DISEÑO Tobillos bien ocultos y a la vista L a moda siempre ha desarrollado ciertos fetichismos por algunas partes del cuerpo femenino que, por supuesto, han ido variando a través de las costumbres y de las épocas. Hubo momentos en que la finura del talle y la cintura esbelta eran el centro de las miradas o, como les contara en entregas anteriores, la eterna lucha por darle mayor importancia al busto o a las caderas. Otras veces fueron las piernas las favorecidas y la moda se encargaba de realzarlas con adornos, tajos ubicados o j estratégicamente g 54 simplemente acortando el largo de las polleras. No muy lejos hacia atrás, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX se veneraba a lo que fue el “fetiche de los fetiches”, la parte del cuerpo más apreciada y durante muchos años la depositaria de las más fervorosas miradas masculinas. ¡Sí… señores y señoras! La zona culpable de despertar las pasiones más ardientes era nada más y nada menos que…¡el tobillo femenino! Los días de lluvia hacían las delicias de un ejército de boyeurs que esperaban ansiosos la salida del trabajo de costureras y modistillas que debían saltar los charcos levantando sus faldas apenas diez centímetros del suelo. Esta visión de los tobillos era tan pecaminosa que las señoras morales y decentes madres de familia no podían soportar la exhibición obsena de las patas de los pianos y les confeccionaban unas pudorosas polleritas fruncidas que las ocultaban. Además…¿quién podía comerse libremente un pollo sin tener pensamientos lujuriosos ante esas patas y tobillos tan expuestos? Pronto, los cocineros repararon en ese detalle e inventaron unos plegaditos de papel que aún suelen usarse en los platos de hoy en día con el fin de disfrazar un poco la impudicia. Para estar acordes a la doble moral imperante, los hombres que se iban de juerga desataban sus más bajos instintos brindando y bebiendo el champagne directamente de los botines de las prostitutas. ¡Lujurias y pasiones de otras épocas! No quiero ni siquiera imaginarme qué pasaría con aquella gente si la sentáramos hoy en día frente a nuestros bizarros televisores o simplemente los invitáramos a la excursión tan cotidiana de pararnos frente a un kiosco de revistas donde los primerísimos planos de los traseros hasta parece que nos hablaran. Seguramente no les resistiría el corazón como para contarlo. Como recuerdo les dejo un impúdico figurín de otra época y los invito como siempre a presenciar mis clases televisivas en el programa Bienvenidas, los lunes de 8.30 a 9 por el canal Magazine Satelital. ¡Buena semana para todos!