XVII LOS. VENCEDORES. La, conquista del Istn&o.—Declaradión del Secretario del l'esor& A nz. ericana—Có&no opinaba Mr. Roosevelt ci 2 do Abril del año a .ct.val.—Ya. no nos sirve la doctrina Monroe!—Js presión de-los Estados Unidos..-A menazas y caricias 4 Cokxmbia.—Infonme del Ministro americano en Bogotá, en 1879.—j América para los angloarneriA raíz del pronunciamiento que violentamente ha separado el Istmo de Panamá de la Colombia, una intensa emoción se suscitó en Europa, y un notable publicista francés, Ernesto Judet, colaborador del "Petit Journal," se encargS de ser el primero en dar Li conocer documentos y citas muy interesantes, sobre el escandaloso asunto. Comienza diciendo que: "En Colón hay vencedores desconocidos, y vencidos ignorados, en la lucha local que parece haber terminado con la creación de una República minúscula. Pero, fuera de Canil Intnocéan!co de .nnn 99 ellos y por encima de ellos, otros vencedores y otros vencidos, pueden hoy contemplar su obra, unos con la satisfacción del triunfo difícil, adquirido con lentitud; otros con el sentimiento, probablemente estéfil, de su culpable indiferencia 6 de su fatal &scuido. "Los estadistas americanos fijaron ya desde hace largo tiempo, las reglas de imperialismo estratégico, que ponen al Istmo de Panamá en vspera de las ambidiones americanas, porque debe ser el paso inevitable entre loe dos Océanos, el estrecho que separe, para asociarlas mejor, la América• del Norte con la América del Sur, el punto central, el nudo vital del mundo de los mares, de la superioridad comercial y de la supremacía política. "En 1902 el Secretario del Tesoro en Wáshington declaraba que: "Era preciso que los Estados Unidos tuviesen la flota "mercante más considerable que ha y a navegado nunca por "el Océano, y que la riqueza y la energía americanas, en "posesión de Hawaii y del Canal de Panamá, transfieran la "soberanía del Pacífico al estandarte de las estrellas." El Presidente Roosevelt decía en Chicago, el 2 de Abril de 1893. "14)5 Estados Irnidos creen firniem€nte que la construe"ción del Canal Tstmico, construcción que será la más tras"cedental del siglo XX.y mA yor que cualquiera otra simi"lar, no debe scr llevada á cabo por ninguna Nación extran"jera, sino por nosotros." Y it propósito de las negociaciones con Colombia, agrega el mismo Roosevelt: "Esos tratados pueden coutarse como los más important a que hemos negociado; en cuanto it su efecto sobre la pro.iperidad futura de ese país, indican un memorable triunfo (le la diplomacia americana." Cuando la querella de Venezuela, de Alemania y 'le Inglaterra, arrastraba it Guillermo II A belicosas demostraciones, en las cuales sus vacilaciones frecuentes hacían 200 Alberto LMuc fracasar su audacia, un célebre publicista americano, Mr. Watteron, escribió lo siguiente, en un acceso de celoso temor que se había apoderado de sus compatriotas, ante Ja posibilidad de una 'intervención europea. "Nosotros querernos el Canal de Panamá; tomémosle, y si las circunstancias lo exigen, tomemos también el Istmo y toda la América Central. Esto nw será muy fácil, concediendo al Brasil y á la Alemania lo que quieran, y dejando á la Inglaterra las manos libres en la Guayana y en la Argentina. "No tenernos nada que temer con semejante arreglo, mientras que si será fni+ril, insensato é hipócrita dejarnos guiar por una doctrina formulada en 1823, en vista de circunstancias que ya no existen?' Bien sabido es ya en ci mundo, que á las palabras sc siguen los actos, en los que conducen al pueblo americano, pues hacen poco caso <le relaciones internacionales y de formalidades diplomáticas. Van derecho al bulto, agregando á la aspereza británica, cierta 3rijtnlidad de forma, alentada por la. impunidad. La guerra civil &paratista, terminada con la victoria tic la centralización nacional, contra la intentona de independencia de lo.$ surianne, y la derrota del Imperio mejicano, que Napoleón III concibió y que Maximiliano perdi6 con su propia vida, exaltaron la soberhia de los Estados Unidos y pusieron á su Gobierno en condidioncs de popularidad inauditas, decidiéndolo á combatir por la dominación universal, en La violenta cdmp'!tencia de los pueblos que se disputan el planeta. En 1852, Seward, Secretario de Estado, se eNpresaha cli estos términos proféticos, ante el Senado: "Ya en lo sucesivo, el comercio europeo, la política europea y la actividad europea, aun cuando efectivamente-ganen en fuerza, y las conexioncs europeas, aunque efectivamente se hagan más intimas, van, sin embargo. á naufragar sin Canal Interoceanf co de Panamá zoi importancia, mientras que el Océano Pacífico, sus riberas, sus islas y la vasta región de más allá, llegarán á ser el teatro principal de los acontecimientos en el gran futuro del inundo." El Océano Pacífico, con sus vastisimos litorales, 6U6 tierras nuevas, sus riquezas inexploradas y casi inagotables, sus aglomeraciones inmensas de consumidores, con la China, la Siberia, la Australia y el inmenso circuito de les costas americanas, desde el estrecho de Beliring basta ci Cabo de Hornos, tal el dominio del porvenir sobre el cual el Gobierno de Wáshington ha arrojado su ambición. Desde que se resolvió á ello, no pierde ocasión, ni retrocede ante medio alguno, para separar Li todos los competidores é instalarse como amo. De ahí proviene el minucioso cuidado con que vigiló, desde sus orígenes, todo lo que podía, tarde 6 temprano, molestarle en el Istmo, llave indispensable del inmenso imperio que codicia. Pero el Istmo es de Colombia. ¿Cómo arrancárselo, de grado ó por fuerza? Nada fu economizado al principio, por ennoblecerla, para ptotegcrla, para incorporarla, material 6 moralmente, directa 6 indirectamente, en la gran familia de los Estados Unidos. Abundan las pruebas (le ts4t presión continua, admirablemente seguida y acomodándose á todos los pretntos para triunfar. Véanse, si no, los ejemplos siguientes: En 1867, el Secretario de Estado Seward ofrecía á la Colombia hacer construir el Canal, bajo dos condiciones: Primera.—Que las tarifas (le pasaje podrían ser revisad.n y modificadas en cualquiera época, según las necesidades políticas de los países contratantes. Segunda.—Que los Estados Unidos y Colombia usarían el Canal para sus operaciones militares, y que ninguna Potencia tendría, en tiempo de paz, tal derecho, sin el consentimiento de los dos paf &es contratantes. S 102 Alberto Leduc Colombia resistió, y en 11 de Enero de 1869, se propuso un nuevo contrato, que también fracasó. Los Estados Unidos, como siempre, hipócritas, entran tn la vía de las concesiones; las Cámaras coloml y anas permanecen intratables, y el Ministro americano se retira de B gotá. Se constitu y e, acto continuo, la Compañía francesa, y os Estados Unidos reclaman inmediata mente la revisión de la ley de concesión. La acrimonia y la hostilidad de los Estados Unidos contra la iniciativa del inmortal Lesseps, y contra loe generosos pensamientos de la Francia, se dejan ver ya en los siguientes párrafos del informe del Ministro americano en Bogott, fechado el 17 de Octubre de 1879 "He tenido ocasión de poner en conocimiento de Vuestra Excelencia, las razones porque creo que loe Estados Unidos den hacer imposible la realización del contrato de Mr. de Lesseps. "Igual cosa debe hacerse con toda tentativa de construcción del Canal, por cualquiera Compañía organizada bajo la jurisdicción de cualquier gobierno europeo." Pero bastan, por hoy, estas ditas, que podríamos muy fácilmente decuplicar. Por tal motivo, el 22 de Septiembre de 1892, declara& la quiebra, el Jefe del Departamento de Estado de Washington, telegrafió á su representante instrucciones imperativas, ordenándole que impidiera á toda costa todo contrato posible, que resucitara la Compañía quebrada.