normas cívicas para los santos fieles

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Conferencia General Abril 1972
NORMAS CÍVICAS PARA LOS SANTOS FIELES
Por el élder Ezra Taft Benson
Del Consejo de los Doce
Mis amados hermanos y hermanas presentes y, ausentes, somos hermanos y
hermanas porque somos hijos del mismo Padre. Con espíritu humilde y con gratitud
me paro ante ustedes en este aniversario de la organización de la Iglesia restaurada
de Jesucristo desde hace 142 años. Me gustan las conferencias generales de la
Iglesia, y me regocijo por la oportunidad de dar mi testimonio de ésta, la obra más
grande en todo el mundo.
El otoño pasado el barón Von Blomberg, Presidente de la Organización de
Religiones Unidas, me invitó a representar a la Iglesia, como huésped del rey de
Persia en el 2500 aniversario de la fundación del Imperio Persa por Ciro el Grande.
Asesorado por la Primera Presidencia al aceptar la invitación, salí
inmediatamente después de la conferencia de octubre para reunirme con
representantes de veintisiete religiones mundiales, unos cincuenta monarcas y otras
notables personas en esa histórica celebración en Irán.
El rey Ciro vivió más de quinientos años antes de Cristo y figuró en profecías del
Antiguo Testamento, mencionadas en 2 Crónicas y en el libro de Esdras, y por lo
profetas Ezequiel, Isaías y Daniel. La Biblia establece cómo "el Señor agitó el espíritu
de Ciro, rey de Persia" (2 Crónicas 36:22). Ciro restauró ciertos derechos cívicos y
sociales, y a los Hebreos cautivos, les permitió volver a Jerusalén y los dirigió para
que el templo de Jehová fuera reconstruido.
Parley P. Pratt, describiendo al profeta José Smith, dijo que éste tenía "la
intrepidez, valor, templanza, perseverancia y generosidad de un Ciro" (Autobiografía
de Parley Parker Pratt, Deseret Book Company (1938), pág. 46).
El presidente Wilford Woodruff dijo:
"Ahora, yo he pensado muchas veces que algunos de esos antiguos reyes, tenían
en muchos aspectos, más empeño en llevar a cabo algunos de esos principios y
leyes, que los actuales Santos de los Últimos Días. Tomaré como ejemplo a Ciro...
Analizando la vida de Ciro, desde su nacimiento hasta su muerte, parece como si
hubiera obrado por medio de inspiración en todos sus movimientos. El comenzó
con tal templanza y virtud que podría defender a cualquier país y rey cristiano...
Muchos de los principios seguidos por él, son dignos, en muchos aspectos de la
atención de los hombres que tienen el evangelio de Jesucristo" (Journal of
Discourses, vol. 22, pág. 207).
Dios, el Padre de todos nosotros, usa a los hombres en la tierra, especialmente a
los hombres buenos, para lograr sus propósitos. El ha sido verdad en el pasado,
verdad hoy y será verdad en el futuro.
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"Quizá el Señor necesita tales hombres fuera de su Iglesia para ayudar", dijo el
finado élder Orson F. Whitney del Quórum de los Doce.
"Ellos están entre los que pueden ser mediadores para los propósitos del Señor,
y pueden hacer mucho bien por la causa donde El los ha puesto, más que en
cualquier otro lugar... Por tanto, algunos ingresan al rebaño y reciben un testimonio
de la verdad, mientras que otros permanecen sin convertirse... las glorias y bellezas
del evangelio están veladas temporalmente de su vista, para un sabio propósito. El
Señor abrirá sus ojos en su propio y debido tiempo. Dios está usando a más de una
persona para el cumplimiento de su grande y maravillosa obra. Los Santos de los
Últimos Días no lo pueden hacer todo. Es tan vasto, tan arduo para cualquier
persona... Nosotros no disputamos con los gentiles. Ellos son nuestros copartícipes
en cierto sentido "(Conference Report Abril 1928, pág. 59).
Esto, ciertamente sería verdad en el caso del coronel Thomas L. Kane, un
verdadero amigo de los santos en sus lamentables necesidades y en el caso del
General Alexander W. Doniphan, quien, cuando su superior le ordenó fusilar a José
Smith, dijo: "Es un asesinato a sangre fría. No obedeceré sus ordenes... y si usted
ejecuta a estos hombres, así Dios me salve, lo haré responder ante un tribunal
terrenal" (Joseph Fielding Smith, Elementos de la Historia de la Iglesia, pág. 254).
Nosotros honramos a estos compañeros a quienes su inclinación hacia los
principios correctos, eclipsó su devoción hacia el prestigio, partido político o
personalidades.
Honramos a nuestros padres fundadores de esta República por la misma razón.
Dios levantó a estos patriotas para desempeñar una misión, y El los llamó "hombres
sabios" (D. y C. 101:80). La Primera Presidencia reconoció esta sabiduría, al darnos
la pauta, hace pocos años, de sostener a los candidatos políticos "Que estén
verdaderamente dedicados a la Constitución en los ideales de nuestros padres
fundadores" (Deseret News, 2 de noviembre de 1964).
El Señor dijo que "los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus
semejantes, que los hijos de luz" (Lucas 16:8). Nuestros sabios fundadores, parecían
entender, más que muchos de nosotros, nuestras Escrituras, las cuales establecen
que "la naturaleza y disposición de casi todos los hombres, al obtener, como ellos
suponen, un poquito de autoridad, es empezar desde luego a ejercer injusto
dominio" (D. y C. 121:39).
Para ayudar a evitar esto, los fundadores sabían que nuestros dirigentes electos
deberían estar sujetos a ciertos principios básicos. Dijo Thomas Jefferson: "En
cuestión de poder, entonces, que no se oiga más de confianza en el hombre, sino
atémosles fuera del error, con las cadenas de la Constitución."
Estos sabios y patriotas fundadores parecían comprender, más que muchos de
nosotros, las bendiciones de los limites que el Señor fijó dentro de la Constitución,
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porque El dijo: "Y en cuanto a la ley del hombre, lo que fuere más o menos que esto
proviene del mal" (D. y C. 98:7).
Los fundadores confiaron en Dios y en su Constitución, no en el brazo de la
carne. "¡Oh Señor" —dijo Nefi— "en ti tengo puesta mi confianza, y en ti confiaré
para siempre! No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que
maldito es aquel que confía en el brazo de la carne. Si, maldito es aquel que pone su
confianza en el hombre, o hace de la carne su sostén" (2 Nefi 4:34).
El presidente J. Reuben Clark, hijo, lo puso de manifiesto cuando dijo:
"Dios dispuso que en esta tierra de libertad, nuestra alianza política no sea con
los individuos, esto es, con los oficiales del gobierno, sin importar cuán grandes o
pequeños puedan ser. Bajo su plan, nuestra única alianza, que debemos hacer,
como ciudadanos o naturalizados de los Estados Unidos, es con nuestra inspirada
Constitución, la cual Dios mismo estableció. Así establece el juramento oficial de
todos los que participan en el gobierno. Debemos una cierta lealtad al titulo oficial
que el hombre posee, pero aún así, no debemos lealtad al hombre por sí mismo. En
muchos otros países, la alianza es con el individuo. Este principio de alianza con la
Constitución es base de nuestra libertad. Este es uno de los grandes principios que
distingue esta 'tierra de libertad' de otros países" (Improvement Era, Julio 1940 pág.
444).
"Patriotismo", dijo Teodoro Roosevelt, "significa ser fiel al país. No significa ser
fiel al Presidente o cualquier otro funcionario público, salvo exactamente de
acuerdo al grado en que él mismo sea fiel al país. . . "
"Todo hombre", dijo el presidente Roosevelt, "que como un perico grita: 'sed
fieles al Presidente' sin agregar la condición: 'hasta donde él sirva a la República'
toma una actitud esencialmente indigna de un hombre, como cualquier fanático
partidario de los Estuardo, reyes de Inglaterra, paladines de la doctrina de que el rey
no puede equivocarse. Ningún hombre que se respete a sí mismo y sea inteligente y
libre, puede asumir tal actitud" (Theodore Roosevelt, Works. Vol. 21 págs. 316-321).
Y aún ahora, como Santos de los Últimos Días, debemos orar por nuestros
directivos cívicos y animarlos en la justicia.
“... votar por los hombres malvados, puede ser pecado. "Dijo Hyrum Smith.
(Documentary History of the Church, vol. 6. pág. 323).
Y el Profeta José Smith dijo: "... dejad que el pueblo de toda la unión, como los
inflexibles romanos, cuando encuentren una promesa hecha por algún candidato y
que no la practique cuando es oficial, prive a ese miserable adulador de su
exaltación. . . " DHC vol. 6 pág. 207).
La confianza de José y de Hyrum no estaba en el brazo de la carne, sino en Dios y
sus principios correctos y eternos. "Soy el mayor defensor de la Constitución de los
Estados Unidos en toda la tierra", dijo el profeta José Smith (DHC vol. 6 pág. 56).
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La advertencia del presidente Joseph Fielding Smith es de lo más oportuna:
"Ahora les diré, este es el tiempo en que el pueblo de los Estados Unidos debe
despertar, con el conocimiento de que si no salvan a la Constitución de los peligros
que la amenazan, tendremos un cambio de gobierno" (Conference Report, abril de
1950 pág. 159).
Otra pauta dada por la Primera Presidencia fue "sostener a los candidatos
buenos y juiciosos, de cualquier partido, quienes deben estar conscientes de los
grandes peligros que enfrenta el mundo libre" (Deseret News, noviembre 2 de
1964).
Afortunadamente tenemos materiales que nos ayudan a enfrentar los peligros
que nos amenazan en los escritos del presidente David O. McKay y en los de otros
dirigentes de la Iglesia.
Pero el manual más grande para la libertad en esta lucha contra el mal, es el
Libro de Mormón.
Esto me lleva a la segunda gran norma cívica para los Santos. Porque además de
la Constitución inspirada, tenemos las Escrituras.
José Smith dijo que el Libro de Mormón fue "la piedra clave de nuestra religión"
y el libro "más correcto" sobre la tierra (DHC vol. 6 pág. 56).
Este libro "más correcto" sobre la tierra, establece que la caída de dos grandes
civilizaciones americanas, vino como resultado de conspiraciones cuya intención era
destruir la libertad del pueblo. "Y han sido la causa de la destrucción de este pueblo
de que hablo", dice Moroni, "así como de los Nefitas" (Eter 8:21).
Indudablemente, Moroni ha señalado muchos factores que culminaron con la
destrucción del pueblo, pero noten cómo se refirió solamente a las combinaciones
secretas, así como la Iglesia actualmente puede señalar muchas amenazas para la
paz, la prosperidad y la expansión de la obra de Dios, pero singulariza, como la más
grande amenaza, las combinaciones secretas de los impíos.
En el Libro de Mormón no se habla de una sospecha de conspiración, sino de
una conspiración.
Moroni nos habla en estos días y dice: "Por consiguiente, el Señor os manda que,
al ver surgir estas cosas entre vosotros, estéis conscientes de vuestra terrible
situación, por motivo de esta combinación secreta que existirá entre vosotros...
(Eter 8:24).
El Libro de Mormón va más allá advirtiendo que: "la nación que favoreciera estas
combinaciones secretas para adquirir poder y riquezas, hasta que lleguen a
extenderse entre todo el pueblo, he aquí, será destruida; . . ." (Eter 8:22).
Este pasaje nos advierte acerca de lo que tenemos por delante, porque no hay
duda de que, como pueblos del mundo libre, estamos apoyando cada vez más,
muchos de los males del adversario en estos días. Por orden de la corte, los
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conspiradores incrédulos son electos para puestos del gobierno, enseñan en
nuestras escuelas, ocupan cargos en las uniones de trabajadores, trabajan en
nuestros departamentos de defensa, sirven en nuestra marina mercante, etc. Como
nación, estamos ayudando a garantizar la posición de muchos malos revolucionarios
en nuestro país.
Ahora estamos seguros de que la Iglesia permanecerá en la tierra hasta que el
Señor venga otra vez, pero ¿a qué precio? se les aseguró a los Santos en los
primeros días que Sión sería establecida en el Condado de Jackson, pero ved el
derramamiento de sangre y la demora que les costó su infidelidad.
El presidente Clark nos previene de que "estamos en peligro de perder nuestras
libertades, y que, una vez perdidas, sólo a costa de sangre podremos recuperarlas; y
una vez perdidas, nosotros, los de esta Iglesia fin de mantenerla avanzando,
tendremos que hacer mayores sacrificios y soportar más persecuciones de las que
hasta ahora conocemos... (CR Abril 1944, pág. 116). El élder Clark estableció que si
la conspiración, "viene, probablemente vendrá en todo su vigor y habrá numerosas
plazas vacantes, entre todos los que guían y dirigen, no solamente en el gobierno,
sino también en nuestra Iglesia" (CR Abril 1952).
Ahora la tercera gran norma cívica para los santos, es la palabra inspirada de los
profetas, particularmente de nuestro actual presidente, que es la boca de Dios en la
tierra actualmente. Mantened sus ojos en el Señor y juzgad las palabras de las
autoridades que actúan por medio de su consejo inspirado.
Nos cuenta la historia acerca de cómo Brigham Young, viajando a través de una
comunidad, vio un hombre construyendo una casa y simplemente le dijo que
duplicara el grueso de sus muros. Poco tiempo después, vino una inundación a
través del pueblo, causando mucha destrucción, pero los muros que construyó ese
hombre permanecieron ahí y mientras colocaba la techumbre de su casa se le oyó
cantar: "Te damos, Señor nuestras gracias. . . "
José Smith enseñó "que un profeta era profeta solamente cuando obraba como
tal" (Enseñanzas del Profeta José Smith pág. 341).
Supongamos que un dirigente de la Iglesia os dijera que estáis sosteniendo
erróneamente cualquier asunto en particular. Algunos podíais resistiros a ese
dirigente y su consejo, o ignorarlo, pero yo quisiera sugeriros que primero apliquéis
la cuarta gran norma cívica para los fieles santos. Esta norma, es vivir, tener, y
seguir los susurros del Espíritu Santo.
Brigham Young dijo: "Estoy muy temeroso de que este pueblo tenga tanta
confianza en sus líderes que no se pregunten si éstos son guiados por El... Dejad que
cada hombre y cada mujer sepa, por medio de los susurros del Espíritu de Dios, si
sus líderes están caminando en las sendas establecidas por el Señor, o no" (JD vol. 9
pág. 150).
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Hace algunos años, a causa de una declaración que parecía representar la
política de la Iglesia, un fiel miembro temió estar sosteniendo a un candidato
inconveniente para un puesto público. Humildemente llevó el asunto al Señor. Por
medio de su Espíritu, obtuvo la convicción del curso que debía seguir y retiró su
sostén a ese candidato.
Este buen hermano, por medio de oración ferviente, recibió la respuesta, que a
su debido tiempo, probó ser la decisión correcta.
Urgimos a todos los hombres a leer el Libro de Mormón y luego a preguntar a
Dios si es verdadero. Y seguramente que ellos sabrán acerca de su veracidad por
medio del Espíritu Santo, "Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la
verdad de todas las cosas" (Moroni 10:5).
Necesitamos la guía constante del Espíritu Santo. Vivimos en una era de engaño.
¡Oh pueblo mío, los que te guían te hacen errar, y destruyen el curso de tus
sendas! (2 Nefi 13:12.) Aun dentro de la Iglesia hemos sido advertidos que: "Los
lobos rapaces están entre nosotros, entre nuestra propia congregación, y ellos, más
que ningunos otros, están vestidos con pieles de oveja porque portan las vestiduras
del sacerdocio" (J. Reuben Clark, Jr., CR, Abril 1949, pág. 163).
El Señor nos hará responsables si no somos sabios y nos dejamos engañar:
"porque aquellos que son sensatos y han recibido la verdad, y han tomado al
Espíritu Santo por guía y no han sido engañados— de cierto os digo, estos no serán
talados, ni echados al fuego, sino aguantarán el día" (D. y C. -15:57).
Y así, estas son las cuatro grandes normas cívicas para los fieles Santos: primera:
la Constitución dictada por Dios por medio de hombres sabios; segunda: las
Escrituras, particularmente el Libro de Mormón; tercera: el consejo inspirado de los
profetas, especialmente el del presidente actual; y cuarta: la guía del Espíritu Santo.
Dios nos bendiga a todos para que podamos usar estas normas y por medio de
ellas, bendecirnos a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestra comunidad, a
nuestra nación y al mundo. Oro humildemente, mientras doy mi testimonio de la
veracidad de la gran obra de estos últimos días, en el nombre de Cristo. Amén.
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