Rinconete y Cortadillo

Anuncio
Rinconete y Cortadillo
Miguel de Cervantes Saavedra
Introducción
Ignacio Padilla
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
RICONETE Y CORTADILLO.indd 5
MÉXICO 2014
26/06/14 14:07
Cervantes Saavedra, Miguel de, 1547-1616, autor.
Rinconete y Cortadillo / Miguel de Cervantes Saavedra ; introducción Ignacio Padilla. -- Primera edición.
80 páginas. -- (Colección Relato Licenciado Vidriera / director de la
colección Álvaro Uribe)
ISBN 978-970-32-0472-4 (colección)
ISBN 978-607-02-5520-5
1. Padilla, Ignacio, prologuista. II. Uribe, Álvaro. III. Título.
IV. Serie
PQ6324.R5 2014
Primera edición: 6 de junio de 2014
D. R. © 2014, Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.
dirección general de publicaciones y fomento editorial
ISBN: 978-970-32-0472-4 (colección)
ISBN: 978-607-02-5520-5
Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio
sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Impreso y hecho en México
RICONETE Y CORTADILLO.indd 6
26/06/14 14:07
introducción
E
s propio de los clásicos generar controversias in­
cconciliables y preguntas insondables, sea porque
lo bello es necesariamente equívoco o porque las premisas
esgrimidas por los intérpretes de la obra en litigio suelen ser
falaces o hasta insidiosos. La obra de Miguel de Cervantes
es clásica también en ese sentido, y las muchas lecturas de
Rinconete y Cortadillo son un notable ejemplo de ello.
Desde una posición pragmática e historiográfica, Rin­
conete y Cortadillo es por fortuna incontrovertible en lo que
atañe, por ejemplo, a la datación de su escritura, asunto
que en otros casos sigue siendo un quebradero de cabeza
entre los más acuciosos cervantistas. Hoy es posible saber
al menos que esta novela existía ya en los primeros años del
siglo xvii, pues Cervantes mismo la menciona en el Quijote
de 1605: durante la larga escala de los protagonistas en la
venta de Juan Palomeque, éste materializa una maleta que
habría sido abandonada allí por un viajero que imaginamos era el propio Cervantes; dentro de la maleta se en­
cuentran los manuscritos de Rinconete y Cortadillo y El
curioso impertinente; la mención de la primera pasa casi
RICONETE Y CORTADILLO.indd 7
VII
26/06/14 14:07
VIII
inadvertida en ese momento, pero basta detenerse y mirarla
con más cuidado para entender que esa alusión al manuscrito y a la posible intromisión de Cervantes en los dominios
de don Quijote es señal de que el alcalaíno intuía ya para
entonces el notable juego metaficcional que aparecerá en
plenitud en el Quijote de 1615. Con la presencia de esta novela ejemplar en una maleta dentro de esa novela más amplia que es el Quijote, Cervantes anuncia ya su gran reflexión sobre la literatura que se refracta en todas direcciones,
el nacimiento de un tercer Quijote cuyos personajes habrán
leído dos Quijotes previos —apócrifo el uno, legítimo el
otro— en el portentoso juego de cajas chinas que da origen
a la novela moderna.
Mientras el cura Pero Pérez da lectura a El curioso im­
pertinente, resuena la posibilidad de Rinconete y Cortadillo
en el ánimo de los lectores. ¿Leeremos también esa novela
dentro del mismo volumen y en la misma velada? ¿Nos será
leída más adelante como nos está siendo leída por el cura la
devastadora historia del impertinente Anselmo y su malhadado amigo Lotario? Si es verdad que el lector moderno
y la novela moderna nacieron con el Quijote, justo es darle
crédito a Rinconete y Cortadillo por haber contribuido de
esta manera a la puesta en abismo del relato que reflexiona
sobre sí mismo mientras desmonta dentro de la literatura el
acto milagroso de la lectura y la escritura.
RICONETE Y CORTADILLO.indd 8
26/06/14 14:07
*
Las dificultades con Rinconete y Cortadillo comienzan
cuando extraemos el manuscrito del acomodado mundo de
la metaficción quijotesca y lo llevamos al agreste ámbito
de la creación cervantina. De entrada, existen dos versiones de esta obra, y no podemos saber cuál de ellas habría
olvidado el peregrino Cervantes en la ficticia venta de Juan
Palomeque. De los dos textos, uno fue conservado por Porras de la Cámara y otro corresponde a la versión definitiva
publicada por Cervantes en el volumen de Novelas ejempla­
res de 1613. Las diferencias entre una y otra versiones no
parecen de sustancia, pero su duplicidad dice mucho sobre
el papel y la forja de la obra. ¿Cuál de ellas estaba en la maleta del viejo soldado que pasó por la venta del Zurdo? Sin
remedio hermanada con obras como El coloquio de los pe­
rros, y con una novela tan acabada y precisa como el Curio­
so impertinente, las aventuras de Rincón y Cortado parecen
condenadas a un juicio desigual y, con frecuencia, a la condena formal.
Desde su nacimiento múltiple Rinconete y Cortadillo
ha provocado y sigue provocando discrepancias ingentes en
el ámbito de sus méritos narrativos así como en el de su pertenencia legítima a la tradición de la novela picaresca. Así
como aún es difícil determinar si el Quijote puede o no ser
inscrita en la nómina de las novelas de caballería, Rinconete
y Cortadillo se mueve incómoda en el censo de la novela
RICONETE Y CORTADILLO.indd 9
IX
26/06/14 14:07
X
picaresca, entre otras cosas, porque no es posible determinar hasta qué punto se trata de una parodia del género o de
un definitivo homenaje al género que encumbraron Lázaro
de Tormes, Guzmán de Alfarache y sus muchos secuaces.
En este sentido, la crítica ha estado secularmente dividida,
y diríase que este debate es acicateado por los propios críticos, acaso con el fin de contar con argumentos o falsos
problemas que enriquezcan una novela que de otro modo
pasaría ante nuestros ojos sin pena ni gloria.
Hay un poco de todo en el debate al que me refiero: los
hay quienes saludan la obra por su originalidad entre las
novelas cervantinas, y los hay quienes ponderan esa naturalidad que nos permite, dicen, inscribirla en un realismo
vitalista y visionario, casi sociológico, pionero de las mejores aproximaciones de nuestros literatos a los bajos mundos
de la delincuencia, las formas lingüísticas de la germanía
y la visión de plano desencantada del hombre en el infierno mundo. Ciertamente esta última aportación, presente en
otras novelas cervantinas, se encuentra claramente incardinada en las obras de Quevedo y Víctor Hugo, por quienes
a su vez habría pasado a Zola, Dickens y puede que hasta
Galdós. Creo no obstante que en ese mismo sentido Rin­
conete y Cortadillo tiene más de laboratorio que de obra
diáfana; se trata antes de una exhibición que de un prodigio
narrativo en plena forma. Mientras que la fluidez discursiva
y el naturalismo antisupersticioso de El coloquio de los pe­
rros son indiscutibles, Rinconete y Cortadillo no acaba de
RICONETE Y CORTADILLO.indd 10
26/06/14 14:07
erigirse como un relato acabado: sólo exhibe su grandeza
de manera fragmentaria y, sobre todo, sólo si se le enajena de
una perspectiva estrictamente narratológica.
Incluso Ostric, paladín moderno de la grandeza de Rin­
conete y Cortadillo, reconoce sin embargo que hay cierta
dificultad en resumir la obra, y acepta asimismo que esto se
debe a que en ella “no exista una acción propiamente dicha”.
Se trata efectivamente de un “pintoresco retablo de especies, representantes de gran variedad de tipos del bajo mundo sevillano”. Los juicios en favor que de la novela son al
mismo tiempo su lápida, pues el crítico advierte que la única
forma de ponderar Rinconete y Cortadillo en su justa medida es reconociéndola menos como un relato que como un
desfile. Después de todo, por contraste con las obras picarescas y rufianescas que la rodean dentro y fuera de la pluma Cervantina, en Rinconete y Cortadillo faltan tanto la
acción como la progresión. Hay en esta obra un prurito de
estampa, un afán de limitarse al recuento antropológico
donde apenas se juzga y donde los personajes no son objeto
de la metamorfosis que caracteriza a la picaresca y a otras
obras del propio Cervantes.
Bien puede ser que los dos protagonistas de esta novela
parezcan pícaros, si bien su odisea picaresca ha ocurrido ya
en otro tiempo, acaso en otro libro enquistado en la imaginación de Cervantes. Rincón y Cortado son tan pícaros o
tan rufianes como pueden serlo Sancho Panza o Maese Pedro en momentos específicos del viaje quijotesco; tanto su
RICONETE Y CORTADILLO.indd 11
XI
26/06/14 14:07
XII
entorno como sus rasgos parecen ajustarse en buena medida
al poblacho de rufianes, dueñas y ladronzuelos vitalistas que
venían ocupando la literatura universal desde que Rojas
concibió su Celestina. No obstante, cuando se les mira con
más atención y se les confronta con la ambigüedad brillante
del pensamiento cervantino, estos dos muchachos dinamitan, si no todos, varios postulados del género picaresco. Por
contraste con los perros Cipión y Berganza, no son Rincón
ni Cortado quienes cuentan su historia: la primera persona,
propia de la picaresca, desaparece para que la historia sea
relatada por un narrador omnisciente que es casi opuesto al
narrador picaresco. Por otra parte, se trata de muchachos ya
malformados o maliciados por la vida: no hay en ellos transformación, no hay involución o evolución que valgan para
parangonarlos con los mudables pícaros de la gran tradición
en la que se les quiere inscribir. De ahí que todavía no haya
podido determinarse hasta qué punto Rinconete y Cortadi­
llo puede efectivamente considerarse un puntal del género o
si, por el contrario, hablamos del borrador de una juguetona
antítesis de la picaresca setecientista.
*
Pero dejemos aparte el matiz problemático de la altura pi­
caresca de Rincón y Cortado. Pensemos que de cualquier
modo estos muchachos fueron pícaros y son rufianes, y que
en cuanto tales valen en la medida en que reflejan la visión
RICONETE Y CORTADILLO.indd 12
26/06/14 14:07
desencantada y asfixiada que Miguel de Cervantes tuvo en
sus últimos años de vida, una visión tan acre como moderna. Es bien sabido que el alcalaíno, instable y errabundo
como su famoso hidalgo, habría escrito a salto de mata la
parte más significativa de su obra. Que algunas de sus no­
velas hayan nacido en sus muchos cautiverios sólo confir­
ma esta regla: las numerosas cárceles que balizan la
existencia del alcalaíno tienen más de escala iniciática que
de parálisis radical. Cervantes escribe cuando está libre
historias que se gestaron, se movieron y se removieron primero tras las rejas. Aún se discute en qué prisión habría
nacido el Quijote, como si eso importara, como si no fuese
obvio que para el alcalaíno todas las prisiones fueron émulos del cautiverio único del infierno mundo y como si su
obra no fuese un constante y fallido intento de evadirse más
de la melancolía que de Argel. Sus obras son menos escapes
tumultuosos de Argamasilla de Alba que evasiones imaginativas del cuerpo del diablo mundo filipino que nunca concedió a Cervantes una salida honrosa, una coronación
ultramarina, una apoteosis que él creía merecida. Los personajes de Cervantes emprenden odiseas que sólo en apariencia serán épicas, quijotadas tachonadas por descensos
iniciáticos más bien grotescos o encierros seudomísticos en
ventas, ciudades, casas tapiadas, cárceles sudorosas, carretas de bueyes y cuevas que indefectiblemente conducen al
punto de no retorno, todos ellos abismos donde rara vez el
héroe es capaz de tener otra iluminación que no sea la ver-
RICONETE Y CORTADILLO.indd 13
XIII
26/06/14 14:07
XIV
dad de su extinción, su derrota, el mandato de su sumisión
frente al hecho de que el monstruo de la realidad siempre
será más poderoso que el ímpetu del sueño.
Esta tragedia del truncamiento en el camino del héroe,
este fracaso en la educación sentimental es signo inequívoco de la modernidad de los trabajos y los días cervantinos.
Por contraste con los héroes clásicos, los esperpentos de
Miguel de Cervantes marchan en el batallón de los perde­
dores, pero algunos de ellos, como Rincón y Cortado, sacan
de esa derrota el mayor provecho posible. Sus recorridos
por el espejo cóncavo de la España habsbúrgica refractan
paladines disformes, caricaturescos, patéticos; son seres a
quienes están vedadas lo mismo la redención que la transformación en seres mejores. Aquellos que, como don Quijote, se empeñan en violentar la realidad para construirse a
sí mismos, reventarán contra el muro de la verdad, un muro
tan sólido que no permite ningún tipo de superación. Sólo
los cínicos y los lúcidos pueden sobrevivir en el carnaval
contradictorio de la España de cetro y mitra. Don Quijote,
por su parte, tiene que morir por haber rechazado las ordenanzas del reino de este mundo, un reino de miserias en el
que sólo serán coronados los delincuentes, a cuya legión se
ha incorporado Rincón y Cortado.
Lo anterior glosa naturalmente el enseñoramiento del
pícaro y de sus émulos como los amos indiscutibles de la
novela moderna. Muerto el hidalgo con su arcadia, desvanecida para siempre la quimera de la edad dorada, el hombre-
RICONETE Y CORTADILLO.indd 14
26/06/14 14:07
cito maliciado a fuerza de maltrato, pobreza y decepción
es el único ciudadano posible en una modernidad a la que es
preciso adaptarse si se quiere seguir bregando. Aliarse con
el monstruo, renunciar al rescate de la princesa o a la consecución del tesoro en el corazón del laberinto. Morir en el
subterráneo que se esconde en la sombra, mas no para salir
airoso en la construcción de un mundo mejor sino para pertrecharse en un vitalismo que haga llevaderas las derrotas
evidentes del amor, la justicia y la belleza en una era en que
las armadas ya no son invencibles ni los reyes santos ni
Dios justo.
Erasmiano y contradictorio al fin, Cervantes se sentía
evidentemente atraído por el mundo de los delincuentes.
Esa atracción sin embargo lo asustaba. Nunca la asumió
del todo, o no tanto como el anónimo autor de Lázaro de
Tormes. De ahí procede acaso la ambigüedad de sus píca­
ros, de ahí la ejemplaridad dudosa de Rinconete y Cortadi­
llo. El horror sevillano le interesa a Cervantes más que la
moral a la que se sabe más o menos obligado. Sus pícaros
observan con fascinación el reino de Monipodio pero no
alcanzan a ser enteramente cínicos. Cuando Cervantes dice
que quiere denunciar la maldad, no acabamos de creerle
porque él mismo no lo cree. Se le nota sorprendido por el
afecto con que trata a sus delincuentes para desviar sus dardos hacia los criminales de las instituciones públicas y visibles. La progresión descendente del idealismo caballeresco
y su gradual humanización es dolorosa; percibimos am­
RICONETE Y CORTADILLO.indd 15
XV
26/06/14 14:07
XVI
bigüedad y confusión así en el autor como en el lector.
Rincón y Cortado no acaban de ser arquetípicos: son sólo
esperpénticos. No son nunca del todo víctimas ni nunca por
completo victimarios. El mundo de Cervantes está lleno
de contradicciones porque es nuestro mundo y porque en la
realidad la supervivencia sólo se responde con la contra­
dicción de rufianes dichosos, fregonas ilustres y caballeros
pícaros. Nunca canonizados y jamás demonizados, nunca
condenados mas nunca redimidos. Inconclusos como la novela misma, Rincón y Cortado se parecen a nosotros, que
insistimos en creer en que es posible separar el cuerpo y el
alma, la bondad de la vileza.
*
Ya sean pícaros, rufianes o todo lo contrario, Rincón y Cortado son tan ambiguos como planos. Y es precisamente su
platitud, intencionada o no, paródica o no, la que exalta por
simple contraste los dos elementos más hondos de la obra
en cuestión: el encumbramiento de Sevilla como Babilonia
imperial, y el ominoso retrato de Monipodio, minotauro
en el centro de ese laberinto andaluz. El trazo de Rincón
y Cortado, dibujados magistralmente en el diorama del
infierno sevillano, sugiere un antecedente apicarado y un
presente más bien rufianesco. Alguna vez fueron seres en
formación que salieron del campo y del seno familiar hostil
para ser devorados por la gran urbe. En ese abismo urbano
RICONETE Y CORTADILLO.indd 16
26/06/14 14:07
realizarán un descenso sin iluminación, una prisión sin metamorfosis. Despojados ya de la ingenuidad y la capacidad
de asombro que en principio tuvo Lázaro de Tormes, los jó­
venes cervantinos son ya diestros en la espada y el engaño.
Conservan sin embargo una cierta e inverosímil mesura, no
la necesaria para tener algún tipo de epifanía aunque su­
ficiente para emitir juicios y no involucrarse demasiado en
una delincuencia de más altos vuelos. En Sevilla, Rincón y
Cortado atestiguan algo que ya conocen parcialmente: dentro de la ciudad se reconocen en quienes son como ellos y
que los reconocen como suyos. Sin embargo, se mantienen
al margen; Cervantes no les permite involucrarse del todo,
no los deja ser, los convierte en censores y con eso los aniquila.
En este sentido, la novela es, más que picaresca, histó­
rica y antropológica, pues alude a comunidades delincuenciales de existencia para entonces probada, y a una Sevilla
que desde hacia tiempo había sido denostada por muchos
autores antes que Cervantes. Así como El licenciado Vi­
driera ha sido criticada como un simple pretexto de Cervantes para ensartar apotegmas, la escala casi inmóvil de
Rincón y Cortado en Sevilla sacrifica la fluidez narrativa
para realizar un deslumbrante retrato de la opacidad sevi­
llana. Así como el Quijote de 1605 trastabilla con la excesiva teatralidad del desfile de historias que confluyen en la
venta de Juan Palomeque, Rinconete y Cortadillo permite
el congelamiento del narrador testigo para observar, sin
RICONETE Y CORTADILLO.indd 17
XVII
26/06/14 14:07
XVIII
prisa pero sin pausa, una sucesión de viñetas del hampa es­
pañola, un rompecabezas que debe armar el lector en torno
a la figura diablesca de Monipodio, hermano de Roque Guinart y de Robin Hood, abuelo del Fajin de Dickens. Retrato
antes que relato, esta novela cervantina vale en la medida
en que fija los tipos humanos de esa España escandalosamente móvil que aparece en el Quijote. Esta instantánea andaluza encarcela y congela provisionalmente el espacio y al
hombre, los detiene para que podamos mirarlos a nuestras
anchas y decidir si queremos guardarlos para otras obras
donde el movimiento se reactive.
Esta suspensión en imágenes sucede contra el fondo de
la ciudad de Sevilla, un monstruo que pocas veces ha sido
mejor comprendido que en la pluma cervantina. Paradigma
de la ciudad devoradora en una era en la que el campo se des­
vanecía, epítome del laberinto urbano que todo lo engulle y
mata, Sevilla es la ciudad de Lope de Rueda y de los rufianes más queridos por Cervantes; es la urbe de don Juan y de
Guzmán de Alfarache, la urbe de los sueños truncos y los
cautiverios breves, quién sabe si injustos. Sevilla es Babel,
el paraíso bello aunque por dentro putrefacto de la simulación; es la ilusoria plenitud del siglo xvi, gomia y tarasca,
espejo cóncavo donde se reflejan los auténticos rostros de
la represión imperial y eclesial. Allí vivió y estuvo preso
Cervantes; a esta ciudad y a su máquina grande dedicó el
melancólico soldado un satírico poema; en Sevilla se intoxi­
caron la Camacha y el rufián Lugo, allí se embozaron las
RICONETE Y CORTADILLO.indd 18
26/06/14 14:07
Españas corrompidas y vencidas y se encerraron para aniquilarse el viejo celoso Cañizares en vano intento de proteger a su amada esposa del donjuanesco Loaysa. Es­pantado
y atraído como sus personajes, Cervantes ve en Sevilla una
atroz casa de espejos donde mundo y ultramundo son más
semejantes de lo que uno buenamente pudiera desear. Esta
ciudad habría sido descrita por Teresa de Ávila en su Libro
de las Fundaciones como un lugar donde “los demonios tienen más o menos mano allí para tentar”. Pues bien, Cervantes encontró esos demonios, se dejó tentar por ellos y puede
que hasta se haya convertido en uno de ellos para luego escribirse, escribirlos. Al reflejarse en el espejo cóncavo del
mundo hampesco, la mascarada de la ciudad suntuosa
muestra las verdaderas miserias de la humanidad. Así como
dos números negativos al multiplicarse se traducen en un
número positivo, la realidad espeluznante de la España
habsbúrgica del arriba y el abajo se convierte en arte. En el
dédalo sevillano hay otros dédalos, pero en el centro de todos ellos no está el rey sino Monipodio, rufián, ordenador,
transformador, regidor, él sí, de las vidas y las almas. Monipodio, demoníaco, es providente y justo y dig­no por simple
contraste con la deshonestidad simulada y simuladora de
las autoridades filipinas. Corte de milagros, agitanada distopía negra, la de Monipodio es ciertamente la verdadera arcadia de un Cervantes furibundo, emponzoñado y harto de
la sociedad que lo derribó hace tiempo en su propia quijotada. Los marginados como él, si bien parecen miserables, son
RICONETE Y CORTADILLO.indd 19
XIX
26/06/14 14:07
XX
los únicos que pueden entenderlo, y son también los únicos
a quienes podemos entender quienes nacimos con él a la
modernidad. Aunque las caras de Dios sean poco conocidas
y las buenas gentes sean ladrones, prostitutas y delincuentes, la libertad pura en Sevilla no existe porque nada existe
sin matices en la tierra. Aquí la piedad está al alcance de los
impíos, aquí Satanás es servidor de la divinidad, su aliado
más caro, su demiurgo. En este lugar algo queda de la belleza luciferina y paradisíaca, Monipodio es tan digno de educar e impartir justicia como los alcaldes que le temen. Sólo
ante este juez pueden los hombres de la España quinientista
ser hijos de sus obras.
RICONETE Y CORTADILLO.indd 20
Ignacio Padilla
Santiago de Querétaro, 2014
26/06/14 14:07
Descargar