V PREMIOS PREMIO JOSÉ INGENIEROS DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS DE BUENOS AIRES CORRESPONDIENTE AL AÑO 2008 Otorgado al Dr. Francisco Ignacio Castex en el tema ‘‘El caso Karamazov y el parricidio del jurado’’ sintetizado en el acto de entrega de premio organizado por el Centro Interdisciplinario de Investigaciones Forenses, en la sesión pública del 11 de agosto de 2009 Discurso de apertura por el Dr. Eduardo Aguirre Obarrio -IEl tema de vuestro concurso es El parricidio y sus implicancias legales en la literatura europea del siglo XIX. Un enfoque interdisciplinario desde el derecho, la criminología y la psicología. El trabajo presentado por el doctor Francisco Ignacio Castex se titula ‘‘Defendiendo a Karamasov’’. Para evitar numerosas aclaraciones, cuando me refiero a Los hermanos Karamasov, de Fiodor Dostoievski, a veces digo sencillamente Karamasov, o la obra o la novela. Al considerar Defendiendo a Karamasov, de Francisco Castex, el trabajo. - II Sobre la elección de una novela Una vez que Castex eligió la novela de Dostoievski como tema para su trabajo, es fácil decir que eligió el paradigma. Pero si preguntáramos a muchos penalistas qué gran literato del siglo XIX escribió sobre Derecho Penal, alguno recordaría a Goethe, a Tolstoi o Anatole France, pero tendría que fijarse en la fecha en que publicaron los libros para no confundirse. Quien fuera afecto a las letras rusas quizás nombrase a Dostoievski, pero creo que primero pensará en Crimen y castigo, y recién después llegará a su mente Karamasov. Mi generación se educó recibiendo el dato de que una de las más notables novelas que se habían escrito en el mundo era Los hermanos Karamasov. Sin embargo conozco a demasiada gente que dejó de leer el libro o desistió de entrada. Su tamaño impresiona, así como la cantidad de personajes. Quien desiste, no lee el juicio, pues comienza después de unas seiscientas páginas. 685 Lo cierto es que quien ha leído (y recuerde bien) a Karamasov, sabe que se investiga un caso en que se atribuye un parricidio, y sabe que el autor es minucioso y muchas veces genial en sus descripciones y apreciaciones psicológicas, sociológicas, jurídicas y lugareñas. Y si el lector es un criminalista, sin duda notará que es enorme la cantidad de apreciaciones útiles acerca de lo que justamente seis años después de escrita esa obra se empezó a difundir en el mundo como Criminología. Influyó en eso más que nada la publicación y éxito de la primera obra que empleó ese título, que fue de Rafael Garófalo (su primera edición es de 1885; Karamasov empieza en 1879, por entregas, en un periódico. Se publica íntegramente un año después). De entrada el trabajo de Castex nota que Enrico Ferri, en Los delincuentes en el arte, por aquel entonces, trae de la mano a Crimen y castigo. Pero yo recuerdo haber oído en clase hablar a Eusebio Gómez y a Juan Silva Riestra precisamente sobre Karamasov. También me lo comentó Juan P. Ramos cuando, tras haber sido el director de la orquesta positivista en el país, la dejó. Es claro que, aunque su cambio se debió a pensar que el crudo positivismo podía poner en peligro la libertad, de todos modos, él seguía admirando los estudios psicológicos y sociológicos, y en general los trabajos de criminología que empezaron con los positivistas. Sin embargo la elección de Karamasov no facilita nada, porque una cosa es formular u obtener conclusiones interdisciplinarias acerca de una obra literaria cualquiera, y otra, comentar apreciaciones interdisciplinarias que ya figuran en cantidad y expresamente en esa obra. Esta razón ha impuesto a Castex la necesidad de tener que extractar numerosos párrafos, lo que necesitó una gran tarea de selección. - III El trabajo comienza con una introducción acerca de literatura y derecho. Por supuesto, a partir de la primera página se ve que Castex pasó revista desde Homero a Borges, pasando también por la novela policial y la de ficción. Esto ya muestra una base cultural que, naturalmente, ayuda en trabajos interdisciplinarios, como éste. Lo que viene después podría dividirse en dos secciones. La primera, expone los datos necesarios para comprender el pensamiento de la obra elegida. La segunda los analiza bajo el tamiz criminológico 686 y el penal (comprendo en este término el derecho de fondo y el de forma). - IV Sobre Los hermanos Karamasov a) La síntesis de la obra Yo encuentro particularmente feliz y útil la síntesis de la obra (una página) y las transcripciones, porque son necesarias a quien no la leyó y le viene bien a quien la hubiera leído hace mucho, como es mi caso. b) Dichos del acusador, del defensor. El jurado Luego hay tres secciones dedicadas a exponer el pensamiento del fiscal, del defensor, y las réplicas de ambos (que en ese tiempo eran comunes), más la decisión del jurado. Las transcripciones son, necesariamente en este caso, muchas. Ello es motivado por la riqueza del original como ejemplo de acusación y de defensa, para todo fiscal y abogado. Y tiene la particularidad de que los comentarios sobre esas piezas son, al principio, unos pocos brochazos, y van aumentando a medida que el lector cuenta con más datos sobre la obra. El incremento se advierte claramente a partir de la página 31, parágrafo 6, hasta el final, página 76. Es la parte en que directamente se ocupa de aspectos procesales y penales. -VLas apreciaciones de Castex En general, todas las consideraciones penales del autor son muy correctas y acertadamente introducidas. a) Las nociones de verdad y falsedad En la página 31 comienza el análisis de un tema procesal, cual es las nociones de verdad y falsedad. La síntesis de los cambios ope687 rados es muy breve, pero correcta, para llegar al tema típico de la inquisición, cual es, según la doctrina mayoritaria, el descubrimiento de la verdad ocurrida. Esto, en general, es aceptado por cualquiera, pues parecería ridículo que en un proceso no se quisiera descubrir qué pasó. Pero el problema es que, enseguida, nace el deseo de descubrir lo que pasó por cualquiera de los medios tan bien descriptos por un par de libros de Alec Mellor. Uno de ellos versa sobre la tortura y presiones vecinas, y otro sobre manejos procesales a esos efectos. Pienso, contra lo que es común creer, que la inquisición no buscó la verdad, sino buscó confirmar lo que el inquisidor quería encontrar. Por eso, creyendo que una serie de presiones como la tortura, eran convenientes para producir el efecto, no vaciló en practicarlas. Después de ese planteo, Castex cita una serie de argumentos propios de la cultura actual de un buen penalista, interpretados muy lúcidamente. No los repetiré aquí, porque eso está muy bien dicho. b) el principio favor rei En la página 40 comienza el análisis de otro tema procesal (y en este país, constitucional, desde antes que se escribiera Karamasov). Es el principio favor rei. Aquí el autor cita, como muchas otras veces, Derecho y razón, de Luigi Ferrajoli, importantísima obra que muestra una cultura clásica de la doctrina penal comparable a la de Carrara. También cita a Eberhard Schmidt, a quien critica eficazmente. En pie de igualdad con los doctores, Castex incluye al defensor de Karamasov. c) Sistemas para valorar las pruebas Desde la página 44 hasta la 56, Castex pasa a considerar los sistemas que se manejan para valorar las pruebas producidas. Su síntesis, en este punto, es excelente. Además de las formas históricas que menciona y caracteriza, culmina con las dos que compiten en la actualidad, la prueba regulada y la convicción libre, que quizás conduzcan ambas, aunque no pareciera ser la idea de Castex, a muchas injusticias. Es bastante evidente que en cuanto al sistema de la prueba demasiado regulada se han indicado muchos fallos que chocan fuertemente contra el sentido común. Pero con el llamado sistema de la libre convicción se pueden apreciar notables casos en los que las hi688 pótesis y suposiciones de los jueces y fiscales, y probablemente también de las instituciones gubernamentales que pueden intervenir en juicios penales, se expresan como convicción indiscutible. Quedan a un lado muchas pruebas que pudieron haberse producido contra esa ‘‘convicción’’, y el sentido común. Y si los hechos se difunden mediante una opinión banal, peor. Es claro que el juicio por jurados es de íntima convicción, ya que, según el sistema norteamericano, el jurado es un representante del pueblo, insertado en el sistema judicial. Las cosas son un poco diferentes en el sistema llamado ahora escabinado1, tribunal mixto, compuesto conjuntamente por jueces legos y por letrados. Estos tribunales mixtos fueron un invento hitleriano. Durante la ocupación de Francia por Alemania en la guerra que empezó en 1939. Muchos jurados absolvían a los indicados como autores de atentados contra las fuerzas de ocupación, los puentes, ferrocarriles, etc. Como esos resultados parecían provenir de algún voto no individualizable, se inventó suprimir el jurado tradicional, reducirlo y hacer que trabajara junto a los jueces letrados. De modo tal que entonces podría saberse quién votaba en contra y comunicarlo a la autoridad alemana. Con lo que se terminaba suprimiendo a toda opinión contraria. De más está decir que el escabinado no es el juicio por jurados al cual se refiere la Constitución nuestra. De paso, sobre juicio por jurados existe el proyecto de la comisión nombrada por Sarmiento en 1871, que formaron Victorino de la Plaza y Florentino González2. En un año y medio estuvo listo el Proyecto, publicado en 1873, que consta de 170 páginas de informe, un Proyecto de Ley que establece el juicio por jurados, de 47 artículos, y un Proyecto de Código de Procedimiento Criminal. Ambos Proyectos se 1 La palabra proviene de los escabinos, que sabían más derecho que la mayoría de los jueces de la época, creados por Carlomagno. Éstos eran enviados para resolver un asunto importante y actuaban en lugar del juez lugareño. Es claro, el sistema era bastante cuestionable, porque podían estar influidos por el deseo de complacer al emperador. Como se ve, estos escabinos no tenían nada que ver con el escabinado. 2 Que era un notable jurista colombiano que pasó a Buenos Aires, donde publicó muchas obras (una de ellas, El juicio por jurados, es citada por Castex) y en cuya Universidad enseñó. En cuanto a Victorino de la Plaza, como abogado trabajó con Vélez Sarsfield, ayudó en la redacción de varios códigos y leyes. Y después la historia lo presenta como una especie de mago de las finanzas, varias veces ministro, vicepresidente de Sáenz Peña, que enfermó y murió, de manera que, como es sabido, llegó a ser presidente. 689 complementan y no creo que después se haya escrito un código mejor. Pero el Congreso, que había dictado la ley para que se formara una comisión, nunca lo consideró. Muchas de las razones para ello fueron enunciadas por Manuel Obarrio, en 1882, explicando porqué no se había considerado la posibilidad del juicio por jurados. Uno de esos párrafos reproduce Castex, que compara la situación en Rusia con la situación Argentina. En algún lugar de Rusia se mostraba mucho interés por un juicio por jurados, y Castex cree que nuestro pueblo no tenía menos valores que el ruso. Personalmente pienso que los valores y cultura de ambos pueblos eran, no tanto en más y en menos, sino muy distintos. Aquí, la política, había motivado y motivaba muchas muertes, tanto en la Capital como en la culta Córdoba o en las aldeas. Por supuesto, creo que todas las afirmaciones de Castex, se refieren al juicio por jurados propiamente dicho. El Dr. Castex es partidario del juicio por jurados y confiere mucha importancia al juramento que se presta para el cargo. Atribuye a tal juramento asegurar una libre convicción, no arbitraria. Admiro la confianza de Castex. De todos modos, el juicio por jurados, en los Estados Unidos de América, está perdiendo partidarios. d) El parricidio En la página 59 comienza el tratamiento del parricidio, con la transcripción de interesantes párrafos del acusador y del defensor. Sigue el comentario de Castex, que empieza por la síntesis de la evolución del instituto en Roma. Castex aprecia la extensión que va cobrando el parricidio, hasta el momento en que se equipara al padre con el gobernante3. Trae en cita a Vigilar y castigar, la conocida obra de Foucault. Entre varias obras de la doctrina nacional que consultó destaco la obra de López Bolado (Los homicidios calificados), que no es muy citada, pese a ser una fuente importante. Castex explica aquí los casos contemplados en el artículo 80, inciso 1º del Código Penal, entre los que está el parricidio, ampliado con el filicidio y toda la línea ascendente y descendente. El mismo 3 Algo de eso hay en el espíritu ruso de entonces, pues el zar, además de mando gubernamental y religioso, era como un padre, para muchos. No todos (v.g. el héroe de la novela y su autor). 690 inciso incluye el conyugicidio. Pronto pasa al caso en que se infiltre la emoción violenta, articulo 81, con homicidio agravado por el vínculo que el Código resuelve en su artículo 82. Es un lugar donde consagra una atrocidad jurídica y humana. Porque es evidente que si la emoción es violenta y las circunstancias la hacen excusable, tal cuadro es mucho más excusable cuando se trata de personas muy ligadas entre sí, No creo que un hijo que ve maltratar a cada rato a su madre, tenga más culpa que un tercero. Nótese que las atenuantes y dirimentes comenzaron pensándose en el derecho penal para el caso del marido engañado o el abuelo del hijo de la niña burlada, por ejemplo. e) La emoción violenta En la página 67 comienza el estudio de la emoción violenta. Es un asunto que ha complicado mucho a nuestros autores, a partir de la sanción del Código de Moreno. La verdad es que ese Código modificó radicalmente el enfoque al que nuestros doctores estaban acostumbrados, que era el de algún caso puntual, y la circunstancia atenuante del ‘‘impulso de ira y justo dolor’’, como se decía. Inicialmente se ocuparon del tema José Peco y Juan P. Ramos. Este último tenía las actas de las discusiones de la Comisión de Expertos que había discutido unos años antes, en Suiza, el proyecto que nuestros legisladores adoptaron entonces. Es claro que los legisladores no tenían las actas suizas, sino el texto resultante, de modo que las ideas de Thorman, Gautier y otros que con rigor transcribe Ramos, no son fuente nuestra. Son, por cierto, útiles para saber cómo se llego al texto del artículo. La tesis de Ramos fue en aquél momento considerar que los motivos éticos (Thorman) eran los únicos que interesaban. Sin embargo, esa tesis había triunfado en Suiza en relación con otro párrafo de su artículo 113, que se refiere al profundo desasosiego (désarroi), no a la emoción violenta. El hecho es que la discusión suiza y nuestro texto utilizan la terminología de la psicología de Ribot, que dominaba entonces. En cuanto al derecho helvético, es indispensable recordar que el artículo sobre emoción violenta (113) es casi igual al nuestro, pero en suiza no existe ni parricidio ni ningún homicidio agravado por el vínculo, de modo que, en nuestro caso, pasa a ser un dato importante. 691 En verdad, la doctrina nacional se fijó más en lo que se decía desde Tucumán por Gerardo Peña Guzmán (19434) o por García Zavalía (1946). El propio Ramos no tuvo el menor inconveniente en reconocerle a Gerardo Peña que tenía razón y, según me dijo a mí, las ‘‘circunstancias’’ que debían considerarse eran el conjunto que cita nuestro artículo 42, donde está, entre otras, ‘‘la calidad de los motivos’’. No es la única circunstancia, sino una de las posibles. Extendí algo este comentario porque he conocido a todos los actores, conversé con ellos y pude leer las actas suizas, que Ramos tenía. f) Tipo de pena conveniente En la página 73, las consideraciones sobre el tipo de pena conveniente. No comentaré, pues me parece muy adecuado. g) ¿Habría un recurso posible? El trabajo termina refiriéndose a si, de ocurrir ahora un caso similar, sería viable algún recurso. Castex trae a colación la convención americana de derechos humanos y señala el problema que existe entre una segunda instancia y un juicio por jurados. Como Dostoievski no vivió el tiempo suficiente para cumplir su propósito prologal de escribir la segunda novela sobre la vida de Karamasov trece años después, no sabemos si se las hubiera ingeniado para recurrir si fue indultado, se evadió o que pasó. Como puede verse, el tema de vuestro concurso y el trabajo me han parecido muy interesantes. En cuanto a este último, van dos apostillas. La primera, que me gustó mucho. Es una apreciación subjetiva, pero fundada en el estilo, cultura general5, diversas apreciaciones importantes y claridad, muy apartada de jergas abogadiles. La segunda, que las menciones criminológicas se asientan en criterios clásicos y asimismo en los actuales. Y las procesales y penales, en una selección de opiniones notables de antes y de las de moda. 4 Después rehizo el libro en 1969 (El delito de homicidio emocional, AbeledoPerrot) que es una muestra de sapiencia, modestia, claridad y sentido común. Al final de las notas de la página 13 agradece el acuerdo de Ramos. 5 Es evidente la calidad y cantidad de notables autores que estuvieron presentes en su mente, aunque solo citase algunos de pasada. 692 Conceptos del Académico Titular Dr. Juan Humberto Tramezzani He tenido el honor de presidir el jurado del ‘‘Premio José Ingenieros 2008’’ por excusación de su titular y el placer de participar de una labor conjunta con los colegas académicos correspondientes Dres. Alfredo Achával, Antonio H. Bruno y Víctor Poggi. El jurado emitió un dictamen cuya Acta ilustra las tareas efectuadas que, ante el original e interdisciplinario enfoque del único trabajo presentado, incluyó una consulta a dos señeras figuras del derecho penal como los son los Dres. Eduardo Aguirre Obarrio y Tristán García Torres. Sus opiniones han sido anexadas al Acta del dictamen donde por unanimidad se decidió otorgar el premio al trabajo titulado: ‘‘Defendiendo a Karamanzo’’, donde se analizó el tema ‘‘El parricidio y sus implicancias jurídicas y médico legales en la literatura europea del siglo XIX. Un enfoque interdisciplinario desde el Derecho, la Criminología y el Psicoanálisis’’. El trabajo que hoy se premia ofrece como característica el apuntar al diálogo entre disciplinas y a una hermandad provechosa entre ciencias y arte. Esto es esencial en nuestra Academia, que en el fondo trata de instaurar aquel humanismo revividor que caracterizó al Renacimiento. El trabajo que hoy se premia ofrece precisamente esto: bucear en procura del derecho expresado en la creación literaria a través de las páginas de una obra inmortal de Dostoievsky. El autor, Dr. Francisco Ignacio Castex, es profesor adjunto de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires, docente con más de una década de actividad en la especialidad, que recientemente ha publicado una obra inspirada en los trabajos de Kafka que tituló Contrabucéfalo y en la que incursiona en cuestiones de política criminal y derecho penal. Fue becario de esta Academia Nacional, investigando estos temas en relación con la Carta Magna, bajo la dirección del académico profesor A. Rodríguez Galán. Con estas palabras deseo expresar al Dr. Francisco Castex las felicitaciones en nombre del Jurado por tan meritorio trabajo y seña693 lar que no en vano lleva el apellido de Mariano R. Castex quien en este claustro disertara sobre ‘‘La sordera de Beethoven’’ y el del actual académico decano, padre del laureado Mariano N. Castex quien oportunamente disertó sobre ‘‘La coerción del periodismo sobre los tribunales’’, matizado con música de Rossini y cuadros de Dali. Genio y figura hasta la sepultura reza el refrán. Dr. Francisco Ignacio Castex: congratulaciones. 694 EL CASO KARAMAZOV Y EL PARRICIDIO DEL JURADO Dr. FRANCISCO IGNACIO CASTEX Es un honor recibir este premio otorgado por tan prestigioso jurado integrado por académicos de distintas disciplinas. Gracias a todos ellos por el tiempo que han dedicado a la lectura de mi investigación. No deja de ser un enorme orgullo recibir un premio por parte de la Academia Nacional de Ciencias, donde tanto mi abuelo como mi padre han pasado horas, días y años (y el más joven continúa aún hoy) dedicados a la investigación. Siempre esta presente en este investigador (de tercera generación) un valiosísimo trabajo del jurista Ernesto Ure leído justamente al asumir como integrante de esta Academia de Ciencias. Resaltaba el profesor Ure que esta Academia Nacional de Ciencias ‘‘cumple cabalmente los propósitos que inspiraron su creación gracias a la constante preocupación e inteligente labor de sus miembros, que han tenido a bien asociarse a la corporación’’1. 1. La relación entre derecho y literatura A partir del análisis de una obra clásica de la literatura del siglo XIX como Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski2, se disparan numerosas cuestiones jurídico penales. En la premiada investigación nos propusimos, entonces, tratar la interrelación que puede construirse entre literatura y derecho, tanto penal como procesal penal, con especial enfoque en el parri1 Ernesto Ure, ‘‘El juez y la duda’’, en Revista de Derecho Penal y Criminología, 1969, nº 2, La Ley. 2 Se ha consultado la traducción de Omar Lobos, edición Colihue, Clásica, Buenos Aires, 2006. 695 cidio y el juicio por jurados. Justamente esta obra generó las profundas inquietudes de Sigmund Freud sobre el parricidio y el psicoanálisis3. De hecho la literatura se encuentra inundada de casos en que cuestiones legales cobran cuerpo. Existen ciertamente en las obras literarias múltiples y diversos temas relativos a la vida, la muerte, el crimen, la religión, la guerra, la familia y otras. Al que desee un testimonio más extendido de esta situación, le bastará recorrer los textos de Homero, Esquilo, Eurípides, Sófocles, Kleist, Dickens, Dostoievski, Twain, Kafka, Camus, Stevenson, Borges, Melville, Zola, y también Goethe, Marlowe y Shakespeare. Entre el derecho y la literatura, no menos que en el teatro, pues muchas de sus obras han sido llevadas a la escena, se tejen líneas elaboradas con hilo procedente de la otra bobina. En el cine y la televisión, a su turno, los juicios ante los Tribunales con jurados cuentan con especial inclinación del público, como lo explica Wilfrid R. Prest en The Rise of the Barristers. A Social History of the English Bar. ‘‘Los procesos legales, en efecto, tienen una dimensión escenográfica que justifica que escritores de ficción como Sybille Bedford, Truman Capote, Rebecca West y Renata Adler, hayan dedicado sus talentos a describir los tribunales reales’’4. Muchos cuerpos de literatura se refieren a cuestiones de justicia, de la pena en juicios criminales, y la corriente utilitarista liderada por Jeremy Bentham considera que son razones de utilidad que la convalidan, o sea, sus consecuencias valiosas para la prevención del delito o la disuasión (deterrence) de futuras acciones dolosas o culposas. El retribucionismo, por su lado, estima que la única razón que justifica la pena es la justicia lograda estricta y únicamente a través de la retribución (Kant). El reproche del utilitarismo al retribucionismo consiste en que, detrás de su argumento de justicia, lo que fue una simple cuestión de venganza5. Entre los casos de venganza, existe uno, por demás paradigmático en La Ilíada. Agamenón había robado a Aquiles a su cautiva 3 Sigmund Freud, Dostoievski y el parricidio. Esta relación también fue tratada, aunque a partir de una obra de Shakespeare, entre nosotros por Enrique Kosicki, Hamlet, el padre y la ley, Editorial Gorla. 4 Enrique Marí, La teoría de las ficciones, Eudeba, Buenos Aires, 2002, p. 217 y ss. 5 Francisco Castex, ‘‘El derecho a la venganza legal y sus límites’’, en El sistema penal en las sentencias recientes de la Corte Suprema, AA.VV., compilador Daniel Pastor, Ad-Hoc, 2007. 696 Briseida y desea restaurar heridas, calmarlo e incorporarlo a la lucha contra los troyanos. Pero ningún ofrecimiento apacigua su ira. Ni su devolución, ni la promesa de no haber subido nunca a su lecho, ni los diez talentos de oro, ni las veinte calderas, ni los siete trípodes aún no puestos al fuego, ni los doce corceles vencedores en los juegos, ni las siete mujeres lesbianas primorosas en labores, no otras futuras como hacerlo su yerno, honrarlo igual que a Orestes, su hijo menor, darle a elegir entre las tres hijas que habían quedado en el palacio, llenar su nave hasta hartarse de riquezas si los dioses consentían destruir la hermosa ciudad de Príamo, darle siete populosas ciudades, unas junto al mar, otras abundantes en viñas y las veinte troyanas más hermosas, bastaron para calmar la cólera del hijo de Peleo. Para Ayax rechazar semejante oferta es ‘‘puro espíritu de venganza’’ de un misógino y anacoreta, que Aquiles visualiza, por su lado, como retribución, espíritu de justicia. ¿Cuál es el parámetro que separa el espíritu de venganza de la compensación, como ingredientes de la retribución? He aquí un problema a caballo de la literatura y el derecho implantado en las causas judiciales desde la más remota antigüedad. Por otro lado, los jueces y los juristas ponen y deben depositar profunda atención en la selección de las palabras en que se expresan como en el uso de las metáforas y las similitudes que emplean en sus prácticas, y nadie pone en duda que una profunda versación literaria aplicada a sus respectivas labores los alejará de su condición de ‘‘hombres del papel sellado’’, permitiéndoles tomar la delantera en un momento en que la teoría de la argumentación y la retórica ocupan un lugar significativo en la teoría y la crítica jurídicas. Aunque frecuentemente en materia literaria la importancia del derecho es empequeñecida, frente al amor, las situaciones de la vida, el asesinato, la religión, la guerra, la familia, el ascenso o más bien la escala social, el arte y la literatura misma, un sorprendente número de obras literarias se ocupan de procedimientos legales, donde algún tribunal de cierto tipo promueve un clímax y ocupa un rol destacado. La posibilidad misma de enseñar abogacía a partir de los grandes ejemplos literarios de elocuencia y persuasión, como las oraciones funerarias de Julio César, se han pasado por alto. Lo mismo ha ocurrido con los avateres del tribunal de Dimitri Karamazov. La actuación del abogado de Dimitri, Fetyukovitch, demuestra dos aspectos fundamentales de la práctica efectiva de un tribunal: preparación meticulosa y una teoría del caso que el aboga697 do crea organizando, seleccionando y refundiendo los hechos en bruto, para hacer inteligible, coherente y atrayente la historia6. La otra gran obra del autor, Crimen y castigo, ha recibido un desafiante análisis por parte de la criminología positivista. Fue Ferri, quien en Los delincuentes en el arte, sostuvo que ‘‘todas las líneas principales de la psicología criminal que la ciencia va descubriendo laboriosamente con ánimo de encontrar un preservación más eficaz y humana de la enfermedad individual y social a la que llamamos delito, Dostoiewski las observaba y describía artísticamente cincuenta años antes’’7. Sobre estas y otras polémicas conclusiones de Ferri nos referimos en Dostoiewski y la teoría de la pena. Por otro lado, la fecha de la obra 1881 es interesante para comparar con la disputa positivista que comenzaba a verse en el derecho penal y que tuvo una ferviente crítica de Manuel Obarrio8. 2. El caso Karamazov Los hermanos Karamazov es una de las últimas y, según la opinión más generalizada, una de las mejores novelas de Feodor Dostoievski. Aunque aparecen en ella los característicos personajes indecisos, fluctuantes y semi-locos de toda su producción, hay otros sólidamente definidos y trazados, y que proceden con arreglo a una psicología rectilínea, sin dejar por eso de ser de carne y hueso. Teodoro Karamazov, el fundador de la interesante familia que retrata Dostoievski, es un hombre de cincuenta y cinco años, gastado por los vicios, lujurioso, borracho, indiferente para los suyos, bufón grotesco y, por todos los conceptos, despreciable. De su primer matrimonio con Adelaida Miusov tuvo un hijo, Dimitri (apodado Mitia); y del segundo enlace con Sofía Ivanovna (‘‘la poseída’’), otros dos hijos: Ivan y Alejo o Aloisha9. Los tres descendientes se criaron y educaron sin intervención del padre, unas veces en poder del criado Gregori, y otras bajo la tutela de diferentes personas. En la época a que se ciñe el relato, Dimitri, de veintinueve años, ex oficial del ejército, Ivan, de veinticinco, estudiante, estudioso y 6 Sobre ello debe verse Cano Jaramillo, Oralidad, debate y argumentación, Ibañez Grupo Editorial, Colombia, 2007. 7 Cita Enrico Ferri, Los delincuentes en el arte. 8 Manuel Obarrio, Curso de derecho penal. 9 De acuerdo a las traducciones los nombres pueden cambiar. 698 seudo-sabio, y Aloisha, de diecinueve, místico y novicio de un monasterio, se hallan reunidos en la ciudad en la que vive el padre, al que los dos primeros desprecian y el último trata con la consideración que le marcan sus creencias. Aloisha es el predilecto del curioso e interesante monje staret Zósimo, que, muy anciano, muere en el transcurso de la obra. Dos mujeres de extraordinario relieve –Catalina Ivanovna, hija del que fue coronel de Dimitri, y Agrafena (Agripina) Gruneshka, recogida y amante protegida por el viejo negociante Cosme Sansonov– aparecen en el relato enamoradas ambas del impulsivo Dimitri, presentando tales amores todas las alternativas y enigmas que suelen acumularse en las pasiones que se adueñan de los personajes de Dostoievski. Otro tipo de gran importancia es el epiléptico Pedro Smerdiakov –al que suelen llamar Karamazov–, presunto hijo de Teodoro y de una pobre vagabunda idiota que murió al darle a luz, y criado de confianza a la par que cocinero del viejo Teodoro. Dimitri, que ni trabaja en nada ni tiene un kopek, se apropia tres mil rublos que un día le entrega Catalina para que los remita a Moscú, y habiéndose gastado parte de esa suma en una francachela con Gruneshka (la cual, sin embargo, es honrada a su modo y no le otorga favor alguno), empieza a sentir la obsesión de adquirir dinero para devolvérselo a Catalina y confesarle su falta. El viejo Teodoro está enamorado también de Gruneshka y le ha rogado insistentemente que le haga una visita, teniendo dispuestos para ella en un sobre tres mil rublos que está decidido a regalarle. En tales circunstancias, Dimitri, que siente celos de su padre, que sabe que no puede obtener de él cantidad alguna y que se siente estafado con motivo de la herencia materna, no se recata de expresar en público y en privado el odio que le inspira su progenitor; y una noche, creyendo que Gruneshka ha ido al fin a ver a Teodoro, penetra en casa de éste saltando la cerca… y huye cuando se convence de que está en un error. Pero al siguiente día aparece el padre muerto en su habitación, con señales de haber sido golpeado con un instrumento contundente, y se descubre el robo del contenido del sobre que aquél destinaba a Gruneshka. Todas las circunstancias acusan a Dimitri, y es condenado a veinte años de trabajos forzados siendo inocente, pues el verdadero asesino fue el criado Smerdiakov, que se ahorca sin declarar su crimen más que a Iván Karamazov, al cual se lo revela momentos antes de suicidarse y de la vista de la causa contra Dimitri. Pero vayamos de a poco. 699 3. Los alegatos y el parricidio La descripción que hace Dostoievski de los alegatos del Fiscal y la defensa es fascinante. Enuncia en forma precisa como debe un abogado abordar su exposición, no sólo construyendo el relato fáctico y jurídico sino además haciendo hincapié en la manera en que se expone ese desarrollo. La novela refleja un proceso claramente acusatorio y adversarial donde incluso se le ha dado lugar a un análisis de las réplicas. Merece esta síntesis de la investigación detenerse al menos por un momento allí. Como corresponde primero tuvo la palabra el Fiscal, ‘‘...Se me acusa de que en mi discurso hay mucho de novela; ¿pero acaso no peca de lo mismo el informe del abogado defensor? Sólo le ha faltado hablar en verso. Fiodor Pavlovitch, mientras espera a su amada, rasga el sobre y lo arroja al suelo. La defensa incluso cita las palabras que el viejo pronuncia en este momento. ¿No es esto un poema? ¿Qué prueba hay de que sacó el dinero? ¿Quién oyó lo que dijo? Y ese imbécil de Smerdiakov convertido en una especie de héroe romántico que odia a la sociedad por su condición de hijo ilegítimo, ¿no es un poema a lo Byron? El caso del hijo que entra en casa de su padre y lo mata sin matarlo, no es ya una novela ni un poema, sino un enigma planteado por una esfinge, que tal vez ni ella misma puede resolver’’. La elocuencia con que el Fiscal da vuelta el argumento de la novela es realmente admirable y ello para ocuparse a renglón seguido del parricidio ‘‘Si ha matado, ha matado. ¿Se puede admitir que no sea un criminal habiendo cometido un crimen? Después de haber dicho que nuestra tribuna debe ser la escuela de la verdad y de las ideas sanas, la defensa afirma que sólo por prejuicio se puede calificar de parricidio el asesinato de un padre. Si el parricidio es un prejuicio, si cualquier hijo puede preguntar a su padre por qué tiene el deber de quererlo, ¿qué será de la familia y de las bases de la sociedad? El parricida es el ‘azufre’ de los mercaderes moscovitas. La defensa ha desnaturalizado las más nobles tradiciones de la justicia rusa, únicamente para conseguir la absolución de algo que no se puede perdonar. El defensor nos pide que colmemos de clemencia al criminal, pues esto es lo que necesita, y nos asegura que pronto veríamos el buen resultado de este proceder. Sin duda, ha sido muy modesto al contentarse con pedir la absolución del acusado. Podía haber solicitado la creación de un fondo para inmortalizar las hazañas de los parricidas y presentarlas como ejemplo de la 700 juventud actual. El señor Fetiukovitch ha rectificado el Evangelio y la religión. ‘¡Todo eso es misticismo! Sólo yo poseo la verdad del cristianismo, de acuerdo con el análisis, la razón y las ideas sanas’. Incluso nos ha presentado una falsa imagen de Cristo. ‘Te medirán con la misma medida que midas tú’. A esto le llama él proclamar la verdad. Ha leído el Evangelio el día antes de pronunciar su discurso, para exhibir una interpretación original y brillante en el momento en que más efecto ha podido producir. Sin embargo, Cristo nos prohíbe proceder de este modo que induce a la maldad. Lo que nos ordena que hagamos es no devolver mal por mal, sino ofrecer la mejilla y perdonar a los que nos ofenden. Esto es lo que nos enseña Dios y no que sea un prejuicio prohibir a los hijos que maten a sus padres. Guardémonos de corregir desde la tribuna el Evangelio de Dios, al que el señor Fetiukovitch solo llama ‘el Crucificado que ama a los hombres’, enfrentándose con toda la Rusia ortodoxa que, cuando lo invoca, proclama: ‘¡Tú ere nuestro Dios!’ ’’. En este punto el fiscal deja ver el disvalor más moral que jurídico que tiene la figura del parricidio, con sus consiguientes objeciones constitucionales. Luego correspondió la replica de la defensa. Fetiukovitch no contestó, se limitó a llevarse las manos al corazón y a pronunciar en un tono de hombre ofendido algunas palabras llenas de dignidad. De nuevo aludió con ironía a la psicología y a la novela y halló la oportunidad de lanzar ‘‘Júpiter, te has equivocado, puesto que te enojas’’. Ello hizo reír al público, ya que el Fiscal no tenía la menor semejanza con Júpiter. Como respuesta a la acusación de permitir el parricidio, manifestó dignamente que no quería responder. En este punto es interesante como el defensor prefirió ridiculizar a su oponente en lugar de repetir una defensa que ya estaba expuesta. Para terminar, como corresponde a todo proceso penal (basado en el derecho continental) se concedió la palabra al imputado que levantó, pero apenas dijo nada. ‘‘¿Qué puedo decir, señores del jurado? Se me va a juzgar. Siento sobre mí la mano de Dios. Ha terminado mi vida de desorden. Como si me confesara ante Dios, os digo que no he vertido la sangre de mi padre. No, no fui yo quien lo mató. Yo era un libertino, pero me atraía el bien. Siempre deseé corregirme. He vivido como un animal salvaje. Doy las gracias al señor fiscal. Ha dicho de mí cosas que yo ignoraba; pero se ha equivocado al afirmar que he matado a mi padre. Doy las gracias también a mi defensor; su discurso me ha hecho llorar de emoción. Pero no ha debido admitir, ni siquiera como suposición, que yo haya podido matar a mi padre, porque esto es totalmente falso. No creáis a los médicos: conservo toda mi razón; mi único mal es que estoy agotado. Si me 701 perdonáis, si me devolvéis la libertad, oraré por vosotros y seré un hombre mejor: os doy mi palabra, os lo juro ante Dios. Si me condenáis, yo mismo romperé mi espada y besaré los pedazos. Pero perdonadme, no me privéis de Dios, porque me conozco y sé que acabaré por rebelarme contra mi destino... Estoy aniquilado, señores. ¡Perdónenme!’’. Acto seguido, el tribunal redactó las preguntas para el jurado y pidió las conclusiones a las dos partes. Momentos después, el jurado se dispuso a retirarse para deliberar. El presidente se limitó a decir ‘‘Sean imparciales, no se dejen influir por la elocuencia de la defensa; pero mediten bien su decisión; no olviden la alta misión que se les ha confiado’’. En este punto se advierte una contradicción del presidente, quien pide imparcialidad sugiriendo parcialidad. Es decir, pidiendo que no sea tomada en cuenta la elocuencia del defensor, que no es otra cosa que una herramienta más de persuasión. Una buena defensa hubiese objetada esa afirmación recusando al presidente y pidiendo un nuevo jurado. Después de las instrucciones, el Jurado se retiró. El jurado había estado deliberando una hora exactamente. El público volvió a ocupar sus puestos y en la sala se hizo un silencio absoluto. La pregunta principal venía a ser: ¿ha matado el acusado para robar y ha obrado con premeditación? A lo que el funcionario que era presidente y el miembro más joven del jurado respondió con voz clara, en medio de un silencio de muerte: ‘‘Sí’’. Y la misma respuesta se dio a todas las preguntas, sin la menor atenuante. 4. La publicidad del debate y el juicio por jurados Una consecuencia interesantísima de los hermanos Karamazov es advertir como en 1881 se hacía un fuerte hincapié en la publicidad del juicio y la necesaria intervención de los jurados. Ello sobre todo teniendo en cuenta que en ese mismo año en la Argentina se sancionaba un código que no aplicaba el juicio por jurados porque el pueblo todavía no estaba instruido y también se establecía un proceso netamente secreto. Decía Obarrio10 que ‘‘la institución del jurado, para que pueda llenar sus propósitos, supone no solo un alto grado de educación en el pueblo, sino, sobre todo, hábitos formados en el ejercicio del gobierno propio y que hagan de cada ciudadano un elemento en que su es10 Ver exposición de motivos del Código de Procedimientos en materia penal. 702 fera de acción contribuya al movimiento armónico y fecundo del mecanismo social. Es necesario para que la institución del jurado sea fructífera, que los individuos se penetren de su misión social y que el sentido del interés general predomine respecto de los pequeños intereses o afecciones que en muchos casos pueden hacer olvidar el cumplimiento del deber’’. Curiosamente la obra, contemporánea con aquel comentario, resalta lo importante de la participación ciudadana. Y no podrá decirse que el pueblo ruso estaba más instruido que nuestra civilización. Relata Dostoievski: ‘‘Mucho tiempo antes de que se presentara el tribunal la sala estaba ya repleta. Nuestra sala del tribunal es la mejor de la ciudad, amplia, alta, con buena acústica. A la derecha de los miembros del tribunal, ubicados en cierta elevación, había dispuesta una mesa y dos filas de sillones para los jurados. A la izquierda estaba el sitio del acusado y su defensor. En mitad de la sala, cerca de la ubicación del tribunal, había una mesa con ‘las pruebas materiales’. Sobre ella estaba la ensangrentada bata de seda de Fiódor Pávlovich, la fatídica maza de cobre con la que había sido cometido el presunto asesinato, la camisa de Mitia con la manga manchada de sangre, su levita toda con manchas de sangre detrás, en el lugar del bolsillo en el que había metido en aquel momento su pañuelo todo empapado de sangre, el pañuelo mismo todo encostrado de sangre, que ahora ya se había puesto completamente amarillo, la pistola que Mitia había cargado en lo de Perjotin para su suicidio y que Trifon Borísovich le sustrajera a escondidas a Mókroie, el sobre con la inscripción en el que estaban preparados los tres mil para Grúshenka y la cintita rosa finita con la que estaba envuelto, y muchos otros objetos que no he de tomar en cuenta. De allí a cierta distancia, hacia el fondo de la sala, comenzaban los sitios para el público, pero aun antes de la balaustrada había algunos sillones para aquellos testigos que después de dar ya su declaración fueran dejados en la sala’’. Es magnifico el modo en que el autor describe la necesaria publicidad de un juicio penal. No sólo la descripción de la sala de audiencias con una disposición igualitaria entre defensor y acusador sino y, lo que es más importante, la presencia material y pública de las pruebas. Ello permite a todos, jurados y público, ver aquello en lo que se funda la acusación. De esa manera se logra que aquella máxima de nuestra Corte Suprema sobre el debido proceso se vea cumplida. Es decir, acusación pública, sobre prueba visible, con posibilidad de contradicción y refutación por parte de la defensa, y siendo la sentencia una síntesis de esa disputa. 703 También merece destacarse el modo en que se señala el procedimiento de selección del jurado y su presencia en el debate. ‘‘A las diez se presentó el tribunal, conformado por el presidente, un miembro y un juez de paz honorario.(…) El presidente comenzó por preguntar al ujier si habían comparecido todos los jurados… Sé solamente que jurados una y otra parte, es decir el defensor y el fiscal, no habían recusado muchos. El cuerpo de doce miembros sí lo retuve: cuatro funcionarios nuestros, dos comerciantes y seis campesinos y pequeños burgueses de nuestra ciudad. En nuestra sociedad, recuerdo, mucho tiempo aún antes del juicio, preguntaban con cierto asombro, sobre todo las damas: ‘¿Es posible que un asunto tan delicado, complicado y psicológico sea entregado a la fatal resolución de unos funcionarios y finalmente de unos muyiks?, ¿y qué ha de comprender aquí un funcionario cualquiera, y mucho menos un muyik?’ ’’. Aquí justamente es donde el autor se encarga de describir aquella crítica usual que se hace al Jurado y a su supuesta ignorancia o falta de capacidad técnica. ‘‘En efecto, estos cuatro funcionarios que habían caído entre los jurados eran personas insignificantes, de bajo rango, de pelo cano –solamente uno de ellos era un tanto más joven–, poco conocidos en nuestra sociedad, que vegetaban con un sueldo mezquino, que probablemente tenían mujeres viejas, a las que no se podía mostrar en ninguna parte, y un montón de hijos, quizá incluso descalzos; que como mucho entretenían su tiempo libre jugando a las cartas y que, se entiende, nunca habían leído un solo libro. Los dos comerciantes, aunque tenían un aire circunspecto, estaban en cierta forma extrañamente callados e inmóviles; uno de ellos se afeitaba la barba y estaba vestido a la alemana; el otro, con una barbita canosa, tenía en el cuello una medalla atada con una cinta roja. De los pequeños burgueses y de los campesinos no hay nada que decir. Nuestros pequeños burgueses de Skotoprigónievsk son casi como los mismos campesinos, incluso aran. Dos de ellos tenían también vestimenta alemana y por ello quizás parecían más sucios y más chocantes que los cuatro restantes. De modo que podía venirle a uno el pensamiento, como me vino por ejemplo a mí, ni bien los observé, de qué podía entender gente así en este asunto… Ello no obstante, sus rostros causaban cierta expresión extrañamente imponente y casi amenazadora, eran severos y ceñudos’’. Sobre este punto se ha escrito mucho y también se ha debatido en ámbitos académicos y hasta legislativos. Una síntesis de esas disputas fue reflejada en la Jornadas que organizó el Senado de la Nación en 2005, Juicio por Jurados, El protagonismo del pueblo en el juzgamiento de los delitos. 704 La supuesta idoneidad del pueblo para ser jurado no parece un argumento viable para violar nuestra Constitución Nacional que prevé esta institución desde 1853. Es que el Jurado, como bien enseña Florentino González, ‘‘es el medio de asegurar el imperio de la justicia, y rodear a los que la administran del respeto, veneración y amor del pueblo, que verá en ellos a los guardianes de sus derechos, no a los enemigos de su vida, libertad y propiedad’’11. El jurado ha sido una de las instituciones más combatidas. Por unos, porque jamás han pensado la relación que tiene con el mecanismo gubernamental de la democracia representativa, del cual tiene que ser una de las ruedas esenciales. Y por otros, porque imbuidos en las máximas de los políticos de la Europa continental, y dominados por la idea de que la Jurisprudencia Romana y Napoleónica es el non plus ultra de la perfección, se han aferrado al procedimiento que ella establece para los juicios, y para el nombramiento de los que han de intervenir en ellos. El Juicio por Jurados conlleva un doble derecho. Primero el del ciudadano a ser juzgado por sus pares. Y en segundo término el de éstos de tener la posibilidad de participar en la administración de justicia. Es decir, ser jurados. Y sobre este punto aparecen fuera de lugar las supuestas argumentaciones de falta de idoneidad o capacidad técnica y hasta de supuesta influencia sobre los jurados. Acaso, los jueces técnicos no pueden también equivocarse o ser manipulados por la prensa. ¿Por qué pensar que los jurados van a ser menos objetivos que los jueces técnicos? Sería ingenuo afirmar que hoy un juez técnico no es influenciado por presiones políticas o mediáticas. Los jurados, a diferencia de los jueces técnicos, tienen la gran virtud de que sus cargos sólo duran para el caso, con lo cual su independencia es mayor al no tener que velar por su supervivencia en la función. El juicio por jurados, si es propia e inteligentemente conducido, divide el trabajo de la administración de justicia y permite a cada parte hallar la verdad en la esfera que se le asigna. Permite al juez colocarse como órgano independiente de la ley, no solamente sobre las partes, hostilmente empeñadas una contra otra, sino también sobre todo el caso práctico sometido a la decisión del tribunal. Habilita al sentido común, llano y práctico, para mezclarse con la discre11 p. 9. Florentino González, El juicio por jurados, breve noticia, Buenos Aires, 1869, 705 ción sagaz, profesional y científica en cada caso singular, y así preserva del efecto de esa disposición a sacrificar la realidad a la atenuada teoría a que cada individuo está sujeto en su propia profesión y peculiar empeño – adorar los medios y olvidar el fin. Hace posible la participación del pueblo en la administración de justicia, sin el serio mal de cortes compuestas de multitudes, o la confusión de las ramas de la administración de justicia de jueces del hecho y del derecho. Tiene la gran ventaja de un término medio en el modo de ver los hechos, porque como dice Aristóteles, muchas personas son más justas que una, aunque cada una de las muchas lo sea menos que la una, sin incurrir en las desventajas de vagas multitudes. En muchos casos proporciona un grado de personal conocimiento de las partes, y muchas veces de los testigos, para ayudar a la decisión. Da al pueblo oportunidades para evitar inadmisibles y coactivas demandas del gobierno. Es necesario para completar el procedimiento acusatorio. Hace de la administración de justicia asunto del pueblo, y despierta la confianza. Liga al ciudadano con mayor espíritu al gobierno de su comunidad, y le da una constante y renovada parte en uno de los más altos negocios públicos, la aplicación de la ley abstracta a la realidad de la vida: la administración de la justicia. Enseña la ley y la libertad, el orden y los derechos, la justicia y el gobierno, y difunde este conocimiento por todo el país, es la mejor escuela práctica de la ciudadanía libre. Carga sobre el pueblo una gran parte de la responsabilidad, y así eleva al ciudadano, al mismo tiempo que refuerza legítimamente el gobierno. No solo eleva al juez, sino que lo hace un popular magistrado, a quien se mira con favor, lo que no sucede en ninguna parte en el mismo grado, y sin embargo es de grande importancia, especialmente para la libertad. Junto con el sistema representativo, es una de las más grandes instituciones que desenvuelven el amor a la ley, y sin este amor no hay soberanía de la ley en el verdadero sentido de la palabra. Da al abogado la posición independiente y honrada que el procedimiento acusatorio y la libertad requieran, y es una escuela para esos grandes abogados sin los cuales no existe una amplia libertad popular. 5. El derecho al recurso y el juicio por jurados Como análisis final queda un tema estrictamente procesal. ¿Qué recurso sería viable contra la sentencia que condenó a Karamazov? 706 En este punto se abre una controversia actual de disputa en la Argentina. Según la Convención Americana de Derechos Humanos toda persona tiene derecho a un recurso amplio contra una sentencia condenatoria. La jurisprudencia tanto nacional como extranjera ha interpretado que amplio significa sin restricción alguna y con la posibilidad de discutir no sólo cuestiones de derecho sino también de hecho. Esta doctrina se desprende del precedente Herrera Ulloa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y del fallo Casal de la Corte Suprema de Justicia12. El problema es que la decisión del Jurado se funda en las íntimas convicciones de sus miembros sin que el imputado pueda conocer las razones. Es decir, los Jurados no tienen, como vimos, obligación de fundamentar su sentencia. Con lo cual el recurso no tiene materia para cuestionar más allá de la decisión. Esto abre dos interrogantes desde el punto de vista constitucional: ¿qué debemos privilegiar, el juicio por jurados o el deber de fundamentación de las sentencias? En el caso que el imputado haya optado por un juicio por jurados, ¿implica ello una renuncia al derecho al recurso amplio?, ¿puede compatibilizarse el juicio por jurados con el derecho a un recurso amplio? Somos conscientes, de todas formas, que un importante sector doctrinario ha criticado desde siempre el sistema de juicio por jurados. La crítica se dirige, como dijimos a lo largo del trabajo, principalmente, a la ausencia de reglas legales para valorar el material probatorio y a la ausencia de motivación de la sentencia que en este sistema emite un jurado popular. Sin embargo, esta ‘‘ausencia de reglas’’ y de ‘‘motivación’’, es relativa. En otras palabras, creemos que hasta un punto muy importante, los jurados están sujetos a reglas legales, y además, emiten un fallo motivado. Creemos que la principal regla a la que están sujetos los jurados, es la de su juramento. Sabemos, que los jurados, antes de acometer su tarea toman un juramento –de ahí su nombre– y creemos que ése es el marco regulatorio que los obliga. Como veíamos, cuando los jurados juran decidir siguiendo la evidencia presentada, los cargos y la defensa, de acuerdo a su íntima convicción, consciencia, e imparcia12 Un análisis de ellos puede consultarse en Daniel Pastor, Los alcances del derecho del imputado a recurrir la sentencia.(…), en CDyJP, Casación nº 4, 2004, AdHoc, p. 257. También Alberto Bovino, El caso ‘‘Herrera Ulloa’’..., en CDyJP, Casación nº 5, 2005, Ad-Hoc, p .21. Y, por último, Federico Wagner, Tras los pasos del derecho al recurso …. en CDyJP, Casación nº 5, 2005, Ad-Hoc, p. 55. 707 lidad ¿no están sujetándose a reglas de valoración? Los estándares vinculantes respecto de los jurados que acabamos de mencionar, son muy similares a las disposiciones que obligan al juez técnico a decidir de acuerdo a su libre convicción, la única diferencia es que en un caso las reglas se dirigen a un juez técnico, y en el otro, apuntan a un tribunal popular. Esta diferencia de sujetos, no es ni puede ser una diferencia en la esencia de la tarea emprendida. Por otra parte, desechamos la otra crítica común dirigida a los jurados y al sistema de íntima convicción, a saber: la falta de motivación de la sentencia del jurado. Dicha crítica es especialmente importante ya que la motivación de los actos de gobierno es un requisito tipificante del régimen republicano de gobierno (art. 1 C.N.), y mal podríamos intentar implantar un sistema de valoración que no cumpliera con dicho requisito. A pesar de lo dicho, no creemos que sea real la mencionada falta de motivación. Ello se debe, nuevamente, al juramento. Cuando el jurado se compromete a desempeñar su tarea conforme las reglas que venimos de citar, se obliga a motivar su fallo de acuerdo a dichas reglas. Dicho de otro modo, está motivando su fallo de antemano. No es, en la especie, la motivación clásica del juez técnico que da razones y fundamentos de su decisión, es una motivación sui generis, si se quiere, pero motivación al fin. Contra esta decisión corresponderá el recurso de casación y en caso de detectarse una arbitrariedad manifiesta deberá ordenarse la realización de un nuevo juicio por jurados. 708