JÜRGEN MOLTMANN PENSAMIENTOS SOBRE LA HISTORIA TRINITARIA DE DIOS El autor prolonga aquí la reflexión comenzada en su teología trinitaria de la cruz (El Dios Crucificado) completándola con su aplicación a la historia del mundo y a la misión del Espíritu, como claves de lectura de la historia del mundo desde la "historia" de Dios. De este modo, puede considerarse la unidad de Dios no simplemente como dato lontal, sino como dato último, escatológico, resultado de la unificación del hombre y el mundo con Dios. La doctrina trinitaria deja así de ser una matemática curiosa e inútil, para pasar a ser la única posibilidad de hablar cristianamente sobre Dios: un hablar que unifica el mundo y Dios. Dada la importancia y la dificultad de este articulo hemos procurado reducir nuestra labor de resumen, practicamente al mínimo. Gedanken zur «trinitarischen Geschichte Gottes», Evangelische Theologie, 35 (1975) 208-223 I. FUNDAMENTO E INTENCIÓN DE LA DOCTRINA SOBRE LA TRINIDAD Cuando se habla de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, las ideas que se asocian al concepto trinitario de Dios son diversas: algunos lo relacionan únicamente con los rituales y ' símbolos litúrgicos, otros quizá lo asocian a recuerdos oscuros de la teología ortodoxa de la Iglesia antigua, muchos consideran la doctrina de la Trinidad como una especulación, una especie de matemática teológica superior para iniciados, mientras que los protestantes modernos se contentan con el joven Melanchthon: "Adoramos los misterios divinos, lo cual es mejor que investigarlos". Se vuelven pragmáticamente de la teoría pura a la praxis modificadora del mundo, diciendo con Kant: "De la doctrina trinitaria tomada al pie de la letra no puede obtenerse nada práctico cuando se cree entenderla desde el primer momento, pero menos aún cuando se comprueba que rebasa todos nuestros conceptos". ¿Es, por tanto, la doctrina Trinitaria un simbolo litúrgico hueco, una especulación sin experiencia ni praxis, una invasión del misterio de Dios que está más allá de nuestro entendimiento? Sin embargo, el nombre de la Trinidad ha de hacernos pensar en algo que, en el fondo, es muy sencillo y terreno: muchos cristianos se santiguan nombrando la Trinidad; si se bendice una asamblea en el nombre del Dios trino, generalmente se hace el signo de la cruz con la mano que bendice; en los cuadros de la Edad Media se representa a menudo la Trinidad con el Padre alzando el madero de la cruz sobre el trono de la gloria, y el Espíritu en forma de paloma descendiendo sobre el Hijo crucificado. El contenido experiencia) al hablar del Dios trinitario es, efectivamente, la cruz de Cristo en el Gólgota, y el marco abstracto que permite entender esta historia de Cristo como historia de Dios es la doctrina de la Trinidad, no pensando naturalmente en la cruz como en un hecho aislado, sino en la muerte de Cristo en la cruz como centro y resumen de toda su historia total, la cual comienza con su envío mesiánico y se consuma en su glorificacl6n escatológica. JÜRGEN MOLTMANN La Trinidad y el lenguaje sobre Dios La teología cristiana no puede hablar de Dios sin el hombre, ni del hombre sin Dios, por eso ha de hablar de forma trinitaria. Esto hace que la teología cristiana sea, inevitablemente y por necesidad intrínseca, teología trinitaria, y una teología trinitaria ha de estar por fuerza íntimamente ligada a la teología cristiana. Si se volviera monoteísta, dejaría de ser cristiana; si se volviera humanística, se convertiría en ateísmo. Solamente la doctrina trinitaria conserva el pensamiento y la vida cristianos en la comunidad concreta de Cristo. La comprensión trinitaria de la historia de Cristo con Dios y de Este con Cristo se obtiene por la meditación y a partir del interés en el conocimiento. -No es inmediatamente práctica, pero modifica la praxis más profundamente que cualquier otra alternativa posible, ya que la traslada, junto con la fe, de la asepsia práctica de un concepto de Dios a la realidad de Dios que el primer Barth llamó acertadamente "el hecho que todo lo cambia". El Antiguo Testamento dice: "Quién ve a Dios debe morir"; por lo tanto creer en El, y conocerle, no es un suplemento religioso para la vida, sino que conduce al cambio fundamental de vida que Pablo describe como morir y volver a nacer. Una antigua frase teológica decía: "Conocer a Dios significa sufrirle"; este sufrirle significa, sin embargo, experimentar un cambio fundamental de la propia existencia. Toda meditación de, Cristo acepta este cambio para experimentar la alegría de la unión con Dios en el dolor de la conversión; por tanto, sólo ella puede cambiar la praxis de la vida en el mundo de forma duradera, ya que ni la. meditación de la fe cristiana puede convertirse en huida de la praxis, ni ésta en huida de aquélla. Ambas, como el dirigirse a Cristo y al mundo, están tan unidas como la mística de Cristo y el martirio. Recurrimos a la meditación para experimentar y participar en la Salud del mundo roto y, por otro lado, nos esforzamos en la liberación del mundo esclavizado para encontrarnos con Cristo y participar en la historia de Dios, con lo que meditación y praxis se complementan y se profundizan respectivamente. Historia trinitaria de Dios Si hablamos de Dios en forma trinitaria a la luz de la historia de Cristo, resulta imposible esbozar una imagen objetiva de Dios. Dios no es un objeto definible; su historia no puede ser conocida como un hecho acabado y objetivo, pues la historia de Cristo con Dios y de Dios con Cristo se convierte, por el Espíritu, en la historia de Dios con nosotros y en nuestra propia historia con El. El conocimiento de la historia se verifica porque el conocedor se ve envuelto, conmovido y modificado por ella; está incompleta y abierta en el Espíritu para los hombres y su Salud. ¿Cómo es posible entonces hacer una declaración concreta sobre este suceso móvil? ¿Es posible fijar en una idea un conocimiento abierto? Sólo si se trata de un conocimiento que entiende el hecho como móvil en sí y se ve a sí mismo como conocimiento movido por este hecho. Hay que pensar en el Dios vivo como viviente, sin querer sacrificarlo, para poder definirlo. Al hablar de la historia trinitaria de Dios, en lugar de hablar de la Trinidad, queremos expresar precisamente esa viveza móvil de Dios unida al conocimiento que ella mueve, que es vivo y vivifica. Al ampliar la interpretación tradicional de la Trinidad en este sentido nos encontramos también con la comprensión hegeliana de la dialéctica y del conocimiento de la vida, y entonces ya no es posible fijar la historia trinitaria de Dios en un solo punto. JÜRGEN MOLTMANN II. LA TRINIDAD EN LA MISIÓN Y EN EL ORIGEN La doctrina tradic ional de la iglesia occidental se entiende como la de la Trinidad en la misión, ya que ésta es para ella la esencia de las relaciones de las personas divinas entre sí y con el mundo. "El Padre es sólo el que envía, tanto al Hijo como al Espíritu; el Hijo puede ser enviado, pero sólo por el Padre, mientras que él puede enviar a su vez, pero sólo al Espíritu; éste, finalmente, no puede enviar en absoluto, sino ser enviado, tanto ,por el Padre como por el Hijo". (De la Dogmática católica de Pohle/Gummersbach). Concepto trinitario de misión Este concepto trinitario de misión se basa en la historia de Cristo vista desde su condición previa y su origen. Los Evangelios relatan la historia de Jesús como la del Mesías enviado por Dios y ungido con el Espíritu: para Marcos (1,9ss), comienza la misión mesiánica de Jesús con su asimilación del Espíritu en su bautismo, para Mateo (1,18ss) y Lucas (1,26ss), empieza ya al ser concebido por obra del Espíritu Santo, y para Juan (l,lss), el envío de Jesús comienza antes de la creación, en la eternidad del Padre. La Historia de la Tradición completa la comprensión de la historia de Jesús y sus resultados a partir de la misión. El término pémpein significa "el hecho del envío", mientras que exapostéllein recalca el "envío desde un punto de vista determinado, extraordinario y único". Quien, como Juan, acentúa el hecho del envío prefiere usar el primero mientras que Pablo, queriendo acentuar el momento histórico del mismo, prefiere usar el segundo (Ga 4,4-6), pero en ambos casos se entiende por "envío" la totalidad de la aparición, la historia y la meta de la historia de Jesús, vistas a partir de Dios (p. e., Lc 4,18ss; Mt 11,5). Si entendemos la historia mesiánica de Jesús a partir de su envío divino, la teología deberá preguntarse el motivo y el origen de está misión. ¿Es una casualidad histórica o está basada en el mismo Dios? Si es así y de El procede, ¿le representa fielmente o se nos presenta en la historia de Jesús de una forma que quizá no le corresponde totalmente? Al preguntar retrospectivamente no podemos encontrar en Dios nada que preceda a este envío en lo cual aún exista éste: según se presenta Dios en la historia (como Padre que envía e Hijo enviado), así había de ser antes en sí mismo; la missio ad extra aclara la missio ad intra y ésta fundamenta a aquélla. De¡ esta forma, se llega desde las las relaciones históricas recíprocas de Jesús con el Padre, y de su unidad en el Espíritu, a las relaciones preexistentes en Dios mismo, es decir, desde la Trinidad en la misión a la Trinidad en. el origen. "Estos movimientos o processiones en la Trinidad son el fundamento más profundo de los envíos o missiones del Hijo y del Espíritu Santo". La misión del Espíritu El concepto trinitario de misión se apoya en la experiencia de la propia historia del hombre con la de Cristo. Experiencia de fe, en la cual se articula el envío de Jesús a los hombres y la unión de éstos con el Padre por medio de Jesús; por consiguiente, es la experiencia de la unión liberadora con Jesús y con Aquel que le ha. enviado, es decir: la JÜRGEN MOLTMANN experiencia del Espíritu. Por ello, Pablo sitúa paralelas la venida de Cristo y la del Espíritu (Ga 4,4-6): "Como el tiempo se había cumplido, envió Dios a su Hijo.., porque sois hijos ha enviado Dios el Espíritu de su Hijo..,". En Juan, existe la diferencia importante para la Iglesia oriental- de que el Espíritu "procede" del Padre y "es enviado" por el Hijo (Jn 15,26), pero existe también el "envío" del Espíritu por el Padre en nombre del Hijo (14, 26). Estas diferencias no afectan a la cuestión que estamos tratando ahora, lo que importa es que la experiencia del Espíritu tal como se da en la fe, en la liberación, en la alegría y en las nuevas fuerzas vitales es comprendida siempre desde su origen como misión. Si se considera la historia del Espíritu desde su misión divina, la teología deberá investigar de nuevo acerca del origen de esa misión. Por el mismo motivo que al considerar el envío histórico de Cristo llegábámos á establecer la preexistencia del "envío" intratrinitario del Hijo por el Padre, se llega aquí también, del envío del Espíritu Santo ad extra, a su missio ad intra, eterna e intratrinitaria; de otra forma, la experiencia del Espíritu no podría considerarse divina y la unión con Jesús no podría entenderse como unión con Dios, lo cual ocurre, sin embargo, siempre que las experiencias con Jesús y con Aquel que le envió se realizan en el Espíritu. "En aquello que ocurre entre el hombre Jesús y nosotros, al hacernos cristianos, vive el mismo Dios " (K. Barth). Quien nos libera y nos conduce a la unidad mesiánica de Jesús es Dios, el Espíritu Santo; porque el Espíritu del amor divino de Padre e Hijo "está primero en sí" y quiere "ser desde siempre nuestro Espíritu", (K. Barth). La conclusión desde la misión mesiánica de Jesús hasta su origen eterno y su generatio por el Padre, y desde la experiencia del envío del Espíritu hasta` su origen eterno y su spiratio por el Padre son imprescindibles teológicamente para entender la historia de Jesús y nuestra historia con El como historia de Dios. La deducción de la Trinidad en el¡ origen eterno, partiendo de la Trinidad en la misión histórica, presenta dos aspectos: 1) Por una parte aclara que nosotros, en la misión del Hijo y del Espíritu, tratamos con Dios mismo y que éste se representa a sí mismo en , esta historia. 2) Por otro lado, sin embargo, el misterio de Dios se presenta como un misterio abierto. Fundamento de la misión en el ser de Dios El origen funda la misión, pero la trinidad en la misión manifiesta, al mismo tiempo, la Trinidad en el origen como abierta desde la eternidad. La Trinidad es abierta a su propia donación y con ello se abre a los hombres y a todo lo creado, es decir, al mundo no divino. El envío del Hijo para la salvación del mundo y el envío del Espíritu para la unión del mundo con el Hijo y con el Padre, puede resumirse por tanto como el amor de Dios que sale de sí mismo. La doctrina de la Trinidad cristiana, es decir ligada a la historia de Cristo, define una Trinidad abierta desde el principio: la Trinidad del amor que envía y que busca. Trinidad (que significa tri- unidad) expresa a Dios en su donación al mundo, es decir, que el Dios trino es el Dios abierto: a los hombres, al mundo y al tiempo. Si la Trinidad sale de sí en el envío del Hijo y del Espíritu, no sólo revela lo que es, sino que se abre también a la historia y a la experiencia. No como la creatura, que está JÜRGEN MOLTMANN abierta al mundo por la imperfección de su ser, sino como consecuencia de la riqueza y sobreabundancia de su ser. Por tanto, al hablar de una "historia" de la Trinidad no queremos expresar la historia de la imperfección, del pecado y de la muerte, sino la de la máxima abundancia, la perfección comunicativa, la misericordia cada vez mayor y la vida que vivifica. Esta historia de la vida de Dios que se comunica sin motivo, se comienza con la misión; precisamente por esto, la Trinidad "misional", con su fondo trascendente en la Trinidad "original", no puede ser el concepto único y exclusivo de Dios si nos basamos en Cristo y en la experiencia del Espíritu. III. LA DIALÉCTICA DE CRISTOLOGÍA Y ESCATOLOGÍA Retrocedamos de nuevo a la historia de Cristo: podemos considerarla e intentar comprenderla de dos formas: protológica y escatológica; la primera habla del envío de Cristo al mundo por el Padre, la segunda de su resurrección de entre los muertos para el Padre. Protológicamente se basa su envío en su procedencia del Padre; escatológicamente se basa su resurrección en su futuro con el Padre. Su envío mesiánico corresponde a su recapitulación escatológica del mundo; su origen preexistente corresponde a su futuro escatológico. Su encarnación en el tiempo corresponde a su divinización en la eternidad. Su entrega a la muerte en la cruz corresponde a su elevación a la diestra del Padre; su pasión corresponde a su glorificación y su bajada al infierno a su ascensión al cielo. De modo semejante, el pensamiento histórico arranca de lo establecido e indaga sobre sus orígenes y fundamentos para aclararlo. Al hablar en forma histórica empezamos siempre por el principio, para llegar por último al final; al pensar de forma escatológica empezamos por el final para llegar, a través de él, al principio. Entendemos un hecho históricamente desde su procedencia, e indagamos acerca de su comienzo, fundamento y origen; un hecho se entiende de forma escatológica a la luz de su futuro, e indagamos sobre su meta, final y sentido. Ambas formas de consideración no son incompatibles, sino que se complementan para llegar al conocimiento completo de una historia. Para llegar al entendimiento de la historia de Cristo, hemos de considerar su muerte en la cruz relacionándola con su vida humana y su misión mesiánica, así como con su resurrección y su futuro escatológico, ligando ambas cosas estrechamente; por tanto hablaremos históricamente de Jesús de Nazaret, mientras que escatológicamente reconoceremos a Jesús el Señor. La comprensión histórica de Jesús "desde el principio" y su comprensión escatológica "desde el final" deben complementarse mutuamente, es decir deberemos completar el entendimiento de Jesús a la luz de su misión con su entendimiento a la luz de su resurrección. Como hemos señalado, la doctrina clásica de la Trinidad era en sustancia la representación de la misión, pues se basaba en la historia de Cristo a la luz de su misión, y en la del Espíritu Santo en relación con su comunicación; a partir de la historia, se deducía el fundamento eterno del envío del Hijo y del Espíritu: el orden intratrinitario original. Por eso en esta Trinidad se acentuó sobre todo el envío de Jesús, la encarnación del Hijo de Dios, su historia de sufrimiento y su entrega a la muerte, quedando en segundo término las declaraciones escatológicas sobre la historia de Cristo., su resurrección, su ascensión, su transfiguración y su entrega del Reino al JÜRGEN MOLTMANN Padre. La cristología de la encarnación se orientaba de forma exclusiva hacia la procedencia de Cristo e indagaba su fundamento en el tiempo y en la eternidad. Al preguntar ahora de forma escatológica por el futuro de Cristo, por la finalidad de su envío y el final de su historia, no pretendemos criticar o despreciar la doctrina vigente de la Trinidad en el origen y en la misión, sino que la ampliamos de acuerdo con la doble posibilidad de comprensión de la historia de Cristo "a la luz de su envío" y "a la luz de su resurrección". De aquí surgen la Trinidad en la transfiguración y la unidad escatológica de Dios. Partiendo del origen protológico de la historia de Cristo desde Dios, llegamos a su meta escatológica en Dios. IV. LA TRINIDAD EN LA GLORIFICACIÓN Y LA UNIDAD ESCATOLÓGICA DE DIOS En la Trinidad "original" se hablaba siempre primero del Padre, luego del Hijo y por último del Espíritu (que procede del Padre y del Hijo o es enviado por ellos); en la Trinidad "misional" se decía, de acuerdo con esto, que toda actividad procede del Padre, el Hijo es pasivo y activo al mismo tiempo y el Espíritu solo pasivo. La otra perspectiva En cambio, en el marco de la unidad escatológica de Dios, ha de hablarse primero del Espíritu, luego del Hijo y por último del Padre, que se une al Hijo por medio del Espíritu. Y de acuerdo con esto, al hablar de la Trinidad en la glorificación, hay que decir: toda actividad procede del Espíritu; él glorifica tanto al Hijo como al Padre; el Hijo puede ser glorificado, pero solo por el Espíritu, y puede glorificar, pero sólo al Padre; éste es glorificado por ambos. El concepto trinitario de la glorificación escatológica se basa en la historia de Cristo 'vista en su meta y su futuro. En el Nuevo Testamento doxa describe el honor divino, la magnificencia y la belleza de Dios; se refiere tanto a la divinidad del Padre como a la de Cristo. Por la gloria del Padre ha resucitado Jesús de entre los muertos y a ella es ascendido por el Padre (1Tm 3,16) : tras su humillación, fue elevado sobré todos como Kyrios, para gloria de Dios Padre (Flp 2,11). Lo mismo que, para Isaías, la gloria de Dios significaba el futuro de Dios esperable (40,5), la resurrección de Jesús por la gloria, en la gloria y para la gloria del Padre, significa su resurrección para ese futuro escatológico de Dios; por consiguiente, podemos trasladar a Cristo las declaraciones escatológicas sobre la gloria venidera de Dios, ya que en su muerte y resurrección la escatología se hace .histórica y la historia se vuelve escatológica. Si El ha resucitado en la gloria del Dios venidero, por su historia viene también ésta gloria a nuestra miseria actual; por ello, ahora el "Señor de la gloria" (1Co 2,8) responde al "Dios de la gloria" (Ap 7,2). Lo mismo que la gloria del Padre en la glorificación de Cristo. El brillo de la gloria divina se refleja en el rostro de Cristo e ilumina los corazones de los hombres, como en el primer día de la creación la luz aclaró las tinieblas (2Co 4,6). JÜRGEN MOLTMANN Todas las declaraciones sobre la gloria de Cristo se refieren a su transformación en la Pascua. La utilización de esta expresión para el Jesús terreno está sujeta a intensas limitaciones. Marcos y Matías hablan de su gloria solo en relación con la parusía. En Lucas, . se desplaza la evidencia de su gloria desde su nacimiento a su procedencia de Dios (Lc 2,9) ; y su transfiguración en el monte (9,28ss) es una anticipación de su escatología: Solamente Juan habla de la gloria del Jesús terreno, porque describe toda la vida de Jesús desde la perspectiva del Exaltado: la fe. -en la exaltación reconoce la glorificación del Padre ya en el sufrimiento del Hijo y la glorificación de éste en su muerte en la cruz. La comprensión escatológica de la historia de Cristo "a la luz de su resurrección" reconocerá por tanto esta historia como la de la glorificación de Dios, entendiéndola deforma trinitaria: el Hijo glorifica al Padre con su obediencia y es glorificado a su vez por, en y para la glorificación del Padre. El concepto trinitario de la glorificación escatológica de Dios se basa en la experiencia de la propia participación en la meta y en el futuro de la historia de Cristo. La asociación con El no es sólo el participar de su envío y su sufrimiento; significa también participar en su resurrección y en su gloria (Flp 3,10.) El envío de Cristo se consuma en la glorificación de los creyentes y de la creación: con ella y en ella, El llega -a su propia glorificación; por eso se le llama "la esperanza de la gloria" (Col 1,27) y de El se espera que glorifique nuestro cuerpo ind igno de forma que se vuelva semejante a su cuerpo glorioso (F1p 3,21); la fuerza que produce esta glorificación del hombre en la comunión con Cristo es el Espíritu, por lo que se le llama, principio y garantía -de la gloria; el Espíritu glorifica a Cristo en los creyentes y unifica a éstos en la nueva humanidad del resucitado. (2Co 3,7ss). El conocimiento de la gloria del Señor va transformando a los conocedores apo doxés eis doxan ( 1 ) la predicación de Cristo se realiza por consiguiente én doxé, lo que supone, sin embargo, que a través del Espíritu actúa la gloria escatológica de Cristo en la vida presente: desde la gloria oculta de la asociación actual con Cristo se mira a la gloria futura en la perfecta comunidad con Dios. Concepción protológica y concepción escatológica de la Trinidad Aquí se entiende, por tanto, la experiencia en nosotros de la glorificación de Cristo y del Padre por el Espíritu, entendida a, partir de su futuro escatológico. El sentido de la comunión con Cristo es la glorificación del hombre en la glorificación de Dios Padre. Mirando la historia de Cristo "a la luz de su resurrección" y la experiencia de la historia del Espíritu "a la luz de la gloria venidera" no se desprende de aquí un pensamiento protológico que investiga -el fundamento y el origen, sino el pensamiento escatológico que anticipa la meta y la consumación. De hecho, como demuestran las oraciones finales del Nuevo Testamento, el principio del pensamiento finalista se ha impuesto hasta la médula del mensaje cristiano: en particular, Pablo interpreta de forma mareadamente escatológica las frases transmitidas referentes a la muerte y resurrección de Cristo, uniéndolas con las oraciones finale s que comienzan con ína (para). Cristo vino, murió y resucitó para el perdón de los pecados, para reinar sobre vivos y muertos, para salvar al mundo, pero, en último término, para la glorificación dé Dios Padre y entonces se alcanzará el objeto original de la creación y JÜRGEN MOLTMANN todas las creaturas realizarán su destino primitivo en el himno del final de los tiempos: "A El la gloria por todos los siglos" (Ap 1,6). La historia del Espíritu, que glorifica al Padre y al Hijo precisamente mediante la liberación, la fe y la alegría del hombre, revela y anticipa ya en la glorificación de Dios venidera, sin obstáculos y sin oposición, la nueva creación glorificada: la historia trinitaria de la glorificación conduce a la unidad escatológica de Dios. Lo mismo que la Trinidad en la misión está abierta al mundo y a los hombres desde su origen, porque es la "triplicación" del amor que busca, así la Trinidad en la glorificación está abierta a la unificación de los hombres y de toda la creación en Dios, porque es la "trinidad" del amor asociado; la historia de la Trinidad está abierta por el envío de Cristo y del Espíritu a la historia de la reuníficaci6n del mundo en Dios y de Dios en el mundo: "La relación de las Personas divinas entre sí es tan amplia que el mundo entero tiene cabida en ella" (Adrie- nne von Speyr). El Espíritu glorifica a Cristo en nosotros y a nosotros en El para honra de Dios Padre: al hacerlo, nos asocia -con la creación- al Hijo y al Padre, de igual forma que los asocia a ellos entre sí; el Espíritu es el lazo de la comunidad y la fuerza de la unión; El es el Dios que asocia con el Dios Padre, a través del Dios Hijo: la historia del Espíritu es la de estas asociaciones. En el pensamiento protológico se va desde el envío de Cristo y del Espíritu retrospectivamente hasta la triplicidad original y tras ella se llega a la unidad de Dios: en este pensamiento retrospectivo, la unidad de Dios precede como base ontológica a su triplicidad (según el camino seguido por la doctrina tradicional de la Trinidad) ; así, Tomás de Aquino ha subordinado la doctrina de la Trinidad a. la de una naturaleza divina: si se abstrae de las tres personas divinas, queda una naturaleza divina absoluta. Para la Iglesia oriental, por el contrario, la unidad de la Trinidad se encuentra en la Persona del Padre, que se ve como fons divinitatis ycomo origen del Hijo y del Espíritu. En el pensamiento escatológico, por el contrario, la unidad de Dios es lo último, la finalidad escatológica, y encierra en sí la asociación completa del mundo con y en Dios; en esta idea, por tanto, la unidad de Dios está ligada con la Salud de la creación, del mismo modo que su gloria está ligada a su glorificación por todo lo viviente: igual que se le ofrece la gloria del mundo a través del Espíritu, así se le brindará también su unidad por la asociación del mundo con El, en el Espíritu; la historia de éste, que asocia al hombre y la creación con el Hijo y el Padre, está encaminada, por tanto, a la unidad perfecta del Hijo con el Padre; por consiguiente, en el pensamiento escatológico, la idea de la unidad de la Trinidad es otra que en el protológico: ahora se realizará de forma soteriológica, mientras que en el otro tiene una función de suposición eterna; por tanto, escatológicamente podrá hablarse de la "unificación de Dios" y no sólo de su "unidad". Aunque esta variación puede parecer extraña, existen, sin embargo, precedentes de ella en el pensamiento veterotestamentario judío: Franz Rosenzweig interpretó así el Sch'ma Israel (2 ): "Reconocer la unidad dé Dios es -para el judío- "unir a Dios", ya que esta unidad existe mientras se está realizando, es un convertirse en unidad y este realizarse está puesto en manos del hombre". El autor atribuye esta "unificación de Dios" a la "separación de sí mismo de Dios" descrita en la doctrina mística de la Schechina (3 ): "Dios se separa de sí mismo, se entrega a su pueblo, sufre con sus males, se traslada con él a la miseria de lo desconocido, camina con él... El mismo Dios, mientras se "vende" a Israel y participa de su destino -que habría de más natural para El, Dios Padre- se hace JÜRGEN MOLTMANN necesitado de salvación. La relación entre Dios y el resto se pone de manifiesto al tomar este sufrimiento sobre sí". Lo que aquí se expresa en judío ¿no es en cristiano el efecto del Espíritu que, en el creyente y por él, glorifica a Dios y le unifica? Si en la doctrina de la Trinidad se designase la unidad de Dios como koinonia de las Personas en lugar de una natura, este pensamiento no sería tan extraordinario. V. LA EXPERIENCIA DE DIOS Entre la Trinidad en el origen, antes de todos los tiempos, y la escatológica al final de todos los tiempos, se encuentra toda la historia de Dios con el hombre y la creación. Cuando Dios, en su amor que busca, se abre a esta historia y se comunica en el envío del Hijo y del Espíritu, experimenta también esta ~ historia en toda su amplitud y profundidad; en este sentido, hay que abandonar los antiguos axiomas filosóficos sobre la naturaleza de Dios: Dios no es inmutable en el sentido de que no pueda abrirse en la libertad de su amor a la historia mudable del hombre y la creación; no es impasible en el sentido de que, en la libertad de su amor, no pueda abrirse al sufrimiento en la contradicción de los hombres y en la auto-destrucción de su creación; no es perfecto en el sentido de que, en la libertad de su amor, quiera quedarse incompleto sin la humanidad y la creación que El ama; no es invulnerable en el sentido de que no pueda abrirse a la experiencia de la cruz. La historia del envío del Hijo y del Espíritu es como la historia del amor de Dioi que solicita o como la historia de la "sed y el deseo. de Dios" y, én ella, la de su dolor y su sufrimiento. La encarnación del Hijo -supone, por tanto, también intratrinitariamente, algo "nuevo" 'para el' níismo Dios: la relación' entre el Padre y el Hijo no vuelve a ser la misma después de la vuelta de éste; el Padre se ha convertido en otro por la entrega del Hijo y también éste se ha transformado por la experiencia de su pasión en el mundo. En su amor por el Hijo que padece en el pecado y que lo experimenta por sí mismo al morir en la cruz, vive Dios la experiencia que pertenece sustancialmente a la redención del mundo: la del dolor. En la noche de la muerte en la cruz, en el abandono del Hijo por el Padre y de éste por el Hijo, experimenta el mismo Dios la entrega, en la figura de la muerte y de la reprobación. Se podría añadir que Dios realiza aquí una nueva experiencia porque se ha decidido desde la eternidad por el amor, que busca; y en esta decisión de - salir de sí mismo están las condiciones que hacen posible tal experiencia. Dios experimenta la cruz, lo cual significa, sin embargo, que El ha asumido esta muerte en la vida eterna y que, por tanto, no quiere ser glorificado por nada que no sea la glorificación del "cordero sacrificado" (Ap 5,12; 7,14ss). Lo mismo que el crucificado se convierte por serlo en el "sello eterno" (E. Kásemann) de la gloria de Dios, así será también la señal eterna de la glorificación de Dios y de la unidad escatológica de la Trinidad. Lo que es válido para la experiencia de Dios en la historia del Hijo, lo es también, a su modo, para la experiencia de Dios en la historia del Espíritu: Dios no quiere ser glorioso sin ser glorificado por el hombre y la creación en el Espíritu; no quiere descansar, sin haber logrado la nueva creación del hombre y del mundo por el Espíritu; no quiere unificarse consigo mismo, sin la asociación de todas las cosas con El. Aquí se inserta la visión escatológica del Apocalipsis de Juan: "ha llegado la Salud (sóteria) a nuestro Dios y al Cordero" (7,10; 12,10; 19,1). La "Salud" que Dios recibe al final, le llega por la glorificación, el agradecimiento y la satisfacción de la creación en el Espíritu; esta pneumatología de alcance universal corresponde a la no menos amplia cristología de JÜRGEN MOLTMANN Pablo, según la cual el Hijo consuma su obediencia hacia el Padre sólo cuando todo se ha puesto a sus pies y cuando todo poder, autoridad, violencia y el último enemigo, la muerte, han sido aniquilados y El mismo devuelve al Padre el Reino encomendado (1Co 15,26.28 ), con lo cual "Dios es todo en todo". La entrega del Reino al final de los tiempos por el Hijo al Padre, debe entenderse como hecho universal, consumador de la historia y, al mismo tiempo, intratrinitario; de acuerdo con esto, la glorificación de Dios al final de los tiempos, en y por el Espíritu, debe entenderse como un hecho universal, renovador del mundo y, al mismo tiempo, intratrinitario: Dios se encamina a su glorificación mientras la creación va hacia su consumación; la creación se acerca a su consumación mientras Dios se aproxima a su glorificación, puesto que la Salud reside en la unión de la soteriología y la doxología. . Trinidad y vulnerabilidad de Dios Si se piensa consecuentemente hasta el final la Trinidad en la misión, debe hablarse -en relación con la pasión, la muerte maldita y el descenso a los infiernos del Hijo-, de la vulnerabilidad, el sufrimiento y el dolor del amor solicitante, en el cual se encuentra el mismo Dios. El realiza la experiencia del sufrimiento, de la muerte, del infierno: así experimenta Dios la historia. Quien espera la unidad escatológica de Dios deberá hablar -en relación con la resurrección de Cristo, su exaltación y su imperio y también en relación con la historia del Espíritu-, de la alegría (Is 62,4-5; So 3,17), la felicidad y la bienaventuranza de Dios (1Tm 1,16): "Ya que hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos" (Jn 15,11); 16,20; Rm 14,17; 15,13; etc): así crea Dios historia. Dios experimenta la historia para crearla; sale de sí mismo para unirse consigo; se vuelve vulnerable, toma sobre sí el sufrimiento y la muerte para salvar, liberar y donar su vida eterna. De esto se desprende una preponderancia de la Resurrección sobre la cruz, de la exaltación sobre la humillación y de la alegría de Dios sobre su dolor; a consecuencia de ello, también la Trinidad en la glorificación tiende a predominar y a resaltar sobre la Trinidad en la misión. En realidad aquélla corresponde en todo a ésta pero su contenido la supera, lo mismo que el amor solicitante de Dios corresponde el amor unificante que se da en la asociación y la unión de la humanidad y del - mundo con Dios, pero éste supera a aquél en gran medida. La historia del sufrimiento de Dios sirve a la historia de la alegría de Dios en el Espíritu: ésta se perfecciona de nuevo sólo en la eterna bienaventuranza de Dios, que todo lo abarca; ésta es la finalidad última de la historia del sufrimiento de Dios; cuando se alcance este objetivo se habrá superado y habrá pasado la historia del sufrimiento divino: permanecerá como sufrimiento experimentado y fructífero en el "fondo de la alegría eterna", en la "Salud" de Dios y de la nueva creación. VI. CONCLUSIÓN Como colofón se añaden dos breves anotaciones de método: JÜRGEN MOLTMANN l.') Si pensamos teológicamente en el movimiento de la misión, tendremos a Dios detrás y al mundo ante nosotros como objeto de acción mesiánica; este montaje de la teología es imprescindible: él ha conducido en el ecumenismo a aquella relación teórico-práctica que se llama "método de la acción-reflexión"; esto es teología en acción mesiánica. La praxis precede a la teoría y ésta refleja la praxis a la luz de la misión. Si pensamos teológicamente en el movimiento de la glorificación tendremos, por el contrario, a Dios ante nosotros y al mundo con nosotros y a nuestro alrededor: esto es teología en alegría glorificadora; este montaje se ha perdido precisamente en la teología protestante, que ha moralizado el Reino de Dios y ha hecho legal la obediencia cristiana; pero lo mismo que el Reino de Dios no se manifiesta sin la belleza de su misericordia, tampoco existe una obediencia libre sin asombro, agradecimiento y satisfacción. Sin este lado estético de la fe, su parte moral resulta exenta de alegría y libertad; sin el amor de Dios, el amor al prójimo pierde su carácter de amor espontáneo. 2.') Estas presentaciones de la "historia de la Trinidad", ¿son especulatívas y abstractas? De hecho sólo querían entender el acontecimiento único, la experiencia particular y la praxis concreta en relación con el movimiento de la totalidad de la historia de Dios: esto no es abstracto; abstracto es más bien el aislar al hecho individual de su historia, la experiencia individual de la consistencia de su vida, y la acción concreta de su contexto vital. Aislamos objetos cuando los separamos de las cosas, que están relacionadas con ellos y los estudiamos sólo desde un punto de vista, ocultando todos los demás aspectos. Algunos creen que así son "totalmente concretos"; en realidad, sin embargo, son abstractos en grado sumo. El pensamiento especulativo no es abstracto; no tiene nada en común con el alejamiento de experiencia y praxis; se esfuerza por entender lo ocurrido en su historia, la experiencia en la totalidad de la vida y la acción en el contexto de su futuro. Sin el entendimiento "especulativo" -en este sentido- de la historia de Cristo y de la historia del Espíritu en el movimiento complexivo de la historia trinitaria de Dios, permanecen la opinión, la experiencia y la acción ciegas, sin sentido, abstractas y aisladas. El pensamiento trinitario integrador se entiende a sí mismo, sin embargo, como momento de la unión en la historia de Dios y, por tanto, como doxología. Notas: 1 "Con resplandor creciente" traduce la Nueva Biblia Española. Cfr 2Co 3, 18 (N. de la R.). 2 "Escucha Israel"... Palabras tomadas del Deuteronomio y que constituyen la oración principal de los judíos (N. de la R.). 3 "Sombra" o presencia de Dios entre el pueblo. Término tomado del Exodo (N. de la R.). Tradujo y condensó: MARIA AMPARO BRAVO