Rumorología - Intersexiones

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CASS R. SUNSTEIN
Rumorología
Madrid, Debate, 2010.
Explicaban G. W. Allport y Leo Postman que donde no existe ambigüedad no hay rumor. El jurista norteamericano Cass R. Sunstein se propone en este
ensayo responder a la pregunta acerca de por qué el ser humano acepta el rumor,
aunque sea destructivo o falso y por qué ciertos grupos o incluso países aceptan
unos rumores que otros grupos o países consideran que no tienen sentido. Estamos en un mundo en el que el rumor es cotidiano.Y esto puede servir a diversos
fines, entre ellos, a la calumnia, a la desvalorización del sistema de información
del adversario o a poner en circulación noticias contradictorias, como observa
Guy Durandin al estudiar la desinformación. El rumor es, asimismo, una de las
formas de control social tal y como aseguraban en 1921 Park y Ernest W. Burguess. Según estos autores, que son parte de la historia de la Opinión Pública a
lo largo del siglo XX en los Estados Unidos, hay tres categorías de formas de
control social, la primera, formada por las espontáneas o elementales: la muchedumbre, el prestigio y el tabú; b) las explícitas: el rumor, el cotilleo, las noticias
y la opinión pública y c), las institucionales: la ley, el dogma, la religión y las
instituciones.
El libro de Sunstein se estructura en 16 capítulos, empezando por enfocar el problema. El rumor existe desde el principio de la historia del ser humano
y en nuestros días, con las nuevas tecnologías de la comunicación, se ve propiciado de maneras insospechadas. ¿Cómo protegernos de los rumores? He aquí
otra cuestión a la que el autor quiere dar respuesta. Sunstein explica que parte de
la solución está en tener presente que «la idea de provocar un efecto disuasorio
sobre quienes propagan falsedades destructivas puede ser excelente» (pág 23).
El rumor es una declaración que pasa de una persona a otra y a la que
se le da credibilidad sencillamente porque otra gente se la cree. Hay grupos o
personas que se muestran proclives a creer un rumor porque está en sintonía con
sus propios intereses.
InterseXiones 2: 295-301, 2011. ISSN-2171-1879.
RECIBIDO: 15/02/2011
ACEPTADO: 26/02/2011
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Dos son las formas en que se difunden los rumores: las cascadas sociales y la polarización de grupos. La cascada social significa que cuando mucha
gente cree un rumor, si nos falta la debida información, tenderemos a creerlo
nosotros de igual forma. En la cascada hay, por tanto, un grupo líder o provocador
del rumor y muchas otras personas que lo siguen. Basta pensar, por ejemplo, en
el campo económico. La polarización de grupos se dibuja cuando varias personas que son afines en su forma de pensar o de concebir su entorno, terminan por
defender una postura más radical que la que mostraban antes de reunirse para
hablar entre ellos. Con el fin de evitar un efecto exitoso de las cascadas y de la
polarización, defiende Sunstein que el mejor antídoto es ejercer la libertad de expresión y facilitar información veraz a la sociedad por quienes conocen la verdad
de un hecho. Pero surge aquí la asimilación tendenciosa, es decir, cómo a algunas
personas que creían en un rumor, por razones emocionales, les cuesta dejar de
creer en él del todo.
Es preciso tener en cuenta que la libertad de expresión es una herramienta vital para que haya democracia y si los ciudadanos difunden rumores falsos
pueden poner en serio peligro esa democracia. La deterioran porque conseguirán
que la gente deje de creer en ciertas figuras claves de esa democracia. Cass R.
Sunstein se propone buscar la fórmula que disuada los efectos peligrosos de los
rumores falsos.
En el segundo capítulo, el autor se fija en los propagadores del rumor.
Así, algunos defienden un interés propio particular y lanzan rumores para deteriorar al contrario, sea en el campo político o en el económico, donde un rumor
puede hacer subir o bajar de forma temeraria las acciones de una compañía. Hay
otros grupos que ponen en circulación rumores en defensa de un interés propio general, lanzándolos con el objetivo de atraer más seguidores en la Red, por
ejemplo, sin pretender causar daño a nadie. Otra categoría es la del propagador
de rumores altruista, que actúa con el fin de promover las creencias que defiende.
En este abanico de propagadores no falta el malintencionado, que difunde un
rumor para hacer daño. Le gusta, disfruta actuando así, poniendo en circulación
informaciones que nada tienen en común con la verdad.
Sunstein subraya la importancia de las convicciones previas que tengamos. Si vivimos tiempos de crisis, la máquina del rumor cobra mayor fuerza.
Cualquier acontecimiento terrible, sea una guerra o una fuerte crisis, ocasiona en
los ciudadanos una aceptación de rumores que se acomodan a su estado emocional. Sostiene el autor que «muchas de nuestras creencias surgen de las esperan-
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zas, los objetivos y los deseos que tenemos». La sociología de la comunicación
nos permite ver que al ciudadano le cuesta e incluso se resiste a aceptar una
información que contradiga sus creencias. Obviamente, para reducir la ausencia
de conocimiento lo mejor es desechar el rumor. Que podamos aceptar o no un
rumor dependerá siempre del nivel de información que tengamos. Ese conocimiento previo nos permitirá aceptar el rumor o rechazarlo. Y es aquí donde Cass
R. diferencia entre las personas receptivas, que aceptan un rumor; las personas
neutrales, aquellas que en un momento dado pueden aceptar el rumor, y los escépticos, que necesitan muchos datos para aceptar el rumor pero que cuando las
pruebas son evidentes, acaban por ceder.
Los capítulos cuarto, quinto y sexto están dedicados a las cascadas de
información, las cascadas de conformismo y la polarización grupal. Todas ellas
bajo el título común Aprender de los demás. Hemos apuntado cómo en las cascadas de información si un nutrido grupo de personas cree un rumor, otras harán
lo mismo salvo que dispongan de la información que les permita convencerse de
que ese rumor es falso. Es conveniente decir que una gran cantidad de rumores se
relaciona con temas sobre los que la mayor parte de los ciudadanos carece de conocimiento directo o profundo. Cuando esto nos pasa, solemos dejar la situación
en manos de la multitud. Hay cascadas que lo que difunden son verdades y tienen
por tanto un efecto positivo en la sociedad. Sunstein asegura que los rumores
falsos también originan cascadas. De aquí derivan, dice, dos problemas sociales:
que la gente crea algo que es falso y perjudicial y que quienes están en la dinámica de la cascada no aclaren sus dudas. Hay un aspecto curioso y es que un rumor
pueda surgir en personas con un nivel cultural bajo. El rumor se va extendiendo
y al final acaba aceptado por personas de un nivel alto porque piensan que tanta
gente no puede estar en un error.
La cascada del conformismo se da cuando las personas que tienen un
conocimiento verdadero sobre algo lo cambian tan pronto como ven que la masa
o la mayoría sostiene otra idea aunque no sea verdadera. Se muestran conformes
con lo que piensa la masa. Estas cascadas pueden coincidir con la verdad y hasta
pueden permitir identificar la difusión de rumores falsos.
Lo que Sunstein considera polarización de grupo es un elemento muy
presente en la vida humana. Cuando hay personas que tienen una forma de pensar
muy parecida y se ponen juntos a reflexionar, terminan apropiándose de una postura más radical que la que tenían antes de esa reflexión. Por esto, cuando varias
personas tienen una suposición previa y escuchan un rumor, si se ponen a debatir
entre ellos acabarán reforzando la idea de que su creencia es verdadera.
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Hay tres motivos por los que personas con ideas afines se convierten en
más extremistas:
1.-Supongamos que pertenecemos a un grupo de ciudadanos
que cree que beber un refresco de cola nos perjudica la salud.
En ese grupo comprobaremos la existencia de muchas opiniones en ese sentido y muy pocas defendiendo lo contrario. Pues
si nos creemos esa idea o si siendo más independientes mantenemos la contraria, el grupo se verá afectado.
2.-Si creemos que comer fruta todas las mañanas es muy bueno
para nuestra salud, lo seguiremos creyendo de una forma más
fuerte a medida que vayamos escuchando opiniones que corroboren nuestra idea. Y cuanto más sean corroboradas más extremista será nuestra creencia. Y quienes no tienen la suficiente
confianza acerca de lo que deben pensar, moderarán su opinión
para adecuarla ligeramente a la de la mayoría.
3.-El ser humano desea que los demás tengan de él una opinión
buena y quiere verse a sí mismo de un modo positivo. Aquí se
da algo curioso y es que a veces podemos ver a una persona
con una creencia férrea sobre un hecho pero en privado dudará
de ese hecho.
Acabar con una creencia falsa es muy laborioso; así pues, intentar corregir un rumor falso, una creencia falsa que alguien posea, puede de hecho llevar
a reforzar el apoyo a esa creencia errónea. No podemos olvidar que el individuo
procesa los datos informativos de tal forma que se ajustan a sus propios intereses.
Entramos en lo que el autor del libro etiqueta como correcciones contraproducentes. Dado un rumor, si pretendemos aniquilarlo mediante la debida información
veraz, conseguimos reforzar el rumor en quienes lo creen. La credibilidad del
informador tiene mucha importancia.
Por tanto, ¿en qué momento una corrección será efectiva? Lo primero
que hay que tener en cuenta es que la gente está bajo la influencia de las emociones y de los prejuicios. Si acabamos de comprar un ordenador X vamos a leer
todo lo que hay sobre ese modelo aunque solo sea para autoconvencernos de que
hemos hecho la compra acertada. Una causa de la asimilación tendenciosa de
información es el deseo que podemos tener para reducir la falta de conocimiento.
Buscamos siempre la información que nos da placer y no la que nos causa desasosiego; para hacer que la gente cambie sus creencias lo mejor es no facilitarle
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opiniones de sus adversarios si no las de gente con las que puedan sintonizar.
«Una buena forma de desbaratar un rumor es demostrar que quienes son propensos a creerlo no lo hacen» (Pág 82). Guy Durandin expone que, cuando un acontecimiento carece de importancia, si no provoca emoción alguna, no habrá rumor.
Cuando un colectivo recibe información que le hace ver que aquello en
lo que previamente creen no se sostiene, es decir, que no tienen por qué temer
aquello que antes creían, acabarán por tener aún mucho más miedo. Pero si quienes oyen un rumor falso y no lo aceptan, si su conocimiento previo es débil y si
confían en quienes les dan la corrección a ese rumor, tales correcciones borrarán
el rumor.
Sunstein nos habla de esa diferencia entre rumores de terror y los rumores de esperanza. Hay quienes temen hablar del cáncer y si se difunde un rumor
sobre el incremento de un cáncer determinado se lo creen. Otros van a creer el
rumor de que la economía va a ir bien en el próximo trimestre.
Los rumores tienen mayor éxito cuando despiertan los sentimientos de
las personas. Si un rumor produce sentimientos fuertes es más seguro que sean
difundidos. Reflexiona el autor acerca de la sociedad del control. En nuestros
días es muy fácil vulnerar la intimidad de una persona conociendo ciertos datos.
La ley lo impide, pero no es menos cierto que hoy es fácil transmitir información, incluso se abre un nuevo poder para los malvados que quieren hacer un uso
ilegítimo de esa información para causar otros efectos. Es posible manipular al
público para que crea cosas que no sean del todo verdad. Cita el autor el riesgo
de los blogs o de Youtube donde puede difundirse un acto sacado de contexto que
por el mundo adelante pueda causar una opinión errónea de quien protagoniza
esa acción difundida. Y basta que sea un acto naíf, que tenga una repercusión o
difusión impresionante, que puede complicar la imagen, para quienes tratan de
hacer una evaluación justa de esa persona.
A lo largo de la historia, nuestro país ha sido objeto de rumores falsos
y de igual forma que hoy es muy fácil difundirlos de un modo rápido; no menos
fácil es difundir correcciones a esos rumores. Ahí vemos los que afectan a un
personaje de la vida pública, sea un político o un actor, y cómo estos responden para desmentirlos llegando también a una gran audiencia. Y aquí vuelve a
incidir el autor en que si bien es posible hacer una corrección inmediata, no hay
tanta seguridad acerca de si esta surte un efecto tal que se imponga a la mentira.
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Pensemos en los rumores colgados en Internet. No hay seguridad de que tengan
adecuadas correcciones. Incluso podemos pensar que ante un océano de rumores
falsos algunos puedan tener un ápice de verdad.
¿Cómo disuadir los rumores?
En primer lugar, no se puede sacrificar la libertad de expresión entonces,
¿qué hacer? Habrá que tener en cuenta el derecho, pero, dice Sunstein, no está
claro que el actual sistema que regula la libertad de expresión es el más ajustado
para la era de Internet. El autor de este ensayo da algunas propuestas: a) que
existiera un derecho general para pedir rectificaciones cuando se demuestre que
una afirmación es falsa y perjudicial. b) En Internet las personas deberían tener
un derecho a avisar y retirar las falsedades cuando se les avise precisamente que
en sus blogs o medios las tienen. c) Limitaciones en los daños y perjuicios y las
listas de difamadores podrían ayudar a promover la libertad de expresión y garantizar una medida de disuasión.
Otro punto de interés, sería la intimidad. Sunstein se centra en la justicia
estadounidense, y señala que el Tribunal Supremo obstaculiza a quienes pretenden prevenir intrusiones en la intimidad y hace las siguientes consideraciones:
si un bloguero o un medio de comunicación distorsiona un suceso en el que el
protagonista es un ciudadano particular de tal forma que le perjudica, el TS de
Estados Unidos deja abierta la posibilidad de que a quienes difunden eso se les
pudiera responsabilizar por negligencia pero el propio tribunal no ha resuelto la
circunstancia de que un gobierno pueda permitir a ese ciudadano de a pie demandar a los que difundieron la información errónea que le perjudica.
Si se trata de un personaje público, el TS de Estados Unidos no se pronunció sobre la invasión de la intimidad aunque para esas personas sobre todo si
son políticos, la Primera Enmienda de la Constitución impone restricciones en
los intentos de proteger su intimidad. Si se publica algo humillante para un político, la Constitución USA protege ese derecho de difusión.
Pero si hablamos de publicación de intimidades de la gente de a pie, el
principio de la libertad de expresión, dice el autor, aún no es una barrera. Si las
normas jurídicas son importantes, cuando se trata de la transmisión de rumores el
autor da incluso más importancia a las normas culturales y sociales.
El profesor Sunstein nos regala un ensayo sencillo en apariencia, pero
de fácil lectura aunque en algunos aspectos es posible que sepa a poco. No deja,
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sin embargo, de ser un libro necesario que viene a cubrir un hueco no muy cerrado, al menos para el gran público.
Jesús Manuel García Díaz
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