Buenas Nuevas Jesús se revela a los que escuchan su Palabra

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Biblia para Jóvenes
Jesús se revela a los que escuchan su Palabra
Por Ricardo Stirparo y Horacio Prado
“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” Lc.11, 28
La propuesta de este artículo es encontrarnos con Jesús y aprender a escuchar, con nuestros oídos atentos,
las palabras que salen de su boca. La Palabra nos enseña que escuchar la voz de nuestro Dios significará
obedecerle y realizar su voluntad; por eso Jesús cada vez que contaba una parábola terminaba diciendo
“quien tenga oídos para oír, que oiga” (de hecho el origen latino de la palabra “obediencia”: ob-audientia
significa “escuchar lo que está debajo”). Es decir, tener oídos para oír, significará no solamente tener la
mente y el corazón abiertos a escuchar la Palabra de Dios, sino también la firme decisión de obedecerle y
llevarla a la vida. En este contexto podemos comprender el valor que tenía la acción de Jesús cuando abría
los oídos a los sordos, que recibían la Buena Nueva, como signo de que el Mesías ya había llegado: “Juan
Bautista mandó a preguntar a Jesús, ¿eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?.
Entonces el Señor respondió: Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído, los ciegos ven, los
paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen...” Lc.7, 18-23
Escuchar la Palabra es recibir, no sólo las palabras que salen de boca de Jesús, sino a Él mismo que es la
Palabra: “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” Jn.1, 4
Preparemos nuestros oídos para escuchar a aquél que es la Palabra de Dios.
Primer Momento – Motivación:
Cuántas cosas oímos a lo largo de una jornada de nuestra semana. Cuántos ruidos, sonidos, palabras
escuchamos. A veces en nuestros ritmos acelerados de vida, corremos el riesgo de acostumbrarnos al
“ruido” constante y no generar las disposiciones necesarias para escuchar al otro (recibir, hacer comunión) y
simplemente se van empobreciendo nuestras comunicaciones y nuestras vinculaciones.
Para escuchar al otro (y mucho más al “Otro” que es Dios) necesitamos del silencio (que no es sólo la
ausencia de sonidos). Muchas veces estando solos en nuestras casas, prendemos la T.V. o la radio,
aunque nos aboquemos a otras tareas, quizás porque no estamos acostumbrados a convivir con el silencio.
Proponemos al grupo un sencillo ejercicio:
Durante un minuto, les pediremos a los integrantes del grupo que hagan silencio y que escuchen todos los
sonidos que nos llegan. Pondremos atención primero a los más lejanos, para ir reconociendo a los más
cercanos.
Luego se puede generar un breve diálogo acerca de lo que oímos:
 ¿Qué sonidos reconocimos?
 ¿Eran sonidos novedosos o eran sonidos habituales?
 ¿Todos oímos lo mismo?
 ¿Pusimos la atención en distintos sonidos?
 ¿Nos costó mucho sostener el minuto de silencio? ¿Por qué?
 ¿Qué nos llamó la atención de este ejercicio?
Luego del diálogo les proponemos un nuevo minuto de silencio, pero esta vez pediremos poner nuestra
atención al sonido de nuestra respiración primero, para escuchar finalmente el ritmo de nuestro corazón.
Intentar que los pensamientos se acallen y que no nos distraigan del latido de nuestro corazón.
Nuevo diálogo sobre lo que nos significó la realización de este nuevo minuto de silencio:
 ¿Pudimos despejar los pensamientos que venían a nuestra mente?
 ¿Logramos “escuchar” solamente a nuestro corazón?
 ¿Qué sensaciones o sentimientos nos abordaron?
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Aclaramos una distinción que en nuestro lenguaje está normalmente aceptada: “oír” y “escuchar”, refieren a
ideas semejantes pero con matices diferentes. Si buscamos en el diccionario encontraremos que “oír” es
percibir con los oídos y “escuchar” es prestar atención a lo que se oye. De allí que muchas veces se diga: “¡me oís, pero no me escuchas!” Es decir escuchar, además de oír, exige la atención hacia lo que el otro
dice. En nuestra concepción evangélica, podemos agregar, que “escuchar”, significa no sólo poner la
atención, sino aquellas disposiciones de apertura amorosa hacia el otro, de recibir, de acoger, de guardar lo
que el otro dice y es. El escuchar, implica vaciarnos (de nuestras distracciones, de nuestro ego, de nuestras
propias preocupaciones) para que el otro pueda “entrar” en nuestro interior.
Luego de esta aclaración les proponemos al grupo profundizar en este tema, partiendo de una serie de
viñetas que analizaremos en grupos:
ATENCION: las viñetas se encuentran al final del documento.
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Analizar cada una de las situaciones planteadas en las viñetas.
Plantear qué es lo que sucede en cada una.
Aplicar los conceptos de “oír” – “escuchar” – “escuchar según el evangelio”, a las viñetas.
¿Nos sentimos identificados con alguna de ellas? ¿Con cuál? ¿Por qué?
¿En nuestro grupo, se da alguna de estas situaciones?
Puesta en común y conclusiones.
Segundo Momento - Trabajo con la Palabra:
“Dichosos sus ojos porque ven y sus oídos porque oyen. Yo les aseguro que muchos profetas
desearon ver lo que ven ustedes y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron” Mt. 13,1617
¿Cómo escucharon a Jesús, los que vivieron con Él? ¿Cuáles eran las palabras que Él pronunciaba?
Invitamos a que en dos grupos puedan trabajar sobre cómo escuchar las palabras de su boca.
Cada grupo recibirá una ficha sobre los oídos de los que escuchan y otra sobre las palabras de Jesús, sobre
las que trabajarán y después pondrán en común
OÍDO
Citas
Lc.2, 8-20
Lc.4, 16-30
Lc.10, 21-22
Mt.5, 1-12 . 7, 28-29
Jn.6, 59-69
BOCA
Citas
¿Quiénes escuchan a Jesús?
¿Cómo reaccionan?
¿Cuáles son las palabras
Jesús? ¿Qué enseña?
de ¿Con quiénes habla?
¿Con quiénes dialoga?
Mt.5, 3-12
Mt.7, 1-5
Mt.9, 10-13
Lc.11, 9-13
Lc.12, 37-53
Lc.12, 22-34
Lc.15, 1-32
Jn.10, 1-18
Tercer Momento - Reflexión personal:
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Iluminados por lo trabajado en la Palabra, proponemos un tiempo de reflexión personal, que podrá estar
guiado por las siguientes preguntas:
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¿Nos hacemos el espacio físico e interior para que Dios nos hable?
Además de la Palabra de Dios ... ¿reconocemos la voz de Dios que nos habla a través de otras
personas y de otras circunstancias?
¿Cuáles son los “ruidos” (dificultades, obstáculos) que no nos permiten escuchar al Señor?
¿Cómo podemos abrir y agudizar nuestros “oídos” para no vivir sordos a las palabras de Jesús?
Cuarto Momento - Oración comunitaria:
Finalizamos el encuentro con una oración comunitaria donde pondremos en práctica el escuchar y recibir al
hermano.
 Nos vaciamos de nosotros mismos, buscando el silencio interior
 Vamos rezando por nuestras necesidades y haciéndonos eco de la de los demás. Por ejemplo si
alguien pide por la salud de un ser querido, el resto ora por esa intención, pidiendo el consuelo, la
fortaleza. No pasar inmediatamente a otra intención como si el otro no hubiera expresado nada.
 Finalizamos la oración escuchando a Dios que nos habla en su Palabra. Después de leer un pasaje
de la Biblia, el grupo dialoga sobre el mensaje que les deja en lo personal y grupal.
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“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen” Jn.10, 27
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