada detrás de cinco enormes canastones de pan, y frente a estos había varias personas con bolsas en las manos. Una señora le compró diez toletes. Un niño le pidió cinco franceses y seis cariocas. Una señorita quería seis colizas y cuatro roscas. Al mismo tiempo, un señor muy apurado le pedía cuatro caracoles, cinco toletes, seis cachitos y diez cariocas. Para coger los panes, la niña se enguantaba las manos con bolsas de plástico que se quitaba para recibir el dinero y dar el vuelto, una y otra vez, rápido, rapidito, para que no se enfriase el pan ni se fueran los clientes. ¡Y sin confundir nunca el número y variedad de panes que pedía cada uno, ni equivocarse al cobrar ni al dar el vuelto, ni ensuciar el pan cogiéndolo con las manos desnudas! 1 Largo rato estuve mirándola deslumbrado por su forma de vender el pan, cuya fragancia llegué a percibir. Era una niña delgada, de unos diez años, cabellera negra con raya al medio y dos largas y gruesas trenzas, frente amplia y abultada, cejas espesas y enormes ojazos almendrados. Y ahí me habría quedado mirándola vender, si mis padres, que acababan de comprar un queso, no se me hubieran acercado para preguntarme qué panes prefería que comprasen. Yo opté por franceses y cariocas, que me entregó la niña con una leve sonrisa. Luego enrumbamos hacia la plaza de armas para embarcarnos en la camioneta que nos llevaría a casa, pero el chofer la había llevado a que la revise el mecánico y no volvería antes de media hora, así que entramos a una cafetería y pedimos café con leche, nada más, porque mamá preparó sánguches con el queso que había comprado. –¡Qué rico pan! ¿no? Esa panaderita me parece conocida, –dijo papá. –¡Claro! Es María Isabel, la hija menor de doña Marcelina, la señora que vende tamales. Me han dicho que es una niña muy estudiosa. Dicen que quiere estudiar en la universidad. En eso llegó la camioneta y tuvimos que salir a prisa, cortando la conversación. Eso fue hace quince años. Ahora vivimos en Lima y no hemos regresado a esa región. ¿Qué habrá sido de María Isabel, la linda e inteligente panaderita de Yanacancha que quería ir a la universidad? Elmo Ledesma Zamora 2