60 LA VANGUARDIA Llàtzer Moix Otra bestia H asta el día 25 de este mes, el TNC programa La Bête, de David Hirson, dirigida por Sergi Belbel. Hay varios motivos para no perdérsela. Uno, el elenco de actores, encabezado por un Jordi Bosch colosal. Dos: su debate entre alta cultura y cultura popular, que a veces consideramos como un vicio de nuestro tiempo, pero que viene de lejos: ya Molière se quejaba de que su siglo –el XVII– se estaba encanallando furiosamente. Y, tres, el incierto futuro de este tipo de montajes: si siguen los recortes cualquier día veremos el TNC convertido en subsede de los vecinos Encants; de momento, el vestuario de esta obra se ha confeccionado ya reciclando parte de su ropero. La Bête nos cuenta la pugna entre Elomire –anagrama de Molière–, un autor y actor que dirige su compañía teatral con vocación de excelencia, y Valere, un cómico callejero que se sube a sus tablas con la mismo afán que anima al caracol manzana en sus paseos por las márgenes del Ebro. Elomire es un paladín de la alta cultura, exquisito, intransigente y algo antipático. Valere es verborreico, histriónico y cargante. Ahora bien, ambos saben hablar de corrido en alejandrinos. Su querella verbal se desarrolla bajo una carpa, allá por 1654. Y tiene por árbitro al príncipe mecenas que subvenciona la compañía y que desea introducir algo de pimienta en su repertorio, forzando la incorporación de Valere a la troupe. Nada más empezar la obra, y durante veinte minutos sin tregua, Valere pronuncia un monólogo torrencial, en el que despliega sus previsibles recursos, más bien relamidos y por tanto apreciados por el gran público. Además de un tour de force memorable, a la par que extenuante –el actor suda a mares–, este monólogo es la perfecta metáfora de una cul‘La Bête’ retrata la tura popular ruipugna entre Elomire dosa, grosera, exy excluy Valere, entre la alta pansiva yente, que va gacultura y la popular nando terreno en la escena teatral y en la cultura en general. Elomire –Jordi Boixaderas– aguanta este chaparrón verbal cómo puede y mete alguna cuña cuando ve hueco, pero pasa parte de la función arrinconado. Y el príncipe Conti –Abel Folk–, aún apreciando el teatro clásico, no está dispuesto a aburrirse y exige su revitalización con un injerto popular. Habida cuenta de que ese príncipe es un trasunto del mercado actual, ya pueden imaginarse qué escuela teatral acaba imponiéndose. La gracia de este artefacto de Hirson –magníficamente traducido por Joan Sellent– es que denuncia una situación preocupante pero, en lugar de incurrir en el lamento, lo hace montando una pieza teatral ambiciosa, que por sí misma desmiente, o al menos aplaza, la decadencia anunciada. Eso es, probablemente, lo que deberían hacer los creadores a los que alienta un deseo de excelencia y el horror a la vulgaridad: poner en pie obras dignas de su ideario y, así, retrasar la muerte de la inteligencia. Porque como nos dijo, también, Molière: “La muerte sólo llega una vez, pero cuando llega es tan duradera…”. CULTURA DOMINGO, 18 NOVIEMBRE 2012 Pagès Editors publica una carta del president contra republicanos críticos con él Tarradellas, legítima defensa PAU ECHAUZ Lleida J unio de 1957 en el Clos Mosny de Saint Martin le Beau. No han pasado ni tres años de la elección, en la embajada de la República Española en México, de Josep Tarradellas como presidente de la Generalitat en sustitución de Josep Irla, sucesor forzoso de Lluís Companys. Tarradellas tiene un grave problema, hay un sector de su propio partido, Esquerra Republicana, que discute su elección y le critica abiertamente en los cenáculos del exilio. Le acusan de autoritario y de ejercer una presidencia personalista. Josep Tarradellas ha agotado su paciencia y busca comprensión entre sus allegados, quiere explicar su versión de los hechos. Se sienta ante la máquina de escribir y redacta una larga carta, más de 40 folios, dirigida a tres prestigiosas personalidades republicanas: Ventura Gassol, presidente del Parlament en el exilio; Carles Pi i Sunyer, exalcalde de Barcelona, y Miquel Santaló, exministro de la República, los tres, miembros del Consell Executiu de ERC. El escritor y editor Josep Poca i Gaya encontró una copia de la carta en el Arxiu Montserrat Tarradellas i Macià del monasterio de Poblet y le impresionó la viveza del texto, la dureza de algunas expresiones y la firmeza con la que Tarradellas acusa a sus detractores y justifica sus posturas. Ahora, publica una edición del documento con el título Carta en defensa pròpia. Contra Sauret, Xirau, Guinart i Dardalló (Pagès Editors, 2012), con el que cree se dará a conocer un capítulo de la historia del exilio desde la visión de uno de sus más destacados protagonistas. “Era un texto mecanografiado de una carta desgarradora, llena de incorrecciones gramaticales, de redacción deficiente, plagada de faltas, escrita tal com raja sin ninguna revisión que hubiera podido mejorar el resultado final”, explica Poca. Al principio pensó en corregirlo pero finalmente desistió “porque entendí que podría perder la viveza y pasión que transmite a lo largo de sus cuarenta y pico folios”. Josep Poca, que fue colaborador de Josep Benet, afirma que su intención al editarla “es que la gente pueda acceder a las posturas de Tarradellas, que este pueda defenderse ya que las críticas que le llovieron fueron aceptadas muchas veces como dogmas de fe”. “Se trata de que el lector pueda establecer sus propios elementos de juicio, aunque yo no me pronuncio porque creo que todos tenemos un derecho a la legítima defensa”, explica. A lo largo de todo el texto Tarradellas desvela la preocupación que ARXIU MONTSERRAT TARRADELLAS I MACIÀ. POBLET Josep Tarradellas, en 1954 UN FRAGMENTO ]“Un bon dia, em vingué a veure Sauret per dir-me que ell creia que jo devia formar un govern que aplegués totes les forces de l'exili. Li vareig dir que, un temps després d'haver estat elegit President, la més alta personalitat del Ministeri d'Affaires Étrangers em va preguntar què pensava fer i li vareig dir: ‘Tout moins être ridicule’. Això vol dir que s'equivocaven aquells que pensaven que jo a l'exili em dedicaria a fer governs; jo no tenia autoritat per a fer-ho ni els partits tampoc. La meva missió era representar les nostres institucions per fer possible una millor comprensió entre catalans i que el temps ja em diria el que calia fer”. le causan las críticas y zancadillas políticas que le dedica Joan Sauret, que era secretario general de ERC por recomendación del propio presidente que le había postulado para sucederle en el cargo. Sauret, periodista, responsable de La Humanitat, era el cabecilla de un grupo en el que también estaban los diputados Antoni Xirau y Miquel Guinart y el ex subsecretario de Governació, Joaquim Dardalló. El grupo, radicado en Francia se dedicó a sembrar dudas sobre la legalidad de los decretos por los que Tarradellas fue elegido presidente de la Generalitat. Sauret también consideraba que el presidente de la Generalitat debía crear un Consell Executiu formado por cargos de los diferentes partidos. En la carta, Tarradellas defiende por qué no quiere a nadie a su alrededor, ya qué considera que sólo se ha de preocupar de preservar la presidencia de la Generalitat como signo de legitimidad y representación, conservándola para el futuro. Sauret no le perdonó que le negara la posibilidad de ser ministro en un Gobierno de la República en el exilio presidido por Gordón Ordás. Tarradellas explica que no se fía de Sauret desde los Fets de Maig de 1937 y aprovecha para recordar su viaje a Lleida para frenar a anarquistas y poumistas y “el daño que hicieron a nuestra causa”. También retrae a Sauret, de Balaguer, que se deje seducir por las promesas que le ha hecho un sobrino suyo, con influencia en el régimen franquista, Joaquín Viola Sauret, que para atraerlo le promete un empleo en una editorial barcelonesa. Las promesas del sobrino franquista al tío separatista no se cumplieron. Sauret murió en Balaguer en 1985 y su entierro fue presidido por Tarradellas. El libro es un recorrido por los núcleos del exilio republicano, en Francia, México, Nueva York o Argentina, episodios que poco a poco van saliendo a la luz. Joan Sauret y Miquel Guinart también expusieron sus experiencias del periodo en sendos libros de memorias. Poca no ha podido localizar ninguna carta de respuesta. “En 1960 en una entrevista con Josep Pla le dice que un gobierno en el exilio no servía para nada. Fue la convicción de mantener la presidencia en su persona para preservar la continuidad, la que le llevó al éxito cuando regresó a Barcelona y se reinstauró la Generalitat”.c