Contractualismo - IES Rodríguez Moñino

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I.E.S. “Rodríguez Moñino”
Departamento de Filosofía
Historia de la filosofía. 2º Bachillerato
TEMA 8
EL CONTRACTUALISMO
1. INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................................................. 2
2. ALGUNOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL PENSAMIENTO POLÍTICO MODERNO......................... 2
3. HOBBES: EL MIEDO NOS CIVILIZA ......................................................................................................................... 4
4. LOCKE.: EL LIBERALISMO POLÍTICO ....................................................................................................................... 6
5. ROUSSEAU ........................................................................................................................................................................ 7
5.1. UN ILUSTRADO QUE NO CONFÍA EN LA RAZÓN .............................................................................................................. 8
5.2. EL HOMBRE NATURAL Y EL HOMBRE HISTÓRICO............................................................................................................. 8
5.3. EL CONTRATO SOCIAL .................................................................................................................................................................. 9
5.4. TEORÍA DE LA EDUCACIÓN ....................................................................................................................................................... 10
I.E.S. Rodríguez Moñino
Departamento de Filosofía
Historia de la filosofía
2º de Bachillerato
1. INTRODUCCIÓN
Coincidiendo con el empirismo se produce en Inglaterra un giro del planteamiento
político: de una concepción que ve el poder como un derecho divino se pasa a otra que lo
considera convencional. Según el contractualismo social, ni el Estado ni el poder se
fundamentan en Dios, sino que son una creación humana, fruto de un hipotético pacto.
Esta concepción constituirá una de las bases teóricas fundamentales para las
democracias modernas.
Hasta este momento, el carácter social del ser humano no había despertado
demasiado interés porque se valoraba como un fenómeno natural, que simplemente era
así y que no se podía modificar. Tradicionalmente se consideraba que, por su nacimiento,
los seres humanos ocupaban en la sociedad una posición a la que iban asociados unos
deberes. Unos eran responsables de proteger y amparar a los demás de las agresiones
internas y externas, y otros tenían el deber de velar por el bienestar espiritual de la
comunidad; pero la mayoría cargaba con las labores más pesadas y desagradecidas:
trabajar y proveer de todo lo necesario para la subsistencia de la comunidad. Unos
pocos escogidos gozaban del derecho divino de mandar y ser obedecidos, eran los que
detentaban en su persona todo el poder político del Estado.
En el siglo XVII, acontecimientos históricos como las guerras y los conflictos
religiosos hacían difícil justificar la concepción divina del poder. Además, el
crecimiento de una nueva clase social, la burguesía, junto a sus reivindicaciones de
igualdad hicieron tambalear la visión inamovible e incontestable de la autoridad política.
En este contexto apareció la teoría del contrato social, según la cual el Estado y
el poder son fruto de un pacto o contrato entre todos los miembros racionales y
libres que forman la comunidad. Éstos, conscientes de la inseguridad y precariedad que
tendrían sus derechos si no hubiera leyes ni autoridades capaces de obligar a
respetarlos, deciden libremente crear y construir un Estado y someterse, a cambio de
protección, a su autoridad.
Ahora bien, hay que tener presente que este pacto que describe el origen del poder
y de la sociedad no se refiere a un acontecimiento histórico real, sino que se trata de
una metáfora filosófica para remarcar el carácter convencional y humano de la
sociedad y la autoridad.
2. ALGUNOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL PENSAMIENTO
POLÍTICO MODERNO
El individualismo
Es preciso llamar la atención sobre la enorme importancia del giro hacia el
individualismo, que está en el origen de las nuevas formas de entender las relaciones del
ser humano con la sociedad y con el poder. La verdadera superación del mundo medieval
en el terreno político sólo fue posible por el individualismo moderno, es decir, por la
concepción de que el Estado existe para preservar los derechos de los individuos.
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Ya el cristianismo, al extender la concepción del hombre como un ser creado por
Dios y dotado de libertad, contribuyó a hacer del individuo el punto de partida para la
construcción de una doctrina nueva de la moral y del derecho. Sin embargo, la
concepción antigua y medieval predominante en cuestiones políticas fue
anti-individualista u organicista. El fin último de toda sociedad era la pervivencia del
grupo en su conjunto. La esfera de la libertad reservada a los individuos era aquella
concedida por los detentadores del poder. Los derechos apenas tenían importancia
frente a los deberes, prohibiciones y mandatos que los súbditos debían acatar. ¿Cómo
reclamar derechos inviolables para el individuo si éste está en función de la sociedad y
de la institución política y no al contrario? Por eso afirma Norberto Bobbio que,
históricamente, la potestas (autoridad) viene antes que la libertas. La lex (ley), antes
que el ius (derecho).
Estado de naturaleza, iusnaturalismo y pacto social
Para que se produjera la inversión de la que nace el pensamiento político moderno
fue necesario que se considerase al individuo por sí mismo, fuera de todo vínculo social.
Esto implicaba el abandono de la teoría tradicional o modelo aristotélico, según el cual el
hombre es un animal político que nace en un grupo social superior, y se considerase el
origen histórico de la sociedad. Cuando los individuos eran considerados originarios de
un grupo social natural, como la familia, que estaba organizada jerárquicamente, no
nacían ni libres, pues estaban bajo la autoridad paterna, ni iguales, porque la relación
entre padres e hijos es una relación entre superior e inferior. Por el contrario, en la
Modernidad, frente a este modelo tradicional, algunos autores van a presuponer la
existencia de un estado anterior a toda forma organizada de sociedad, un estado de
naturaleza, que será el fundamento de la sociedad civil. El estado de naturaleza es la
ficción de una situación humana anterior a la existencia de la sociedad y de las normas.
Sólo con la hipótesis de un estado originario sin sociedad se puede sostener el audaz
principio contrafáctico (es decir, que no se da en los hechos) de que los seres humanos
nacen con unos derechos naturales, es decir, libres e iguales, como se lee en las
palabras con las que suelen comenzar las grandes declaraciones de derechos y
constituciones modernas.
La expresión derechos naturales significa que hay ciertos derechos que pertenecen
al hombre por el mero hecho de serlo (de ser portador de dignidad y de libertad) y que
estos derechos son anteriores y superiores a cualquier código escrito, Esto implica que
el gobernante y las leyes no deben transgredir esos sagrados derechos. Aunque el
concepto de ley natural existía desde la Antigüedad y se mantuvo en el Medievo, unida
entonces a su origen divino, el iusnaturalismo moderno se basa en la razón como único
fundamento. Resumiendo, la expresión “derechos naturales” supone, en la filosofía
política moderna:
- unos derechos previos al poder y al Derecho positivo que
- se descubren por la razón en la naturaleza humana, y que
- se imponen a todas las normas del Derecho creado por el Soberano y son un
límite a la acción del mismo. El gobernante debe respetar esos derechos.
(Adaptado de Gregorio Peces Barba, Curso de derechos fundamentales.)
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El iusnaturalismo, o teoría de los derechos naturales, viene a legitimar el pacto
social, por el que se pasa del estado de naturaleza a la constitución de la sociedad civil.
El contrato social constituye la base del consentimiento, condición sin la cual no hay
poder político legítimo, y permite pasar de la justificación teológica del poder a otra
basada en el origen consensual. Los términos del contrato varían mucho de unos autores
a otros, pero puede decirse que, en general, por el contrato o pacto social, individuos
libres e iguales se someten a un poder común. Por dicho contrato transfieren al Estado
todos o algunos de los derechos que, en principio, tiene cada individuo en estado de
naturaleza, para convertirse en ciudadanos. De nuevo otra construcción mental, la de un
pacto que, más que probablemente, no ocurre históricamente pero que sirve para
legitimar los Estados modernos. El fundamento del pacto en los derechos naturales
funda el deber de obediencia del ciudadano, pero también es el límite a la acción del
poder del Estado. Si éste conculca la ley natural, el ciudadano tendrá, según algunos
autores, el derecho de resistencia.
Diferentes tentativas y aproximaciones a estos revolucionarios conceptos de otros
tantos filósofos, juristas y pensadores políticos son las que, a través del tiempo,
hicieron posible que todas estas ideas, junto a otras que iremos estudiando (división de
poderes, soberanía popular, etc.), ejercieran su influencia de manera conjunta y, con
ello, condicionaran el desarrollo de nuestra historia. Estas ideas no cristalizarán
totalmente hasta la Ilustración.
3. HOBBES: EL MIEDO NOS CIVILIZA
Thomas Hobbes nació en 1588 en el sur de Inglaterra. Después de estudiar en la
Universidad de Oxford, ejerció como preceptor del hijo de lord Cavendish, futuro
conde de Devonshire. A esta casa condal estuvo unido toda la vida e incluso murió en
ella en el año 1679.
La relación con el joven Cavendish fue de una gran importancia a lo largo de su vida.
Con él viajó por el continente europeo, lo que le proporcionó contactos diversos y
enriquecedores. Así, por ejemplo, en Italia tuvo la oportunidad de conocer
personalmente al gran físico Galileo, mientras que en Francia se relacionó con círculos
cercanos al pensamiento dé Descartes.
En cuanto al contexto sociopolítico, Hobbes vivió muy de cerca los avatares
políticos de los que ya hemos hablado antes. En los conflictos entre el rey Carlos I y el
Parlamento, tomó partido decididamente a favor del rey, por lo que se vio obligado a
huir de Inglaterra y a exiliarse a París cuando la situación empeoró para el monarca. En
1652, a pesar de la ejecución de Carlos I, Hobbes regresó a Inglaterra y se instaló en
casa de la familia Devonshire. Poco después, en 1660, fue restaurada la monarquía en la
figura de Carlos II, de quien Hobbes había sido maestro durante el exilio del monarca
en Francia.
De todas su obras, la más reconocida se titula Leviatán, o la materia, la forma y el
poder de un Estado eclesiástico y civil (165 l), en la que expone su teoría política más
famosa, la del pacto social. Veámosla más detalladamente:
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El contrato social
La teoría política de Hobbes comporta un giro de la perspectiva tradicional: el
poder no tiene un origen divino, sino que proviene de la voluntad de los hombres.
Este replanteamiento político es consecuencia de una nueva concepción del hombre.
Según Hobbes, los seres humanos son esencialmente iguales, y no han nacido
predeterminados para llevar a cabo labores diferentes en función de aptitudes también
diferentes. Lo cierto es que todos los hombres gozan de parecidas posibilidades, no en
el sentido de que sean estrictamente iguales en capacidades (igual de fuertes, igual de
inteligentes o igual de ágiles...), sino en el de que en conjunto todos tienen similares
posibilidades de conseguir sus objetivos: el que está menos dotado de astucia consigue
por la fuerza lo que otro alcanza con su inteligencia.
Esta igualdad, unida al natural egoísmo humano (todos buscan su propio bienestar y
su provecho, aunque sea en detrimento de los demás), hará pensar a Hobbes que la vida
sin una autoridad firme y temida sería un auténtico infierno, ya que todos se
convertirían en un peligro para todos. La situación que se deriva de esto, juntamente
con el deseo de vivir tranquilamente en paz y con seguridad, impulsará a los hombres a
pactar. Veamos cuál es este proceso.
-EL ESTADO DE NATURALEZA. Sería la situación anterior al pacto. El hombre
viviría en completa libertad e igualdad, no existirían las leyes ni la autoridad, por lo que
todo el mundo tendría derecho a todo o lo que es lo mismo, a nada, porque no habría
forma de hacerse respetar. A causa del egoísmo y de la falta de limitaciones, el hombre
se convertiría en un lobo para el mismo hombre (homo homini lupus), y el estado de
naturaleza se transformaría en un estado de guerra generalizada y constante. Esta
situación impediría cualquier, avance o progreso humano: no existiría agricultura, ni
industria, ni ciencia, ni cultura... Ahora bien, el instinto de antoconservación, juntamente
con el deseo natural de seguridad, hará que 1os hombres busquen la manera de salir de
esta situación de peligro constante.
-EL PACTO. La propia razón humana y el deseo de vivir en unas condiciones más
propicias impulsaron a los hombres a renunciar a la libertad y a pactar una forma de
vida más represiva pero más segura. Así, de manera voluntaria, los hombres pactan con
los otros hombres un contrato por medio del cual se traspasa todo el poder a un
tercero, que se convertirá en el soberano al que todos se someterán a cambio de
protección. El miedo a los demás hace que el hombre abandone el estado de naturaleza y
se civilice.
-EL ESTADO O LEVIATÁN. Este pacto, que de manera interesada y voluntaria
realizan todos los hombres, constituye el origen del Estado. Del contrato surge un
soberano que acapara todo el poder. En realidad, el soberano no tiene que ser
necesariamente un monarca personal (puede ser, también, una asamblea), pero su poder
ha de ser absoluto. Ningún hombre, organización o institución alguna puede estar por
encima de él o quitarle una parte de su poder; es decir, su poder es incuestionable. Sólo
en el caso de que el soberano sea incapaz de cumplir la función para la cual le han sido
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dados todos los poderes (mantener la seguridad), los súbditos tendrán derecho a
romper el pacto y derrocarle.
A pesar de que la concepción del origen del Estado de Hobbes es muy moderna, su
visión pesimista de la naturaleza humana le lleva a defender y justificar un Estado
absolutista capaz de mantener el orden y la seguridad.
4. LOCKE.: EL LIBERALISMO POLÍTICO
Locke nació en 1632 en Wrington, cerca de Bristol. Hijo de un hombre de leyes,
vivió en un ambiente crítico y poco conservador que influyó en su educación. En la
Universidad de Oxford estudió filosofía y también ciencias naturales como física,
química o medicina.
En 1667 Locke trabó amistad con lord Ashley, conde de Shaftesbury, una amistad y
colaboración que perduraron hasta su muerte en 1704. La elevada posición social del
conde (llegó a ser Canciller de Inglaterra) le abrió las puertas de los ambientes
sociales, políticos e intelectuales más prestigiosos de Inglaterra. Ahora bien, esta
relación que tantos beneficios le comportó también le ocasionó perjuicios cuando lord
Ashley cayó en desgracia a causa de sus ideas políticas. La oposición al absolutismo real
de los Estuardo y el apoyo a un Parlamento fuerte y con competencias lo llevaron al
exilio.
En 1688, con la caída definitiva de los Estuardo y la llegada de Guillermo de Orange,
que encarnaba unos ideales y planteamientos políticos mucho más liberales, Locke
regresó a Inglaterra. La Revolución Gloriosa, nombre con el que se conoce este
acontecimiento histórico, significó un revés para el poder absoluto de los monarcas y
supuso un fortalecimiento definitivo del Parlamento. La obra política de Locke, sobre
todo su Ensayo sobre el gobierno civil, puede interpretarse como una justificación o
legitimación de este cambio liberal que se había cobrado el trono de un monarca,
Un pacto liberal
La teoría política de Locke se halla, por un lado, muy cercana a la de Hobbes, pero,
por otro, en las antípodas del absolutismo de éste.
Para Locke, el origen y la legitimación del Estado también son fruto de un pacto
entre los individuos que forman la sociedad. De hecho, la convivencia en sociedad no se
entiende si no hay un consentimiento por parte de sus miembros. Ahora bien, este
contrato, mediante el cual se legitima el Estado, no comporta la renuncia a los
derechos personales ni la justificación del absolutismo.
Con su teoría del contrato, Locke pretende precisamente justificar la legitimidad
de derechos personales, como el derecho a la subsistencia o el derecho a la propiedad
privada. Dicho en otras palabras, según Locke la sumisión al poder político en ningún
caso puede significar una renuncia a los derechos individuales. El Estado, desde una
perspectiva liberal, se subordina a los intereses individuales.
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-EL ESTADO DE NATURALEZA. La concepción: del estado de naturaleza de
Locke se aparta significativamente de la idea de guerra constante que tenía Hobbes.
Para Locke, en este estado, además de disfrutar de libertad y de igualdad, los hombres
poseen derechos naturales (se tienen por el simple hecho de pertenecer a la especie
humana, aunque no se viva en sociedad): derecho a la subsistencia, derecho a la
propiedad, a la salud, a la integridad... Ahora bien, tener derecho a todo esto no quiere
decir que en la realidad todos estos derechos se respeten, y más si tenemos en cuenta
que, en el estado de naturaleza, no hay ninguna fuerza que tenga suficiente poder como
para obligar a que se cumplan.
-EL PACTO. Con la intención de asegurar el cumplimiento de estos derechos, los
hombres libres pactan su incorporación a la sociedad y la creación de la autoridad.
Según Locke, cuando los hombres se deciden a constituir la sociedad, no renuncian a sus
derechos trasfiriéndolos al soberano; en realidad, lo que hacen es, precisamente,
otorgar a los gobernantes el poder necesario para que los protejan.
-EL ESTADO LIBERAL. De este pacto, pues, surge el Estado, pero, al contrario de
lo que sucedía según Hobbes, el poder del Estado no pasa a ser absoluto, sino
representativo. En otras palabras, 1os gobernantes están al servicio de los individuos,
ya que éstos renuncian a parte de su libertad para que la autoridad proteja sus
derechos. En el caso de que el soberano no cumpla esta función el pueblo tiene derecho
a la insurrección y a la anulación del pacto.
La división de poderes
La diferencia más evidente entre el planteamiento político de Hobbes y el de Locke
es que en el primero la teoría del contrato social sirve para legitimar el absolutismo
político, mientras que en el segundo el contractualismo es una defensa del liberalismo y
un ataque frontal y explícito al autoritarismo real.
Uno de los puntos clave para evitar el absolutismo real es, según Locke, la división
de poderes. El poder no puede concentrarse en unas únicas manos, porque éste sería el
camino más rápido para el abuso y la corrupción. Locke sostiene que en cualquier
sistema político pueden distinguirse, y de hecho se han de distinguir, tres tipos de
poder: legislativo, ejecutivo y federativo.
5. ROUSSEAU
En este último apartado estudiaremos algunos aspectos de la vida y la obra de Jean
Jacques Rousseau, un pensador que pone en duda muchas de las ideas características
del Siglo de las Luces. En Rousseau comienzan a emerger valores que serán propios de la
época que seguirá a la Ilustración: el Romanticismo. Después de conocer la vida y la obra
de Rousseau, estudiaremos la crítica a la sociedad de su tiempo y sus alternativas: el
contrato social y la teoría de la educación, que pretende hacer surgir del niño su bondad
innata.
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5.1. UN ILUSTRADO QUE NO CONFÍA EN LA RAZÓN
Jean Jacques Rousseau (1712~1778) nació en Ginebra, pero pasó la mayor parte de
su vida en Francia. Si bien colaboró en la redacción de la Enciclopedia con los filósofos
de la Ilustración, muy pronto se enemistó con ellos, y llegó a convertirse en el
contrapunto al optimismo intelectual de los pensadores ilustrados. Y es que, mientras
que éstos tenían una fe ilimitada en la razón, él la veía como una de las causas de la
corrupción humana. La personalidad de Rousseau era compleja, atormentada y
contradictoria: se enfrentó al racionalismo de los ilustrados sin dejar de ser él mismo
un enciclopedista ilustrado; llevó a cabo una gran investigación sobre la educación de los
niños, pero abandonó a sus hijos en un hospicio; visitaba salones de damas ilustradas y,
en cambio, se casó con una sirvienta analfabeta...
Durante toda su vida, dos ideas atormentaron a Rousseau: que obraba mal a pesar
de ser bueno, y que la sociedad era profundamente injusta y le perseguía
constantemente. Estas dos obsesiones le llevaron a establecer la siguiente teoría: el
hombre es bueno por naturaleza, pero actúa mal forzado por la sociedad, que le
corrompe.
En 1762 publicó El contrato social y Emilio o sobre la educación. Este mismo año
ambas obras fueron condenadas en París y en Ginebra. Emilio es una exposición sobre la
bondad natural del hombre y sobre cómo la sociedad, con su influencia, corrompe esta
bondad. Rousseau propone un modelo educativo que haga emerger la bondad innata
latente en cada niño. En El contrato social se analizan de manera sistemática los
derechos y libertades políticas de los hombres y de la soberanía popular.
Rousseau nunca encontró la paz que buscaba. Sus principios y sus gustos marchaban
por caminos diversos; su vida fue una constante tensión entre lo ideal y lo real, entre
lo que habría de ser y lo que era. Escribía sobre las bondades del pueblo bajo, su
austera pobreza, su sencillez y su transparencia, pero no abandonaba su amor hacia la
elegancia y la belleza sofisticada. Por otro lado, Rousseau vivió durante la Ilustración,
pero no correspondía plenamente a esta época: su vida y su obra supusieron una
anticipación al Romanticismo que seguiría a la Ilustración. Él, tal como harían después
los románticos, dio primacía al sentimiento natural, no a la razón ilustrada.
5.2. EL HOMBRE NATURAL Y EL HOMBRE HISTÓRICO
Rousseau, del mismo modo que Hobbes, habla de un estado natural del hombre,
pero, en radical oposición a Hobbes, imagina al hombre natural como un ser bueno y
feliz, sin preocupaciones y sin industria, sin lenguaje y sin hogar, ajeno a toda guerra y
a toda atadura. El hombre primitivo que describe Rousseau, movido por dos impulsos
básicos -el amor a sí mismo y la compasión-, es un ser inocente y generoso como un niño
pequeño; en él no hay separación entre lo que es y lo que parece, entre lo que siente, lo
que piensa y lo que hace. La literatura de viajes, abundante en la época de Rousseau,
confirmaba el estado natural del hombre como «buen salvaje» a causa de los relatos
recogidos por diversos exploradores; un hombre primitivo que vive en paz y armonía con
la naturaleza.
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El hombre contemporáneo de Rousseau, el hombre histórico, ha perdido la bondad
original; su inocencia se ha transformado en degeneración y su sinceridad se ha
convertido en hipocresía. El hombre histórico es un ser vil, egoísta, depravado, lleno
de odio. Ahora bien, este hombre histórico no puede mostrar públicamente su
degeneración: ha de enmascarar su vileza, su egoísmo y sus pasiones. Por ello, adopta un
comportamiento ilustrado, que incluye la cortesía, el arte de hablar bien, la técnica de
las apariencias, es decir, todo aquello de que se preocupan las ciencias y las artes. Los
temores, el odio y la traición se esconden continuamente bajo esta máscara que
llamamos educación. Así, esta máscara resulta doblemente odiosa, porque evita tener
que reconocer la degradación y, de esta manera, imposibilita la regeneración del
hombre.
¿Qué inicia el cambio desde el estado natural hasta la degeneración y la
desigualdad? Para explicar el cambio, Rousseau habla de una situación problemática
para el «buen salvaje»: los árboles se hicieron altos, los frutos insuficientes y los
recursos escasos. Entonces, el hombre tuvo miedo, fabricó armas y, para sobrevivir,
abandonó el estado natural; a partir de aquí, se abrieron paso la propiedad, la
dominación y la desigualdad social.
5.3. EL CONTRATO SOCIAL
Rousseau consideraba que resulta inútil soñar con un retorno al estado natural de
bondad e inocencia, pero creía que hay una posibilidad de regeneración moral del
hombre, posibilidad que se halla en el contrato o pacto social. El contrato es el intento
de armonizar individuo y sociedad, de legitimar el orden social conservando la libertad
política.
Perdido el estado de naturaleza, el hombre, para su supervivencia, se ve impulsado a
constituir asociaciones que protejan no tan sólo sus personas y propiedades, sino
también su libertad. Hombres asociados que, con su pacto, posibilitan la voluntad
general. Lo esencial en el pacto social es el intercambio siguiente: cada ser humano
pone en común su persona y todo su poder bajo la dirección de la voluntad general y, a
cambio, cada miembro de la sociedad es acogido como parte indivisible del todo.
El pacto representa el reconocimiento de lo que es universal por encima de lo que es
particular, de la justicia sobre el instinto, de lo social sobre lo natural. Después del
pacto, obedecer y someterse a la ley dictada por la voluntad general es ser libre, es
obedecernos a nosotros mismos. De esta manera, Rousseau realiza una valoración
positiva del estado civil surgido del pacto y de sus leyes, fruto de la voluntad general.
Si el hombre histórico era un ser depravado y vil, el hombre civil, aunque no pueda
retomar al estado de naturaleza original, puede recuperar y regenerar parte del bien,
de la felicidad y de las libertades pasadas.
Veamos ahora las diferencias existentes entre el estado natural (según Rousseau,
el mejor que ha habido) y el estado civil (el mejor que puede haber para el hombre
civilizado):
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Rousseau distingue entre voluntad general y «voluntad de todos». La voluntad
general tiene un sujeto universal, el pueblo soberano; y su objeto es el bien común.
En cambio, la «voluntad de todos» no es más que una suma de voluntades particulares.
Si los ciudadanos forman facciones o partidos con voluntades propias, entonces el
resultado se aleja de la voluntad general. Así, la voluntad general no puede
identificarse, plenamente, con la suma de voluntades particulares que se manifiestan en
un voto mayoritario o, incluso, unánime.
Si cada ciudadano vota con plena independencia, las diferencias existentes entre
ellos quedarán compensadas y el resultado sí expresará la voluntad general. Es
necesario, pues, que los ciudadanos estén debidamente informados y que se supriman las
sociedades parciales dentro del Estado; entonces, el voto de la mayoría expresará la
voluntad general. La voluntad general es la de los ciudadanos reunidos en asamblea: una
democracia directa, no una democracia representativa como la nuestra.
5.4. TEORÍA DE LA EDUCACIÓN
Para Rousseau, la educación tradicional oprime y destruye: el hombre nace libre y
bueno, pero la educación va progresivamente anulando su libertad. Rousseau sueña con
una nueva educación que conduzca al desarrollo natural del niño. Critica la educación
basada únicamente en libros y más libros, la considera artificial y repetitiva. El niño
debería aprender por sí mismo, aprender a pensar en contacto directo con las cosas y
con la naturaleza.
La educación tiene como objetivo formar un hombre libre y, por tanto, ha de
favorecer el desarrollo de la intuición y del sentimiento. Rousseau considera que la
moralidad se fundamenta en sentimientos naturales, como pueden ser el amor a uno
mismo y el amor a los demás, sentimientos que la educación ha de potenciar; de este
modo aparecerá un verdadero ciudadano que tendrá sus raíces en la bondad de la
naturaleza humana.
Emilio, el libro en el que Rousseau expone sus ideas pedagógicas mediante la
descripción de un proceso educativo, es una construcción ideal. Es un modelo utópico, un
ideal que aspira a modificar las condiciones educativas del niño (Emilio) y de la niña
(Sofía, la futura esposa de Emilio)
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