INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS MÉDICOS: ¿QUÉ HEMOS APRENDIDO EN ESTOS DOCE AÑOS? - DRA. SOFÍA P. SALAS I. INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS MÉDICOS: ¿QUÉ HEMOS APRENDIDO EN ESTOS DOCE AÑOS? Dra. Sofía P. Salas I. (1) Con cierta frecuencia, la evaluación de la docencia se centra en los logros cognoscitivos o de actitudes por parte de los estudiantes. ¿Cuánto aprendieron?, ¿cómo se cumplieron los objetivos prometidos?, ¿cuál fue el grado de satisfacción de los estudiantes?, suelen ser preguntas frecuentes que los profesores jefes de curso intentamos responder. Rara vez, sin embargo, reflexionamos con respecto a cuál ha sido el legado que hemos recibido al participar en docencia. Soy Profesor Jefe de un Curso de Introducción a los Estudios Médicos, para alumnos de primer año de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, por más de 12 años. A lo largo de este tiempo, han pasado por este curso un numeroso contingente de alumnos -más de mil-, hombres y mujeres, de Santiago y de Regiones, recién egresados de la Enseñanza Media o con experiencia universitaria previa, que me han hecho reflexionar sobre ciertos aspectos de la relación docentealumno que solemos olvidar. En este artículo, narraré aquellas historias que me dejaron huella y que pasaron directo a mi corazón. Para mantener la confidencialidad de los estudiantes y el debido respeto a sus historias de vida, he modificado sus nombres o algunos hechos que podrían servir para identificarlos, sin perder la esencia de lo que ellos me enseñaron. ¿DÓNDE LAVO LAS SÁBANAS? Había solicitado hablar con María, para que me explicara su inasistencia a la sesión semanal del curso. Cuando me fue a ver, me llevó una breve nota manuscrita, la que conservé por muchos años. En ésta me explicaba que venía del Sur, que había aprovechado el fin de semana largo para ir a su casa, porque necesitaba sentirse en familia. Agregaba: “no sabe lo difícil que es todo para los que somos de afuera. Si hasta el lavado de las sábanas se convierte en una complicación”. Hace poco me encontré casualmente con ella, ahora como alumna de postgrado y conversamos del tema, que aún le provoca un poco de pudor por haber contado cosas más bien domésticas. Cuando recuerdo este episodio, no puedo sino pensar en lo difícil que es para muchos de nuestros estudiantes que vienen de Regiones el acostumbrarse a una ciudad como Santiago, justo cuando viven un momento de por sí fuerte, como es el ingreso a la Universidad. Es para ellos la primera experiencia de independencia, de hacerse cargo de su libertad, de tener que organizarse con los aspectos domésticos, con el manejo autónomo del dinero, y muchas veces este proceso se vive en soledad. A esto se le agrega la dificultad de orientarse en Santiago, una ciudad habitualmente mucho menos amigable que sus ciudades de origen, la ausencia de redes de apoyo, y también lo inadecuado (1) Profesor Adjunto. Departamento de Obstetricia y Ginecología Correspondencia: [email protected] de las pensiones donde estos alumnos están alojados. Hambre, frío, falta de elementos básicos, pueden para muchos ser una gran dificultad, especialmente en el primer año de estudios, que los docentes solemos ignorar. Muchas veces ponemos exigencias iguales para todos, olvidando sus pequeñas historias personales. “ES QUE USTEDES HABLAN DISTINTO” Que Chile es un país donde existen importantes diferencias socio-económicas es algo sabido. Habitualmente, sin embargo, esta es una realidad que no vemos en el día a día, nos movemos de la casa al trabajo y en sentido inverso, sin tener mayor contacto con la pobreza. Las instituciones de educación superior en el Chile actual han permitido, afortunadamente, que se crucen estos dos mundos, conviviendo en una misma sala de clases estudiantes de distinto origen. Dos historias de encuentros con estudiantes de primero ejemplifican esto. En la primera, Juan fue a excusarse por su inasistencia. “Era el día de la madre, y mi mamá vino a verme de lejos. Decidí quedarme el lunes acompañándola”. Siendo yo también madre, en ese entonces con hijos de edades similares a la de Juan, imaginé lo que uno puede sentir al tener a los hijos estudiando fuera de casa, por lo que me 103 BOLETÍN ESCUELA DE MEDICINA U.C., PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE pareció que era entendible su decisión. Nos pusimos a conversar, Juan venía del Norte, lo suficientemente lejos como para poder volver a su casa sólo en el período de vacaciones. Vivía con su abuela materna, su madre y hermanos, en una ciudad al interior. Su padre, en cambio, vivía en la costa. “Es que él trabaja como buzo”, me dijo. “Qué interesante”, le respondí, “¿es fotógrafo?”. Apenas terminé la pregunta, al ver su cara, me di cuenta de mi error, pero ya era demasiado tarde. “No, él es buzo mariscador...”. En la segunda historia, me entrevisté con Pedro, a sugerencia de sus tutores, quienes estaban preocupados por notarlo muy retraído en su trabajo grupal. Después de un comienzo algo difícil, puesto que costó lograr que se abriera, me contó que no le gustaba esta Universidad, se sentía fuera de lugar, se consideraba distinto a los demás. También venía de fuera de Santiago, de un pequeño pueblo del Sur; era el primero de su familia en terminar el colegio y llegar a la Universidad. Vivía en una pensión, relativamente alejada de la Universidad, sin acceso a Internet, con mala alimentación, y se sentía solo. Pero su problema era otro. “Es que doctora, acá todos hablan distinto”. “¿Cómo que distinto, a qué te refieres”, le pregunté, sin entender muy bien lo que me quería decir. “Hablan con acento..., como el suyo”, me contestó. Para él, esta diferencia en la entonación era una barrera difícil de derribar, aún más imbatible que las diferencias económicas y culturales. Se sentía irremediablemente segregado y, al igual que en el caso de Juan, sus profesores estábamos por completo ajenos a estas vivencias. Estas dos historias me hicieron reflexionar sobre el enorme esfuerzo que significa para algunos estudiantes sobrevivir al primer año de Universidad. Los alumnos con bajo nivel socio-económico deben hacerle frente a dificultades adicionales, al percibir que son distintos y que tienen pocas posibilidades de participar en las tradicionales salidas 104 VOL. 32 Nº2 2007 grupales con sus compañeros. Para algunos, la tradicional salida grupal del viernes en la tarde es simplemente un lujo que no pueden costear. Sin duda que ambos estudiantes percibían la enorme responsabilidad de ser los primeros de sus familias en llegar a la Universidad, no podían fracasar. Si bien la Universidad los había becado con el máximo tipo de ayuda económica que podía otorgarles, esto no era suficiente para derribar las diferencias sociales que ellos percibían que los separaban de sus compañeros y también de sus docentes. TEMA DE MUJERES En la fiesta de graduación realizada en enero del 2007, algunas alumnas rememoraron el foro que habíamos tenido en primer año sobre “Mujer, familia y trabajo”. Recordaban las distintas visiones que habíamos presentado, desde una alegre y optimista, hasta otra más abrumada por la enorme carga que significa cumplir diversos roles. Cuando pienso en ese foro, que no hemos vuelto a repetir, evoco la repercusión que tuvo en Isabel. Al final del panel se me acercó para decirme que por primera vez había entendido a su madre. Ella era profesional de la salud y, tal como me contó Isabel, durante mucho tiempo ella la había enjuiciado por considerar que le dedicaba más tiempo a su profesión que a la familia. “Doctora, hoy siento que la he perdonado”. “Díselo”, le pedí, “a ella le hará muy bien escucharlo”. Cada vez que nos encontramos, hablamos de su mamá. En cierta manera, proyecto en ella lo que tal vez los hijos de muchas madres médicos –incluyendo los míos- piensan sobre la actividad profesional tan absorbente que realizamos las mujeres médicos, siendo inevitable que muchas veces posterguemos a la familia. EL HIJO COMO ESTUDIANTE Todos los años ingresan a estudiar medicina muchos hijos de médicos, y no es infrecuente que lo hagan en la misma Universidad donde sus padres enseñan. Cuando supe que entre los alumnos de Primer año del curso de Introducción estaría mi hijo, sentí una emoción muy especial. Aún cuando uno debiera siempre hacer los máximos esfuerzos posibles en su labor docente, percibí que ese año sería distinto. ¡Parecía tan fácil transmitir alegría, entusiasmo y compromiso cuando uno de los estudiantes es el propio hijo! Su grupo estaba investigando el tema del embarazo adolescente. Le ofrecí que un día podía acompañarme mientras yo hacía ecografía obstétrica. Debía venir con su delantal blanco –el mismo que le había comprado en la Navidad anterior, en preparación a su ingreso a Medicina- correctamente vestido y sin bolsos. Mientras realizaba el examen, sentía la mirada atenta de mi hijo puesta en la escena. Justo entre las pacientes de ese día estaba una joven de 17 años, embarazada de su primer hijo. Le pregunté si tenía inconvenientes que fuera entrevistada por un estudiante de primero, a lo que ella accedió de buen grado. Se saludaron y los dejé para que conversaran solos en una salita. La entrevista –su primera entrevista médica- duró algo más de 30 minutos. Los observé despedirse con afecto, ambos casi de la misma edad, seguramente nerviosos los dos. El se notaba contento, yo estaba emocionada. Sentía que había repetido un rito ancestral entre la cofradía de los médicos, que van transmitiendo su saber generación tras generación. Ese día, como ningún otro, reafirmé mi compromiso con la docencia. “ALMORZANDO BIOÉTICA” Puede parecer que este subtítulo posee un error de sintaxis; en realidad no es así. Hace poco asistimos con dos estudiantes a una charla de Bioética: mientras los miembros del Centro de Bioética almorzaban durante la charla, nosotros, que habíamos llegado INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS MÉDICOS: ¿QUÉ HEMOS APRENDIDO EN ESTOS DOCE AÑOS? - DRA. SOFÍA P. SALAS I. de improviso, nos sentamos alrededor de la mesa, nutriéndonos del diálogo que se desarrollaba. Los alumnos de Introducción estaban estudiando la historia de una pareja con infertilidad conyugal y se interesaron por ahondar en los temas bioéticos relacionados con las técnicas de fertilización asistida. Plantearon esa inquietud minutos antes que el RP Cristián Borgoño –ex alumno de medicina- quien se desempeña como especialista en Bioética en Roma, empezara una charla sobre los aspectos éticos al comienzo de la vida. Me pareció que era una oportunidad adecuada para que ellos se informaran de primera fuente, por lo que asistimos a la reunión. Los otros participantes eran expertos en bioética, filósofos, académicos de vasta trayectoria (el Dr. Juan de Dios Vial Correa y el Profesor Alfonso Gómez-Lobo, por nombrar a algunos), por lo que en un comienzo los estudiantes permanecieron en respetuoso silencio, mientras se exponía sobre el pensamiento Aristotélico, el concepto de alma, de animación. Muy pronto la conversación derivó a temas de embriología. Los alumnos, tal como uno de ellos mencionó en su reflexión al finalizar el curso, tenían la materia “fresca y actualizada”, por lo que empezaron a hacer acotaciones o preguntas específicas. Muy pronto la presentación derivó en una interesante discusión en la cual los estudiantes empezaron a aportar desde sus conocimientos biológicos. Casi sin darnos cuenta, pasaron de ser tímidos espectadores a ágiles interlocutores. Sin duda que para ellos, simples estudiantes de primero, el haber podido interactuar con especialistas de renombre, aportando con sus conocimientos recién adquiridos un granito de arena al conocimiento de los expertos, fue una experiencia inolvidable. En mí, reafirmó con firmeza la creencia que he sostenido a lo largo de estos años de ejercer la docencia: ésta se ejecuta en una danza de a dos, en la cual, si se dan las condiciones adecuadas, tanto profesores como estudiantes logran aprender de dicho encuentro. CONCLUSIONES Si miro hacia atrás el tiempo recorrido a cargo de la jefatura de este curso, siento que soy yo la beneficiada, soy yo la que más ha aprendido. Hemos cometido innumerables errores, nos hemos sentido sobrepasados, hemos sido criticados, muchas veces no hemos podido expresarnos como hubiésemos querido y cuando nos hemos dado cuenta, los estudiantes ya han terminado el curso. Sin embargo, estos pequeños momentos de “enseñanza y aprendizaje” son los que finalmente permanecen en la memoria, como un constante estímulo para intentar superarse. 105