Instrucción nocturna. Nada más llegar, una charla nos lo advirtió. “TODAS Y CADA UNA DE LAS OPERACIONES DEBEN CONSIDERARSE COMO SITUACIÓN REAL”. Fuera de La Mina era territorio hostil. ¡Vaya punto seguro la base, desde el principio reconocimos esa sensación de paz y bienestar! ya De hecho, como siempre salíamos con munición de guerra, en las ocasiones que fue real nunca supimos con antelación la diferencia. Los temas siempre se preparaban igual, ningún cambio por parte de los mandos. Solo al iniciarla, la orden de montar cargadores pesados. Pronto nos dieron la oportunidad de saber diferenciar la zona amiga. Primer día de instrucción nocturna. Deberíamos llevar allí dos o tres días...con sus noches. Ya sabéis porqué lo digo. Nos dolían hasta las pestañas y los zombis parecían premios Nóbel a nuestro lado. Después de una extensa teórica, los veteranos nos hicieron una completa demo por el bosque de la base para conocer nociones de la noche. Muy instructiva. Luego fuera. Solo un par de horas. El tema no recuerdo bien cual era, pero supongo que una simple excusa para habituarnos a movernos en la oscuridad. Recorrer unos puntos, creo. El caso es que, como suele ocurrir, fuimos distanciados. Solos o en pequeños grupos. regresando La Mina está en lo alto de una cota, rodeada de una cerca de unos 3 metros y con desnivel en algunos puntos. Se accede por un camino de algo más de 100 mts. que sube derecho hasta la barrera del cuerpo de guardia. Como un castillo medieval que tiene un único acceso. Antes de llegar, como arriba en la barrera había luz, se podía intuir a mitad del camino, entre sombras, una figura. Luego supe que era el Teniente F.. Desde allí, haciendo sonar su silbato y levantando los brazos, se le oía “TEMA FINALIZADO, PODEIS SALIR” Aparecieron dos reclus encaminaron hacia él. entre las sombras, que se El Teniente era un padrazo para nosotros. Velando por nuestra buena salud y para evitarnos problemas en lo sucesivo, se prestó personal y amablemente a instruirlos sobre las bondades que podían encontrar por su candidez. Los dos pardillos tomaron diferentes lecciones. El primero acabó con la atadura del cerdo. Para los ajenos, es la forma más efectiva de embalar prisioneros. Atados juntos los pies. Las manos a la espalda a la altura de los tobillos. Desde ese punto se unen las cuatro extremidades con una cuerda tirante que da dos vueltas al cuello. De tal forma que debes estar forzando el espinazo constantemente para no asfixiarte. Sabiendo que había pasado unas horas de pateo y probablemente estaba sudado, tuvo la deferencia de meterlo dentro de una charca. Poca profundidad, eso sí, la suficiente como para que le permitiera respirar. Le bastaba con incorporarse estirando el cuello y sacando la cabeza fuera del agua, mientras podía aguantar, tomar el aire suficiente y volver a zambullirse en apnea cuando ya no aguantaba. Ese estuvo un buen rato ahí. El otro tuvo más suerte, por lo menos podía respirar. Y comer. Parece ser que lo encontró debilitado. Lo echó boca arriba y le procuró alimentos. La despensa no era muy surtida. Lo que tenía a mano; hierbajos, caracoles y alguna pala de cactus que le iba introduciendo por la boca en un amable gesto ante la imposibilidad del aprendiz de usar las manos. Cuidando de su retoño, le animaba y ayudaba a masticar. Pronto se aderezó con sus propios vómitos. Locuaz, dicharachero y en pié sobre el estómago del recluta para tener mejor perspectiva, el instructor iba llamando al personal como Papá Noel a sus renos. De vez en cuando se agachaba para alimentar a su protegido y que no sufriera de inanición. El otro se apañaba por sí mismo, respirar sacaba el periscopio. cada vez que quería A la vista de aquello pocos acudimos. Me pilló cerca, agazapado a escasos metros, totalmente inmóvil. Tan cerca que no solo evitaba moverme, sino que evitaba hasta cambiar la mirada para que no oyera el movimiento de mis pupilas. fue una experiencia mística. Creo que sintonicé con Bramha y paralicé hasta los latidos del corazón para que no me descubriera. Aquella noche descubrimos que a La Mina podía accederse desde otros puntos, el que fuera, menos pasando por ahí y nos quedó claro que fuera de La Mina era territorio hostil. También aprendimos a no confiar jamás. CRÓNICAS DE LA COE-102