Ópera en Rusia

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Ópera en Rusia
El jardín de los cerezos en Moscú
En el marco del año de Francia en Rusia, el francés Philippe Fenelon tuvo por
encargo la composición de una ópera a partir de El jardín de los cerezos, pieza
dramática de Anton Chéjov. El estreno mundial tuvo lugar el 2 de diciembre en
el Teatro Bolshoi de Moscú con un muy razonable y afortunado resultado. En
términos generales, la ópera consigue adaptar con éxito la complejidad histriónica
y dramática de los personajes de Chéjov, y la orquestación acompasa con sutilidad
y tino los contrastes de la narrativa. Mención aparte merece la interpretación de
los cantantes, acertada y vigorosa.
Fenelon se dio a la tarea de realizar esta ópera (apenas en marzo pasado estrenó
su versión de Faust en el Palais Garnier de París) con la colaboración del poeta
moscovita Alexei Parin (1944), quien eligió omitir algunos personajes de la obra
original, aunque manteniendo la tónica de añoranza y desencanto de la obra.
El montaje escénico es más bien estático, con un coro que permanece a lo largo de
la ópera compartiendo el espacio con los cantantes y con una parte de la orquesta
que enriquece el discurso instrumental con ritmos y tonos de fox-trot, polka,
etcétera, de la orquesta principal en el foso. En ocasiones esta inmovilidad —
sobre todo al final de la primera parte— vuelve un tanto cansada la ópera a pesar
de una suave y sinestésica iluminación. La interpretación vigorosa de los cantantes
y la orquestación sirve como contrapeso a la ausencia de brillo coreográfico.
La elección de El jardín de los cerezos no podría ser más apropiada para una
exitosa colaboración ruso-francesa. La decadencia de la aristocracia rusa
prerrevolucionaria en retirada, obviamente devota de las costumbres europeas,
sirve como escenario para reflejar la transitoriedad de las aspiraciones sociales.
El carácter dual de la obra, la cual oscila entre el drama y la comedia, es bien
aprehendido por Parin y luego interpretado en algunos pasajes, sobre todo los
de Luba, por la soprano Anastasia Moskvina, y Charlotte, personaje femenino
cómico interpretado por Petr Migunov, bajo, para resaltar su carácter lúdico.
“La decadencia
de la aristocracia
rusa
prerrevolucionaria
en retirada,
sirve como
escenario para
reflejar
la transitoriedad
de las aspiraciones
sociales”
Mención aparte merece la mezzo-soprano Ksenia Viaznikova, quien en el papel
del mayordomo Firz asume con temple el sino de la servidumbre. Viaznikova
logra una asombrosa, por discreta, interpretación que realza la belleza del libreto
y además culmina la obra. De igual manera, el coro juega un rol fundamental y
brinda color a las transiciones al interpretar canciones tradicionales rusas que
evocan los tiempos perdidos o simplemente fungen como descanso entre escenas.
La dirección fue bien llevada por el italiano Tito Ceccherini, quien arrancó
aplausos del público que decidió permanecer hasta el final, ya que la audiencia
del Bolshoi, acostumbrada a derroches de academicismo y perfección formal,
no resulta abundante en elogios a exploraciones contemporáneas. La ópera se
exhibirá por una segunda ocasión en Moscú antes de viajar a París en 2011. o
por Rodrigo Azaola
enero-febrero 2011
pro ópera
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