Miedo Álex Covarrubias Valdenebro*

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Miedo
Álex Covarrubias Valdenebro*
En Hobbes el Estado es la respuesta al miedo humano. Miedo a la muerte violenta, primero y antes que nada. De
donde proceden el resto de temores. Miedo social a la violencia de otros hombres. Miedo a la arbitrariedad y la
tiranía de déspotas. Miedo a la incertidumbre de una sociedad donde los contornos de la familiaridad se han
perdido para siempre.
En este sentido el “Leviatán”, el Estado, es el depositario absoluto de la autoridad y la autoridad absoluta viene
destinada a traer paz. Paz por la razón simple de que la barbarie humana reposa en la piel de cada quien -con
independencia de sus poses, vestidos, decires, deberes y haberes-.
Para ello, el Estado del Leviatán nace con una misión fundamental, la más importante de todas: La misión de
restablecer el orden y la legalidad.
En Rousseau y otros pensadores clásicos posteriores, el Estado sólo será justificado en la medida en que resuelva
efectivamente los problemas de la disolución de la certidumbre humana. Es decir, que el Estado sólo será legítimo
(moral y socialmente justificable) si crea, cultiva y aumenta el orden y la legalidad. Ésa es su naturaleza.
Así lo entendieron los pueblos civilizados (o aspirantes a serlo) del mundo. De manera que el Estado proporciona
orden y legalidad o es un absoluto fracaso. O es un Gobierno entre la coquetería y la hermandad con el
despotismo, el totalitarismo, la anarquía y la dictadura. Que es decir es un No-Estado.
En estos días en que la muerte violenta se ha apoderado de las calles de Sonora, es oportuno recordar las lecciones
de ética pública lapidaria de Hobbes. Es preciso recordarlas para ponerlas en la imagen ciudadana y de gobierno
que tenemos. Pero sobre todo es necesario que las mismas autoridades las recuerden para junto con ellas deletrear
y repetir la regla de oro: O el Estado proporciona orden y legalidad o el Estado es un absoluto fracaso.
¿Cuántas muertes van en Sonora en lo que va del año por asuntos relacionados con el crimen organizado? No me
refiero sólo a las cifras conocidas. Me refiero al dato real. El dato de las conocidas más las desconocidas. Porque
es seguro que al lado de las muertes reportadas, existan otras tantas que las autoridades callan por prudencia o por
desconocimiento por igual, que para el caso da lo mismo.
Pero la gravedad del problema es desnudada por el hecho más terminante que está a la vista de todos: Las muertes
están ocurriendo principalmente entre las fuerzas del orden, la Policía y los encargados de impartir justicia.
Sencillamente escalofriante y brutal.
¿El miedo se ha apoderado ya de la sociedad sonorense? Está en camino. Aunque no sé con qué extensión e
intensidad, pero sin duda hay miedo caminando entre todos. Y sin duda este miedo está dejando huellas
imborrables en al menos una parte de la sociedad.
En este marco son muy desafortunadas las palabras de Ernesto de Lucas, dirigente del PRI, en el sentido de que
“es de mediocres y de cobardes” el cambiar los hábitos por el clima de violencia que enfrentamos.
Me queda claro que De Lucas no sabe lo que habla. Pero más me queda claro que sus palabras destilan una
imperdonable escasez de sensibilidad frente a la muerte y el luto que se ha apoderado de los hogares de padres,
esposas, familiares e hijos de todas las personas abatidas por estos días.
Más aún, no sólo de ellos. También para las centenas de víctimas inocentes que asisten en calidad de testigos
involuntarios a las ejecuciones públicas puestas de moda. Ya sabemos sobre las ejecuciones en las escuelas.
Esta semana debemos agregar otra: La ocurrida frente a la legendaria Secundaria de “La Prevo”. El tema en este
marco es directo: La muerte inesperada, pero en particular la muerte no-natural-violenta, marca a los deudos y a
los testigos de las víctimas por el resto de sus existencias.
En el mismo sentido, resulta desafortunado el que se haya mantenido la vicaria voluntad del Gobernador de
realizar su enésima cabalgata sin atender las voces que le llamaron a la prudencia.
Yo no tengo nada en particular contra las citadas cabalgatas. Las inscribo dentro de la larga lista de acciones sin
sentido que puede realizar un gobernante para ‘plazease’ y darse el gusto de hacer lo que le da su reverenda gana en una sociedad largamente cortesana y de débil tejido institucional-.
Por eso lo más útil de las cabalgatas es el aprendizaje que se puede derivar de observar la larga cola de jinetes
haciendo caravana al paso del Ejecutivo. ¡Más la larga lista de apuntadores que tratan de darle sentido y (¡oh
fantasía!) utilidad pública a lo que están viviendo!
Pienso en cambio que a mí me gustaría mucho más ver al Ejecutivo de mi Estado en otro tipo de cabalgatas. ¡Hay
tantas que se necesitan, hay tanto por hacer que es increíble que no se emprendan!
Qué tal una cabalgata por la educación, la ciencia y la tecnología que requiere la entidad para despegar. Qué tal
otra contra la agresión y la violencia que padecen las mujeres. O qué tal si cabalgamos contra la pobreza, la
injusticia y el hambre que aún padecen miles y miles por estas tierras.
O vayamos simplemente a lo más inmediato: ¿Por qué no emprender ya no digamos una cabalgata, sino una
auténtica cruzada contra la inseguridad y el crimen en nuestras calles que quiere naturalizarse en Sonora?
Sería la mejor manera decir un no rotundo a la muerte y al miedo en Sonora. Que es decir No al No-Estado donde
los hombres regresan a su condición natural de brutos instintivos. Ese estado hobbesiano donde sólo prevalece el
salvajismo apto no-más que para vidas solitarias, pobres, sucias, cortas. Malévolas.
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