PIEZA DEL MES OCTUBRE 2010 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO Días 9, 16, 23 y 30 de Octubre a las 12:30 por Carmen Rodríguez Rico Ventura Rodríguez, 17 28008 Madrid ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO INTRODUCCIÓN Texto: Carmen Rodríguez Rico Coordinación: Cecilia Casas Desantes Maquetación: Gráficas Pedraza © Museo Cerralbo, 2010 N.I.P.O. 551-10-008-0 Don Enrique Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo (1845-1922), reunió y conservó en su palacio residencial toda una serie de obras de arte y antigüedades de muy diversa índole y procedencia, producto de una vida polifacética dedicada al coleccionismo y al estudio. Legada al estado junto con el palacio construido para contenerla, esta colección sería completada años más tarde por su hija política. El conjunto pictórico es amplio y en el tiene especial presencia el Barroco, español y europeo, predominando claramente la temática religiosa sobre otras como el retrato o la mitología. 3 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO UNA OBRA ALEGÓRICA EN EL MUSEO CERRALBO La apoteosis de la vida, título con el que se identifica en el Museo la pintura objeto de nuestro estudio, encierra como veremos diversas incógnitas que trataremos de desvelar a lo largo de estas páginas. En un espacio que parece ser cerrado a modo de habitación se encuentran varias figuras. Recostado sobre el suelo, en primer plano y en escorzo, se halla un hombre exánime de indudable alto rango con la cabeza reclinada sobre algo abultado, que pudiera ser un par de almohadones, y que porta una espada de la que sólo es posible ver la empuñadura. Sobre él se alza una majestuosa figura femenina que es recogida por un ángel. A la izquierda, un caballero, al parecer acompañado, entra de forma presurosa en la estancia. En la parte inferior del cuadro, de forma más o menos centrada, está la firma del autor y fecha de realización del cuadro. El hecho de que esté bastante borrado por pérdidas en la capa pictórica hace que sólo pueda leerse: “Fco Cam(…) 165(…)” o quizá “166(…)”. Ya Juan Cabré, amigo de Cerralbo y primer director del museo, en su inventario de 1924, apunta que el cuadro está firmado por Francisco Camilo y situado en el Salón de las Columnitas (1). Sin embargo, posteriormente, debieron plantearse algunas dudas sobre su autoría, de manera que en el Inventario la pieza está catalogada como “atribuida” a Francisco Camilo. Sabemos además que en 1970 el estudioso Nicola Spinosa, que tuvo contacto con el museo como investigador de algunas obras, afirmaba que “parecía obra de Francesco Solimena”. Esto nos parece difícil, pues Solimena nace en 1657, década en que como veremos se pintó la alegoría del museo Cerralbo. La siguiente información que tenemos sobre la obra la aporta Diego Angulo en un 4 CARMEN RODRÍGUEZ RICO trabajo sobre Francisco Camilo en 1959, donde ofreció una breve reseña sin dudar de su autoría, apreciando la firma (2). Más tardíamente, en 1988, la cita Pérez Sánchez, aludiendo a ella como una pintura cuyo verdadero sentido permanece aún incógnito (3). Asimismo, Enrique Valdivieso aludió en 2002 al sentido iconográfico del lienzo, en un interesante trabajo (4). En relación a la paternidad de la obra hay que decir que aunque la firma no es totalmente legible, concuerda con el tipo de grafía que el artista realizaba, y por tanto afirmamos sin lugar a dudas que la obra es de Camilo. FRANCISCO CAMILO, PINTOR BARROCO Francisco Camilo (1614-1673) fue un pintor característico de la época barroca madrileña, que interpretó fielmente devociones particulares atendiendo de forma diligente encargos de conventos y monasterios. Familiarizado desde muy niño con el ambiente y la vida de los pintores, obtuvo sin embargo, una formación literaria poco usual para la época, de la que hizo uso en diversas ocasiones. Recurso que Palomino destacó al afirmar: “gran historiador, muy noticioso de las fábulas” (5). Aparte de su formación literaria, debemos señalar en él un aspecto singular, que afectará a su carácter y a su obra, como es su origen italiano, del que debió sentirse orgulloso, pues son muchos los documentos y algunas de sus pinturas las que firma como “Camillo”. Por Díaz del Valle, que se declara amigo del pintor “desde su primera juventud” (6), y que escribe en 1657, cuando Camilo tendría unos cuarenta años, sabemos que era de padre florentino. Al enviudar siendo Francisco un 5 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO niño, su madre casó de nuevo con Pedro de las Cuevas, de quien todavía no se ha identificado pintura alguna, aunque aparece a través de distintas fuentes como un discreto artista que recibe ocasionalmente encargos de cierta significación (7). Contrasta esta carencia de obras con el hecho de que Palomino destacara sus dotes para enseñar, figurando Camilo entre sus discípulos. A pesar de los años difíciles por los que atravesaba la economía española en la década de 1640-1650, Camilo parece gozar de cierto reconocimiento, pues recibió bastantes encargos. La pintura que tiene como motivo una lustrosa Guirnalda de flores con un motivo de vanitas en el centro, realizada por Francisco Camilo y Juan de Arellano, y que analizaremos más adelante, es un ejemplo elocuente de lo que una clientela culta, moralista, conocedora de la literatura del momento, y amiga de la meditación podría demandar. De esta misma época son una serie de lienzos devocionales comisionados por las órdenes religiosas de dominicos y cartujos. Para Santo Domingo el Real, destruido en 1860, realizó un importante ciclo de pinturas con episodios del santo fundador hacia 1646. Actualmente se conservan cuatro de los cuadros en la iglesia del nuevo convento sito en la calle de Claudio Coello (8), de los que nos interesa especialmente La muerte de Santo Domingo. En estos, Camilo ofrece un repertorio de movimientos y actitudes poco habituales en sus compañeros de generación, y aunque haya algunos recuerdos de los maestros de la anterior, como Vicente Carducho, y algún toque rubeniano, la elegancia de movimientos y las estudiadas composiciones, resueltas en varios planos, ofrecen un tono enteramente personal. Destaca además el toque de pincel suelto, de largo y fluido trazo, que 6 CARMEN RODRÍGUEZ RICO le será característico. Así mismo, la sensación de espacio está bien resuelta, con personajes que resultan naturales en sus actitudes, con gestos animados y diversos. Con los cartujos inicia su relación posiblemente hacia 1649, porque es cuando firma dos grandes lienzos para formar pareja en el coro de legos de la cartuja del Paular: Santiago matamoros, hoy en la catedral de Ciudad Rodrigo, y La muerte de san Pablo ermitaño, que se conserva en el museo del Prado, obra ésta última de gran relevancia en la carrera del autor. La década de los cincuenta fue tiempo de plena madurez vital y artística para Francisco. De 1651 es una obra de decidido barroquismo, la Ascensión del Señor (Museo Nacional de Arte de Cataluña), que muestra una figura de Cristo con una lograda y moderna captación del movimiento ascendente, y que denota, asimismo, un innegable conocimiento de Rubens. Y es que en realidad, dada por finalizada ya la tradición escurialense, tan patente por otro lado en obras de Camilo, es momento para el triunfo definitivo del barroco. Camilo fue, en este aspecto, uno de los primeros en asimilar los nuevos modelos, reinterpretándolos siempre bajo una óptica propia. El pintor falleció el 9 de agosto de 1673, siendo enterrado en la iglesia de San Sebastián de la que era parroquiano, tal como había dispuesto en el poder otorgado a su esposa, y vestido con el hábito de san Francisco, como hacían tantos españoles de su tiempo por devoción al santo (9). Culminaba así la vida de un artista que aunque no pueda considerarse de primerísimo orden, fue figura relevante y fecunda en el Madrid de los años iniciales del barroco pleno. 7 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO LA BUENA MUERTE COMO ICONOGRAFÍA EN LA OBRA DE CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO de la desamortización de los conventos, pasaron al Museo de la Trinidad. Las medidas de las dos piezas además son prácticamente idénticas. A la hora de abordar el estudio de la obra, lo que más llama la atención es la figura femenina que de forma tan portentosa y sensual se alza sobre el centro de la composición. Su preponderancia es tal, que sobre ella debe girar el asunto y el sentido del enigmático cuadro. Al observarla detenidamente y estudiar otras obras del autor, llegamos a la conclusión de que está en relación con la muerte y con un sentido gozoso de ella: es el alma del difunto en forma de mujer, representación que por otra parte no era nada habitual entre los pintores madrileños, ni siquiera españoles, en la segunda mitad del siglo XVII. Aunque no era la primera vez que el autor madrileño representaba el alma humana en forma de mujer, sí era la primera en que lo hacía de forma tan grandiosa. De hecho, en otras obras del artista, el contexto en el que aparecía la figura era bien diferente. El Museo Nacional del Prado conserva varias pinturas de Francisco Camilo, pero nos interesa sobre todo la ya mencionada Muerte de san Pablo ermitaño, que se conserva en los almacenes de la pinacoteca. El lienzo procedía del Museo de la Trinidad, donde se consideraba anónimo. El tamaño del lienzo es muy grande: tres varas y sexma por dos y sexma (2,64 x 1.80 m.) y remata con forma de medio punto pues formó parte de un retablo (10). La obra va firmada, al igual que la del Museo Cerralbo, en el centro de la parte inferior y utilizando unos mismos caracteres “Fco Camilo f 16(…)”, con las dos últimas cifras perdidas, pero no es difícil fecharlo ya que formó pendant con el Santiago matamoros de la catedral de Ciudad Rodrigo, fechado en 1649. Ambos cuadros fueron encargados por los cartujos del Paular y después, con motivo 8 Muerte de San Pablo Ermitaño, Francisco Camilo. Museo Nacional del Prado, Inv. Nº 4751. El lienzo de La muerte de san Pablo se inspira directamente en la Leyenda Áurea, fuente fundamental para la iconografía cristiana, y en ella se relata el deseo de san Antonio de conocer a san Pablo y las vicisitudes de su encuentro. Si Velázquez en su obra homónima del museo del Prado hizo hincapié en los episodios de la visita del cuervo que traía el pan de cada día y del momento en que los leones cavan la sepultura, Francisco Camilo trae al primer término el momento postrero, que Jacopo della Voragine narra con gran 9 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO precisión describiendo cómo el santo muere arrodillado en actitud de oración (11). En cuanto a la disposición del santo, Camilo no ha seguido de forma literal el texto, pues lo representó tendido, como dormido plácidamente, en vez de genuflexo en oración, pero la esencia es la misma, y el lirismo posiblemente todavía mayor. El alma, aunque de menor protagonismo y tamaño que la que aquí estudiamos, presenta semejante gesto exclamativo, con los brazos ligeramente flexionados y en alto, túnica blanca envolvente y cuerpo de proporciones alargadas características del pintor madrileño. El mostrar el alma en forma de mujer joven procede de la tradición medieval, y con forma de niño podemos recordarlo en época posterior, como ocurre en el Entierro del señor de Orgaz, del Greco, pero no es común en artistas del siglo XVII, según hemos comentado anteriormente. Sin embargo, aún tenemos otra obra, ya mencionada, en que Camilo representó el alma humana en forma de mujer: La muerte de Santo Domingo, actualmente en uno de los cuatro altares de la iglesia del convento de Santo Domingo de Madrid, junto a otras tres más que formaron parte del ciclo original, de once o catorce piezas, de la vida de Santo Domingo (12). El lienzo pudo haberse realizado en torno a 1646, por lo que se trata de un encargo temprano, y aunque presenta una composición bastante bien lograda y armónica, se observa cierta inspiración en estampas existentes, y es deudor de modelos y composiciones que nos recuerdan a Vicente Carducho, por ejemplo en la Muerte del venerable Odón de Guevara. En la aplicación del color se observa un abuso de los tonos ocres, a cuya falta de brillo también debió contribuir el humo de las velas del templo, lejos de los armoniosos tonos verdes y azulados que confieren a La muerte de san Pablo cierta atmósfera de ensoñación, característica de sus mejores cuadros. 10 Muerte de San Pablo Ermitaño, Francisco Camilo (detalle). Museo Nacional del Prado, Inv. Nº 4751. En el cuadro dominico la figura del alma es recogida por los ángeles, al igual que en los demás ejemplares, pero son Cristo y la Virgen los que esperan en la parte superior para recoger el alma (13). El estilo de la figura es semejante al que veremos tres años más tarde en La muerte de san Pablo, aunque muestra menor desarrollo espacial y personalidad y, por supuesto, es bien diferente a la obra del Museo Cerralbo, pues carece de su suntuosidad y sensualidad. Las diferencias no sólo son estilísticas sino que se corresponden además con el protagonismo del alma en el sentido y significado del cuadro, ya que según hemos comentado, está en relación con el triunfo de la vida después de la muerte. Encontramos por tanto un 11 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO sentido claro de vanitas que alude al concepto de la transitoriedad de la vida, implicando una reflexión sobre la muerte y la inanidad de las glorias terrenas, que aquí se ejemplifica al contraponer la exuberante figura del alma a la del cadáver hundido en el lecho, del que sólo nos deja ver la cabeza y el hombro. El tema de la vanitas no era nuevo en el panorama artístico español, pero en Francisco Camilo encontramos dos ejemplos más, que nos muestran su faceta de pintor no sólo de asuntos piadosos, sino también de iconografía más compleja y de pleno sabor contrarreformístico. La primera de ellas, ya mencionada, se titula Guirnalda de flores con vanitas y fue dada a conocer por Enrique Valdivieso en 1979 (14), mientras que la segunda se titula San Luis de Francia contemplando una calavera y fue dada a conocer por Gestoso en 1916 como obra de Valdés Leal (15). Refiriéndonos en primer lugar a la guirnalda de flores, buen ejemplo de colaboración entre artistas pues está claramente firmada por ambos colaboradores, es una de las piezas más curiosas y características del género, que asocia unas guirnaldas de tipo tradicional de origen flamenco con un medallón figurativo de complejo significado alegórico, apoyado en textos clásicos convertidos en tópicos morales por la Contrarreforma. Podemos afirmar que estamos ante uno de los mejores ejemplares de esta modalidad de la mano de Arellano, que pintó cuando tenía treinta y dos años, pues aparece firmado en un papel doblado que figura en la parte inferior de la composición: “De arellano faciebat etatis suae 32 1646”. Asimismo, el medallón también va firmado en su parte inferior izquierda “Fco. Camilo ft. 1646”. 12 Guirnalda de flores con Vanitas, Juan de Arellano y Francisco Camilo. Museo de Bellas Artes de Valencia, 168/2004. Nos detendremos sobre todo, en el medallón de Camilo, que constituye por sí sólo una obra independiente, aún cuando su significado guarda estrecha relación con la guirnalda. Su contenido es profuso en símbolos, siendo el centro las figuras de dos niños. Uno de ellos, sentado y con alas, hace pompas de jabón junto a una calavera. Lo que representa no es Cupido sino un geniecillo que muestra la alegoría del Homo bulla est, por ello, al segundo niño que da sus primeros pasos en la existencia se le advierte que ésta transcurrirá brevemente y que el fugaz paso de los años le conducirá irremediablemente a la muerte, aludida por la calavera. Este sentido de fugacidad de la existencia humana fue recogido ya en la Antigüedad clásica por los escritores Varrón y Lucano quienes consagraron las 13 CARMEN RODRÍGUEZ RICO ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO frases del Homo bulla est y vita quasi fumus, bullula flosque perit. Ambas sentencias fueron transmitidas a la cultura cristiana del renacimiento a través de los Adagia de Erasmo (16) y pervivieron intensamente dentro de la ideología del barroco. El sentido de la primera frase se entiende como que el hombre es frágil como una pompa de jabón y el de la segunda que la vida es como el humo, y que perece pronto como una flor y una pompa de jabón. Así toma sentido la guirnalda que rodea el medallón, puesto que al igual que las flores, la vida puede ser hermosa pero fugaz y rápidamente perecedera. El sentido iconográfico del medallón se refuerza con la presencia, en segundo plano, de dos genios que al lado de un pedestal muestran otros símbolos claros de vanitas, como es el reloj de arena con alas, clara alegoría del fugaz paso del tiempo, y una vela apagada, que alude a una vida que se ha extinguido. Uno de los genios tiene en sus manos un molinillo de viento, evidente referencia a la inconsistencia y vulnerabilidad del destino humano y de la condición física y espiritual del hombre. Otro genio señala con uno de sus dedos el frente del pedestal donde dentro de una tarjeta figura una piel de carnero, que posiblemente haga referencia al vellocino de Jasón, simbolizando así el poder y la riqueza que el hombre se empeña en conseguir a lo largo de su vida. Un suave paisaje ondulado, animado por una arboleda en primer término y un caserío en la lejanía sirve de escenario al grupo de niños. En relación a los tipos humanos representados, son los característicos del pintor, con cabeza redondeada y cuerpo y extremidades alargadas. El paisaje, con colores aterciopelados, en tonos verdes, denota las cualidades del estilo del maestro ya en una de sus primeras obras. 14 Guirnalda de flores con Vanitas, Juan de Arellano y Francisco Camilo (detalle). Museo de Bellas Artes de Valencia, 168/2004. LA MUERTE DEL REY La segunda obra, San Luis de Francia contemplando una calavera, tiene también un claro sentido de vanitas, y está muy ligada a la pintura del Museo Cerralbo. Tenía una inscripción que rezaba Mors Imperator que actualmente no se conserva, quizá por ser un repinte tardío que se suprimió al restaurarla (17), y fue publicada por primera vez como obra de Camilo por el profesor Diego Angulo, quien leyó correctamente su firma pero no encontró la inscripción que Gestoso había apuntado, por lo que interpretamos que ya no se encontraría en el lienzo (18). 15 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO La espléndida representación, que muestra ya a un gran artista en lo más maduro de su estilo, tiene por asunto, como el propio título indica, a san Luis de Francia contemplando una calavera, y se conserva firmada y fechada en 1651 en el John and Mable Ringling Museum of Art de Sarasota (Florida). Cuando Gestoso la publicó en 1916 era propiedad de Joseph Cramer, coleccionista de Dortmund (Prusia). El estudioso ignoraba para quién fue pintado el cuadro y dónde fue adquirido por el dueño. En 1959 el cuadro había cambiado de mano, pues, según Angulo, pertenecía a la doctora Gisela Marx de Emmendingen (Alemania). No deja de sorprender que, estando firmado el lienzo por Camilo, se atribuyera al artista sevillano por el asunto tratado y su calidad. Seguramente Gestoso sólo vio una foto, pues no creemos que viajara a Prusia en plena Guerra Mundial. Además en su obra San Luis de Francia contemplando una calavera, Francisco Camilo. John and Mable Ringling Museum of Art (Sarasota), Inv. Nº SN 711. 16 CARMEN RODRÍGUEZ RICO tampoco ofreció medidas de la pieza. Respecto a su iconografía es preciso destacar que la elección del asunto, con San Luis de Francia como protagonista de una meditación transcendental sobre la muerte, no correspondería al artista madrileño, sino al comitente que le encomendara la obra. Según apunta Valdivieso, en el ambiente religioso madrileño san Luis de Francia gozaba de una intensa devoción, potenciada especialmente por los jesuitas por ser defensor permanente de la fe, y también por su vida piadosa y caritativa (19). El hecho de que tuviera ascendencia española, pues su madre era la reina Blanca de Castilla, contribuyó, por otra parte, a su popularidad. Sin embargo, en la pintura barroca española se ha representado siempre a san Luis como santo ejemplar de cuna insigne, pero nunca de la forma en que lo hizo Camilo, por lo que esta representación es única en el contexto artístico del Siglo de Oro español. El monarca combina sus atributos regios, como la capa de armiño, el cetro y la cadena de la orden del Espíritu Santo (anacrónica, pues fue creada en 1578 por Enrique II), con vestiduras humildes y cordón franciscano a la cintura. Lleva colgada una espada, de la que sólo vemos la empuñadura, y sus pies van cubiertos con modestas calzas. Parece obvio que Camilo ha querido representar al rey de forma en que quedara patente su doble carácter: la grandeza de la realeza, revestida de humilde apariencia, intención que se refuerza claramente con el hecho de que el monarca se haya despojado de su corona para colocarla sobre una calavera colocada en una mesa, lo que indica que san Luis está meditando sobre el fugaz paso por la historia de sus antecesores los reyes de Francia y también sobre su rápido tránsito por la vida terrenal. Un vaso de cristal con lirios que comienzan a marchitarse figura en el extremo de la mesa, en clara alusión también a la condición efímera de la existencia, y puede evocar, según Angulo, sus desvelos por Tierra Santa, escenario de la 17 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO Pasión de Cristo (20). Entendido de esta forma, el color rojo del tapete sobre el que se apoyan calavera y corona bien pudiera hacer referencia a la sangre derramada tanto en las cruzadas, como en la Pasión y Muerte de Cristo. El padre Nieremberg, autor de la famosa obra Diferencias entre lo temporal y lo eterno, que trata el tema de la humildad de la realeza, publicó sus obras completas precisamente en el mismo año de 1651 en que Camilo pinta la obra. También Francisco de Quevedo editó su popular tratado La cuna y la sepultura en 1649, justo dos años antes de realizarse la pintura. Y aunque el tema de la vanitas no era nuevo (recordemos a Francisco Palacios, a de Leito o a Antonio de Pereda), el acierto de Camilo es contraponer aquí, de modo tan directo y eficaz, el imperio de la muerte y las galas reales, en una imagen que se muestra como lienzo para un altar. Estas meditaciones se reflejan también en unos interesantes grabados realizados en 1666 por Pedro de Villafranca para el libro de Pedro Rodríguez de Monforte: Descripción de las honras fúnebres que se hicieron a la católica Magestad de Don Felipe Quarto(…), que contiene nueve jeroglíficos de profundo simbolismo. En cada uno de ellos, bajo una breve frase latina extraída de la Biblia, se desarrollan argumentos que aluden a la fragilidad, vanidad y brevedad de la vida del monarca, señalando también que sin embargo su existencia se prolongaría a través de los sucesores de su dinastía. LA MUERTE DEL CABALLERO La obra del Museo Cerralbo que estamos analizando se ha conocido tradicionalmente como Apoteosis de la vida, pero bien podríamos designarla como Alegoría de la muerte del caballero. Presenta una composición bien trabada, lo 18 Jeroglíficos para las exequias de Felipe IV (Pedro de Villafranca). 19 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO suficientemente compleja y estudiada. Para ello ha podido inspirarse en un sermón piadoso, en una narración popular, o bien en una estampa, hasta ahora desconocida, como lo hizo para el San Luis de Sarasota (21). Que el tema en la pintura no corresponde a un contexto lúgubre, escenario de muerte, sino a otro de triunfo y júbilo, de exaltación de la vida eterna, queda patente también en el cromatismo, que no es suave y dulce, con predominio de verdes y azules, como anunciaban los biógrafos de Camilo y hemos visto en otras obras, sino de palpitantes rojos y ocres, llenos de fuerza y expresividad, propios de los mejores artistas venecianos. En la figura del alma, de sensualidad rubeniana, y con una gran parecido con la figura del Salvador en la ya mencionada Ascensión del Señor, la actitud gesticulante, con los brazos abiertos en diferentes planos, al igual que sus pies, uno adelantado y otro hacia atrás, y sus vestiduras envolventes, con transparencias conseguidas con logradas veladuras, denotan la perfección técnica a la que llegó Francisco Camilo. Si hemos descrito y abordado el significado del lienzo de San Luis de Francia contemplando una calavera, es porque está, según veremos, en estrecha relación iconográfica con la obra que aquí nos ocupa. La relación entre las dos pinturas es innegable: en ambas la muerte no está solamente presente, sino que es protagonista, una muerte que además no tiene fin en sí misma sino que es entendida como tránsito hacia la vida eterna. En ambos ejemplos la muerte afecta a personajes de alto rango, que llevan además espada, de época y estilo similar, de la que solo apreciamos su empuñadura. El alma ejemplifica en el lienzo del Museo Cerralbo el paso a la vida eterna, es la gran protagonista, y por eso ocupa un lugar tan preponderante y está representada por una figura tan grandiosa. 20 CARMEN RODRÍGUEZ RICO La buena muerte, o el buen morir, es su argumento esencial, posiblemente derivado de una narración literaria religiosa o de algún sermón piadoso. Sea como fuere, tal sentir fue una de las preocupaciones de los cristianos en el barroco español. Así, nos consta en esta época la existencia de numerosas hermandades que dedicaban su tiempo y esfuerzo a procurar un entierro digno a los difuntos y a sufragar misas y oraciones en su favor para así mitigar las penas del purgatorio. También se invocaba a san Cristóbal y a santa Bárbara, defensores de los moribundos en el momento del tránsito, para obtener la salvación eterna. Dentro del aparente contexto lúgubre y funerario planteado, Camilo plantea sin embargo un asunto triunfal y gozoso, ya que como hemos apuntado, la muerte y la salvación del alma eran uno de los deseos más intensos y fervientes en esta época, un momento que se esperaba con esperanza y alegría. Siguiendo con el paralelismo entre ambas pinturas, si en la de Sarasota se nos presenta a san Luis reflexionando sobre la muerte, en la del museo madrileño el momento representado es justo el posterior, la muerte ha llegado, y tras ésta, el alma parte hacia el cielo. La correspondencia temporal por tanto es plena. Pero ¿quién es el personaje representado en esta última pieza? O es una alegoría de la muerte representada a través de un personaje de alta cuna o, por el contrario, tiene nombre y podría estar representando al rey francés como en la pintura del museo californiano. De hecho, sus ricas vestiduras y la idéntica espada que ambos portan así podrían confirmarlo. Además, si sabemos que san Luis de Francia murió en Túnez en 1270, víctima de la peste a los 55 años de edad, y que sintiendo próxima su muerte mandó que le tendiesen en el suelo sobre un lecho de ceniza de forma parecida a como 21 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO puede observarse en esta pintura, resulta creíble que sea el mismo rey el representado en ambas obras. De hecho el personaje revela una edad no demasiado avanzada que podría ajustarse a la comentada, y su figura desvaída bien podría justificarse por una enfermedad que poco a poco ha ido debilitándole hasta dejarle sin vida. Por otra parte, su cuerpo parece cuidadosamente colocado por una tercera persona. Con respecto al otro personaje, que entra en la estancia con gesto de sorpresa y se gira hacia atrás para comentar el terrible suceso, también con ricas vestiduras, espada y tocado por un sombrero o turbante, podría ser un amigo o pariente que descubre la muerte y asunción del alma del rey, o como apunta Valdivieso, podría ser Felipe, el hijo del monarca, que le asistió hasta el último momento (22). Para hermanar ambas obras que sin duda se corresponden temáticamente, queda el asunto de la fecha: si San Luis de Francia fue pintada en 1651 como testifica la firma y la Alegoría de la muerte del caballero tiene como fecha 165(…) o 166(…), bien podría ajustarse a la de 1651, pues su estilo se corresponde plenamente con el lienzo del Museo de Sarasota y con otras pinturas de esa época, como por ejemplo la Ascensión del Señor del Museo Nacional del Arte de Cataluña, de 1651. Por otro lado, las medidas de ambas pinturas son similares: 104,5 x 73 cm en el caso de la pintura del museo madrileño, y 102,2 x 70,5 cm en la obra del museo californiano (23), por lo que bien pudieran haber formado pareja. En cuanto al posible comitente de ambas obras, como hemos comentado, san Luis de Francia gozaba de una gran devoción, potenciada por los jesuitas en el Madrid de la época (24). Además, hubo una iglesia dedicada al santo en Madrid, en la llamada por ella red de San Luis, que pereció por un incendio casual en 1935 y de la que se conserva la fachada de 22 CARMEN RODRÍGUEZ RICO piedra colocada en la iglesia del Carmen. Pudiera ser que el encargo procediera de algún retablo o altar de aquella iglesia o de alguna capilla dedicada al santo, quizá por los jesuitas. Sin embargo por ahora no son más que hipótesis. Cómo llegó la Alegoría de la muerte del caballero a manos de don Enrique de Aguilera y Gamboa, es otro enigma, si bien pudo haber sido comprada en una subasta pública, práctica habitual en el Marqués (25). San Luis de Francia estaba fuera de su sede originaria ya en 1916. Con mucha probabilidad el Marqués ya habría adquirido también su cuadro para esa fecha. Pero ese hecho no aclara si las dos pinturas estuvieron unidas anteriormente ni tampoco cuándo abandonaron su sede de origen, fueran dos o la misma. No hay duda de que estamos ante una pieza destacable de la pinacoteca del Marqués, tanto por su autoría, como por su calidad, y por su singular temática. 23 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO NOTAS (1) CABRÉ AGUILÓ, J.: 1928, 116. (2) Escribió: “firmado: F(...)s cami, que es cuanto puede hoy leerse con seguridad”, pero por nuestra parte hemos podido hacer una lectura más completa. En cualquier caso, no dudó de que fuera de mano de Francisco Camilo. Vid. ANGULO ÍÑIGUEZ, D. (1959), p. 100. (3) PÉREZ SÁNCHEZ, A. E. (1988), p. 61. (4) VALDIVIESO, E. (2002) pp. 122-124, 174. (5) PALOMINO, A. A.: Museo Pictórico y escala óptica con el Parnaso Español pintoresco y laureado, Madrid, 1715-1724, Aguilar, 1947, p. 970. (6) DÍAZ DEL VALLE, L. (1953), p. 377. (7) CRUZ VALDOVINOS, J. M. (1997), pp. 366-380. (8) GÓMARA, L.: Los Dominicos y el Arte, Madrid, 1922, p. 110. Vid. ANGULO ÍÑIGUEZ, D. (1965), p. 60. (9) CEA, A.: “Los ciclos de la vida. Ritos y costumbres en torno a los difuntos en Salamanca”, Revista de Dialectología y Tradiciones populares, XL, 1985, p. 65. (10) PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: op. cit., p. 61. (11) VORÁGINE, J.: La Leyenda dorada, Alianza forma, Madrid, 1982, vol. I, p. 98. (12) 24 La serie constaba de once o catorce lienzos, pero fue incautada en 1936, pasando a los almacenes de la Junta del Tesoro Artístico. Sólo uno de los lienzos se encuentra fechado, según Angulo, en 1646, pero no se encuentra en la iglesia, por lo que no hemos podido verificarlo. La fecha de los demás sería la misma o muy cercana, por lo que sería una de las primeras series que pintó Camilo. Vid. ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: op. cit., p. 60. (13) Parece ser que Camilo sigue la versión de la visión que el beato Beltrán de Garriga tuvo en lugar lejano al mismo tiempo que el santo moría en Bolonia. Vid. GÓMARA, L.: op. cit., p. 110, y RÉAU, L. (1997), pp. 401-402. (14) VALDIVIESO, E. (1979), pp. 479-482. (15) GESTOSO, J. (1916), p. 211. (16) Sobre la iconografía del homo bulla est vid. BIALOSTOCKI, J. (1973), pp. 185-226. También STECHOW, W.: “Homo bulla”, The Art Bulletin, XX, 1938, p. 227. (17) VALDIVIESO, E.: op. cit., 2002, p. 178. (18) ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: op. cit. 1959, p. 100. (19) VALDIVIESO, E.: op. cit., 2002, p. 120. (20) ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: op. cit. 1959, p. 100 (21) Existe una estampa en la que se inspiró Francisco Camilo cuando realizó San Luis de Francia contemplando una calavera. Véase HARRIS, E. 1962, p. 330. (22) VALDIVIESO, E.: op. cit., 2002, p. 122 (23) Las medidas de la pintura de San Luis de Francia contemplando una calavera, han sido proporcionadas amablemente por el personal del John and Mable Ringling museum of Art de Sarasota. 25 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO GLOSARIO (24) VALDIVIESO, E.: op. cit., 2002, p. 122. (25) A finales del siglo XIX, con motivo de la extinción de algunas casas propietarias de grandes colecciones y la abolición de los mayorazgos, se sucedieron grandes subastas de obras de arte. Antes se había producido la desamortización de numerosos conventos que llevó muchas obras a manos de particulares. El Marqués se hizo con muchas piezas de su colección a través de estas dos formas. Vid. NAVASCUÉS, P. y CONDE DE BEROLDINGEN, C.: “Don Enrique de Aguilera y Gamboa, coleccionista y fundador del Museo Marqués de Cerralbo”, Goya, 267, 1998, pp. 328-329. Alegoría Representación de una cosa o de una idea abstracta por medio de un objeto que tiene con ella cierta relación real, convencional o creada por la imaginación. En este texto, por ejemplo la asociación de las pompas de jabón a la fugacidad de la vida. Apoteosis Término que procede del griego y significa acción (-sis) de alejar o separar (apó) a alguien hasta el nivel de los dioses (theo) por lo que conlleva cierta idea de elevación. Alude también al carácter triunfal y deslumbrante de algo, sobre todo de un final. En el caso que aquí tratamos se entiende como triunfo de la vida sobre la muerte, de forma exultante y jubilosa. Contrarreforma Movimiento producido dentro del catolicismo que se inició en el siglo XVI para oponerse a la reforma protestante. También conocida como reforma católica, fue la respuesta a la reforma de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Convocado por Pablo III, el Concilio de Trento (1545-1563) aprobó una serie de decretos que lograron frenar el avance del protestantismo y sentaron las bases del movimiento contrarreformístico. Escorzo En pintura, posición o representación de una figura, particularmente humana, cuando una parte de ella, especialmente el torso o la cabeza, están proyectados hacia el espectador o girados de forma brusca respecto al resto del cuerpo. 26 27 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO Sexma Al igual que la vara, es una medida de longitud, que equivale a su sexta parte: 13.9 cm. De forma menos común también se entiende como la sexta parte de cualquier otra cosa. Vanitas Vocablo procedente del latín, alude al concepto de la transitoriedad de la vida, implicando una reflexión sobre la muerte y la inanidad de las glorias terrenas. Vara Medida de longitud empleada en Castilla hasta el establecimiento del metro, y todavía utilizada en algunos sitios. Equivale a 83.59 cm. Veladura Efecto que se consigue con la aplicación de ciertos tintes transparentes (capas de pigmento rebajado) sobre una capa de color opaco, a través de los cuales se suaviza el tono de lo pintado primeramente. La transparencia y la profundidad conseguidas con esta técnica aportan una calidad considerable a la obra. CARMEN RODRÍGUEZ RICO BIBLIOGRAFÍA ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: “Francisco Camilo”, Archivo Español de Arte, XXXII, 125, 1959, pp. 89-107. ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: “Nuevas obras de Francisco Camilo”, Archivo Español de Arte, XXXVIII, 149, 1965, pp. 59-61. BIALOSTOCKI, J.: Estilo e iconografía, Barral Editores, Barcelona, 1973. CABRÉ AGUILÓ, J.: “El museo Cerralbo”, Boletín de la Sociedad española de Excursiones, s.n., 1928, pp. 96-122. CRUZ VALDOVINOS, J. M.: “A propósito de Cuevas, el pintor”, Academia, 84, 1997, pp. 366-380. DÍAZ DEL VALLE, L.: Epílogo y nomenclatura de algunos artífices, Madrid, 1657-1659, en SÁNCHEZ CANTÓN, F. J.: Fuentes literarias para la Historia del Arte Español, Imprenta Clásica Española, Madrid, 1953, vol.II, p. 377. GESTOSO, J.: Biografía del pintor sevillano Juan de Valdés Leal, Juan P. Gironés, Sevilla, 1916. HARRIS, E.: “Un dibujo atribuido a Cano para un cuadro que se atribuye a Valdés Leal”, Archivo Español de Arte, 34, 1962, p. 330. MONREAL Y TEJADA, L.: Iconografía del Cristianismo, Acantilado, Barcelona, 2000. 28 29 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CARMEN RODRÍGUEZ RICO NAVASCUÉS, P. y CONDE DE BEROLDINGEN, C.: “Don Enrique de Aguilera y Gamboa, coleccionista y fundador del Museo Marqués de Cerralbo”, Goya, 267, 1998, pp. 328-329. VALDIVIESO, E.: “Una vanitas de Arellano y Camilo”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, XLV, Valladolid, 1979, pp. 479482. PALOMINO, A.A.: Museo Pictórico y escala óptica con el Parnaso Español pintoresco y laureado, Madrid, 1715-1724, Aguilar, 1947, pp. 970-973. VALDIVIESO, E.: Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro, Fundación de apoyo a la historia del arte hispánico, Madrid, 2002. PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya, Ministerio de Cultura, Madrid, 1983. V.V.A.A.: Museo del Prado. Catálogo de las pinturas, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1996. PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo (1650-1700), Ministerio de Cultura, Madrid, enero-marzo 1986. PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: “Un lienzo de Camilo recuperado”, Boletín del Museo del Prado, tomo IX, 25-27, 1988, pp. 61-65. PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: Pintura barroca en España 1600-1750, Cátedra, Madrid, 1992. PÉREZ SÁNCHEZ, A. E.: Francisco Camilo: un pintor en el Madrid de Felipe IV, Real Academia de la Historia, Madrid, 1998. REAU, L.: Iconografía de los santos en Iconografía del Arte Cristiano, t. II, vol. III, El Serbal, Barcelona, 1997, pp. 401-402. RUIZ ARGILÉS, V.: “Una Iglesia madrileña desaparecida. San Luis Obispo, Archivo Español de Arte, XXXVI, 101, 1953, pp. 37-50. 30 31 ALEGORÍA DE LA MUERTE DEL CABALLERO CRISTIANO, DE FRANCISCO CAMILO CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS PORTADA Y CONTRAPORTADA. Apoteosis de la vida, vista general y detalle de la firma. Archivo Digital Museo Cerralbo. Fotografía Ángel Martínez Levas. Pág. 9: Muerte de San Pablo Ermitaño, Francisco Camilo. Cortesía del Museo Nacional del Prado. Pág. 11: Muerte de San Pablo Ermitaño, Francisco Camilo. Cortesía del Museo Nacional del Prado. Pág. 13: Guirnalda de flores con Vanitas, Juan de Arellano y Francisco Camilo. Cortesía del Museo de Bellas Artes de Valencia. Fotografía de Paco Alcántara. Pág. 15: Guirnalda de flores con Vanitas, Juan de Arellano y Francisco Camilo. Cortesía del Museo de Bellas Artes de Valencia. Fotografía de Paco Alcántara. Pág. 16: San Luis de Francia contemplando una calavera, Francisco Camilo. John and Mable Ringling Museum of Art (Sarasota). VALDIVIESO, E.: Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro, Fundación de apoyo a la historia del arte hispánico, Madrid, 2002, p.119. Pág. 19: Jeroglíficos para las exequias de Felipe IV, Pedro de Villafranca. VALDIVIESO, E.: Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro, Fundación de apoyo a la historia del arte hispánico, Madrid, 2002, p.121. 32