Quasimodo HENRY TRUJILLO Yo quiero a Quasimodo. Lo crié yo porque mi madre murió al nacer él, porque salió muy grande y deforme y ella no pudo con el esfuerzo. Y porque mi padre siempre estaba borracho y no se preocupaba por nosotros si no era para mandarnos a buscar vino. Tomaba tanto vino que un día fui a despertarlo y me encontré con que había reventado y lo único que quedaba era una masa sin forma desparramada por todos lados. Los vecinos vinieron y lavaron el piso, y me dijeron que llevara a Quasimodo al orfanato. Pero yo no quise separarme de él por más que a mi no me daban trabajo en ningún lado porque de chico tuve poliomielitis y tengo que andar con bastones, pero nos quedaba la casita de mi madre, donde vivíamos en Playa Pascual. En verano venían turistas y la gente siempre decía que era un buen lugar para los muchachos jóvenes que querían progresar. Entonces pusimos un puestito junto a la carretera y hacíamos limonada pero nadie nos compraba porque decían que éramos unos sucios. Nosotros no éramos sucios, lo que pasaba es que Quasimodo se tiraba al suelo y también se hacía las necesidades en la ropa y yo no podía lavarlo. Él se me escapaba a cada rato. Lo que más le gustaba era cazar pájaros y comérselos, porque era tan grande que siempre tenía hambre, pero a mí no me gustaba que se me fuera porque lo agarraban los gurises del barrio para tirarle piedras y reírse de él y yo no podía correrlos porque apenas puedo caminar. Entonces, para que no se fuera le conseguí unas campanitas de esas que se ponen en los árboles de Navidad y se las até a un palito, y él se entretenía haciéndolas sonar con una cucharita. Se pasaba horas escuchándolas con la boca abierta. Yo lo miraba y pensaba que éramos felices y recordaba que mi padre decía que habíamos salido mal repartidos, que Quasimodo era grande y bobo y yo era normal y raquítico. Yo digo que por eso somos tan unidos. Yo subo a sus espaldas y él me lleva, y entonces somos una sola persona, yo soy su cabeza y él es mi cuerpo. Por eso compartimos todo, aunque Quasimodo lo único que puede compartir son esos pajaritos que caza que tampoco son muchos, y yo sé que a pesar de que tiene mucha hambre no se los come todos con tal de traerme uno o dos para mí. Yo sé que también fue por eso que empezó a robar gallinas. A los vecinos no les hubiera molestado mucho que él les robara un pollito de vez en cuando, pero no soportaban verlo comérselos vivos, piando los pobrecitos mientras él los masticaba. Pero no era, culpa de Quasimodo, sino de Dios que lo hizo tan grande y hambriento. Los vecinos querían denunciarlo. Yo les pedí que no lo hicieran y ellos al final dijeron que sí con la condición de que lo encerrara. Así que lo metimos en la pieza de papá y clavamos maderas en la puerta y la ventana, dejando solamente unas rendijas para que pudiera mirar afuera. Quasimodo pasaba llorando todo el día y a mí se me partía el alma cuando me llamaba o cuando, por la noche, se ponía a aullar como un perrito abandonado. Solamente cuando la luz de la luna entraba por las rendijas de la ventana él se calmaba, y entonces comenzaba a hacer sonar sus campanitas como si su pobre alma estuviera en ellas. Muchas veces me dormí escuchando su sonido. Pero no podía durar mucho así. Los vecinos protestaban porque el olor de orín y caca se sentía desde lejos y atraían las moscas que formaban una nube negra alrededor de la casa. Al final pasó que unos gurises vinieron a molestarlo pinchándolo con un palo que pasaron entre las maderas de la ventana. Quasimodo se puso a gritar y uno de los niños metió la mano dentro para tirarle una piedra. Él se la agarró y le arrancó el dedo de un mordiscón. Cuando el padre vio a su hijo con el muñón ensangrentado y llorando a lágrima tendida fue a hablar con un juez para que se llevaran a Quasimodo al manicomio. Mañana lo van a venir a buscar. Pero yo no voy a dejar que se lo lleven. Ahora, cuando se duerma, le voy a clavar en la cabeza una lesna vieja que tengo. Yo sé que voy a ir a la cárcel, pero no me importa. Voy a llevar sus campanitas y las voy a hacer sonar en las noches de luna. Entonces será como si su alma se desprendiera de ellas y se quedara jugando allí, en el aire, mientras yo me duermo y sueño con ángeles raquíticos y demonios que comen pájaros. AUTOR DEL CUENTO Henry Trujillo nació en 1965, en Mercedes, Uruguay. En 1981 se traslada a Montevideo. Es licenciado en Sociología, docente de la Universidad de la República y escritor. Su debut editorial es en 1993, cuando irrumpiera en el mundo de los escritores uruguayos con “Torquator”, una nouvelle que mereció la primera mención en el Concurso Nacional de Narradores de la Banda Oriental, que organizara la Fundación Lolita Rubial. El éxito continuó con “El vigilante” una novela policial, publicada en 1996, también por Ediciones de la Banda Oriental. A este título se suma “La persecución” de 1999, con la que completa una trilogía de características particulares. Son relatos policiales, donde el lector toma el lugar del investigador recepcionando una serie de pistas legítimas, dudosas, o falsas, que el autor le facilita, conformando una especie de puzzle que atrapa al lector irremediablemente. El mundo que reflejan estos relatos es duro y cruel, y marca una novedad en la tradición novelística uruguaya. La obra de Trujillo y los escritores uruguayos: La literatura de Henry Trujillo se caracteriza por el misterio psicológico, por la presentación de personajes cercanos al lector y un uso directo y sencillo del lenguaje. Las anécdotas que presenta esta narrativa, son siempre verosímiles y sorprendentes Henry Trujillo constituye una excepción entre los escritores uruguayos , por su forma de abordar el tema policial, atrapante, contaminante, que arrastra al lector, inquietándolo, empujándolo a la búsqueda de respuestas. Nadie puede quedar indiferente, es necesario comprometerse con la ficción y precipitarse hacia un final inesperado, que nunca cierra categóricamente. Una de las principales virtudes de Trujillo está en la habilidad para apropiarse de la voluntad del lector, que insatisfecho con los sectores en penumbra que el autor deja cuidadosamente, experimenta la imperiosa necesidad de investigar por su cuenta en busca de los detalles que pudieran haberse escapado, y retrocede las páginas en busca de los detalles no apreciados. La lectura de la obra de Trujillo parece nunca completarse, dejando siempre un elemento que escapa a toda posibilidad de clarificación. En 1998 se publica “Gato que aparece en la noche”, libro que reúne tres relatos breves y las nouvelles “Torquator” y “El vigilante”. Los relatos mantienen los aspectos duros y siniestros de las novelas, pero cambian en su técnica, la objetividad se adueña de la narración. Nos muestra la complejidad de la vida y se evade del presente y de la normalidad. “El fuego y otros cuentos” fue publicado en 2001. En 2005 aparece “Ojos de caballo” otra novela. En 2007, Alfaguara publica su última novela, “Tres buitres”, donde Trujillo nos muestra su estilo perfeccionado y revisado. Rastreando a Quasimodo Quasimodo es el personaje principal de la obra "Nuestra Señora de París" de Víctor Hugo. Desde niño fue abandonado cerca de la Catedral de Nuestra Señora de París. De complexión deforme, con una gran joroba, solo puede utilizar un ojo, ya que el otro lo tiene casi bloqueado por la deformidad de su rostro, además de quedar sordo por el tañir de las campanas de la Catedral. De ellas se encarga Quasimodo, las cuales significan todo para él antes de conocer a la joven gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad.