años atrás, el atentado en Atocha llevó a José María Aznar

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PEQUEÑOS MILAGROS
O de cómo llegaron a buen término
las negociaciones de paz en Irlanda del Norte
PABLO DE BIASE
Tres
años atrás, el atentado en Atocha llevó a José María
Aznar a cometer un error muy torpe, ése que
increíblemente había logrado evitar durante largos años. Culpó a
ETA por las bombas en la estación ferroviaria de Madrid a sabiendas de que se trataba de una mentira, ya que todos los indicios con
que contaban los servicios de inteligencia españoles apuntaban al
terrorismo islámico. De todos modos, y más allá de lo burdo que
haya podido ser Aznar, su justificación del atentado respondía a
una “lógica política razonable”: la mayor parte del mundo –que
incluye a la mayor parte de los españoles- acepta como factible
que una organización como ETA cometa un atentado de esas
características. Los atentados de comienzos de julio1 en Glasgow
y Londres parecen tener el sello de alguna organización terrorista vinculada al fundamentalismo musulmán, pero a nadie (ni
al monárquico ultramontano y archiconservador más acérrimo
que habite en suelo inglés o norirlandés) se le hubiera ocurrido
atribuir los hechos al ex IRA.
La comparación, además de pretender ser ilustrativa, nos
remonta a un pasado no tan lejano (digamos, unos 20 años atrás),
cuando el IRA, la OLP y la ETA se consideraban “organizaciones
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hermanas” entre sí en la lucha por “la liberación nacional y el socialismo”. Así, un atentado terrorista en el Reino Unido, Israel y
España equivalía, casi automáticamente, a que una gran mayoría en el mundo occidental (y en el tercer mundo bajo su órbita
cultural) los atribuyera, respectivamente, a las organizaciones mencionadas anteriormente.
Los derroteros seguidos por las tres organizaciones militarizadas fueron, sin embargo, bien distintos de acuerdo a una multitud de factores, pero entre éstos no puede dejar de destacarse el
grado de importancia que hayan tenido los brazos “políticos” a la
hora de tomar decisiones políticas de peso a favor de la paz, la
democracia, la no discriminación y la integración para sus pueblos (o representados más directos, al menos).
Por supuesto, las situaciones nacionales marcan particularidades que no pueden desconocerse, y aun aceptando la necesidad
de algunos reduccionismos analíticos en nombre de la sociología y la ciencia política, hay diferencias notables en la situación
histórica y en el desarrollo organizativo de ETA, en el marco de
los 30 años de democracia española, respecto de la OLP y el IRA.
Tanto en Irlanda del Norte como en Palestina se vivían situaciones de opresión, discriminación, represión y xenofobia por
parte de los gobiernos que respondían a mayorías nacionales –étnicas y/o religiosas– distintas. La inclusión desigual y desfavorable en el mercado de trabajo, las instituciones educativas, sanitarias y de promoción por el solo origen religioso o étnico eran
moneda corriente tanto en el Ulster como en Israel/Palestina; las
soluciones políticas, comenzados los 90, fueron el objetivo que
se propusieron el Sinn Féin y Al-Fatah en sus relaciones con el
Reino Unido e Israel, a través del “Acuerdo de Stormont” y los
“Protocolos de Oslo”, respectivamente. En Palestina, sin embargo,
la fragmentación en facciones orientadas por distintos países árabes dentro del frente palestino, así como los disparates criminales de un Estado de Israel que ha visto modificada y derechizada la composición política de su población con la incorporación masiva de inmigrantes provenientes de Rusia y otras ex repú40
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blicas soviéticas, hacen que la situación siga siendo muy difícil.
En el Ulster, en cambio, soplan vientos de paz. Una paz que responde a la buena voluntad de actores políticos internacionales
como Bill Clinton y Tony Blair, pero también a la sabia combinación de prudencia y decisión por parte del Sinn Féin, que
supo ver la situación con inteligencia y lograr una negociación
favorable que no sólo reporta beneficios inmediatos sino que abre
las posibilidades de trabajar sobre el futuro, sobre sus chances de
cambio, desde una perspectiva democrática y republicana abierta
y progresista.
Una alegría para Tony
Tony Blair dejó el poder tras diez años de sinsabores, generados
por sus propias decisiones. Nadie habla de la Tercera Vía, nombre inglés para el giro a la derecha que experimentó el laborismo
británico (al que nadie, salvo Blair, llama Nuevo Laborismo) y
la socialdemocracia alemana. En la prensa y en la calle se habla de
“blairismo” como de la continuación bajo un rostro muy tímidamente socialdemócrata de las políticas iniciadas por Thatcher y
Tanto en Irlanda del Norte como en Palestina se
vivían situaciones de opresión, discriminación,
represión y xenofobia por parte de los gobiernos
que respondían a mayorías nacionales –étnicas
y/o religiosas– distintas.
continuadas por Major. La alianza militar incondicional con Estados Unidos puso a su país en el centro de guerras imperiales
que, según muchos británicos, ya no les corresponden. La
popularidad del antiguo joven laborista, renovador, moderno y
con cierta sensibilidad católica cayó en picada en todo el Reino
Unido. En todo, menos en seis condados de Irlanda del Norte.
Allí, se sabe, la insistencia del ex primer ministro, que corrió
riesgos retirando tropas e impidiendo la represión cuando el IRA
aún estaba lejos de entregar las armas, le valió una popularidad
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Ivana Martinez Vollaro - El grito de Munch - 1997 - AVA
inusitada y a perpetuidad. Paradojas de los antiguos imperios,
en el Ulster, Blair –que es el hombre de la guerra para la mayoría de los ingleses– es el hombre de la paz, un inglés paciente.
El milagro de Belfast
Quien no haya visitado Belfast, la otrora violenta capital del
Ulster2, debe retener en su memoria retazos de los tiempos pasados, como los murales de Bobby Sand y otros mártires del IRA
que se inmolaron en huelgas de hambre en las prisiones británicas o en diversos “atentados” y “combates”. Los murales siguen
allí, como también están los murales que pintaron los “leales” o
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“unionistas”, aquellos irlandeses que adoptaron la fe del invasor
y que llevaron a la confusión sobre el conflicto del carácter armado
que vivió Irlanda del Norte durante buena parte del siglo XX.
Tanto republicanos como unionistas profesan credos distintos y
la intolerancia de la mayoría protestante contra la minoría católica se hizo sentir en incontables oportunidades; sin embargo, este
es un buen caso para ver el carácter moderno y político de un conflicto “ornamentado” de confrontación religiosa irreductible. El
conflicto de fondo entre los dos bandos en el Ulster fue siempre
eminentemente político y estuvo marcado por dos pensamientos
antagónicos: para la gente del Sinn Féin, partido fundamental y
fundacional del Ejército Republicano Irlandés y de la República
de Irlanda, en el Sur, debería existir una sola Irlanda que incluya
los 26 condados que quedaron en manos irlandesas y los 6 condados del Ulster, que retuvieron los británicos, tras el “Tratado
de Partición” de 1922. Para la gente del UDA (Asociación para
la Defensa del Ulster), los 6 condados deberían seguir siendo parte
del Reino Unido, tal cual se votó en el referéndum de 1973, del
que no participaron los católicos. Hoy, ambos bandos asumen su
condición de tales, aceptando que no son representación absoluta
de nadie y que el futuro tiene derecho a estar abierto. Esta paz que
El conflicto de fondo fue siempre político:
estaban quienes querían la unidad de Irlanda
y quienes deseaban la tutela británica.
se solidificó con las elecciones y la formación de un gobierno plural, con capacidad de tomar decisiones sobre todos aquellos aspectos que no incluyan seguridad y defensa, atribuciones que temporalmente ha retenido el gobierno de Londres, el 8 de mayo de
2007 parece marcar un camino muy promisorio. Un conflicto
que reunía todos los ingredientes para perpetuarse, halló en la
vocación de los distintos actores una salida política, que se cimentó
con tiempo, a la par que la pérdida de una arraigada desconfianza.
Tras nueve años de negociaciones, con idas y vueltas, el “Acuerdo
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de Viernes Santo de Stormont ” (sede del gobierno norirlandés
y de las diversas rondas negociadoras de las últimas décadas) vio
la luz con la formación del primer gobierno plural, convalidado
por los votantes. Así, Ian Paisley, veterano líder unionista, y Martin McGuinness, del Sinn Féin, comenzaron una administración
que hará historia como primer ministro y primer ministro delegado, respectivamente. Sin calles repletas de soldados británicos
y sin “líneas de paz”3 que se cierren por las noches.
Tony Blair y Bertie Ahern, primeros ministros del Reino Unido
y la República de Irlanda, respectivamente, contemplaron con
satisfacción la asunción de estos dos viejos luchadores de la política, tantas veces enfrentados entre sí, para hacerse cargo de los
destinos de un lugar que se vio favorecido por las consecuencias
de un verdadero círculo virtuoso. Por un lado, desde los tiempos de John Major, primer ministro británico conservador que
antecedió en el poder a Blair, tanto aquél como Bill Clinton y
Gerry Adams, líder del Sinn Féin4, jugaron un rol decisivo para
llegar a una solución por consenso que satisficiera a todos.
La actitud decidida de Gerry Adams, el apoyo incondicional
de Blair y Ahern (así como de su antecesor, Albert Reynolds) al
proceso de paz, así como la buena voluntad de David Trimble
(líder político del unionismo norirlandés) para comprender que
el mundo había cambiado y los cambios estructurales del mundo
se manifestaban en las condiciones para la paz que fomentó la
incorporación de la República de Irlanda a la Unión Europea, forzando, de algún modo, a mejorar las relaciones entre irlandeses
y entre éstos y los británicos al deber ser levantado el control fronterizo entre Irlanda del Sur e Irlanda del Norte (dos estados de
la Unión), por donde pasaban más armas que irlandeses del Sur
que visitaran a alguna tía.
Las variables a considerar son muchas y las particularidades
históricas infinitas. Pero, más allá de las muy buenas gestiones
de Washington, Londres y Dublín, nada hubiera sucedido si los
propios republicanos norirlandeses no convencían a propios y
extraños de que estaban dispuestos a abandonar las armas y meterse
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de lleno en un proceso de negociación política. En los primeros
años de este proceso, allá por el 98, fue muy importante la
actuación de John Hume, líder de una facción nacionalista
católica contraria a la lucha armada, que influyó positivamente en
Gerry Adams, líder del Sinn Feín y uno de los jefes militares de
IRA. La evolución de las elecciones para el parlamento británico
(banca que ocupó recién en 1997) en Belfast Occidental (con
mayoría católica) es un buen indicador del crecimiento de la popularidad de Gerry Adams, aun entre los no católicos. En 1992, Sinn
Féin con Adams a la cabeza, obtuvo 42,1% de los votos; en 2005,
con el proceso de paz avanzado, logró el 70,5% de los sufragios.
Adams debió convencer a los suyos de la importancia del
desarme y de poner fin a los atentados –algo que tuvo disidencias
El conflicto de fondo fue siempre político:
estaban quienes querían la unidad de Irlanda
y quienes deseaban la tutela británica.
menores y algunas desobediencias que pudieron ser resueltas–.
Adams confió en un camino y logró imponerlo una vez que lo vio
con claridad, pero debió confiar también en sus eternos enemigos; algo similar le ocurrió a David Trimble entre los unionista
del UDA. Los signos eran, en general, alentadores: las tropas de
Londres ya no reprimían escandalosamente a los católicos y más
de una vez debieron darles palos y gases a manifestantes del UDA
que provocaban a católicos desarmados.
Si bien la participación de Londres, Washington5 y Dublín
fue importantísima, como lo fue la existencia de una Unión Europea que levantó barreras fronterizas y aduaneras, la decisión determinante estuvo en manos de Adams y de su partido. En el 2005
Sinn Féin decidió el desarme definitivo y su centralidad dentro
del movimiento republicano, exhortando y forzando políticamente
al IRA a dejar las armas y permitir que fueran decomisadas. Decirlo
es fácil, convencer a camaradas de décadas para que confíen en los
políticos de Londres y en los viejos enemigos le costó un gran
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3. Las líneas de paz eran avenidas y calles con altísimos portones que se cerraban de
noche, circundados por muros coronados con nidos de alambres de púa. De un lado
de la calle, dominaban los unionistas, del otro, los republicanos: en el medio de la calle,
el silencio del miedo, la nada.
4. Unico partido político con representación en todo el territorio irlandés, sea en Ulster, como en Eire.
5. Entre 1845 y 1851 casi un millón y medio de irlandeses emigraron a Estados Unidos
por una hambruna generalizada. El proceso migratorio continuó durante el siglo XIX
y buena parte del XX, por lo que la mayor comunidad de origen irlandés del mundo se
encuentra en los Estados Unidos, al punto de ser mayoría en ciudades como Boston y
buena parte de Massachusetts, y una minoría considerable en Nueva York
1997 - obra Vortice # 36 Superficies de Revolucion - FGD
esfuerzo a Adams. La paz del presente y el sueño de un futuro enteramente verde en la isla parecen haber valido la pena. u
1. Al momento de cerrarse esta publicación, no se sabía con certeza el origen de los sucesos del Reino Unido.
2. Belfast es uno de los seis distritos que quedaron en poder de los ingleses tras ser declarada
la República de Irlanda en 1937 (lo habían quedado de hecho tras la guerra civil de 192223), pues, entre otras cosas contaban con mayoría protestante y unionista (pro británica).
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