Movimientos sociales en México: el desafío de la articulación en un contexto adverso De acuerdo a los antecedentes del Informe Nacional México, a partir de la crisis mundial reciente y de sus propias características estructurales, experimenta en el reciente bienio una de las crisis más graves y complejas de su historia democrática Su economía muestra señales de decrecimiento, el desempleo aumenta de manera exponencial y los ciudadanos sufren un deterioro sostenido de su nivel de vida. La rebaja abrupta de los créditos para los campesinos ha movilizado a sus organizaciones en numerosos estados del país, para denunciar la interrupción de políticas de apoyo a la producción y actividades agropecuarias, empobreciendo gravemente al sector al sector. De estas movilizaciones han surgido algunos pactos con el poder legislativo, para institucionalizar medidas que mitiguen el deterioro económico de la actividad agrícola no industrializada. En otro sector, los trabajadores de la minería han sido los principales afectados por las medidas que las empresas extractivas han tomado para enfrentar la crisis: despidos masivos, rebaja de salarios, debilitamiento de la actividad sindical y, en general, una clara tendencia a la pérdida de derechos y desestructuración de sistemas más o menos consolidados de protección social. En otro ámbito de la economía, las familias sustentadas por las divisas que integran los migrantes al país, se han visto afectadas por la crisis de empleo que ha dejado en paro a estos trabajadores en Estados Unidos, además de la persecución constante que sufren por el endurecimiento de sus políticas migratorias. El narcotráfico por su parte, se fortalece como un subsistema de poder económico disputado entre bandas que asolan el país con su violencia. El gobierno del PAN ha militarizado el manejo de esta violencia, demostrando su incapacidad de abordar la crisis de confianza pública en toda su complejidad y dar mínimas garantías de seguridad a la población. Es precisamente en nombre la seguridad ciudadana que las fuerzas del orden han incurrido en graves violaciones a los derechos humanos, afectando a la población civil e inocente con sus procedimientos abusivos; al mismo tiempo la disidencia frente a esta política que hasta ahora no ha probado su eficacia, es silenciada y reprimida. El nivel de asesinatos -cuyas causas e implicados son de origen a menudo difuso- es tan elevado que se prevé un serio debilitamiento de la capacidad institucional, política y social de reconstruir bases para una convivencia segura. Los vínculos de la sociedad con los partidos políticos se ha fragilizado tanto como las alianzas en el interior del sistema político. “Los poderes formales -ejecutivo y legislativose desencuentran y los pactos se hacen a espaldas, ya no de la sociedad, sino de los propios grupos políticos” (Manuel Canto. ADOC). Otro rasgo de tensión en la política institucional es lo que algunos entrevistados llaman la crisis del sistema federal, expresada en la autonomía que cobran los estados responde mucho más a los intereses de los partidos que los dirigen que a una noción descentralizadora con arreglo a los intereses de su población. Un ejemplo paradigmático de esto es la franca resistencia que tienen los gobiernos estaduales del conservador PAN a aplicar leyes que favorecen los derechos de las mujeres y que fueron el resultado de más de un siglo de luchas sociales y políticas para su reconocimiento. En este marco, que para los entrevistados es un escenario muy desfavorable para la participación ciudadana, es evidente sin embargo un alto grado de organización y 1 movilización por diversidad de intereses sociales, económicos y políticos que en algunos casos también se articulan con un horizonte de proyecto común de país. Hay innumerables ejemplos de la perseverancia de la acción social reivindicativa, en algunos casos exitosa. Un fenómeno interesante es la nueva dinámica de alianzas entre organizaciones sociales, indígenas y ambientalistas con los trabajadores de la minería que ha permitido levantar una voz ciudadana en contra de la extracción a tajo abierto y de todos los proyectos del rubro que ponen en riesgo los recursos naturales, la propiedad comunitaria de estos recursos y la salud de la población además de generar nuevas inequidades sociales a favor de las empresas inversionistas. En la misma línea de defensa de los recursos naturales, vinculada a sus aspectos económicos, sociales y culturales el tema del maíz es uno de los que ha movilizado la acción de las organizaciones indígenas de varias zonas del país. También respecto de los recursos fluviales, hay un movimiento sostenido para detener la construcción de proyectos hidroeléctricos que perjudicarían no sólo el recurso fluvial, sino los sistemas humanos que se desarrollan en su entorno, logrando detener o suspender el avance de varios proyectos como el de La Parota en Guerrero o el Paso de la Reina en Oaxaca, entre otros. La demanda por reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres en particular viene siendo expresada por agrupaciones feministas o de género no sólo de cara a la población, sino también en el seno de organizaciones sindicales, indígenas y muchas otras, haciendo aportes importantes a la profundización democrática en los movimientos sociales, a la vez que ganan legitimidad ciudadana para sus demandas no obstante el retroceso que ha impuesto el gobierno federal y varios gobiernos estaduales en esta materia. Estas articulaciones están aún distantes de constituirse en un movimiento histórico que lidere o fortalezca un proceso de transformación de la estructura del Estado o alcance mayores cuotas de participación democrática efectiva, pero son actualmente un actor vivo y gravitante tanto para sostener la exigencia de respeto a los Derechos Humanos, como una fuente de innovación de estrategias y prácticas de lucha y asociatividad. Los espacios de articulación y activismo público en respuesta a las problemáticas muy diversas se están dando en distintos niveles y tiempos, a pesar de que en el caso de las movilizaciones mayores se producen en un clima de estrecha vigilancia e intimidación por parte de las autoridades, cuyas prácticas represivas - emboscadas, provocaciones, agresiones, desapariciones, juicios y sentencias injustas a luchadores sociales- parecían históricamente superadas. Aunque se reconoce una crisis de confianza con los partidos políticos y muy poca respuesta desde el Estado para considerar su participación efectiva en las decisiones que les atañen, entre las organizaciones sociales, movimientos y sus articulaciones hay bastante consenso en la necesidad de crear alianzas con las instituciones políticas formales como una condición indispensable para darle un giro al retroceso democrático que sufre el país. Ello a condición que la negociación de agendas se realice desde la autonomía, la fuerza y la claridad de los objetivos propios. En primer lugar, habría que apostarle al movimiento social popular organizado. Si no tenemos a este protagonista consciente, politizado y organizado, las alianzas pueden ser contraproducentes. Si nos vamos a la utopía, nosotros pensaríamos en que los partidos políticos son necesarios para que surjan gobiernos con 2 una política pública a favor del pueblo, no perdemos la esperanza de que haya gobiernos que realmente vean por los pobres, por las mujeres …”(Leonor Concha RedGE) En definitiva, el mayor desafío que se plantean las organizaciones sociales es construir desde su especificidad un campo de convergencia, alianzas tácticas y estratégicas con resonancia nacional que permitan convocar al país a un camino viable de profundización democrática. Los entrevistados consideran que una condición de este proceso es la renovación de los partidos y sus lógicas, actualmente más centrados en la administración de su poder más que en la construcción de un proyecto democrático. Otra condición es la trabajar en su propio quehacer, integrando nuevas temáticas y enfoques que expresan profundos cambios en la configuración de lo social y lo político en la actual coyuntura. Lo que nosotros tenemos que hacer –dice Rodolfo Chávez de CECOP- es juntar nuestras luchas, tener la visión de conjunto, la visión social, económica, política, ambiental, y darnos medidas, darnos programas y darnos una visión general de respuesta popular, a nivel de nuestros movimientos, para regresar otra vez a lo mismo, a nivel de nuestros estados, a nivel de nuestros pueblos, a nivel de nuestros países, para que podamos enfrentar algo, que ya es de vida o muerte. 3