Catequesis 3-Concilio Vaticano II.pmd

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1. Sacrosanctum Concilium. Los sacramentos de la Iglesia: «Trae tu dedo,
aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en el costado» (Jn 20, 27).
Tocar a Cristo es quizás nuestro mayor anhelo y deseo.
Son muchas las emociones que brotan del corazón cuando
estamos cerca de su imagen en la Cruz o en los brazos de
María, o en las escenas de la Pasión,… Pero sabemos que la
Iglesia es el Cuerpo de Cristo y que, viviendo en su seno,
vivimos en su Cuerpo vivo y resucitado, por lo que podemos
«tocar su Cuerpo» a través de aquellos medios por los que
Él llega personalmente a nosotros: los sacramentos; y
también nos toca, como lo hace en esta escena cogiendo el
brazo de Santo Tomás.
«Lo que era visible en nuestro Salvador
ha pasado a sus sacramentos» (San León Magno)
2. Dei Verbum. La Palabra de Dios anunciada y
predicada: «Estos han sido escritos para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,
creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20, 31).
«Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad» (1 Tm 2, 4), es decir, de Jesucristo.
Es preciso pues, que Cristo sea anunciado a todos los hombres,
según su propio mandato: «Id y haced discípulos de todos los
pueblos» (Mt 28, 19). Esto se lleva a cabo mediante la Tradición
apostólica», que se realiza de dos modos: «con la transmisión
viva de la Palabra de Dios (llamada simplemente Tradición) y
con la Sagrada Escritura» (cfr. Compendio nn. 11 y 13).
En la Constitución Dei Verbum, la Iglesia manifiesta cómo deben
venerarse las divinas Escrituras leídas en la «Tradición viva de toda
la Iglesia».
«La Sagrada Escritura está mas en el corazón de la Iglesia
que en la materialidad de los libros escritos»
(San Hilario de Potiers)
En las apariciones del Resucitado, los apóstoles escuchan las palabras del Señor que les
envía: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea
bautizado se salvará; el que no crea será condenado» (Mc 16, 15-16). San Pablo le decía a los
corintios ¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio! (1 Co 9, 16), y a Timoteo «te conjuro delante de
Dios y de Cristo Jesús… proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha,
exhorta con toda magnanimidad y doctrina… soporta los padecimientos, cumple tu tarea de
evangelizador, desempeña tu ministerio» (1 Tm 4, 1-5).
Todo lo que Jesucristo hizo y enseñó está en las Sagradas Escrituras. Nos dice Hugo de
San Víctor que «Toda la Escritura divina es un libro y este libro es Cristo, porque toda la
Escritura divina habla de Cristo, y todo la Escritura divina se cumple en Cristo» (CEC n. 134).
Así también nosotros, como Santo Tomás, tocamos a Cristo a través de la Sagrada Escritura,
de la Tradición viva de la Iglesia y de los sacramentos.
3. Lumen Gentium. Los ministros de la Iglesia: «Paz a vosotros…
Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21).
«El Espíritu Santo vive en el cuerpo que es la Iglesia: en su Cabeza
y en sus miembros; Él además edifica la Iglesia en la caridad con la
Palabra de Dios, los sacramentos, las virtudes y los carismas»
(Compendio n. 159)
En la Constitución Lumen Gentium, el Concilio Vaticano II explica qué
es la Iglesia, Cuerpo de Cristo, jerárquicamente estructurada, en el que
existen:
• Los fieles cristianos: «aquellos que, incorporados a Cristo
mediante el bautismo han sido constituidos miembros del Pueblo
de Dios,… partícipes de la función sacerdotal, profética y real
de Cristo» (Compendio n. 177).
• Los ministros sagrados: aquellos que, «por institución divina…
han recibido el sacramento del Orden» (Compendio n. 178).
Alrededor del apóstol Tomás están los demás apóstoles sobre los
que Cristo Vivo y Resucitado creó la Iglesia. Los Obispos son los
sucesores de los apóstoles, pastores de la Iglesia, que, unidos al
Papa, Obispo de Roma y sucesor de Pedro, anuncian a todos el
Evangelio, fielmente y con autoridad, como testigos auténticos de la
fe apostólica (cfr. Compendio nn. 182-184)
4. Gaudium et spes. La Iglesia es fermento y alma de
la sociedad humana: «Bienaventurados los que
crean sin haber visto» (Jn 20, 28).
«La Iglesia… avanza junto con toda la humanidad y experimenta
la misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de
la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada
en familia de Dios» (GS n. 40).
En la Constitución Gaudium et spes, la Iglesia habla de los hombres y del mundo en un
diálogo materno y fraternal: habla de la dignidad de la persona humana, de la comunidad humana,
de la actividad de los hombres, del matrimonio y la familia, de la cultura y su promoción, de la
economía y la vida económico-social, de la comunidad política y de los pueblos.
El Concilio dice que en la Iglesia «nada hay verdaderamente humano que no encuentra
eco en su corazón» (GS n. 1).
Santo Tomás tocó las heridas de las manos de Jesús y metió su mano en el pecho.
Jesucristo comió delante de ellos y les contó muchas cosas del Reino. En nuestro cuadro, Jesús
vivo está en una habitación, en el tiempo y en el espacio, pero no sujeto a estos elementos porque
él está Resucitado. Él sigue con nosotros, a través de la Iglesia, y nada de lo que le ocurra a su
Iglesia y al mundo permanece ajeno a su corazón que, por la fe y los sacramentos, tocamos.
5. Decretos y declaraciones. La Iglesia es sacramento universal de
salvación: «Y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20, 27).
Los Padres tambien estudiaron otros temas de importancia para la vida de la Iglesia:
ü Decretos:
• Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos.
• Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y la vida de los presbíteros.
• Optatam totius, sobre la formación sacerdotal.
• Perfectae caritatis, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa.
• Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los seglares.
• Orientalem Ecclesiarum, sobre la Iglesias orientales católicas.
• Ad gentes divinitus, sobre la actividad misionera de la Iglesia.
• Unitates redintegratio, sobre el ecumenismo.
• Inter mirifica, sobre los medios de comunicación social.
ü Declaraciones:
• Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa.
• Gravissimun educationis, sobre la educación cristiana de la juventud.
• Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no
cristianas.
El beato Juan Pablo II decía que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares
«no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que
sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio,
dentro de la Tradición de la Iglesia […]. Siento más que nunca el deber de indicar el
Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con
el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del
siglo que comienza» (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 57, citado en Benedicto
XVI, Porta Fidei, n. 5).
Preguntas:
*¿Conozco los documentos principales del Concilio
Vaticano II?
*¿Procuro saber qué piensa la Iglesia sobre diferentes
temas de actualidad consultando la doctrina del
Concilio Vaticano II?
4. Oración
Oh Dios, haz que tu Iglesia,
camine siempre en unión de los hombres,
como fermento y alma de la sociedad,
que ha de ser renovada en Jesucristo
y transformada en familia de Dios.
Para recordar y meditar:
«¿Porque has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin
haber visto» (Jn 20,29)
5. Sugerencias
* Cineforum a partir de dos películas sobre los papas Juan XXIII y Juan Pablo II:
-«Juan XXIII. El papa de la paz». Director: Giorgio Capitán
-«Karol, el Papa, el hombre». Director: Giacomo Battiato
EL CONCILIO VATICANO II
Tercera Catequesis. Hermandades y Cofradías
EL CONCILIO VATICANO II
«Gran gracia del siglo XX y brújula segura del siglo que comienza»
«Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que
hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y
palparon nuestra manos acerca del Verbo de la vida;… os lo
anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra
comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1,1-3)
*Nosotros somos los
bienaventurados porque hemos
creído sin ver; pero también
podemos decir que, en virtud de la
comunión con toda la Iglesia:
«Hemos visto al Señor»
(Jn 20, 25).
«La Iglesia es cuerpo de Cristo porque, por medio del
Espíritu de Cristo muerto y resucitado une consigo
íntimamente a sus fieles. De este modo los creyentes en
Cristo, en cuanto íntimamente unidos a Él, sobre todo en la
Eucaristía, se unen entre sí en la caridad, formando un solo
cuerpo, la Iglesia. Dicha unidad se realiza en la diversidad
de miembros y funciones» (Compendio n. 156).
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