El agua y los elefantes © texto: Sonia de Castro © ilustraciones: Juan Hernaz diseño y maquetación: apunto comunicación imprime: Gráficas Apel dep. legal: AS-948/2007 Queda prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del texto y/o ilustraciones sin el expreso consentimiento por escrito de los autores. ¿ ? ¡ ! uenta la leyenda que hace muchos muchos años, en una selva muy muy lejana, vivían un montón de animales, entre ellos una familia de elefantes. Todo en la selva funcionaba perfectamente, había un montón de árboles y plantas que los animales podían comer y les daban sombra, y una enorme charca de agua donde se bañaban, bebían..., los animales estaban muy contentos viviendo allí, bueno, tenían un pequeño problema: el comportamiento de los elefantes. Como los elefantes eran los animales más grandes de la selva, pensaban que podían hacer todo lo que querían, y en parte era así; pero hacían algo que molestaba a los demás, y era que cuando se acercaban a la charca de agua no tenían ningún cuidado: tiraban el agua fuera, mezclaban el agua limpia con la sucia, un desastre. Los demás animales protestaban, y una jirafa que pasó por allí les dijo: “Hay que tener más cuidado, vais a acabar con el agua y no vamos a poder vivir aquí”. A los elefantes no les importaba nada, seguían igual y contestaban: “Somos los más grandes y hacemos lo que nos da la gana”. El resto de los animales empezaron a preocuparse por lo que estaba pasando, así que el león, que era el rey de la selva, convocó una reunión para buscar una solución. A la reunión asistieron los leones, las tortugas, los patos, los zorros, las abejas, las jirafas,… y otro montón de animales más. Empezó la reunión y el león dijo: “Tenemos un problema con nuestros vecinos los elefantes, no hacen más que malgastar y ensuciar el agua, y eso nos perjudica a todos”. Cada animal fue contando sus problemas, así los patos dijeron: “Nosotros hay días que no podemos pescar”. “Y no se puede beber esa agua tan sucia”, contestaron los gallos. Las tortugas dijeron: “No podemos bañarnos en agua limpia, ni nadar a gusto como antes”. Los zorros añadieron: “Como sigamos así nos vamos a quedar sin agua”. Y un grupo de abejas que estaba allí dijo: “Pues si no hay agua no hay flores, y sin flores no habrá miel”. El león, que estaba muy preocupado, pensaba que había que buscar una solución urgente. “¿Alguien tiene alguna idea?”, preguntó. Hubo un gran silencio, a nadie se le ocurría nada, de pronto un zorro dijo: “Yo creo que lo mejor sería hablar con los elefantes”. “Podemos intentarlo, pero no sé si servirá de algo”, respondió el león. Con esta idea en la cabeza todos los animales se levantaron de la reunión y se fueron a la zona donde vivían los elefantes. El león, que iba el primero, se dirigió a ellos y les dijo: “Buenos días vecinos”. “Buenos días”, contestaron los elefantes, “¿se puede saber a que se debe esta visita?”. “Claro, tenemos un problema y queremos hablar con vosotros. ¿Nos sentamos?”, dijo el león. Todos tomaron asiento, los elefantes escucharon muy atentos todo lo que tenían que decirles el resto de animales de la selva. Cuando todos acabaron, uno de los elefantes se puso en pie y dijo: “Todo lo que nos contáis nos parece muy bien, pero nosotros somos los más grandes y hacemos lo que nos da la gana”. Así que los elefantes, sin dejar hablar a nadie, se levantaron de su sitio y tal como tenían planeado se fueron a darse un baño. Como ya os imaginaréis el baño fue otra vez un absoluto desastre: malgastaron mucha agua tirándola a lo tonto, metieron sus patazas sucias en el agua limpia..., vamos, lo de siempre. El león volvió a reunir otra vez a los animales, había que hacer algo. Les dijo: “Como ya hemos visto, hablar con los elefantes no ha servido de nada. Tenemos que buscar otra solución. ¿Alguna idea?”. Tras mucho rato pensando y discutiendo cual sería la mejor solución, un pollito, que llevaba todo el rato callado, dijo: “¿Qué os parece si hablamos con las nubes? Ellas son las que nos mandan el agua”. Al principio, la idea del pollito les pareció una tontería al resto de los animales, pero según iba pasando el tiempo y lo iban pensando mejor, les pareció buena idea. Una jirafa pensó: “Si las nubes nos mandan el agua, seguro que no les parece bien lo que están haciendo los elefantes”. Como todos estaban de acuerdo, esperaron a esa tarde y cuando aparecieron unas nubes en el cielo hablaron con ellas. Les contaron sus problemas con el agua y los elefantes, y les pidieron ayuda. Las nubes contestaron: “Tenéis un problema muy serio, pero no os preocupéis, que nosotras nos encargamos de todo”. Las nubes fueron a hablar con los elefantes, les contaron lo que estaba pasando, pero encontraron la misma respuesta de siempre: “Somos los más grandes y hacemos lo que nos da la gana”. Las nubes no se rindieron e intentaron explicarles lo importante que era el agua, que no se podía malgastar como lo hacían ellos, pero los elefantes no hicieron ni caso. Uno de los elefantes se burló de las nubes diciendo: “Además, ¿qué nos vais a hacer con esas gotas tan pequeñas?, ¿no veis lo grandes que somos? Dejadnos tranquilos”. Entonces, las nubes decidieron dar un escarmiento a los elefantes, dejaron de enviar agua y paró de llover. Según pasaba el tiempo la charca se hacía cada vez más y más pequeña, y más y más sucia; sobre todo cuando la visitaban los elefantes. Llegó un momento en que la situación era muy difícil, y los elefantes no sólo no podían bañarse, sino que casi no tenían agua para beber. Además todas las plantas de la selva se estaban secando, así que tampoco tenían que comer. Fue entonces cuando se dieron cuenta de su error. Los elefantes muy arrepentidos decidieron hablar con las nubes y con el resto de animales de la selva para pedir perdón: “Lo sentimos”, dijeron, “estamos muy arrepentidos de lo que hemos hecho. Por nuestra culpa todos estamos sin agua. Las plantas están secas y no tenemos que comer. Prometemos hacer las cosas mejor”. Las nubes les contestaron: “Bueno, ya hemos visto que habéis aprendido la lección. Ahora no os olvidaréis de lo importante que es el agua. Sin ella no podéis vivir, así que tendréis que cuidarla”. Así las nubes, al darse cuenta que los elefantes ya habían aprendido, enviaron de nuevo agua a la tierra. Se regaron los árboles y las plantas, que empezaron otra vez a crecer, y de nuevo los animales tuvieron otra vez comida y agua para beber y bañarse.