El consiliario de Acción Católica

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El consiliario de
Acción Católica,
sacerdote
diocesano
Equipo de
Consiliarios
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
El Consiliario de Acción Católica, Sacerdote Diocesano
El tercer curso profundiza en el hecho de que acompañar grupos de Acción Católica como consiliario influye positivamente en el presbítero, no sólo a título personal sino potenciando su sentido de
la diocesanidad, tanto por lo que él recibe de la Acción Católica como por lo que él, como sacerdote diocesano, ofrece.
1ª Reunión
VER: Algunas posturas ante el gran desconocimiento de la Nueva Acción Católica
2ª Reunión
JUZGAR: La Iglesia diocesana
3ª Reunión
JUZGAR: Aportaciones de la Nueva Acción Católica al sacerdote diocesano
4ª Reunión
JUZGAR: Contribución del sacerdote diocesano a la Nueva Acción Católica
5ª Reunión
ACTUAR: Un estilo: fraternidad sacerdotal diocesana (I)
6ª Reunión
ACTUAR: Un estilo: fraternidad sacerdotal diocesana (II)
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
VER
INTRODUCCIÓN: ALGUNAS POSTURAS ANTE EL DESCONOCIMIENTO DE LA NUEVA ACCIÓN CATÓLICA
D. Victorio Oliver.
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante.
Ponencia Encuentro de sacerdotes
El Escorial, 18 de abril de 2006
Lo que pretendo compartir con vosotros es
esto:
Estos encuentros de Pascua, en El Escorial -hay
que recordarlo- tienen ya una larga historia de
doce años, historia, que inició brillantemente
el bien recordado Cardenal Pironio, amigo
nuestro, amigo de la Acción Católica, amigo
de la Iglesia, amigo de Jesucristo. Creo que en
estos momentos podemos experimentar su
presencia, intentando escuchar su voz, que
contagiaba entusiasmo por el Apostolado
Seglar y muy particularmente por la Acción
Católica.
Durante estos años se ha mantenido el encuentro. Se han desarrollado siempre aspectos de la Acción Católica y del sacerdote. Hace
algún año, la reflexión se fijó en un campo
ampliamente enriquecedor, como es la afirmación, que proviene del Concilio Vaticano II
y es ésta: Que el sacerdocio ministerial y el
laicado son dos formas de vida, dos vocaciones, que se ordenan la una para la otra, es
decir, necesitan y se complementan (Cf LG 10).
El tema de este año aproxima más a esta reflexión y le pone nombres más concretos, más
cercanos: «El consiliario de Acción Católica,
sacerdote diocesano». Es una concreción necesaria y expresiva. Está en el origen de la Acción Católica y forma parte de su historia. Es
un caso concreto, existencial y también de
carácter teológico de esa referencia y necesidad mutua de las dos vocaciones. Estudiarlo
merece la pena.
Estamos viendo que el tema se encadena, por
eso, con el tema tratado anteriormente. A esto
hay que añadir los objetivos y pretensiones,
que se me indican y se me piden para este
encuentro. Yo debo tenerlas en cuenta y vosotros debéis conocerlas desde el principio.
Son pretensiones, que nacen de la realidad,
de lo que se ve y se oye, pero nacen también
de la vida de la Iglesia, de lo que la Iglesia
Diocesana es.
z
Confirmar que la Acción Católica ayuda a
cualquier sacerdote a ser precisamente diocesano, y, si vive bien su compromiso con la
Acción Católica, lo implica comprometidamente con la vida y el proyecto diocesano.
z
Ser consiliario de Acción Católica reafirma
en el sacerdote la nota calificadora, expresiva, subrayada de ser sacerdote de la Diócesis, y así le aumenta su conciencia de diocesaneidad, y, por eso mismo e incluso, de su
parroquialidad.
z
Muchas veces el párroco es consiliario de
Acción Católica. Se afirma que mantener estas dos tareas y servicios no rompe la unidad
ni la identidad del sacerdote, y ha de entenderse que se unifican y se complementan en
él.
z
Hay una última pretensión en esta conversación: clarificar ideas. Releyendo el Concilio, que en tres de sus documentos cita expresamente a la Acción Católica, así como la
Christifideles laici, donde la misma Acción
Católica es la única asociación de laicos
mencionado por su nombre, escuchando
también a los Papas Juan Pablo II y antes a
Pablo VI, que llegó a decir de la Acción Católica que poseía «una singular forma de
ministerialidad eclesial», en alguna ocasión
se ha firmado que la Acción Católica es el
medio ordinario que puede vertebrar y organizar un laicado maduro en la Diócesis.
Ésta no es una apropiación excluyente de
otras formas legítimas y necesarias de apostolado seglar. No es una reclamación prepotente, que allane o arrase otros movimientos
o asociaciones de seglares. Es el cumplimiento del ser y de la misión de la Acción
Católica, si bien se entiende. Este servicio le
genera una enorme responsabilidad, y le pide una sincera humildad. Le sacude el cansancio, la rutina o el replegarse sobre sí
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
a la Acción Católica es un medio extraordinario y ordinario de cumplir su misión.
misma. En todo caso, estas afirmaciones requieren claridad de ideas en el consiliario,
conocer el verdadero ser de la Acción Católica y el compromiso de facilitar este camino
a la Diócesis y a los laicos. El consiliario lo
recorrerá adecuadamente, si su vinculación
con el obispo es cada vez más estrecha.
z
En tercer lugar, se desprende también y en
positivo, que la Acción Católica es capaz de
generar lo que decimos. No se ofrecen teorías, ideologías, o si se quiere, experiencias
ricas de hace cincuenta años, recordadas
además con carga de nostalgia en algunos
casos y, en otros, con cierto tono despectivo. Por eso, yo agradezco personalmente las
dos monografías presentadas. Son de hoy,
son de ambiente rural, y, en un caso, de ambiente muy deprimido. La Acción Católica
ha afianzado el ser sacerdote, ha reforzado
su sentido misionero, eclesial, fuertemente
diocesano, ha mantenido su alegría. Su esperanza, su oración, su vinculación cordial
al obispo y al presbiterio.
z
Y, por último, debo subrayar que se desprende la necesidad de clarificar el ser de la
Iglesia Diocesana, su misterio, y, al mismo
tiempo, el ser verdadero y no deformado de
la Acción Católica. Y es necesario acoger
con gratitud el hecho teológico, que es la
Iglesia Diocesana, y en la Iglesia Diocesana,
su Obispo -punto de referencia, medida de
eclesialidad- el presbiterio, la Vida Consagrada y, sobre todo, los laicos y la Acción
Católica. Y en la Iglesia Diocesana, aceptar
también el compromiso con la comunión y
con la misión, con la evangelización, con la
confianza y promoción de los seglares.
De estas pretensiones para el encuentro se
desprenden algunos datos y reacciones, o
tomas de postura ante la Acción Católica:
z
En primer lugar, que es preciso seguir motivando, diría más, es preciso entusiasmar a
los sacerdotes diocesanos. Por este encuentro han pasado ya cientos de sacerdotes en
estos años. ¿Qué piensan nuestros sacerdotes de la Acción Católica? Venir al encuentro
en esta semana de Pascua supone, además,
un esfuerzo serio, que merece reconocimiento y agradecimiento. Pero, ¿qué ocurre
después, a la vuelta a la Diócesis? ¿Quién
los acoge? Deberíamos dialogar y reflexionar sobre este hecho. ¿O venimos los que
ya estamos convencidos? Y no fue éste el
motivo más importante para iniciar los encuentros de Pascua.
Porque el encuentro nació para dar a conocer la Acción Católica, para llamar a los sacerdotes a apoyarla y a dejarse ayudar de
ella, para encontrarse con un excelente medio de ejercer el ministerio y de hacer frente
a su responsabilidad pastoral, parroquial,
misionera. Desde hace muchos años venimos hablando, por ejemplo, de la Acción
Católica y la parroquia.
Por eso, en el orden de mi conversación, primero voy a dedicar unos párrafos a la Iglesia
Diocesana. Porque el sacerdote, de que se
habla en el título, es el sacerdote diocesano y
la Acción Católica, General y Especializada,
con todos y cada uno de sus Movimientos, es,
por su parte, diocesana.
¿Por qué no siguen muchos sacerdotes que
han venido? ¿No les convencemos? ¿Por
qué sigue existiendo recelo y desinterés?
z
Se desprende, en segundo lugar, que el
acento lo ponemos, y con buena lógica, en
el sacerdote. Del binomio, que forma y
constituye la Acción Católica, centramos la
atención, una vez más, en el sacerdote diocesano. Queremos hacerle ver que la Acción Católica le ofrece una forma inmediata
y unos apoyos serios, unos medios rigurosos, primero, para ser sacerdote diocesano,
pero, además, para ejercer con responsabilidad y eclesialidad el ministerio. No quiere
decir que otras asociaciones laicales no le
presten estas mismas o parecidas ayudas,
pero deberá entender que prestar atención
Después os sugeriré las aportaciones de la
Acción Católica al sacerdote diocesano para
ser más diocesano, como se puede comprobar también en las monografías. El sacerdote
diocesano ha de constatar que la Acción Católica lo hace ser más diocesano, reafirma los
lazos de comunión con su obispo, con el
presbiterio, con el Plan Diocesano de Pastoral,
y le proporciona esperanza, sentido hondo a
su ministerio y alegría en la misión. En tercer
lugar, qué contribución se le pide al sacerdote
diocesano.
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
vida rural en los comportamientos y formas
de pensar.
La conclusión es que la AC y el sacerdote
constituyen una unión creadora de diocesaneidad, de esperanza, de misión.
Al hablar en plural meto en el mismo saco de
estas reflexiones a un compañero, Agustín,
copárroco y vecino fraternal en la misma casa;
así como, en algún momento se reflejará, a
otros consiliarios de nuestra provincia eclesiástica que hacemos camino, alentándonos
en la siembra y trabajo.
Dos notas previas para terminar esta introducción. La primera es que tanto en la preparación de esta conversación como en el desarrollo del tema he jugado deliberadamente
con el sujeto y el predicado del enunciado. A
veces el consiliario es sujeto de la oración y
otras veces es el predicado, como cuando me
surgía que el «sacerdote diocesano es consiliario de Acción Católica», como una consecuencia lógica. No os extrañe, por eso, que
vaya cambiando el sujeto y el predicado.
El Concilio Vaticano II nos abrió un camino
para escuchar los gritos de la vida y establecer
unas nuevas relaciones de la Iglesia con el
mundo.
Había que salir a los caminos y hacer la experiencia de la preocupación de Jesús: «Sal corriendo a las plazas y calles y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos...
Insísteles hasta que entren y se me llene la
casa» (Lc 14, 22-23).
La segunda nota: Se me pidió hablar de la Acción Católica y el sacerdote diocesano. No
oculto que he puesto énfasis en hablar de la
Acción Católica. Un acento que considero
fundado. Pero no se me entendería bien, si
sonaran mis afirmaciones o expresiones a
exclusivismo o monopolio de la Acción Católica. Primero, porque al Espíritu Santo nadie
puede atarle sus manos creadoras. Y, segundo, si la Acción Católica es diocesana, es la
Diócesis la que discierne, acoge y recibe con
gozo las manifestaciones del Espíritu. De igual
modo, la Acción Católica da gracias al Señor,
de corazón, por las presencias legítimas del
apostolado seglar, las quiere ayudar y, desde
luego, no las mira como adversarios o competidores. Así se expresa la Acción Católica, si es
fiel a su ser y a su misión en la Iglesia diocesana. Espero que haga entender.
Me nombraron coadjutor en la parroquia, no
tenía mucho que hacer dentro de la iglesiatemplo, dado que el párroco lo asumía todo.
Teníamos que buscar el aire fuera de los muros del templo, en una presencia de comunión más fuera que dentro, más en la calle
que en el templo.
Y, gracias a Dios, encontramos el cauce de los
Movimientos Apostólicos de AC como respuesta pintiparada al momento y a las ganas
pastorales.
Que el mismo Espíritu Santo me ayude.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
FICHA DE TRABAJO Nº 1
MONOGRAFÍA 2
MONOGRAFÍA 1
Me llamo José Luis, tengo 33 años y soy sacerdote, desde hace aproximadamente 1 año, de
la diócesis de Zaragoza. Atiendo una zona
pastoral de 16 pequeños pueblos (800 hab. en
total, siendo el mayor de 140) junto a un sacerdote colombiano que lleva 3 meses en
nuestro país, de la comarca de Daroca (a 1
hora de Zaragoza, hasta que nos hagan la autovía). Los domingos por la tarde, acompaño
también, desde que era diácono, un equipo
de militantes del Movimiento de Jóvenes de
Acción Católica.
Un pequeño enmarque para situaros.
Los vientos que corrían -Vaticano II, segunda
mitad de los años 70 y la transición democrática- nos cogieron de lleno para oír la voz del
maestro: «embarcaos y pasad a la otra orilla»
(Mt 14, 22) en esta zona de Extremadura, Miajadas (Cáceres) con 9.500 habitantes y pueblos
nuevos de colonización, en las Vegas del
Guadiana, con predominio de la agricultura y
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Equipo de Consiliarios
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Aquí estoy para contaros mi breve y pobre
experiencia, hasta el momento, de mi camino
como sacerdote y consiliario de base de AC
en un movimiento de jóvenes y como cura
rural, que trata de vivir con ilusión y entusiasmo su recién iniciado ministerio pastoral
en una zona, que siempre figura a la cabeza
en todas las estadísticas de despoblación y de
falta de futuro económico de mi querido Aragón: donde no hay ningún polígono industrial
que asiente la población joven, donde únicamente 3 pueblos cuentan con una tienda que
vende todo tipo de productos y donde el cajero automático aun está por llegar, teniéndonos que conformar con varias horas a la semana de “caja por ventanilla”.
CUESTIONARIO
Una vez leído el texto y las monografías:
¿Has notado alguna vez recelo y/o rechazo
hacia la Acción Católica por parte de algunos
compañeros sacerdotes? ¿Qué argumentos te
han dado para ello?
z
¿Has experimentado alguna vez contraposición entre tus funciones como consiliario de
Acción Católica y otras funciones como sacerdote diocesano? ¿En qué momentos? ¿Qué
opción decidiste priorizar? ¿Por qué?
z
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
José Luis Lázaro. Consiliario del MJAC.
Diócesis de Zaragoza.
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JUZGAR
I. LA IGLESIA DIOCESANA
D. Victorio Oliver.
Una, la diócesis entendida como organización, sobre todo jurídica, establecida por el
Derecho Canónico, con el fin de facilitar la
administración, el buen orden, la asistencia
pastoral. La Diócesis se entiende como una
instancia intermedia, de carácter, sobre todo,
administrativo, en la que el obispo es un delegado del Papa.
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante.
Ponencia Encuentro de sacerdotes
El Escorial, 18 de abril de 2006
En el tema que tratamos y en la reflexión que
me ha sugerido, entra con necesidad el detenernos en la Diócesis, conocerla por dentro,
es decir, adentrarnos en su realidad y en su
misterio.
Con otro matiz, en segundo lugar, se entiende
la Iglesia Universal como una pirámide, como
una multinacional, una sociedad perfecta de
la que la Iglesia particular es sencillamente
una sucursal.
Ya lo he insinuado. Sois sacerdotes diocesanos y, en este caso, el adjetivo adquiere relevancia, es definidor. En realidad, todos los
presbíteros son diocesanos en el sentido de
que pertenecen al único presbiterio que en
cada diócesis existe, en torno a su Obispo. (Cf
Existen los que manifiestan una clara desafección a la Iglesia y también a la Iglesia Diocesana. La expresión más dura y contundente fue:
«Cristo, sí; la Iglesia, no». En tono más bajo se
da la estimación de que la Iglesia en general y
también la Diócesis es un estorbo, es un montaje, un medio de ejercer el poder. La Iglesia
verdadera se vive en la pequeña comunidad,
en la experiencia cálida del pequeño grupo. El
texto que suele servir de apoyo es del Mateo
18,20: «Donde dos o tres estéis reunidos en mi
nombre...»
CD 34)
Por otra parte, como ya he dicho, en el ser de
la Acción Católica entra también la diocesaneidad. Los laicos de la Acción Católica General y Especializada, en cualquiera de sus Movimientos, son cristianos diocesanos. La Diócesis, por tanto, une de muchos modos al
sacerdote y a la Acción Católica. Y es clave
fundamental en este tema. Es matriz, es fuente, es explicación, es camino, es final.
Otros viven una situación generalizada y un
hecho que se repite. Son los cristianos que
dan a entender que la Iglesia es su parroquia,
su asociación o, si queréis, su Congregación
religiosa. A la Diócesis se acude para solicitar
permisos o para cuestiones de administración, como decía.
Por eso, a todos nos interesa no sólo aclarar,
sino, sobre todo, vivir este acontecimiento
salvador, que es la Iglesia Diocesana.
No voy a entrar en el debate sobre el nombre.
En los diálogos durante las sesiones del Concilio y en sus documentos, el Concilio fluctúa,
como sabéis, con los nombres de «Iglesia local» y de «Iglesia particular», señalando las
limitaciones que cada adjetivo implica. Vamos
a quedarnos con el título del capítulo II de
Christus Dominus. Se inscribe así: «Los Obispos en relación con las Iglesias particulares o
Diócesis». Este decreto se aprueba el 28 de
octubre de 1965, en la etapa final del Concilio
y a poco más de un mes de su clausura.
En el otro extremo están los que mantienen
una relación exclusiva con la Iglesia universal,
institución mundial, que preside el Papa.
Así, en estos casos, la Iglesia Diocesana se
pierde, se vive sin ella, y a ella se acude, estoy
repitiendo, para solicitar un permiso o un
servicio. De este modo se confunde la Diócesis con la curia o con el obispado.
Al hablar de la diócesis, dejadme empezar por
consignar y clasificar algunas posturas equívocas y, por eso, clarificadoras de lo que no es
la Diócesis:
En resumen, para unos hay una reducción
hacia abajo, hacia el grupo pequeño, aunque
sea la parroquia, para otros es una sublimación hacia arriba, al margen de la Diócesis y
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por encima de ella. Todos expresan, de algún
modo, desafección hacia la Diócesis, prescinden de ella. El fenómeno no siempre es beligerante. Y en todos está oscuro el ser luminoso y espléndido, el acontecimiento salvador,
que es la Iglesia particular, nuestra Diócesis,
para cada uno de nosotros.
sean decididas y actuadas en el contexto de
un diálogo abierto y cordial entre Obispos y
Superiores de los diversos Institutos» (VC 49b)
Sería largo, aunque provechoso, recoger la
enseñanza repetida del Papa Juan Pablo II,
sobre la Acción Católica y sobre su insistencia
clara en reclamar el sentido diocesano de los
todos los Movimientos Apostólicos.
Escuchad algunos testimonios:
z
«Debes saber que el obispo está en la Iglesia
y que la Iglesia está en el obispo, y que si alguno no está con el obispo, no está con la
Iglesia, y en vano se lisonjean aquellos que
no tiene paz con los obispos de Dios y se introducen y a ocultas creen comunicar con
algunos, cuando la Iglesia católica es una,
no está dividida ni partida, sino está bien
trabada y coherente con el vínculo de los
obispos entre sí». El testimonio es de San Cipriano.
Para presentar de forma positiva a la Iglesia
Diocesana en este encuentro, y en la medida
en que sea necesario, me remito al número 11
del decreto Christus Dominus. La definición
de Iglesia Diocesana, que se ofrece en él, está
muy lejos de reducirla a un sistema organizativo, administrativo o ejecutivo y de poder.
La Diócesis, leyendo las entrañas de este número y recordando el arranque de la Constitución conciliar Lumen gentium, es, ante todo
un acontecimiento de salvación. Puede ser
una traducción de misterio, como se presenta
a la Iglesia. La Iglesia, plantada en una tierra
definida y concreta, es un instrumento de
Dios, instrumento de salvación. En ella de
modo permanente se está realizando la salvación de Jesucristo. Es señal visible, es signo, es
ciudad en el monte, es sacramento, es anuncio de liberación, es anuncio hoy, para unos
hombres concretos.
(Cf Bernardo Álvarez Afonso, La Iglesia Diocesana)
z
z
z
«Las comunidades eclesiales de base serán
un lugar de evangelización, en beneficio de
las comunidades más grandes, especialmente de las Iglesias particulares, y serán esperanza para la Iglesia Universal, si... permanecen fielmente adheridas a la Iglesia particular en la cual se desarrollan, y a la Iglesia
universal,
evitando
el
peligro
desgraciadamente real- de aislarse en sí
mismas, de creerse la única auténtica Iglesia
de Cristo, anatematizando a las otras comunidades eclesiales». (EN 58)
Os recuerdo seis elementos que constituyen
la Iglesia Diocesana, como se expresan en el
número indicado, que conocéis.
«Con frecuencia vemos que el reconocimiento y la práctica de la eclesialidad tienen
entre nosotros deficiencias preocupantes.
Hay quienes se presentan como muy devotos del Papa, pero prescinden de la presidencia efectiva de su obispo respectivo en
comunión con el Papa y con la Iglesia universal». (Testigos del Dios vivo, 39)
1. Es una porción del entero pueblo de Dios.
2. El Espíritu Santo la funda, la fundamenta,
la edifica.
3. En ella el Evangelio es fuerza de salvación.
4. Vive de la Eucaristía, que la hace Iglesia,
así como ella hace la Eucaristía.
«Es útil recordar que, a la hora de coordinar
el servicio que se presta a la Iglesia universal
y a la Iglesia particular, los Institutos no
pueden invocar la justa autonomía o incluso
la exención de que gozan muchos de ellos,
con el fin de justificar decisiones que, de
hecho, contrastan con las exigencias de la
comunión orgánica, requerida por una sana
vida eclesial.
5. El obispo es ministro de Cristo, cabeza y
pastor de la Iglesia, y con el obispo la ayuda
inestimable de los presbíteros.
6. Finalmente, en la Iglesia Diocesana se encuentra y opera la Iglesia de Cristo, que es
una, santa, católica y apostólica.
Es preciso, por el contrario, que las iniciativas pastorales de las personas consagradas
(Cf Bernardo Álvarez, La Iglesia Diocesana)
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de acoger la mano de las Diócesis hermanas.
De esta cualidad participa de modo directo la
Acción Católica.
Como recordáis y veis, la Diócesis es una imagen de la Iglesia universal, así se refiere en el
número 23 de LG. Por eso es, sobre todo, misterio, acontecimiento salvador. ¡Qué lejos
queda y qué raro suena a los oídos finos de
un creyente hablar de sistema de poder, de
órgano de control, de oficina de servicios y
permisos! Lo digo de la Iglesia Diocesana,
porque, «¿dónde existe la Iglesia? Primordialmente en las Iglesias particulares, en la diócesis». Así se pregunta y de este modo responde
Mons. Ricardo Blázquez. (La Iglesia local, en Iglesia
En ella tiene esta expresión su organización
también supradiocesana. Así, por una parte
señala y recuerda a la Iglesia diocesana la necesaria comunión con otras Iglesias, y, por
otra parte, desde su organización supradiocesana, aceptada en los Estatutos, sirve de corazón a la Iglesia particular.
En esta Iglesia diocesana hemos nacido, de su
matriz generosa hemos sido hechos hijos de
Dios, de su familia. Es madre, es también
maestra. Nos deletrea, si es preciso, la Palabra
de Dios. Es casa de familia, es nudo de comunión, es fuego de misión.
del Vaticano II, Salamanca, 1988, Pág. 12)
No es de extrañar que en la Christifideles laici
(25), cuando el Papa alienta a los laicos a participar en la vida de la Iglesia, coloca como
primera expresión, y además necesaria, la
participación en la vida y misión de las Iglesias
particulares, las diócesis, y lo justifica apelando a Christus Dominus 11.
Es Jesucristo con nosotros salvando al hombre, esa epopeya gigantesca, que culminó en
la Pascua y en Pentecostés para siempre.
Y fijaos bien que la participación en la vida de
la Diócesis, en ese número citado, la antepone el Papa a la colaboración en la parroquia.
De esta Iglesia diocesana, ante todo, damos
gracias a Dios. La vivimos como un don, como
una suerte, es anterior a nosotros. Y, como
todo lo de Dios, además de gracia, es igualmente tarea, a la que somos llamados, porque
Dios cuenta con nosotros.
Lo primero es la Diócesis. Esto exige de los
laicos que posean una visión clara de la Iglesia
particular y en concreto en su relación con la
Iglesia universal.
A esta Iglesia pertenece el anuncio del Evangelio, que sigue siendo hoy fuerza salvadora,
regeneradora. Pertenece la Eucaristía y los
sacramentos, verdaderos acontecimientos de
salvación. Y pertenece, como elemento esencial, el ejercicio organizado de la caridad. Esta
la manifestación vigorosa y lúcida del Papa
Benedicto XVI en su carta Deus caritas est.
Por eso también, es claro el aliento que ofrece
el Papa a los laicos para que cultiven constantemente el sentido de la diócesis, de la cual la
parroquia es como una célula, así la llama, así
como les pide que estén siempre dispuestos,
cuando sean requeridos por su Pastor, a unir
sus propias fuerzas a las iniciativas diocesanas. Aquí, en estas palabras, podéis descubrir
resonancias muy concretas para la Acción
Católica.
Es verdad también que la Iglesia diocesana
hace referencia a una geografía concreta, está
plantada en un campo y territorio definido,
como nombre propio, querido. Es local. Este
dato geográfico e histórico configura y enraíza a la Iglesia diocesana y, por eso mismo, a la
Acción Católica.
Todo eso lo encontraréis en ChL, como decía,
en el número 25, citando a LG 23 y AA 10.
Es cierto que el Papa, con la cita de AA, recuerda, además, la perspectiva universal y el
necesario horizonte misionero, que por sí
misma proporciona y ha de promocionar la
Iglesia diocesana. Y, en este punto, brevemente y con interés he de insistir. La Iglesia diocesana no es una isla. Se hace cada día de la comunión con su Señor y de la comunión con
las Iglesias. El Espíritu Santo asegura esta relación necesaria y vivida. La Iglesia diocesana ha
de dar su mano a otras Iglesias, así como ha
Y es verdad también que la Iglesia diocesana
necesita una organización, que sea servicio a
la misión, no para ahogarla y sí para expresar
la comunión.
Al servicio de esta Iglesia está con todo su
corazón el sacerdote diocesano. Ella lo llamó,
le dio el ser sacerdote y confió en él. De ella
vive, de ella recibe el tono espiritual, ella le
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El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
Me detendré en algunas claves que están configurando la pastoral y mi experiencia cristiana, fruto educativo de la AC en mi vida. Y
nunca mejor traída, al hilo del proceso que en
mí están realizando los Movimientos de AC,
aquello de «lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca
de la Palabra de vida, pues la vida se manifestó
y nosotros lo hemos visto y damos testimonio» (1Jn 1, 1-4)
marca las raíces de su vida. Para ella vive, con
ella vive.
Y, al servicio de esta misma Iglesia está la Acción Católica, con cada Movimiento de ella,
como compromiso único, con actitud de disponibilidad, en clima hondo de comunión.
En la Iglesia diocesana están unidos y por muchos lazos el sacerdote diocesano y la Acción
Católica, que la integran laicos que son sólo
diocesanos.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
Me parecía necesaria esta referencia, un poco
reposada, pero inacabada, a la Iglesia diocesana, y más que nada revivirla, porque origina
y une las dos vocaciones, del sacerdote diocesano y del laico de Acción Católica, y da sentido al tema de esta conversación. Revivirla,
además, es recrear el clima de Pascua, que
estamos celebrando.
MONOGRAFÍA 2
1. La Acción Católica, clave fundamental en
mi proceso vocacional al Sacerdocio.
Mi relación o vinculación con el Movimiento
de Jóvenes de AC (antes Jóvenes de Acción
Católica, JAC), comienza hace ya unos cuantos
años (¡¿16?!), en fin muchos años... cuando
después de la confirmación comienzo en un
grupo de iniciación en la Parroquia de San Mateo Evangelista, teniendo como primer animador-consiliario a Jesús Domínguez, cura muy
vinculado a la AC en Zaragoza. Al año siguiente, con la marcha de Jesús a otra parroquia, se
quedaría con nosotros un joven seminarista
llamado Fernando Arregui, que también andaba metido en estos barros. Digo todo esto,
porque los curas y consiliarios del Movimiento
siempre han formado parte de mi proceso militante y vocacional... Algo que me ha marcado
mucho y bien en estos últimos años.
FICHA DE TRABAJO Nº 2
MONOGRAFÍA 1
Agradezco a los Movimientos Apostólicos de
AC que me han educado para que las ventanas por donde percibo la realidad estén suficientemente abiertas y que nada humano pase de largo. La revisión de vida ha sido una
excelente pedagoga de la síntesis fe-realidad,
empujándome a contemplar la vida desde la
compasión e invitándome a poner gracia en la
tierra más sin gracia, a poner significado en
los datos más in-significantes, a ser sacerdote
de una manera determinada y entender que la
fe está hecha, como la semilla para la tierra,
para ser mezclada con la vida.
Después vendría: el paso a militante, la implicación en la Parroquia, las plataformas, el
Campo de acción de Paz y Desarrollo, Encuentros, Pascuas, Campamentos, Asambleas,
la Coordinadora de Pastoral Juvenil... todo
ello acompañado de quien era mi consiliarioacompañante-animador en la fe: Fernando
Arregui.
Tuve la gracia, hecha experiencia después,
que ya desde el Seminario un buen profesor
de pastoral nos metiera en el cuerpo la revisión de vida, la participación y compromiso
de los laicos, la JOC y el MRC. Posteriormente
se fue plasmando en unas claves educativoevangelizadoras en mi manera de trabajar, en
el estilo de vida a vivir, en el modo de orar y
celebrar la fe y en una postura permanente de
educar y evangelizar.
Con el tiempo y viendo como uno ha terminado (¡como cura!), empiezas a darte cuenta
y a valorar que la presencia de tantos sacerdotes y seminaristas del Movimiento en mi vida,
no fue pura casualidad, sino que Dios Padre
los fue poniendo en mi vida y todos y cada
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
uno de ellos me fueron transmitiendo y enseñando algo, que me ha ayudado a seguir a
Jesucristo desde un estilo de vida, un talante y
una espiritualidad de cercanía, compromiso y
de saber leer los acontecimientos de la vida
con los ojos del amor de Dios.
los miedos a eso de ser cura en esta sociedad... O el día en que comuniqué al equipo
de militantes que entraba al seminario: caras
de sorpresa, alegría, lloros... O el cariño y el
apoyo que recibí de todo el Movimiento
cuando se enteraron de la noticia...
El tiempo que «invirtieron» en mí, con su escucha, su saber estar y acompañándome en
momentos vitales, eclesiales y espirituales
importantes, provocó que conociera, de una
manera sencilla y natural, cómo vivían su ser
sacerdotes diocesanos, siempre con preocupaciones pastorales, pero cuidando su relación con Dios Padre, algo que me transmitieron en todos nuestros encuentros, como la
fuente de la cual salía toda la energía para
seguir trabajando por el Reino de Dios.
Cuando alguien me pregunta que ha significado la AC en mi historia vocacional, son tantos los hechos de vida, los rostros, las personas que me vienen a la mente y al corazón,
que me resulta difícil contestar con unas pocas palabras, sólo sé que desde que ella apareció en mi vida, ésta cambió y así lo he ido
experimentando con el paso del tiempo.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
José Luis Lázaro. Consiliario del MJAC.
Diócesis de Zaragoza.
Recuerdo la paciencia y la insistencia de Jesús
Dominguez con unos adolescentes-jóvenes
que pasaban bastante «de eso de tener que
rezar...»; las crisis grupales que tuvo que sufrir
Fernando cada vez que uno dejaba el grupo y
cómo con sus cafés (¡siempre en los bares!)
me serenaba y me ayudaba a descubrir a Jesús
de Nazaret en todo lo que me pasaba. Qué
decir de Manolo Liarte «Liante» y el «tenemos
que quedar» (y luego descubrías que había
quedado con 3 personas a la vez, con un margen de 15 minutos); las charradas con Fernando Urdiola, amigo antes de que él entrara al
seminario y como luego hemos ido caminando y superando juntos muchos obstáculos.
CUESTIONARIO
Una vez leído el texto y las monografías:
Antes de tu ordenación sacerdotal, ¿tuviste
alguna experiencia personal o comunitaria a
nivel diocesano? ¿Cuál? ¿Cómo la valoraste
entonces?
z
A partir de tu ordenación, ¿cómo vives tu
diocesanidad? ¿En qué momentos?
z
z¿Qué
aportas a la diócesis? ¿Qué te aporta la
diócesis?
Importante también ha sido la escucha, la
confianza, la complicidad, los gestos de cariño
que todos tuvieron conmigo (incluidos Juanse, José Manuel, etc.), incluso cuando yo todavía ni siquiera me planteaba, o el Padre no
me lo había manifestado aun, la posibilidad
de llegar a ser cura algún día. O el acompañamiento vocacional, tan respetuoso y cercano, que me hizo Fernando cuando le empecé
a manifestar la llamada que sentía, las dudas,
z¿Qué
te ayuda a sentirme más diocesano?
¿Qué lo dificulta?
- 11 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
JUZGAR
II. APORTACIONES DE LA NUEVA ACCIÓN CATÓLICA
AL SACERDOTE DIOCESANO
D. Victorio Oliver.
siderada como célula necesaria y primera
concreción de la Iglesia diocesana.
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante.
Ponencia Encuentro de sacerdotes
El Escorial, 18 de abril de 2006
z
En las cosas de Dios, lo primero es considerar
y reconocer el don, no es correcto empezar
por la exigencia. Primero es siempre la gracia,
la iniciativa de Dios, la oferta de Dios, así el
compromiso surge de forma como espontánea, la respuesta nace de dentro, cuando se
ha acogido el don y se lo valora.
Así lo vivieron desde su nacimiento. Dentro
de su organización reclaman el ser responsables y protagonistas, como exigencias de
su bautismo y de su confirmación, reconocidas y pedidas por la Iglesia, porque ellos
son también la Iglesia.
Si un sacerdote comprendiera qué es la Acción Católica en la Diócesis, la respuesta
normal sería: «A esta asociación yo la sirvo de
corazón». Éste es mi argumento y entiendo
que nace del engarce hondo del sacerdote
diocesano, de su ser y de su ministerio con el
ser y el servicio de la Acción Católica.
¿Qué aporta la Acción Católica? Su aportación
no es, sobre todo, una vinculación a la persona del sacerdote, sino una colaboración en la
misión común, percibida desde la misma
perspectiva diocesana. La misión de la Iglesia
diocesana es asumida responsable y necesariamente por las dos vocaciones singulares: el
servicio ministerial del sacerdote diocesano y
el laico de Acción Católica, que es igualmente
un laico simplemente diocesano.
Enumero un breve elenco de aportaciones.
Me han servido las Bases Generales y los Estatutos de la Federación de Movimientos de
Acción Católica (noviembre, 1993), su historia
y también abundantemente, como os he dicho, la lectura de las monografías, que hemos
escuchado y que me hacen ver y comprobar
una gozosa expresión de vida.
z
Estos laicos están seriamente preparados,
han seguido un proceso de formación fundamental y específica. Sienten como necesidad la preparación integral, que abarca su
fe, su seguimiento de Jesús, su responsabilidad apostólica, cívica y social. Son seglares
organizados, como propuesta recomendada
y avalada por el mismo Concilio.
A la Iglesia Diocesana y al sacerdote y párroco ofrece la Acción Católica un grupo de
seglares. La Acción Católica es obra de laicos, colaboradores con la Iglesia diocesana
en su fin general y en los objetivos concretos. Son, por tanto, también colaboradores
convencidos de la parroquia, que está con-
- 12 -
z
Estos seglares ponen al servicio de la Diócesis y de la comunidad parroquial su organización apostólica, y con ella una metodología de formación y de acción, ampliamente
contrastada en la historia del movimiento, y
reconocida también por la Iglesia. (Mater et
Magistra, 236).
z
La Acción Católica ha de llevar a la comunidad, al presbítero, al párroco, la vida concreta de la gente, sus dolores y sus esperanzas
de hoy, la carencia de valores o de sentido
religioso y, al mismo tiempo, tienen el compromiso admitido de llevar al barrio, al
mundo obrero, a los jóvenes y a los niños el
mensaje fresco y liberador de Jesucristo.
z
Ofrecen una larga historia de servicio a la
Iglesia. Es casi centenaria la Acción Católica,
mereció dejar su nombre escrito en los documentos del Concilio (Cf. CD 17; AA 20 entero;
AG 15) y en ChL, 31. Hago notar, como ya dije,
que es la única asociación de fieles que se
cita por su nombre en todo el documento
del Papa. Es una historia de cercanía a la
Iglesia y de fidelidad. Ha sufrido también el
desconcierto, el desmantelamiento de sus
movimientos, la tentación del secularismo,
en momentos no acertó a mantener el equilibrio de su doble y nada fácil fidelidad. La
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
ser consiliario de Acción Católica. Es cierto
que la Acción Católica aporta sentido al ser
del sacerdote diocesano y lo centra, por eso,
en su mismo ser y en su misión en la Iglesia.
prueba fue muy dura. Siguiendo la imagen
bíblica, quedó el ‘resto’, aguantó la tormenta, entendió su purificación.
Hoy necesita respirar hondo, ponerse a ser
ella misma, necesita coraje. Para el vino
nuevo se la ha dotado de odres nuevos. Se
puede presentar confiada. Ha de dejar salir
su buena esencia. Recoger esta historia,
también en su época muy dolorosa, le lleva
a sentir y aceptar su pobreza actual, que en
modo alguno es comparable al complejo o a
la victimación. Sólo pide el privilegio de servir a Jesucristo y al Evangelio.
z
Dadnos el nuevo vino. Dejad correr la fuerza
que dentro ha puesto el Espíritu Santo. Es un
torrente, que viene de lejos. Sed la Acción
Católica de la Iglesia Diocesana para este siglo
XXI, porque es muy urgente salir a evangelizar
por todos los caminos, escaleras, barrios, fábricas y calles. Agrupaos fuertemente todos
los Movimientos de la Acción Católica. No
hagáis aduanas en la casa de ella.
En su seno hay vida, debe seguir engendrando hijos e hijas y deberá ofrecerlos a la
Iglesia. Quiero decir que su historia de
triunfos y de fracasos contiene la experiencia, también de cruz, que el Señor ha ido
haciendo en ella y con ella. Esta vida la pone
al servicio del momento actual. Es una historia muy cercana a la historia de la Iglesia.
z
Pero, ¿dónde está la Acción Católica?, me
han preguntado en más de una ocasión. ¿La
veis, la notáis? Está aquí. Sois los militantes y
los consiliarios de todos los Movimientos,
los generales y los especializados. Habéis de
agradecer la confianza que los obispos pusieron en vosotros. Os esperamos.
Con los que se reconocen pobres, Jesús hace
proezas: así cantó la Virgen María. No perdáis
más tiempo en vanas cuestiones domésticas.
Os necesitamos con fe, con ilusión, con esperanza, en comunión, con vuestra pobreza.
Una honda de pastor es más fuerte que una
coraza de bronce. Algo así necesitan las parroquias de la ciudad y vemos que las de los
pueblos lo acogen y lo entienden.
Estos laicos de la Iglesia diocesana van a
enmarcar el servicio pastoral del sacerdote
diocesano, le van a definir los ámbitos más
específicos de su ministerio y le acotarán los
campos de su dedicación necesaria e insustituible.
Lo hemos afirmado en otros momentos y, tal
vez, es bueno repetirnos que la hora de los
laicos es la hora de los sacerdotes. ¿No lo
veis así?
FICHA DE TRABAJO Nº 3
Junto a esto, romperán la soledad temida
del sacerdote, comparten con él el testimonio de su seguimiento de Cristo en un
mundo áspero y duro y proporcionan motivos para el esfuerzo y para la esperanza.
Ellos contribuyen a crear con el sacerdote
un clima de fe, reclaman los sacramentos y
necesitan la oración.
MONOGRAFÍA 1
La manera de mirar.
La genuina voz de quien sabe nuestro nombre, me advierte: «hijo de hombre, mira con
tus ojos, escucha con tus oídos y pon tu corazón en todo lo que voy a mostrarte...» (Ez 40, 2)
z En las monografías estas afirmaciones tienen
el contraste de la vida y de lo verdadero. Y
me alegra referirlo y subrayarlo. La Acción
Católica ha servido al cultivo de la vocación
sacerdotal, la ha mantenido como respuesta
viva y consciente, la Acción Católica toca el
ser del sacerdote. Y de esto es importante
dejar constancia. No es un suplemento o adhesivo para su hacer, sino que lo confirma en
su ser. Los dos sacerdotes manifiestan, como
conclusión, que es un verdadero privilegio
La AC me fue enseñando a ser discípulo, a
ponerme a la escucha de la vida y a partir de
ahí despertar las capacidades de las personas,
que se desarrollan en nuestros pueblos rurales como niño, joven o adulto.
Los mandatos bíblicos de «¡escucha!», «¡mira!», «...como el centinela a la aurora» se con- 13 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
en la vida de nuestro pueblo o barrio; esa es la
inscripción que nos da derecho a decir: «soy
vecino de mi pueblo».
traponen a los peores reproches proféticos
del embotamiento y la torpeza de ojos, oídos
y corazón (Is 6, 10). Me he ido dando cuenta
que la mirada superficial es propia de los
maestros y directivos y que el entrenamiento
de cada hecho contado en la reunión de grupo con los militantes, con trasfondo de sentimientos que laten, motivos que se expresan,
demanda que piden... me ha ayudado a mirar
con el corazón que es como decir que nos
entra el cariño por la gente, por el pueblo.
La clave pedagógico-teológica - «y puso su
tienda entre nosotros» (Jn 1, 14) de contemplar a
Jesús en su apuesta por el hombre y ver luego
a... los chicos de mí pueblo con un fracaso
escolar por las nubes, un drogodependiente,
un parado, un campesino angustiado por la
reconversión, un pueblo pequeño sin salidas... hace preguntarme: ¿a qué se debe? ¿qué
está produciendo esta huella tan humillante?,
¿cómo cambiamos esta situación?...
Este ver no es para dominar sino para amar. Por
eso esta pedagogía del ver, tan característica de
los movimientos, me ayudó a encontrar a Dios
que se deja ver en la vida. Muy distinto a como
fuimos educados: predicar, aconsejar, adoctrinar, dar soluciones («por algo estudian tanto»,
dice la gente) convencidos que lo que tenemos que decir es siempre más importante que
lo que tenemos que escuchar.
Me descubrirá desde el Evangelio, que ninguna persona por desgraciada que sea, ningún
pueblo por pequeño y pobre que sea... es
«tierra maldita», sino que por esa Encarnación
de Jesús lo veremos como «tierra de gracia»,
como tierra donde ha crecido la cizaña pero
no faltan espigas que cultivar, no faltan tesoros que encontrar, ovejas que coger al hombro, hijos pequeños-pródigos que abrazar,
samaritanas que escuchar, zaqueos que acoger... Es la mística que me ha aportado el movimiento y tanta gente -consiliarios y militantes- de abrir esperanza contra toda esperanza,
porque nos hemos dado cuenta que todo
persona es asunto de Dios.
Esta clave experimentada en mi ministerio es
mucho más que un método inteligente, educativo y humanizador. Es una forma teologal
de vivirme en cristiano y de encarar en cristiano todo lo concreto de la vida.
La educación de la mirada, dicho con palabras
traducibles, es como si pasara por una espiral
que sale de mis ojos, atraviesa lo real, lo singular, lo concreto de la vida y vuelve al corazón: testigo de una historia de gracia que está
aconteciendo en... las personas, los pueblos,
esfuerzos, fracasos, avances...
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
Esta mirada se hace lectura creyente -esfuerzo
permanente por descubrir el rostro de Dios
en la entraña, en lo que está pasando en esa
realidad- y actuar con corazón convertido para
ir haciendo posible en mi vida «que se haga tu
voluntad».
CUESTIONARIO
Una vez leído el texto y las monografías:
Según los textos, indica los rasgos más destacables de la aportación de la Acción Católica
al ministerio sacerdotal.
z
Una espiritualidad de encarnación. Formar
parte del mundo y amarlo.
z¿Qué
te ha aportado a ti la Acción Católica,
personalmente y en el desarrollo de tu ministerio?
El contacto con los militantes, los encuentros,
las publicaciones, los ratos de oración... me ha
llevado a que el pueblo es la parcela de mi
propia existencia. Y me he dado cuenta que,
sobre todo los curas, tenemos que adquirir
derecho de ciudadanía y tan desde las entrañas de misericordia hemos de hacer el transvase entre la vida de la gente y nosotros, que
lleguemos a experimentar que la propia fidelidad al evangelio se notará por la encarnación
Concreta algunos aspectos que han mejorado gracias a lo que te ha aportado la Acción
Católica.
z
- 14 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
JUZGAR
III. CONTRIBUCIÓN DEL SACERDOTE DIOCESANO
A LA NUEVA ACCIÓN CATÓLICA
D. Victorio Oliver.
a conocerla de primera mano es un derecho
y es deber del sacerdote diocesano.
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante.
Ponencia Encuentro de sacerdotes
El Escorial, 18 de abril de 2006
z
Nacida en la misma matriz y seno que el sacerdote diocesano, criada para apostar por el fin
general de la Iglesia Diocesana, la Acción Católica le pide al sacerdote diocesano que sea
acompañante suyo en los caminos de la evangelización. Le pide su ayuda. Que sea su consiliario. Por hacer igualmente un listado de peticiones, consigno sólo algunas, que van anejas
al trabajo y responsabilidad del consiliario.
z
La Acción Católica le pide al consiliario que
le ayude a ser la Acción Católica, que ha nacido en la Iglesia, ha crecido en ella, vive para ella. A ser y también a vivir y realizar hoy
su misión necesaria.
z Le pide que le acompañe a ser, decía, porque sin la presencia del sacerdote no existe
la Acción Católica. Un grupo de Acción Católica, por supuesto con el consiliario, es una
imagen en pequeño de la Iglesia diocesana.
La presencia del sacerdote, haciendo el camino junto a los laicos, no es por considerarlos como menores de edad, sino porque no
es Acción Católica sin el sacerdote.
Una primera petición que formula la Acción
Católica a cualquier sacerdote diocesano es
que se aproxime a conocerla hoy y que no
viva con el recuerdo de modelos superados
del pasado. Que se detenga y tome tiempo
para conocerla de cerca.
Como punto de referencia copio un número
del CLIM (nov. 1991) Es el 95. «...la Christifideles laici sólo cita de forma explícita la “Acción Católica”. Esta particular referencia
concreta no debe extrañar, ya que la Acción
Católica, de acuerdo con la doctrina de las
cuatro notas, no es una asociación más, sino
que en sus diversas realizaciones -aunque
pueda ser sin estas siglas concretas- tiene la
vocación de manifestar la forma habitual
apostólica de “los laicos de la diócesis”, como organismo que articula a los laicos de
forma estable y asociada en el dinamismo de
la pastoral diocesana. Con razón, Pablo VI
inicialmente y últimamente y con frecuencia
Juan Pablo II han calificado la Acción Católica como “una singular forma de ministerialidad eclesial”».
z
Porque el sacerdote le asegura la Eucaristía y
los sacramentos, le parte el pan de la Palabra, ora la Palabra y con ella confronta su actividad en la revisión de vida, el sacerdote
consiliario asegura el acompañamiento comunitario y personal de sus miembros, hace
el camino con ellos, con ellos aguanta el sol,
el frío o el calor ardiente de las arenas del
desierto y las muchas esperanzas, el consiliario garantiza a la Acción Católica la cercanía del obispo, presencia necesaria para ser
Acción Católica. Sin obispo no hay Acción
Católica. El consiliario, por eso, es otro nudo
fuerte que une a la Acción Católica con el
ser y la misión de la Iglesia diocesana, de su
proyecto pastoral, que es el proyecto primario de la Acción Católica.
z
Otra petición es que la anime a ejercer de
adulta en la Iglesia diocesana, a aceptar su
responsabilidad, que lleva consigo el esfuerzo por evangelizar y hacerlo con gozo, y
lleva consigo el aguante necesario del misionero maduro, y la formación continuada
y el mantener la comunión con la Iglesia y
con los otros Movimiento de la misma Acción Católica o de la Iglesia.
z
Es cierto que al mismo sacerdote le pide
amor, esfuerzo, paciente dedicación, cerca-
Y se podrían recoger las abundantes referencias a ella en los escritos de estos Papas.
Conocer la Acción Católica supone tener en
las manos las Bases y Estatutos aprobados
por la Conferencia Episcopal en Asamblea
Plenaria y después de rigurosos debates y
diálogos amplios. Fue el año 1993. Acercarse
- 15 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
nía, esperanza. Es más, en algunas ocasiones
se le pedirá al sacerdote que él mismo sea el
iniciador de la Acción Católica, y la haga nacer, porque ha comprobado su necesidad.
vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron» (Lc 10, 24).
Parroquia y Acción Católica
Algo así está pidiendo la Acción Católica al
sacerdote diocesano. No pide privilegios, sino
trabajo. ¿No le dará el sacerdote su apoyo, su
acompañamiento, cuando es impresionante lo
que es y lo que ofrece a la vida de la Iglesia
diocesana?
A mediados de los años 80, Agustín y yo, asumimos la tarea pastoral como titulares y unificamos, lo que jurídicamente son dos, en una
parroquia para ser creíbles en la unidad y eficaces en el trabajo pastoral. Desde el principio vivimos y compartimos la misma casa y
bienes, forma de vida que no es independiente de la misión que tenemos. En el transcurso
del tiempo se fueron uniendo otros compañeros, que por diversas circunstancias hoy
están en otros pueblos.
FICHA DE TRABAJO Nº 4
MONOGRAFÍA 1
Desde esos años fueron apareciendo unas
opciones claras:
Los consiliarios somos unos privilegiados al
acompañar los procesos de los militantes y
ver cómo Dios va trabajando desde el Espíritu
del Resucitado tanto en el grupo como en las
historias de las personas concretas.
z
«Yo te bendigo, Padre, señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla... Dichosos los ojos que ven lo
que vosotros veis» (Lc 10, 21)
una parroquia comunidad: entendíamos que
es la comunidad la que tiene que evangelizar. Los cauces abiertos en la parroquia serán plataforma donde la gente se reúne, se
conoce, comparte y evangeliza.
z la promoción de los laicos/as: en una doble
dirección, de corresponsabilidad dentro de
la iglesia (evangelizar, servir a los pobres y
celebrar) y de presencia en la vida pública
para transformar la realidad según Dios quiere.
Somos tantos, los que acompañando algún
grupo, hemos experimentado esto que dice
Jesús. ¡Cuántas cosas se revelan a la gente
sencilla y cuántas cosas ocurren en la pequeñez! Asistimos cómo el que acontece se hace
presente en lo acontecido de los militantes:
cambios en la actitud, mirar la vida de manera
nueva, compromisos inusitados, explicación
de la Palabra de Dios, la persona nueva que
alumbra, los lazos de fraternidad que crecen...
Los consiliarios nos vamos haciendo testigos y
notarios de todo lo que va ocurriendo en el
interior del grupo, y, en algunos momentos
determinados,
hacemos
recuerdo
conmemoración- de las cosas que han ido sucediendo en esta historia personal y grupal.
z
opción clara por los Movimientos Apostólicos de AC: como cauces propios y necesarios para un acompañamiento de los laicos.
En estos momentos hay: cinco grupos del
MRC, uno en iniciación; dos de jóvenes de
la JEC (iniciación); y tres, iniciación también,
de jóvenes rurales (MJRC).
z
un trabajo eclesial conjunto de Arciprestazgo: a partir del año 1983 los sacerdotes que
estábamos en este Arciprestazgo apostamos
porque el mismo fuera una fotografía de lo
que a nivel parroquial trabajábamos, incidiendo en una línea misionera.
Mutua incidencia de la parroquia y la Acción
Católica
Esta memoria nos ayuda a no precipitar los
procesos ni a distorsionar los ritmos, a saber
respetar y secundar los diversos tiempos de
las personas, del grupo, de la acción de Dios.
Y, sobre todo, a rezar, gozosos porque «muchos profetas y reyes quisieron ver lo que veis
Después de unos primeros años de mutua
desconfianza e incomprensiones entre los
que estaban en grupos del Movimiento -hay
que notar que muchos venían del mundo de
los alejados- y los cristianos de «toda la vida»
- 16 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
oración durante el curso de todos los grupos
de la parroquia...
que poco a poco se iban incorporando a Cáritas, catequesis, pastoral de la salud, cofradías
reconvertidas... desde entonces para acá se
han dado muchos pasos:
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
Nosotros, como párrocos, nos sentimos responsables de la unidad de la comunidad parroquial, (antes coadjutores era como estar
fuera de contexto). Los obispos, que hemos
tenido, han estado cercanos y alentando esta
línea de trabajo.
MONOGRAFIA 2
Cuando siendo diácono en un pueblo de
7.000 habitantes, el vicario me comunicó que
debía incorporarme a la zona pastoral de
Campo de Romanos y Ribera del Jiloca (los 16
pequeños pueblos de 800 hab.), el mundo se
me vino abajo, ¿qué iba a hacer yo pastoralmente en aquellos pueblos?, fue la primera
pregunta que surgió en mi corazón...
Los militantes han ido asumiendo las opciones del MRC y demás movimientos, entre
otras la de ser Iglesia para evangelizar el
mundo rural.
Los demás feligreses de la parroquia porque
ven a los militantes de los Movimientos en el
Consejo Pastoral, catequesis, Caritas, cofradías, encuentros de oración, eucaristía del domingo...
Enseguida comprendí, que el seguimiento de
Jesús de Nazaret, en mi caso, pasaba por ser
fiel a las notas de identidad que había aprendido y asumido en la Acción Católica. Así que
me propuse el objetivo de adaptarlas a aquella realidad. Tuve la gracia, de que mis antecesores en la zona, también estaban unidos a la
AC (Junior y JOC) y ellos mismos habían elaborado un proyecto pastoral, donde era fácil
encontrar: el protagonismo de los laicos, la
formación de los adultos, la unidad pastoral
de todos los pueblos- parroquias, etc.
Teniendo en cuenta la experiencia de todos
estos años, la necesidad acuciante del paso de
una parroquia de cristiandad a una parroquia
misionera y lo que nos dicen nuestros obispos:
«Las parroquias, según las circunstancias, acogerán a las asociaciones, pequeñas comunidades eclesiales y movimientos especializados y
establecerán los necesarios cauces de corresponsabilidad, participación y colaboración.
Así que cuando leo en un documento que:
«...el fin apostólico de la AC es el mismo que el
de la Iglesia: la evangelización, para llevar el
Evangelio a todos los ambientes», recuerdo al
equipo de celebrantes de la Palabra en ausencia de presbítero, laicos que nos acompañan
en la misión de anunciar cada domingo la Palabra de Dios en todos los pueblos, haga calor,
frío o niebla, y que son un verdadero estímulo
para los sacerdotes que hemos pasado por esta
zona, por su fidelidad, constancia y eclesialidad; así como un reto para nosotros a la hora
de dar respuesta a sus dudas o lagunas eclesiales o teológicas, en la reunión semanal que
tenemos para orar y compartir lo que vamos
viviendo y celebrando en nuestros pueblos.
Por su parte, las asociaciones y movimientos
promoverán la corresponsabilidad y participación del conjunto de los cristianos y de sus
miembros en la parroquia, donde se concreta
la comunión de nuestras comunidades evangelizadoras» (CLIM 106).
Vemos muy positivo la aportación de los Movimientos de AC en la parroquia y de ésta a
los Movimientos. Principalmente: en la aceptación plena de los Movimientos de AC aportando su peculiaridad de evangelización en
los ambientes, las herramientas propias de la
AC incorporadas a los demás grupos, la apertura de actividades (Día del Mundo Rural, cursillos, materiales, pedagogía) al resto de la
parroquia, mentalidad creciente de estar presentes como laicos en las plataformas del
pueblo (AMPAS, sindicatos, asociaciones...),
alegría por la presencia de jóvenes militantes
en los cauces parroquiales, encuentros de
Recuerdo también las Eucaristías en Fombuena, en una iglesia que amenaza ruina y con
dos mujeres mayores como son Ramona y
Asunción, que junto con Manuel son los tres
únicos habitantes de este pueblo. Alguien se
preguntará, y ¿por qué perder el tiempo con
- 17 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
falta de esperanza. ¡Qué bonito y qué duro
resulta, a veces, vivir y predicar la comunidad!
Especialmente, cuando ves que un pequeño
desencuentro, puede tirar por tierra años de
trabajo comunitario... pero también, lo contrario, como desde ese ir, vivir y trabajar todos
como uno, vas sembrando la semilla del encuentro, la común- unión, el trabajo conjunto y
repartido... y todo ello se descubre en la felicidad y en la alegría que se derivan de esa fe y
esa vida, celebrada y compartida.
los últimos habitantes de este pueblo? La respuesta es clara: ellos, con su presencia, su fe y
su sencillez de vida, me evangelizan a mí cada
vez que voy a verlos.
Y cuando alguien me habla «del protagonismo
de los laicos» vienen a mi cabeza: Consuelo:
sacristana, ecónoma y coordinadora de la vida
eclesial y pastoral de Villanueva; o Mainar:
donde está Cecilio, el sacristán, Angelines, la
que canta, Lucía de Cáritas, Apolonia, la responsable de la pastoral de la salud; o Ana,
joven de veinti pocos años que vive en un
pueblo de 20 habitantes y trabaja de psicóloga
(a contratos de 6 meses) y voluntaria, todo el
año, en la cárcel de Daroca...
Y siempre «en comunión con el ministerio
pastoral», con el resto de la Iglesia y con nuestro hermano mayor, el pastor de nuestra Diócesis de Zaragoza, Manuel. Siendo consciente,
que no soy más que un mero continuador de
una misión empezada y desarrollada, por otros
muchos que me precedieron, y que en cualquier momento, por la disponibilidad y el sentido de misión con que vivo el ministerio pastoral puedo ser enviado a otra zona, para seguir cumpliendo con el fin primordial de la
Iglesia, que no es otro que el de la evangelización.
Cristianos y cristianas, sin mucha formación,
pero con una fe recia y sólida a prueba de
toda tentación o moda, y que a pesar de todos
los cambios que han experimentado desde el
Concilio Vaticano II en su modo de entender
la fe y la Iglesia, siguen siendo fieles a la misión y al ministerio que han recibido en su
respectiva y pequeña iglesia local.
Así que cuando alguien me dice, en plan de
cachondeo, esa frase de Isaías que tanto utiliza, desde hace unos años, la AC: «Algo nuevo
está naciendo... ¿No lo sentís?», yo les respondo que sí, que en la frontera y en los márgenes, es más fácil descubrir esa Iglesia pobre
y nueva, cerca de los que a casi nadie importan, como son en mi caso, las personas mayores y los que deciden quedarse a vivir en unos
pueblos sin apenas servicios y oportunidades.
Tengo claro todo el bien que, estas y otras
personas, han recibido de la Iglesia al descubrir su vocación laical e intento, desde las
pequeñas estructuras eclesiales y sociales que
disponemos, el favorecer la participación y la
implicación de algunos de ellos en el ámbito
asociativo del mundo rural, desde una opción
de fe y desde un acompañamiento cercano,
por mi parte, basado en la comunicación
constante, en la escucha de sus problemas y
bloqueos y en el ánimo esperanzado, para
que perseveren en el compromiso adquirido.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
José Luis Lázaro. Consiliario del MJAC.
Diócesis de Zaragoza.
O cuando escuchas que tenemos que estar
«unidos a la Iglesia para vivir mejor la comunión eclesial...», el corazón se me acelera y
aparece esa pequeña y frágil criatura con 6
años de vida que es, la Coordinadora de Parroquias del Campo de Romanos y Ribera del Jiloca, un espacio de encuentro, formación, ayuda
y celebración de la fe y de la vida, de todos los
que vivimos en estos pueblos y nos sentimos
creyentes... Un lugar para que caigan los muros
levantados, desde hace muchos años atrás,
entre pueblos separados por un kilómetro; un
espacio para rezar juntos, cristianos que no
sabían compartir su fe en comunidad; una isla
para seguir soñando, compartiendo y alentando la Buena Noticia del Amor de Dios en un
territorio, castigado por la despoblación y la
CUESTIONARIO
Una vez leído el texto y las monografías:
¿Cómo es tu relación con los militantes de
Acción Católica? ¿Qué tipo de acompañamiento realizas, tanto personalmente como al
equipo?
z
¿Los militantes están comprometidos en la
pastoral parroquial? ¿En qué áreas?
z
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
¿Cómo ha influido tu ser consiliario de Acción Católica en el modo de enfocar la pastoral parroquial de conjunto?
z
- 19 -
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
ACTUAR
UN ESTILO: FRATERNIDAD SACERDOTAL DIOCESANA (I)
D. Victorio Oliver.
Iglesia en situación de pobreza, reclama fe,
mucho ardor, horas de oración. Invocar el
Nombre del Señor y en ese mismo Nombre
salir a la ciudad, a los pueblos, por los caminos de los hombres, decía Jesús. Reclama lucidez de visión teológica del ser y la misión de
la Iglesia. Lo primero, acaba de decir el Papa,
es amar, amar con la mirada de Cristo. Es la
respuesta de Dios a un mundo indiferente,
desafiante, hostil, constructor de nuevas babeles y de imponentes becerros de oro.
Obispo Emérito de Orihuela-Alicante.
Ponencia Encuentro de sacerdotes
El Escorial, 18 de abril de 2006
La conclusión de mi reflexión, avalada también por las monografías, es que ser consiliario en la Acción Católica es un modo extraordinario de servir a la Iglesia diocesana. Ser
párroco o vicario no agota las posibilidades de
ser sacerdote y de ejercer el ministerio sacerdotal en la Diócesis o en la parroquia. Así está
recogido en documentos de la Iglesia. Es más,
ser consiliario anuda al ser diocesano, aporta
a la parroquia esperanza, refuerza el compromiso evangelizador, es respuesta adecuada y actual a la responsabilidad misionera.
Es hora de amar intensamente a la Iglesia diocesana y quien bien la ama no se encierra en
cómodas mesas camilla, sino que le urge la
pasión por evangelizar.
Está reclamando, ¿no lo veis?, sacerdotes y
laicos unidos en la misma misión, con un testimonio contrastado, capaces con la gracia de
cargar también con la cruz.
Terminaba el apartado anterior hablando también de la necesidad de acoger y tomar en serio a la Acción Católica. Muchas veces hemos
recordado que hubo un momento en que la
Iglesia en España pidió para las parroquias la
ayuda de los Movimientos y, por supuesto, de
la Acción Católica para realizar y cumplir su
misión evangelizadora. Se hablaba de la Parroquia evangelizadora. Esta voz se escuchó hace
años. ¿Qué ha hecho, desde entonces, la parroquia?, ¿qué ha hecho la Acción Católica?
Os estoy hablando de algo enormemente
serio y en nada os es desconocido. Os estoy
hablando de la Iglesia que ama. Os estoy describiendo de nuevo a la Acción Católica. No
os hablo de teorías. Ahí están los Estatutos de
la Acción Católica, que redactamos unidos los
obispos y los movimientos de Acción Católica,
que sancionó la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, y tienen todo el vigor de
esta aprobación.
En estos años, además, nuestra sociedad está
sufriendo un vuelco impresionante, que afecta de lleno a la misión de la Iglesia. Crece el
desierto. Fuentes fecundas en otros tiempos
hoy están secas. Han sido demolidos muchos
valores. ¿Quién se acerca con esperanza y con
dolor también a las familias, a los jóvenes, al
mundo obrero, a los mismos niños? La tentación de replegarse es permanente o la declaración de impotencia. La parroquia necesita
esta inyección de valor y coraje, que han de
llevar a hombros sobre todo los seglares.
Si esto es así, no dejo de preguntarme, por
qué sigue existiendo el recelo en tantos sacerdotes o el desinterés. Las mismas monografías recogen este dato con el dolor de algo
que escuece. ¿Qué razones se dan? ¿Qué está
haciendo por responder adecuadamente la
Acción Católica?
Le pido fuertemente al Señor que despertemos
todos. El sacerdote diocesano, el párroco y los
vicarios han de ver la mano amiga de la Acción
Católica y tener la experiencia de que es una
unión fecunda. Es una responsabilidad no
asumir el proyecto y la experiencia que tiene
en su vida evangelizadora la Acción Católica.
Quiero preguntarle a la Acción Católica si está
oyendo este clamor. Y es que, a veces, ni el
clamor existe.
Me atrevo a afirmar que es la hora de la Acción Católica y a decirlo con voz clara, una vez
más. Las monografías lo confirman. Esta situación, que ha colocado en muchas partes a la
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
herramientas de la AC sino la presentación de
la misma como el cauce diocesano por excelencia de promoción y participación de los
laicos: «La AC, de acuerdo con la doctrina de
las cuatro notas, no es una asociación más,
sino que en sus diversas realizaciones tiene la
vocación de manifestar la forma habitual apostólica de “los laicos en la diócesis”, como organismo que articula a los laicos de forma
estable y asociada en el dinamismo de la pastoral diocesana» (CLIM 95).
FICHA DE TRABAJO Nº 5
MONOGRAFÍA 1
Diócesis y Acción Católica.
No tenemos casa propia, nuestra casa es la
Diócesis. El fin general de la Iglesia no lo vivimos en abstracto, sino en un tiempo y lugar
concreto, hoy y aquí, en la diócesis de Plasencia. Esto pertenece a nuestra identidad más
honda. Somos consiliarios diocesanos. Por
eso la Acción Católica consolida el trabajo en
la misma comunidad diocesana, en el Arciprestazgo y en la parroquia, porque nuestro
fin es su fin y nuestra casa es la suya.
Con lo que he llegado a una conclusión: En
estos tiempos que corremos, existe entre muchos sacerdotes, la dolorosa experiencia de
una cierta incapacidad para encarar una pastoral y parroquias misioneras, tan necesarias en
una sociedad secularizada, para responder con
coherencia en nuestro ministerio. No acertamos con el camino ni con las herramientas.
Nos asalta entonces la tentación: en algunos de
ignorar la crisis actual y seguir con lo de siempre, en bastantes trabajar honradamente pero
solo ad intra y en la gran mayoría -se constata
en todas partes- en buscar los lugares confortables. De ahí que la diócesis necesita a los
Movimientos de AC (jóvenes y adultos) y los
Movimientos de AC necesitan a la diócesis.
Estas líneas anteriores pueden parecer una
declaración de principios, sin embargo a todos los consiliarios que conozco, no solo en
mi diócesis sino también en la provincia eclesiástica de Extremadura, incluido el que escribe, nos creemos eso y más y más.
Aunque hable a título personal, bien se puede
entender que incluyo a los demás consiliarios
de esta diócesis -ocho en concreto de la JOC,
HOAC, MRC, JEC y MJRC- que apreciamos
nuestra tarea y aportamos nuestra experiencia
a la diócesis como «de este tesoro que llevamos en vasijas de barro, para que se vea que
esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no
viene de nosotros» (2 Cor 4, 7-8).
La diócesis necesita a la AC para:
z
Mi estilo, nuestro estilo, de implicación en la
diócesis no es de «los que andan millas y millas por hacer un prosélito», era la advertencia
de Jesús, sino «como la levadura que metió
una mujer en medio del quintal de harina y
todo acabó por fermentar» (Lc 13, 21).
Evangelizar a los alejados. Hacer presente a
la Iglesia en los diversos ambientes: familia,
cooperativas, sindicatos, asociaciones, partidos, deporte, Institutos, barrio, pandilla de
amigos... «...sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los
fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como “caridad social”» (Encíclica Dios
es Amor 29)
z
Para transformar el mundo según Dios,
«...Para animar cristianamente el orden temporal -en el sentido señalado de servir a la
persona y a la sociedad- los files laicos, de
ningún modo pueden abdicar de la participación en la «política»» (ChL 42)
z
Para traer la vida a la diócesis: al reciente
Sínodo, que nuestro obispo ha llamado el
«Sínodo de los laicos» por su despierta y
eficaz participación, al Consejo Pastoral
Diocesano, en la Comisión Diocesana de la
AC, el Foro de Laicos... y desde ahí proponer, iluminar, denunciar, rezar, guiar.
Veamos algunas señales:
La AC nos ha embarcado, no en solitario, sino
en una barca compartida. Nuestra aportación
a los planes diocesanos de pastoral ha sido,
en algunos momentos, decisiva. Advirtamos
que en estos momentos cuatro consiliarios
somos arciprestes, dos son vicarios de pastoral y uno es delegado de Apostolado Seglar.
Desde mi experiencia apostólica en las reuniones diocesanas he ofrecido no solo las
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Equipo de Consiliarios
z
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
Para impulsar la experiencia de laicos, religiosas y sacerdotes que trabajan en la AC
poniéndola al servicio de la pastoral misionera de nuestra diócesis.
Ser consiliario de un equipo de jóvenes militantes, requiere sobre todo tener una presencia de calidad en los momentos importantes de
su vida, saber estar cercano en lo pequeño y
en lo grande, en los raticos buenos pero también en los malos, dedicar un tiempo a su formación, al acompañamiento espiritual, a que
vivan con motivación (y no como frustración)
su pertenencia a la Iglesia... y aquí encontramos el peor enemigo de los curas: el tiempo.
¿Cómo compaginar las celebraciones litúrgicas
en un mundo rural diseminado, con el tiempo
de fin de semana que te reclaman los jóvenes?
Difícil respuesta. Haciendo lo que uno puede:
aceptando la comprensión de quien te conoce
y te ve casi todas las semanas, quedando para
«charrar» agenda en mano, y, a veces, «abusando» del coche para estar un rato presente
en algún momento importante de la vida del
grupo. Para mí esto es un auténtico camino de
conversión, de humildad, de sentirme pequeño para tan grande labor y tarea que el Señor
me ha confiado.
La AC necesita a la Diócesis:
z
Para no estar enclaustrada, o ser considerada como gueto; si no está en comunión con
la comunidad, tampoco el pueblo acabaría
de recibirla.
z
Para vivir la dimensión eclesial, en comunión con el obispo, diócesis, arciprestazgo,
parroquia. De hecho cada curso la Comisión
Diocesana de cada Movimiento visita al
obispo para compartir los programas, la
marcha, el calendario...
z
Para ser evangelizada por la Comunidad
Diocesana y para evangelizarla a ella.
z
Para actuar en su nombre y hacerla visible
en sus ambientes.
z
Para crear el caldo de cultivo en otros sacerdotes y parroquias, se pueda iniciar y salgan otros militantes.
Uno de los aspectos más bonitos que he descubierto, en este año que llevo como cura, es
el vivir la propia vida desde la alegría y la gratitud de saberme enviado por Cristo (y la comunidad) a la Iglesia y a la AC, para que otros
descubran por medio de mi pobre testimonio
de vida cristiana, el amor y la salvación que
Dios tiene para cada uno de nosotros.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
MONOGRAFÍA 2
Y toda esta vivencia eclesial y de fe, siendo
compartida y vivida con otros hermanos sacerdotes consiliarios de AC. ¡Cuánto bueno
he recibido en la multitud de militantes cristianos y consiliarios de ACG y Especializada,
que el Padre ha ido poniendo en mi camino a
lo largo de los años! Cada uno desde su ambiente, desde su situación, pero compartiendo la misma fe en: campañas eclesiales y sociales, celebrando juntos la Eucaristía en Pentecostés, acompañando militantes, etc.
El ser Sacerdote Diocesano y Consiliario de
AC: una gozada y una entrañable complicación de vida.
Así lo vivo yo, desde el gozo de saberme un
privilegiado que puede compartir su vida de
fe y su ministerio con unos militantes cristianos, que le escuchan, le aportan y le interpelan en su modo de estar y vivir su ministerio, a
lo largo de todo el curso. El equipo de militantes es, para mí, un espacio para crecer como
persona, como creyente y como cura; donde
intentas (a veces torpemente) acompañar la
vida y la fe de unos jóvenes, que como tú,
están sujetos a todo tipo de dificultades y problemas, pero que a pesar de todo, quieren
vivirlos desde la fe y desde el descubrir la
presencia de Dios Padre en todo acontecimiento de su vida.
A veces, también, uno experimenta con sufrimiento y dolor, la incomprensión por parte
de algunos compañeros sacerdotes, que consideran todo el trabajo y el esfuerzo con los
laicos y la presencia de la Iglesia en el mundo,
como un “capricho personal” o un “tiempo
libre perdido”.
Esta es parte de una cruz que nos toca vivir a
quienes sentimos que sacerdocio y laicado son
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
dos formas de vida que se complementan
(como decía el título de una anterior jornada
en este mismo lugar) y se necesitan para hacer
realidad el Reino de Dios en nuestra historia.
No obstante, la inserción diocesana que me
hace participar (a veces con esfuerzo) de los
retiros y reuniones de formación en la Vicaría,
de asistir a las reuniones de los Equipos de
Consiliarios Diocesanos de AC, de revisar mi
vida en un grupo, de asistir y colaborar, en la
medida que puedo, de las actividades que programa la Pastoral Juvenil Diocesana... todas
estas presencias hacen que aquellos que ven el
ejercicio de la consiliaría como un «capricho»,
al menos, se cuestionen algo más.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
José Luis Lázaro. Consiliario del MJAC.
Diócesis de Zaragoza.
CUESTIONARIO
Una vez leído el texto y las monografías:
¿Qué piensan tus compañeros sacerdotes
(de la parroquia, arciprestazgo o vicaría) acerca de que seas consiliario de Acción Católica?
z
¿Llevas a cabo alguna iniciativa para que
descubran también la riqueza que ofrece la
Acción Católica al ministerio sacerdotal?
z
Después de toda esta «parrafada», que sin
quererlo me ha salido, pues aquí tenéis un
cura cuya vida y vocación no se pueden entender sin ese regalo de Dios, sin esa caricia
de amor, que ha sido para mí, y lo sigue siendo, la Acción Católica.
¿Qué acciones habría que emprender para
potenciar la Acción Católica en nuestra diócesis?
z
Gracias por haberme dado la oportunidad de
«recordar» (volver a traer al corazón) el paso
de Dios Padre en mi historia de salvación a
través de esta sencilla comunicación.
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
ACTUAR
UN ESTILO: FRATERNIDAD SACERDOTAL DIOCESANA (II)
CARIDAD PASTORAL
Y FRATERNIDAD PRESBITERAL
C) Partiendo de varias afirmaciones del Vaticano II procederemos por los siguientes pasos
expositivos. Expondremos en la misma introducción la diferencia radical existente entre
fraternidad de los presbíteros y clericalismo.
Enunciaremos escuetamente las razones válidas pero insuficientes para fundamentar nuestra específica fraternidad presbiteral, que modela y modula la fraternidad básica de todos
los bautizados, que es la fundamental. Recogeremos a continuación las afirmaciones básicas
de la teología de la fraternidad presbiteral. En
ellas resplandecerán la naturaleza y los motivos de dicha fraternidad. Aludiremos después
a algunas dificultades reales que debilitan su
calidad evangélica. Evocaremos, en fin, algunos
criterios prácticos y tareas concretas que inspiren y den cuerpo a una fraternidad realmente
vivida.
MONS. JUAN MARÍA URIARTE
Obispo de San Sebastián
1. Introducción
A) La fraternidad sacramental del presbiterio
no es un asunto ajeno a la Caridad Pastoral o
lejanamente relacionada con ésta. PDV 23 nos
dice: «Dentro de la comunidad eclesial, la Caridad Pastoral pide y exige al sacerdote de manera particular y específica una relación personal con el presbiterio, unido en y con el Obispo, como dice expresamente el Concilio (P0
14): la Caridad Pastoral pide que, para no correr
en vano, trabajen siempre los presbíteros en
comunión con los Obispos y con los otros
hermanos en el sacerdocio». La presente conferencia se propone ahondar no sólo el por
qué de esta afirmación, sino también el estilo
(el cómo) que la Caridad Pastoral imprime a
esta importante dimensión de nuestra vida.
D) Los textos del Vaticano II
B) La relación de los presbíteros entre sí es
uno de los puntos importantes de la teología
del presbiterado, no el único. Es preciso articularla siempre en el conjunto de relaciones
vitales que constituyen el tejido mismo de la
vida y ministerio presbiterales:
z
la relación, originaria y fundante, con Cristo
z
la relación con la comunidad eclesial (la
iglesia particular o diócesis, el Obispo de
esa iglesia, la comunidad concreta encomendada al sacerdote, el laicado y la vida religiosa de la diócesis, la Iglesia Universal
z
la relación con la sociedad en la que está
inscrita y particularmente con los pobres.
Todas estas relaciones se entrelazan y se esclarecen mutuamente en una teología bien
equilibrada.
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z
PO 8: «Los presbíteros constituidos por la
ordenación en el orden del presbiterado, se
unen todos entre sí por íntima fraternidad
sacramental. Pero especialmente en la diócesis a cuyo servicio se consagran bajo el Obispo propio, forman un solo presbiterio, porque aunque se entreguen a diversos menesteres, ejercen, sin embargo, un solo ministerio sacerdotal en favor de los hombres».
z
LG 28: «En virtud de la sagrada ordenación y
misión común a todos los sacerdotes están
ligados entre sí por una íntima fraternidad
que debe expresarse espontáneamente en
la mutua ayuda espiritual y material, pastoral
y personal, en las reuniones y en la comunión de vida, de trabajo y de caridad».
z
CD 16: «Los obispos han de acoger siempre
con amor especial a sus sacerdotes. Éstos,
en efecto, participan de sus funciones y tareas y las realizan con afán en el trabajo de
cada día. Por tanto los Obispos, considerándolos sus hijos y amigos, dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza, han de
Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
La figura noble y austera del presbítero que
nos ha legado la tradición preconciliar nos
evoca «la soledad de un corredor de fondo»
No se trataba de un aislamiento total. Pero la
vida y el trabajo común eran muy escasos. Los
cambios en la Iglesia y en la sociedad han
hecho poco viable esta forma de vivir y trabajar
a la hora de satisfacer las necesidades de todos
los presbíteros y las aspiraciones de muchos
de ellos. Tales necesidades y aspiraciones han
sido recogidas y sistematizadas admirablemente por PDV. (cap VI). La atención y formación
humana, mental, espiritual y pastoral son, al
mismo tiempo, demandas de muchos presbíteros y exigencia para todos ellos. Contribuyen
decisivamente a su «salud integral». Es evidente que un clima de fraternidad entre los presbíteros es origen, signo y fruto de dicha salud
integral. Pero existen aun razones teológicas,
más hondas para fundamentar la fraternidad
presbiteral.
dedicarse a impulsar la pastoral conjunta de
toda la diócesis».
E) Fraternidad, no clericalismo
Esta fraternidad no tiene nada que ver con el
clericalismo, que es justamente su caricatura.
El clericalismo es, entre otras cosas, la versión
eclesiástica del corporativismo que percibimos en determinados colectivos de nuestra
sociedad.
Tal corporativismo se caracteriza por dos insolidaridades. La primera afecta al conjunto
de la sociedad. El grupo con talante corporativista antepone el bien grupal al bien social. La
segunda insolidaridad afecta al mismo grupo.
Parece muy cohesionado hacia el exterior de
sí mismo, pero no lo está en realidad. Las rivalidades internas y la competencia desleal
campean dentro de él.
Es obvio que la genuina fraternidad presbiteral no cae en ninguna de estas dos insolidaridades. Está al servicio de la entera comunidad
eclesial. Induce en los presbíteros un espíritu
de colaboración mutua, no un pugilato de
competencias.
C) El testimonio ante la comunidad cristiana
La fraternidad presbiteral constituye un testimonio edificante para la comunidad cristiana.
Las divisiones, rencillas, incomunicaciones
entre presbíteros o en sus actitudes con el
Obispo desedifican a la comunidad. Un servicio capital del presbítero a su comunidad consiste precisamente en reforzar y restañar los
vínculos de mutua aceptación y colaboración
entre las personas y los grupos que forman la
comunidad cristiana. La fraternidad entre los
presbíteros es un signo plenamente coherente
con esta misión, que queda en parte devaluada
por el contratesmonio de un clero dividido o,
al menos, atomizado. La fraternidad sacerdotal
sería pues un postulado de nuestra caridad
pastoral para con la comunidad cristiana.
2. Razones válidas e insuficientes
A) Una mayor eficiencia apostólica
Es frecuente escuchar que la fraternidad entre
los presbíteros garantiza una mayor y mejor
colaboración entre ellos y, por consiguiente,
una mayor eficiencia apostólica de su ministerio. Posibilitaría, en efecto, una reflexión más
honda sobre los problemas pastorales, una
ayuda humana y espiritual entre los sacerdotes, una acción apostólica más concertada y
una distribución de tareas más acorde con las
cualidades y preparación de cada uno.
Pero, ¿es sólo un postulado o algo de mayor
hondura? La teología de la fraternidad sacramental va a conducimos a una motivación
todavía más fundamental.
Esta es una gran verdad y un gran bien.
Hemos de procurar y mejorar la fraternidad
presbiteral también por esta razón. Pero con
ser muy saludable tal razón, no es todavía el
motivo fundamental de dicha fraternidad.
3. La teología de la fraternidad presbiteral
Vamos a exponer en forma condensada y casi
lapidaria una secuencia de afirmaciones teológicas que esclarecen la naturaleza y constituyen el fundamento de la fraternidad presbiteral.
B) La salud integral del clero
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
1. Todos los presbíteros de la Iglesia pertenecen a una única comunidad presbiteral
colaboración no se agota en aquella que presta a su Obispo.
Hacerse presbítero significa sin más «colegiarse» en el gran grupo de los presbíteros, en
el «orden presbiteral». No se es apóstol, sino
co-apóstol; no se es obispo, sino co-obispo.
Igualmente, no se es presbítero, sino copresbítero. Cada presbítero no es un ser aislado. Está unido a los demás presbíteros y el
signo de esta unidad es su lazo común con su
Obispo. Este lazo entre todos los presbíteros
del mundo es algo más sólido que el que nace
del derecho o de la tarea común. Existe una
especial fraternidad, labrada sobre la fraternidad bautismal, entre todos los presbíteros de
la Iglesia.
El presbítero es por su ordenación colaborador de todo el Colegio Episcopal y, por tanto,
corresponsable de la misión universal del
episcopado. «Cualquier ministerio sacerdotal
participa de la misma amplitud universal de la
misión confiada por Cristo a los Apóstoles.
Recuerden, pues, los presbíteros que deben
llevar en su corazón la solicitud por todas las
iglesias» (PO 10).
3. La gran comunidad presbiteral es una verdadera «fraternidad sacramental»
Todos los bautizados somos sacramentalmente hermanos. Los presbíteros somos por un
título especial y de un modo especial, sacramentalmente hermanos. Por primera vez un
Concilio, el Vaticano II, afirma explícitamente
que la fraternidad de los presbíteros es sacramental, es decir, fruto inmediato del sacramento del Orden recibido.
En consecuencia, una vida presbiteral aislada
del presbiterio, al margen de él, contradice su
propia naturaleza. «El sacerdote tiene necesidad del sacerdote para ser sacerdote». En este
sentido el equipo sacerdotal se impone como
una exigencia. El sacerdocio es «colegiado»
por naturaleza. Yo no puedo ser sacerdote sin
vivir y trabajar con otros sacerdotes. El sacerdote que soy no reconoce en sí la idea que se
había formado al principio: la de un sacerdocio completamente independiente de los demás sacerdotes. (Retif).
En consecuencia la gracia del sacramento nos
capacita para ser hermanos y postula de nosotros un comportamiento fraternal entre los
presbíteros. La fraternidad del bautismo se
hace más densa entre los presbíteros y es más
fuerte que los vínculos de parentesco, de
amistad o de afiliación voluntaria.
2. La gran comunidad presbiteral está esencialmente vinculada al Colegio Episcopal
4. Esta fraternidad se apoya en el único sacramento del Orden
El amplio grupo presbiteral esparcido por el
mundo participa de la misión encomendada
por el Señor al grupo más reducido de los
Obispos, al colegio presbiteral presidido por
el Obispo de Roma. Todos los sacerdotes,
tanto diocesanos como religiosos, están adscritos al cuerpo episcopal y son cooperadores
de dicho cuerpo (cfr. LG 28). El gran grupo presbiteral es como el ramaje necesario y vigoroso
que prolonga y completa el tronco del Colegio Episcopal, «Su razón de ser consiste en
ayudar a los Obispos en su tarea, iluminar su
juicio, prolongar su acción y suplir la imposibilidad en que se encuentra, de conocer y atender por sí mismo a todos aquéllos que están
encomendados a su cuidado pastoral» (Lécuyer).
La imagen espontánea que nos forjarnos del
sacramento del Orden es demasiado individual. Según esta imagen cada presbítero sería
portador del sacramento del Orden un tanto a
la manera en que un individuo es portador de
una prenda de vestir perteneciente a una
misma marca, a un mismo tejido, a un mismo
corte. Estas prendas son iguales a todas las de
la serie, pero individualmente distintas y destinadas a vivir una vida aislada.
No es así en el sacramento del Orden. Aunque el lenguaje para describir las realidades
teológicas es siempre aproximativo, concebimos menos inadecuadamente la realidad teológica del sacramento del Orden cuando
afirmamos que es numéricamente uno en
todos los que participamos en él (Obispos y
presbíteros).
Esta participación del grupo presbiteral en el
Colegio Episcopal incluye, por supuesto, una
estrecha comunión. Este es el sustantivo. Tal
comunión lleva dos adjetivos: la vinculación
de dependencia, y la colaboración. Pero la
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
quien nos lo regala y es el Espíritu quien con
él se nos regala.
Todos somos en la Iglesia y ante el mundo un
único sacramento del Orden. Así como en
cada Eucaristía no se repite el acontecimiento
de la Muerte y Resurrección de Cristo sino
que aquel acontecimiento único e irrepetible
se actualiza y se hace presente en cada lugar y
en cada momento, de modo semejante el único sacramento del Orden se actualiza, en grado diverso, en todos y cada uno de los ordenados.
La oración consecratoria de la ordenación
alude intencionalmente a un pasaje del Antiguo Testamento (Num 11, 17-25) que, de manera
elemental, casi material, pero gráfica, indica
esta unicidad del Espíritu concedido a todos
los ordenados. Ya en el Ritual transmitido por
San Hipólito en el s. III el presbiterio es percibido como algo unitario puesto que unificado
por la posesión del mismo «pneuma» que
habilita a cada presbítero a ser partícipe de la
fraternidad de los presbíteros y de la responsabilidad pastoral del Pueblo de Dios. La imposición de manos del presbiterio sobre el
nuevo recién ordenado significa esta pertenencia al mismo presbiterio habitado por el
mismo Espíritu aglutinador, orientador y santificador del Pueblo de Dios.
Todos formamos el único árbol del Sacramento. Pertenecemos unos al tronco y otros al
ramaje de ese único árbol. Y como todos los
tejidos del mismo árbol tenemos la misma
identidad específica.
5. La fraternidad se sustenta asimismo en la
única misión apostólica
Único sacramento para una única misión: la que
Cristo encomendó a los Apóstoles. Nuestra
misión es pues co-misión. Los presbíteros trabajamos con los Obispos una única heredad.
7. El presbiterio diocesano, lugar eminente de
fraternidad presbiteral
Los presbíteros religiosos cuyas comunidades
están presentes en la Diócesis forman también parte del presbiterio diocesano. Su fraternidad sacramental se hace más densa si
tienen cargo pastoral recibido del Obispo.
Roturamos el mismo campo que pertenece a
un único Señor, aunque cada uno cultiva especialmente un área de esa heredad. Somos
trabajadores de una única «empresa». No hay
«contabilidades independientes».
Pero la densidad sacramental (y por tanto su
carácter de signo eficaz) es máximo en el clero diocesano ordenado al servicio de la Diócesis. «En el ejercicio de la cura de almas ocupan el primer lugar de los sacerdotes diocesanos ya que, incardinados en una Iglesia particular o adscritos a ella, se consagran plenamente a su servicio para apacentar una porción de la grey del Señor; de ahí que constituyen un sólo presbiterio y una sola familia cuyo
padre es el Obispo» (CD 28). Son éstos los que
constituyen el «núcleo duro» del presbiterio
diocesano. Su condición eclesiológica reclama una especial fraternidad entre ellos.
Esta luz teológica desautoriza una concepción
exclusivista de nuestra concreta misión al servicio de una determinada comunidad eclesial
a nuestro cargo. «Los setos entre las parroquias no llegan hasta el cielo». Un presbítero
que sólo se ocupa de su parroquia o comunidad y se desentiende del resto de la Diócesis
o de la Iglesia Universal recorta substancialmente su misión presbiteral y la adultera. Un
presbítero que considera a su comunidad
como algo exclusivamente propio, como un
«coto privado», y considera una intromisión el
cuidado y la preocupación que otros sienten
por ella, desconoce que la misión a él encomendada es co-misión.
Dos rasgos son en ellos especialmente intensos
y fuente de espiritualidad particular. El primero
es su consagración total y perpetua al servicio
de la Diócesis. La incardinación es signo exterior de este interior compromiso vital. La comunidad diocesana es su hogar y su familia.
6. La fraternidad, fruto del único Espíritu recibido en la ordenación
Único sacramento, única misión... y único
Espíritu. Siguiendo fielmente a la Escritura (cfr.
II Tim 1, 6ss), la teología concibe al presbiterado
como un carisma, es decir, un don concedido
a algunos para bien de todos. Este don lo es
en sentido objetivo y subjetivo. Es el Espíritu
El segundo es su vinculación al Obispo. El
Concilio retrata al presbítero no sólo como
colaborador del Obispo, sino como amigo y
como hijo. No existe presbiterio diocesano
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Equipo de Consiliarios
El Consiliario de AC, sacerdote diocesano
van a nacer comunidades cristianas en las
aldeas.
sin Obispo. La pieza clave del arco románico
del presbiterio es el Obispo. Sin él, el arco se
deshace como realidad eclesial. «Vuestro colegio presbiteral está armonizado con vuestro
Obispo como las cuerdas de una lira. Esta
concordia en el amor es como un himno a
Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía).
A cada una de ellas va a ser enviado un presbítero que asumirá casi todas las tareas que en
la ciudad se distribuían el Obispo y su presbiterio. Este presbítero es el, pastor inmediato y
casi total de esa nueva comunidad. Así se garantiza la atención pastoral a todas las comunidades.
8. La fraternidad del presbiterio diocesano
está ordenado a significar y generar la fraternidad de toda la Iglesia diocesana
Pero la diseminación geográfica, la distancia
física y la parcelación en el trabajo van produciendo progresivamente un oscurecimiento
de la conciencia de unidad del presbiterio en
tomo al Obispo y un enfriamiento de las relaciones entre los presbíteros.
Un presbiterio unido entre sí y con su Obispo
no es sólo un buen testimonio para estimular
la comunión diocesana. Puesto que la unidad
del presbiterio es una realidad sacramental
comporta una especial virtualidad del Espíritu
para significar y producir la cohesión de todo
el pueblo de Dios. Lejos de empañar y oscurecer la pureza de este signo sacramental y de
secuestrar su vigor aglutinador con nuestras
divisiones, distancias e individualismos, los
presbíteros estamos llamados por el Señor a
hacerle patente y operante.
Tal oscurecimiento y enfriamiento han subsistido y siguen subsistiendo, con excepciones e
intentos de recuperación, a lo largo de los
siglos. Hoy la facilidad de las comunicaciones,
los avances de la teología del presbiterado, la
necesidad mayor de mutuo apoyo y las exigencias de la acción pastoral pueden y deben
propiciar un redescubrimiento mental, vital y
práctico del presbiterio.
4. Dificultades que debilitan la fraternidad presbiteral
B) Segunda dificultad: la autarquía parroquial
La teología de la fraternidad sacramental es
bella y exigente. Cuando se mira desde ella la
cohesión real de nuestros presbiterios diocesanos puede emerger en nosotros la impresión de que aquella es una teoría utópica o
quimérica o aflorar sentimientos exagerados
de culpabilidad nacidos de una lectura moralista y culpabilizadora.
La dispersión acaecida a partir del siglo IV
facilitaba, ya de por sí, una cierta concepción
autárquica de cada parroquia, que se percibía
a sí misma como un todo eclesial casi completo y conllevaba una gran independencia de su
presbítero con respecto a sus colegas e incluso del mismo Obispo. Tal autarquía queda
consagrada con la aparición más tardía del
llamado «beneficio eclesiástico». La Iglesia
diocesana se parcela en porciones autónomas
que adquieren estructura canónica A cada
una de estas porciones se le asigna un presbítero titular que asume unas determinadas
obligaciones sobre todo cultuales (el «oficio»)
y percibe unas determinadas rentas materiales
(«beneficio»).
En verdad la distancia entre el panorama teológico y el panorama real no es sólo ni principalmente fruto de nuestro pecado. Existen
unas dificultades objetivas, independientes de
las disposiciones subjetivas de los actuales
Obispos y presbíteros.
A) Primera dificultad: la dispersión geográfica.
La diócesis casi se fracciona en piezas eclesiásticas que se poseen en propiedad. El sistema beneficial ha ido desapareciendo, pero
no al mismo ritmo de la mentalidad beneficial.
A menudo cada presbítero se siente casi obispo en su parroquia. Las líneas pastorales diocesanas no son recibidas ni aplicadas operativamente. Las directivas del arciprestazgo cho-
El presbiterio de S. Ignacio de Antioquia o el
de San Policarpo de Esmirna en los inicios del
siglo II está concentrado en el mismo lugar,
concelebra con su Obispo la Eucaristía y
comparte con él la atención a una única comunidad cristiana. A partir de los siglos IV y V
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C) Tercera dificultad: el cruce de mentalidades diferentes e intereses encontrados
En la cohesión de un presbiterio la fuerza unificadora de un obispo y de los servicios pastorales que crean en tomo a si es muy importante. Contribuyen decisivamente con otras instancias en la elaboración de un proyecto pastoral común y en la creación de orientaciones y
subsidios para ponerlo en práctica de manera
diferenciada en los diversos puntos de la geografía diocesana. De este modo contribuyen a
la unidad de la diócesis y del presbiterio.
La mentalidad homogénea, patrimonio de épocas pasadas ha estallado en la sociedad y en la
Iglesia. También entre el clero y en el presbiterio. La sensibilidad teológica, moral y pastoral; la
manera de situamos positiva, negativa o indiferentemente ante la sociedad; las opciones políticas diversas y contrapuestas hacen que los
acuerdos sean difíciles y que los mismos encuentros sacerdotales tiendan a un cierto mínimo de calidad y cantidad o se limiten a almorzar
juntos y tal vez a orar unos minutos.
No siempre estos servicios aciertan en la medida deseable. Pueden ser demasiado débiles,
demasiado teóricos, demasiado desconectados
con las necesidades de los lugares donde se
practica la pastoral, demasiado centralizados.
En otras ocasiones una mirada cargada de prejuicios los percibe no como servicios del obispo, sino como un instrumento de control y de
exigencia desmedida. Evidentemente estas
deficiencias objetivas o subjetivas no favorecen la vivencia de una fraternidad presbiteral.
can con la “aduana parroquial” y son admitidas o rechazadas según sintonicen o desentonen con la mentalidad del presbítero responsable. Poco a poco, sin embargo, va mitigándose la autarquía y van generándose la
interparroquialidad.
En una situación así, la inclinación de bastantes consiste en asociarse según la tendencia:
los presbíteros de mentalidad semejante se
reúnen con gusto y con frecuencia. A veces
movimientos eclesiales extradiocesanos convocan y catalizan estos encuentros.
E) Quinta dificultad: las carencias formativas
El Seminario diocesano ha sido felizmente
calificado como un “presbiterio en gestación”
(L. Trujillo). El sentido comunitario que en él se
vive, la formación teológica que ilumina la
concepción del presbítero como copresbítero, el contacto real y cálido con la
diócesis, con su clero y con su obispo contribuyen decisivamente a la creación de las condiciones de un futuro presbiterio saludablemente unido.
El grupo aglutinador en tomo a la tendencia,
que es legítimo en si y puede incluso ser saludable, corre el riesgo de convertirse en más
importante que el presbiterio y de provocar
mayor adhesión y fidelidad que éste. En ese
momento deja de ser saludable y se vuelve nocivo.
Me parece que, en general, nuestros seminarios del pasado, meritorios en muchas facetas;
han sido deficitarios en estos aspectos. En general, eran más bien colectividades que comunidades. Promovían la fraternidad sacerdotal
con un cierto voluntarismo y pragmatismo, sin
fundamentos suficientemente adecuados y sin
formas de vida adaptadas. La rueda del Seminario tiene que girar a su ritmo, pero articulado
en el engranaje de la diócesis.
No solo influyen las mentalidades. A veces son
los intereses de los presbíteros los que son
contradictorios. Las marcadas desigualdades
económicas entre unos y otros hacen que los
más desfavorecidos se pregunten qué peso
real tiene una fraternidad sacramental que no
interpele el bolsillo de los más favorecidos.
Igualmente las diferencias de rango entre
puestos y puestos suelen inducir en algunos,
con mayor o menor razón, la idea de que hay
en la diócesis “presbíteros de primera” y
“presbíteros de segunda”.
5. Criterios prácticos y tareas concretas
Las necesidades esbozadas, la doctrina expuesta y las dificultades evocadas nos inducen a apuntar, siguiendo la pauta de P.O. 8
D) Cuarta dificultad: la relativa lejanía de las
instancias diocesanas
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Naturalmente tiene el derecho y el deber de
cultivar sus peculiares cualidades espirituales
y apostólicas. Incluso tiene el derecho y el
deber de cierto ámbito de privacidad. El presbiterio o su obispo no deben imponerle un
estilo uniforme que no tenga en cuenta sus
necesidades y querencias.
algunos criterios operativos y algunas tareas
concretas.
A) Criterios operativos
1. Pertenencia al presbiterio
Pero, salvo las decisiones en conciencia, el
presbítero no puede tomar por si y ante si, a
espaldas del presbiterio, opciones que empobrecen la fuerza de éste.
El sentido de pertenencia es un elemento
importante de la conciencia de identidad.
Uno no sabe quien es mientras no sabe a
quién y a qué pertenece, mientras no conozca
sus cinco o seis pertenencias fundamentales y
se adhiera vitalmente a ellas. Una de éstas es
la pertenencia a su presbiterio y a su obispo.
Dedicarse total o parcialmente a un trabajo
civil, escoger tal o cual rama de estudios eclesiásticos, aceptar o rechazar tal o cual propuesta cívica o eclesial, abrir un camino audaz
en la pastoral no son opciones personales
ajenas al presbiterio diocesano. Deben hacerse pensando también en él, conociendo su
parecer y contando al menos con el Vº Bº de
quien lo preside en el Señor.
Se incluye, naturalmente, en un sentido de
una más amplia pertenencia a toda la diócesis.
El sentido de pertenencia al presbiterio y el
reconocimiento afectivo y efectivo de sus
colegas como hermanos sacramentales puede
hacer que las cargas resulten más ligeras y el
yugo sea innecesario. Este sentimiento es aún,
en muchos casos, demasiado débil para generar fraternidad práctica. Tenemos tal vez que
aprender de los religiosos cómo se generan
estos lazos de efectiva concepción solidaria
del ministerio y de la misma vida.
4. Los presbíteros, nuestra prioridad -Pastoral
El primer hermano del presbítero es el pobre.
Después, el presbítero. Esta es la exigencia de
la misión recibida, Hemos de responder con
presteza a aquella pregunta de Dios que resuena en las primeras páginas de la Biblia:
“¿dónde está tu hermano?” Siguiendo las
mismas pautas marcadas por P.O. 8 escribe
Marcelino Legido: “En esta koinonía apostólica vivida en tomo a la mesa del Señor, desde
la misión y para la misión, la mirada debe estar puesta siempre en los hermanos más pequeños: en los que comienzan el ministerio,
en los que están enfermos, en los que se sienten afligidos, en los que están sobrecargados
de trabajo, en los que se encuentran fuera de
su patria, en los que están perseguidos, en los
que padecen soledad, en los que encuentran
dificultades en el ministerio, en los que incluso han fallado y se encuentran hundidos”.
Añadiría: “en los ancianos y jubilados”.
2. Corresponsables de una misión indivisa
El servicio concreto que cada uno ejercita en
un rincón de la diócesis es una determinación
práctica de la corresponsabilidad respecto a la
totalidad diocesana.
Pero tal determinación no ha de confinamos
en ese rincón. Somos responsables de nuestra
parcela y corresponsables del conjunto de la
Diócesis.
3. Interdependientes en presbiterio
El presbítero depende de su obispo, pero es
también interdependiente de los demás presbíteros. El presbítero diocesano secular no es
en la Iglesia local "el joven que se ciñe asimismo y va adonde quiere, sino el anciano a
quien otro ciñe y lleva a donde no quiere" (cfr.
Jn 21). Ha empeñado voluntariamente una parte de su libertad de opciones, de elecciones,
de actividades, de movimientos. Se ha expropiado a sí mismo para la comisión presbiteral.
B) Tareas concretas
También algunas tareas son atinadamente
sugeridas por el texto conciliar P.O. 8. Vamos
a recoger unas cuantas.
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fuerzas con otros presbíteros, bajo la dirección de los que están al frente de la Iglesia”.
1. La hospitalidad presbiteral
Acoger al hermano presbítero en nuestra casa, sentarlo a nuestra mesa, tratarlo familiarmente visitarlo en la suya es una manera práctica de encarnar la fraternidad sacramental.
Naturalmente la evolución de la teología del
laicado y las necesidades y posibilidades del
momento presente nos van conduciendo a
equipos ministeriales mixtos formados por
presbíteros, religiosos y laicos. Sería clericalismo cerramos únicamente a ellos y ceñimos
a equipos presbiterales. Pero esta realidad
nueva y rica no debe agostar la cooperación
entre los presbíteros.
La familia natural, si convive con nosotros,
debe asumir que, si no es por fuerza mayor,
en la casa y mesa de un presbítero hay siempre un puesto para otro presbítero. El hogar
del sacerdote ha de tener siempre una puerta
abierta para el sacerdote.
4. La comunicación de bienes
2. Los encuentros periódicos
Una fraternidad que no pasa en alguna forma
por la billetera se descalifica en buena parte a
sí misma. Las valientes decisiones estructurales tomadas evangélicamente en su día por
muchas diócesis aseguraron la suficiencia de
bienes para todos y la relativa igualdad de sus
percepciones. Pero todavía subsisten diferencias irritantes... e injustas. No solo mi tiempo;
también mi economía tiene relación con el
presbiterio. Las desigualdades pueden darse
también en un estado de cierta penuria, que
aflige a bastantes sacerdotes. La existencia de
Cajas de Compensación a las que aportamos y
a las que recurrimos revelan un espíritu que
revela el nivel y el vigor de nuestra especial
fraternidad.
Conocemos los cometidos principales de estos
encuentros: orar juntos, actualizar en grupos la
formación teológica y apostólica, alumbrar o
revisar las orientaciones pastorales, propiciar el
esparcimiento y el ocio compartidos.
Una organización inteligente de estos encuentros debería asegurar una equilibrada
presencia de todos estos cometidos. Su fuerte
desproporción suele generar frustración, insatisfacción y absentismo.
Es necesario que los presbíteros que participamos aportemos allí oxígeno y no anhídrido
carbónico: esperanza en vez de escepticismo,
suavidad en vez de amargor, profundidad en
vez de superficialidad, crítica constructiva en
vez de murmuración.
5. Alguna manera de vida común
“Para que los presbíteros se ayuden mutuamente en el cultivo de la vida espiritual e intelectual; para que puedan colaborar más adecuadamente en el ministerio y para librarse de
los peligros que puedan venir de la soledad
hay que fomentar alguna forma de vida común
o alguna comunidad de vida entre ellos. Puede
esta adoptar diversas formas según las necesidades personales o pastorales: si es posible,
vivir juntos, comer juntos o, al menos, encuentros periódicos y frecuentes” (PO 8).
Que nunca sean nuestros encuentros “cenáculos de amargura”. Pueden caber, eso sí,
debates, desacuerdos incluso apasionados.
Pueden originarse incluso conflictos, pero
han de resolverse con un espíritu y de una
manera diferente a los de la sociedad.
3. La cooperación pastoral
Los adolescentes se reúnen en tomo a una
emoción común. Los adultos nos reunimos en
torno a un proyecto compartido para llevarlo a
la práctica mancomunadamente. La palabra
“cooperación” en una expresión insistente de
P.O. Cooperar es colaborar corresponsablemente.
“Puesto que los presbíteros están recíprocamente unidos por la intima fraternidad sacramental y por su misión y puesto que colaboran armónicamente en la misma tarea, una
cierta comunidad de vida o algún tipo de convivencia que pueda asumir diversas formas
incluso no institucionales, ha de ser promovida entre ellos y prevista incluso en el Derecho
con normas oportunas, renovando (para ello)
las estructuras pastorales o encontrando in-
Cooperar es ayudarse mutuamente en los
trabajos del ministerio. “Ningún presbítero
puede cumplir cabalmente su misión aislado y
como por su cuenta, sino solo uniendo sus
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(Pablo VI en “El sacerdocio
tero hacia su comunidad y la fraternidad
presbiteral.
z Los cánones 280 (“donde está en vigor la
vida común, manténgase”); 550, 1 (“el Ordinario permite, por razones válidas al vicario
pastoral residir fuera de su parroquia, particularmente en una casa común a mas presbíteros”); 550, 2 (“entre párroco y vicario promuévase, donde sea posible, alguna forma
de vida común en la casa parroquial”).
Comprendo las dificultades de una vida común en sentido propio y preciso. Al menos
los presbíteros dispuestos a compartir techo,
pan, bolsa, trabajo apostólico e intercambio
humano y espiritual han de encontrar facilidades en la diócesis y su presbiterio. No debemos conformarnos con las reuniones periódicas y el clima amable entre los sacerdotes. Hay formas intermedias entre la vida común propiamente dicha y estas mínimas “de
camaradería y de profesionalidad”.
cluso algunas nuevas”
ministerial”).
z
(Entre las ayudas y medios para la formación
permanente) “hay que recordar las diversas
formas de vida común entre los sacerdotes,
siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes. Hoy no se puede dejar de recomendarlas vivamente, sobre todo entre
aquellos que viven o están comprometidos
pastoralmente en el mismo lugar. Además
de favorecer la vida y la acción apostólica,
esta vida común el clero ofrece a todos,
presbíteros y laicos, un ejemplo luminoso
de caridad y de unidad.” (PDV 81)
FICHA DE TRABAJO Nº 6
MONOGRAFÍA 1
«Aunque nuestro exterior va decayendo, lo
interior se renueva de día en día» (2Cor 4, 16)
Y es así. Hace ya bastantes años un grupo de
consiliarios de la provincia eclesiástica extremeña nos venimos encontrando, al menos
cuatro veces en el curso. La experiencia, una
media de asistencia de 16 consiliarios de los
distintos Movimientos de AC Especializados y
Generales, es tan enriquecedora que al decir
de algunos «nos mantenemos y seguimos en
la brecha en esta difícil pero preciosa tarea de
acompañar a los laicos porque Dios está al
quite y nosotros nos acompañamos».
Obispos y teólogos muy competentes han
observado una cierta caída de tensión entre la
doctrina recia de la fraternidad sacerdotal y
las recomendaciones menos tajantes de los
mismos documentos eclesiales. ¿Realismo
que no quiere exigir excesivos esfuerzos? En
cualquier caso es preciso afirmar:
z
que la vida común no es un medio más, sino
un medio eminente y más que un medio:
una expresión viva de la fraternidad sacramental y una realidad que se sitúa en la dinámica misma de esa fraternidad.
z
Que esta vida común tiene su fundamento
en el sacramento del Orden, no simplemente, como en el caso de los religiosos, en el
“fervor del Espíritu”.
z
Que tiene una finalidad diferente a la vida
comunitaria religiosa: ser signo y prolongación del Colegio de los Apóstoles.
z
Que ha de estar orientada al compromiso
misionero.
z
Que ha de ser menos estructurada que la
religiosa por el hecho de ser una comunidad para la misión y ordenada por ello a armonizar en la práctica la caridad del presbí-
Los encuentros tienen dos partes:
Largo rato de oración compartida. Riqueza
interior que, en gente con tanta experiencia
apostólica, se comparte y se vive como una
gracia. Oxigenados, somos referentes unos de
otros y es un privilegio recibir tal contento
porque se hace explícito el dicho evangélico
«¡dichosos los ojos que ven lo que vosotros
veis!» (Lc 10, 23).
Un segundo momento lo dedicamos a contarnos la misión de acompañar y animar, las
dificultades, la iniciación en los grupos, preparar algún documento, hacer análisis de situaciones sociales o eclesiales, organizar algún encuentro...
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Al final, siempre comemos juntos.
corresponde por derecho». ¡Dios lo quiera!
que por nuestro querer... donde nos llamen.
La experiencia es tan rica que no queriendo
«encender el candil para meterlo debajo del
perol, sino para ponerlo en el candelero y que
alumbre a todos los de casa» (Mt 5, 15) nos movió a tener un encuentro con sacerdotes y
religiosas de Extremadura para presentarles la
AC Fruto hubo en dos diócesis.
“Consiliario de AC y Sacerdote Diocesano”
Enrique Gómez. Consiliario del MRC (Movimiento
Rural Cristiano). Diócesis de Plasencia
Por lo que a nosotros respecta, ya año y medio que nos juntamos con 11 sacerdotes de la
diócesis para acompañarles en conocer las
herramientas y la misión de la AC y su posible
implantación en las parroquias. Son cuatro
reuniones en el curso y la experiencia es alentadora.
CUESTIONARIO
¡A ver si es posible el mandato del CLIM, 87!:
«Los candidatos al sacerdocio, los sacerdotes y
religiosos, además... han de formarse específicamente para reconocer y promover los carismas y responsabilidad de los laicos e impulsar
la acción misionera de la comunidad y la presencia de los laicos en la vida pública.
z
Una vez leído el texto y la monografía:
¿Qué signos de fraternidad sacerdotal descubres a tu alrededor?
z
¿Qué carencias observas en tu entorno respecto a la fraternidad sacerdotal? ¿Qué dificulta que se viva con más intensidad?
Como consiliario de Acción Católica, ¿qué
puedes potenciar para que la fraternidad sacerdotal vaya siendo una realidad en nuestra
diócesis?
z
Es por ello necesario que conozcan la realidad
del apostolado seglar... y se capaciten para
acompañar a los laicos en el estilo de fraternidad y colaboración que les permita respetar y
promover el protagonismo y la libertad que les
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